Partida Rol por web

La torre del nigromante estaba en lo alto de una pequeña pero escarpada colina. Se accedía a ella a través de un serpenteante camino que subía en espiral hasta ella. Desde donde estaban podían ver, en lo alto, la superficie de piedra negra que conformaba aquella estructura siniestra. Pero no parecía que el grupo se dispusiera a subir por el camino. En lugar de ello estaban ante una enorme puerta de piedra circular incrustada en la superficie de la colina. Un enorme calavera con cuernos tallada en su centro demostraba que este nigromante, como casi todos los de su oficio, tenía un pésimo sentido del gusto como decorador. Las raíces de los árboles muertos se habían incrustado entre la puerta y la superficie de la colina, manteniendo aquello totalmente sellado.

A Gromenauer le bastó una mirada para saber que aunque aquello no era un trabajo enano —ningún cantero enano que se precie trabajaría para un levantamuertos —era muy sólido. Casi diría que inamovible.

A Roark le bastó una mirada para comprender que aquello no tenía cerraduras ni bisagras ni mecanismos con lo cual la única manera de moverlo parecía ser mediante magia.

A Doña Golo le bastó una mirada para...

Iremos a la playa
llevaremos las mallas
beberemos en la costa
no mataremos ni una mosca

A Doña Golo le costaba concentrarse con ese totem cantarín que no había parado en todo el camino.

Y a Jingle no le hacía falta mirar nada para saber que iba a pasar, porque notó como se erizaba el vello de su nuca antes de que apareciera Meser.

De hecho el Gran Meser se materializó justo detrás del elfo. El resto del grupo se volvió hacia él sin demasiada sorpresa. Después de todo un par de días antes había dicho que abriría este paso.

—Tal como os dije este pasadizo secreto sólo puede ser abierto por los muertos. Y conduce directamente a la Sala de Resurrecciones del Nigromante.

Se adelantó unos pasos y puso su mano intangible sobre la puerta de roca.

Entonces las raíces de los árboles muertos se apartaron como serpientes asustadas mientras la puerta entera se introducía en la tierra, descubriendo un siniestro túnel de piedra que se perdía en la oscuridad.

—El paso está abierto.— informó el Gran Meser cruzando los brazos en una postura sin duda ensayada durante muchas noches espectrales.

Al ver al espectro, el ladrón se quitó dos trozos de trapo que se había metido en los oídos para no escuchar al duo de poetas, el muerto y el que tenía todas las papeletas de morir tontamente, justo a tiempo de oír como unos truenos seguían a un par de rayos que rompieron el cielo justo cuando el Meser ese abría la puerta. Lo cual era curiosísimo porqueno había ni una nube a la vista.

Quién detiene gárgolas al vuelo
Volando a ras de suelo
Ellfo contra elfo.

-Va a ser una aventura muuuuy larga...- suspiró Roark mientras se giraba al espectro -Vale, repasemos el plan. Tú nos indicas donde está el tesoro, nosotros le birlamos el ojo de Sarina. Tú le ganas jugando al Rokun, te terminas de morir y nosotros nos largamos con el tesoro del fulano. Era eso, ¿no? ¡Ah! Sí- sacó la pieza de Rokun y la balanceó por el colganteen su mano -necesitabas esto ¿no?

Doña Golo miró hacia el tótem. No, eso no podía ser cierto. ¿Cómo es que ese troll, ese espíritu de troll, eran tan, pero tan molesto? Era cien veces peor que Jingle, y eso que éste había estado amordazado bastante tiempo.

-¿Estamos todos...-

Rosa, rosa,
La maravillosa...

-...de acuerdo en liberar esta alma en pena antes de entrar?- dijo la vieja, dudando seriamente si continuar con ese martirio o si realmente el espíritu de troll podía ser útil en algún momento.

—Supongo que yo tendré que hacer de escudero, ¿verdad, oh, Gran Meser? —preguntó añadiendo un acento exageradamente pomposo a las últimas palabras—. Como bien dijiste, un no-muerto no puede sostener durante mucho tiempo las piezas tangibles, y siempre puedo fingir que tú me has poseído. ¡Pero si rollos raros, eh!

En realidad, Jingle tenía sus motivos para toparse cara a cara con el Nigromante. Ningún mago que se precie dejaría un objeto tan valioso como el Amuleto de Patrás en su sala del tesoro. ¿Y si necesitaba huir al verse superado? Nada mejor para tenderle una emboscada a unos aventureros entrometidos. Si jugaba bien sus cartas —nunca mejor dicho—, podría arrebatarle el amuleto y dejar a ese grupo de suicidas con un palmo de narices.

—A mí el troll me cae bien. Tiene ritmo, pero quizá sea un lastre si pretendemos infiltrarnos en la torre. 

—Cierto. Yo no puedo sostener la piedra por mi intangibilidad, pero estoy seguro de que si el Nigromante acepta el desafío encontrará alguna manera de resolver eso. A mí me haca la misma poca gracia que a ti entrar dentro de tu cuerpo de vil sabandija.— contestó el Gran Meser.

Los ríos son agua
tu mirada tan clara
toco tu piel
y es todo miel

—¡Por los dioses! ¿Cómo podéis soportar eso?
 

Los aventureros observaban el túnel que ascendía en la oscuridad...

te quiero como la sapa al sapo
porque el amor pega un sopapo

...y se preguntaban que tipo de trucos tenía preparados el nigromante para ellos. ¿Qué tenía de extraño aquel túnel ascendente que pudiera advertirles de un peligro acechante?¹

A Roark aquel sitio le daba mala espina. Los nigromantes o eran precisamente la clase de gente a la que le gustaba robar, la verdad...

Y los muertos aquí lo pasamos muy bien
entre flores de colores
Y los  viernes y tal si en la fosa no hay plan
Nos vestimos y salimos a cazar ladrones ohohoh.

Y el puto troll no ayudaba... Los esqueletos embutidos en ropas de aventureros empalados por varas metálicas a las paredes del túnel tampoco ayudaban mucho, la verdad. Roark señaló con el dedo hacia los esqueletos. -Llamadme paranoico pero creo que no somos los primeros a los que se les ocurre entrar por aquí... Sea como sea mejor nos damos prisa, ¿no creéis?

Este cementerio no es cualquier cosa
pues las lápidas del fondo son de mármol rosa.

-Y solo me planteo liberar esa cosa si me garantizas que no nos va a seguir, en caso contrario es un arma de exasperación masiva que nos podría venir bien si nos encontramos a algo chungo...

... Y los muertos aquí lo pasamos muy bien...

-Si no nos volvemos locos en el proceso, claro...

—Eh, humana... ¿Me dejas ver un segundo el totem que acabas de crear? —comentó Gromenauer a Doña Golo, tendiendo su mano— Creo que puedo arreglar que deje de cantar. Una vez leí en un tomo enano cómo resolver los problemas con totems parlanchines. No es lo mismo que uno cantarín, pero funcionará parecido seguro.

Tras esto, el enano miró a la oscuridad. ¿Gente empalada? ¡Va, pamplinas para un enano! ¡Si alguien podía saber por dónde podían salir pinchos en un pasillo de piedra en la oscuridad, era él!

Os van a freír a flechas
tan rojas como las mechas
de mi prima la Marisol
que es fea hasta para un troll.

—Eso está muy feo, no deberías hablar así de tus parientes —contestó el elfo—. Y seguro que tu prima tenía una gran belleza interior.

Jingle se sentía aliviado por no tener que hacer de receptáculo, pero tenía que hacer tiempo hasta que se le ocurriese un plan infalible para acercarse al cuello del nigromante. Así que el bardo avanzaba en la retaguardia, dándole conversación al troll.

Para ser un elfo, tienes buen pellejo.
Yo lo usaría para forrarme el entrecejo.

—Tus muertos —respondió secamente.

—Vaya, este sitio es realmente hogareño, ¿verdad? Seguro que el enano se siente como en su casa. Si yo viviese en un sitio tan chulo como este, lo llenaría de trampas. ¿No crees, Roark?

-Pero la duda duró un momento. Con sólo la amenaza de Gromenauer retomó su autoridad como pastora de espíritus, y por lo tanto, responsable de ellos.

-No, e-na-no- dijo subrayando cada sílaba -Eso no se hace, a los espíritus se los honra, aún siendo pesados y...-

...el augurio de la noche,
sugiere beber un ponche...

Doña Golo revoleó los ojos.

-Estoy segura de que llegado el momento, nos va a ser útil- dijo intentando convencerse a sí misma -"No hay mal, que por bien no venga"... ¿no es cierto? ¿Por qué tendríamos a Jingle aquí, sino?- y miró al elfo con una sonrisa.

...porque tu belleza se hace luz de día,
y me dejas petrificado como a mi tía...

-Por todos los Dioses...- y envolvió el collar en un trapo para amortiguar el sonido.

Tomó el tótem de Suu’ak, y susurró su nombre en un tono que parecía un ave en estado de apareamiento.

-Vuela y dinos que ven tus ojos de espíritu...-

—Pues si no quieres por las buenas, te aviso que no voy a permitir ni que tu estúpido tótem, ni el estúpido elfo, arruinen el plan por hacer ruido. Y mi martillo es experto en silenciar ruidos rápidamente. —Contestó Gromenauer ante la negativa de intentar silencir el tótem de una forma no escabrosa

—Honrar a los espíritus... ¡Ja! —soltó el enano mientras devolvía la vista al pasillo—. ¡Honrad a los que hubiesen merecido la pena en vida, no a un troll mezquino que quería cobrar por algo que no era suyo!

El ladrón detuvo los trozos de trapo a unos centímetros de sus orejas. Por desgracia, iba a necesitar sus oídos allí dentro. Así que le tocaba oír a sus compañeros discutiendo y al troll y al bardo cantando y recitando. Le dirigió un encogimiento de hombros al estupefacto espectro -Deberías vernos cuando no nos infiltramos subrepticiamente... La última vez un mago hasta creó un fuego mágico- Y centró su atención en el túnel.

Los restos de lo que habían sido aventureros, que seguramente habían procedido con mayor sigilo del que hacían gala ellos en estos momentos, le decían que el nigromante había tenido que lidiar con más infiltraciones por aquel tunel. Si era arrogante genial, no habría puesto trampas. El 99% de los nigromantes eran unos ególatras arrogantes...

... El otro 1% era lo que le preocupaba. Así que se acercó al tunel y comenzó a repasar el suelo las paredes y el techo en busca de trampas mientras empuñaba la antorcha mágica.

Las voces y los versos que venían de detrás no le dejaban concentrarse, pero estaba razonablemente seguro de que el nigromante era del 99% de presuntuosos.

El espíritu del Búho salió del totem pero en ese momento otro espíritu surgió de la piedra de la montaña, un espíritu tan siniestro y terrible que la lechuza espiritual salió volando despavorida¹. Antes de que la anciana pudiera identificar que tipo de espíritu maligno poblaba aquella roca éste se metió de nuevo en ella.

Barai, Malakai son dos paraísos
que a veces yo monto sin aviso
Barai, Malakaaaai,
que cosa tan guaaaaai...

Estaba claro que aquella voz estaba desquiciando al grupo, porque en el momento de escuchar la palabra 'guai' —¿había gente que todavía usaba esas palabras?— Roark lanzó un bufido y se despistó momentáneamente de su tarea. Su tarea, recordemos, era revisar con cuidado el suelo y paredes del túnel por el que iban a subir. Y despistarse en un sitio donde había esqueletos era una mala idea. Sobre todo porque el primero que estaba allí tirado había agarrado por un brazo al pícaro y se estaba levantando mientras otro que estaba un poco más adelante se lanzaba con un hacha sobre él.
 

-¿¡Pero qué!? ¡Quita, quita!- El ladrón se vio genuinamente sorprendido. ¡Pero no era culpa suya! Era del jaleo que montaban los otros que no le había dejado identificar la trampa. Y ya lo decía él, que los nigromantes no eran gente honrada, que mejor no acercárseles... Por suerte, sus instintos entraton en acción y retrocedió, se agachó e hizo una voltereta hacia atrás antes de que el esqueleto lograra aferrarle dejando solo aire para que un esqueleto lo agarrara y el otro lo apuñalara.

Desenvainó la espada mientras agitaba la antorcha delante de él para mantener a distancia al que había intentado agarrarle. -Dejad el debate filosófico que tenemos lío.- y lanzó un tajo en la dirección del otro para evitar que se le acercara también.

Aunque parecía imposible, los pelos del bardo se pusieron todavía más de punta.

—O-oye, Gran Meser, ¿tú eres un no-muerto también, no? ¿No conoces ningún truco que nos libre de un par de esqueletos? Seguro que un espectro tan viril y… espectral es capaz de pegarles un susto o algo así. ¡Llénales de ectoplasma, aunque sea! —chilló Jingle a la desesperada.

—¡Rápido ladrón, retrocede! —gritó el enano mientras avanzaba al esqueleto que intentaba apresar a Roark— ¡Será mucho más fácil si los retenemos en la entrada del pasillo! —Y por supuesto, mucho más seguro por si hay trampas.

Mientras decía esto, el enano dejó caer el martillo sobre el cráneo del esqueleto del que el humano huía. Si algo tenía claro Gromenauer con respecto a los no-muertos era que sin cabeza no podían pensar. Y a este le acaba de explotar en mil pedazos.

—¡Tú serás el siguiente! —amenazó, no teniendo nadie muy claro si se lo decía a otro esqueleto, al elfo o al tótem del troll cantarín. Pero ojalá se lo dijese al... Esq... Tot... Elf... Bueno, pobre del que se lo dijese.

El esqueleto que había amenazado a Roark se convirtió, literalmente, en una lluvia de huesos. Los martillos contundentes es lo que tienen: que resultan indiscutibles cuando se trata de aplastar huesos. Era un buen golpe pero detrás venía el del hacha, dispuesto a abrirle la cabeza a Gromeanuer antes de que levantase de nuevo aquel peligroso martillo. Y detrás de él venían otros dos esqueletos bajando por el pasillo, alegremente, portando unas espadas oxidadas.

Lo que decía Gromenauer era cierto: si se mantenían en la base del pasillo no tendrían que preocuparse por otras trampas y podrían, al menos contener a los esqueletos para que como mucho atacasen de dos en dos.

Por su parte Jingle se volvió para hablar con el espíritu de Meser pero éste ¡había desaparecido dejándolos solos! Muy típico del gran Meser. Cuando había problemas no era la mejor compañía desde luego...

Roark echó una ojeada rápida al panorama: tres esqueletos, uno  a punto de intentar meterle un hachazo a Gromenauer, dos más acercándose. Gromenauer era más que capaz de cuidarse de un esqueleto con un hacha, juzgó, así que optó por meterle un espadazo al otro esqueleto que se había situado junto a su huesudo compañero y justo enfrente de él.

Cruz de aceros por un nigromante
Brillos mortales despuntan al alba
Sangres que tiñen de malva
El amanecer.

Claro que también podía atavesar la maldita máscara aquella... El hacha silbó el aire... Mejor luego. Con mucho estilo le lanzó una estocada al esqueleto con la intención de separarle la cabeza del resto del cuerpo. Al lanzar la estocada, Roark se dio cuenta de que se había pasado de estiloso: había dejado su guardia abierta...
 

Gromenauer vió venir el embite del esqueleto. Tal vez otro hubiese intentado esquivar el ataque del lento esqueleto o algo así, pero un enano de verdad, no. Tenía una armadura muy dura. Su escudo era aún más duro. ¡Demonios, él era aún más duro! Un simple golpe de un esqueleto no suponía mucho.

Así, confiando en su propia dureza, decidió que lo mejor era ni molestarse en levantar el escudo. Que el esqueleto golpease en el enano y se encontrase con un recio y duro oponente. Si no fuese porque son unos esqueletos, seguro que eso les desmoralizaría aún más.