Partida Rol por web

El sabio asintió.

—Sin problema maese enano. Pasen mañana, antes de partir, y habré reunido la información más relevante sobre los lugares que me ha solicitado.

El hombre se despidió de los enanos con un saludo mientras su aprendiz los conducía de regreso a las calles de la ciudad. Tal como habían planeado regresaron a la taberna para reunirse con Aren y el taimado Kraken.
 

Regresaron a la taberna cuando todavía no había pasado un par de horas desde que se levantaran. Oten y Noren parecían satisfechos con lo que habían obtenido del sabio y se encontraron con la sorprendente presencia de un semiogro que acompañaba a Kraken y Aren. El tipo era una masa de músculos que portaba un taparrabos y una colosal espada acorde a su tamaño colgada por una cuerda a su espalda. Medía más de dos metros y todas las miradas estaban posadas en él y sus acompañantes. Incluso en un lugar tan cosmopolita como Gäenor aquella extraña compañía llamaba la atención de la gente. Pero si bien algunos murmuraban y señalaban al semiogro nadie parecía atreverse a acercarse.

Mientras llegaban a la mesa donde estaban los otros Oten y Noren escucharon algunos murmullos.

«¿Ese no es Morkai el Invencible?»

«Lo he visto matar a un minotauro en pelea cuerpo a cuerpo.»

«Que cosa más sorprendente: un semiogro y enanos compartiendo mesa. ¡Esto sólo pasa en Gäenor!»

Después de su encuentro con el sabio ha llegado el momento de reunirse con Aren y Kraken en la taberna. Para su sorpresa no estaban sólos sino que un un semiogro estaba sentado con ellos a la mesa. Por lo que pudo oír de los murmullos del resto de la gente de la taberna, este parecía llamarse Morkai o algo así.

A pesar de hacer memoria, Noren no recordaba haberse encontrado con ningún ser de esa especie en sus viajes, por lo que no sabía nada de ella que no fuese lo que le mostraban sus ojos...

Firfin estaba molesto, los enanos no hacían más que dudar, y él tenía aguantar sus encaprichados argumentos. Les había conseguido todo, y sin embargo seguían dudando y cuestionándole. Hacian bien de hecho, pero no por ello dejaba de ser sumamente molesto. Aren el principal en todo aquello, al menos por momentos. Durante el viaje había a la taberna, le había señalado que era mejor no confiar en él, a lo cual el ladrón se limitó a asentir, y decirle que, si eso quería, seguro podría encontrar a alguien más capacitado.

Firfin nada le dijo del nombre, que pensase lo que quisiese, no era la primera vez que le cuestionaban ni la última. No era la primera vez que se le cuestionaba y ciertamente no era la última. Firfin le había dado un serio consejo sobre el sirviente de Makeda, aquel tal Brin; que ciertamente no era un simple hombre, pues Makeda lo había enviado solo, a la taberna, a encontrarse con varios enanos y con él mismo. Aquel Brin tenía la confianza de Makeda, como para saber que podría frenar no solo a Morkai de ser necesario, si no a varios aguerridos enanos si era necesario.

- Piensen bien sus palabras - advirtió de nuevo el pícaro sin dar detalles. - Las palabras resuenan fácilmente en los oídos más inesperados, y todos los ojos ven siempre más de lo que se cree que pueden ver -.

De alguna manera, Aren se sentía orgulloso de la forma en que estaba llamando la atención. Por los murmullos, quedaba claro que el semiogro, efectivamente, era un campeón reconocido de la arena, lo que significaba que, en un principio, los humanos no lo habían engañado.

Bajándose de su oso, por suerte montado en el mismo, Morkai no era tanto más alto que él, se acomodó en la mesa con sus compañeros y los presentó — Noren, Oten, este es Morkai. Está deseoso de venir con nosotros y matar muchos enemigos. Solo quiere que lo alimentemos bien, así que antes que nada... — Aren miró al cantinero y le pidió — Trae una buena porción de buey para nuestro amigo. Y te aviso que tiene hambre, así que intenta que sea lo suficientemente grande como para que este contento —

Aren estaba dispuesto a explicar la situación a los restantes enanos, pero las palabras de Kraken lo interrumpieron. Tras mirarlo un momento añadió, fijando la vista en Oten y Noren — Creo que Kraken nos ha dado un buen consejo respecto a Morkai y quizás tiene razón en lo que dice. Debemos tener cuidado con quienes nos ven, o nos escuchan — Aparentemente, más allá de sus recelos, Aren estaba dispuesto a reconocer la valía del pícaro.

— Pero antes que nada, debemos decidir si la compañía de nuestro enorme amigo, vale su precio — Lo cierto es que al explorador, el concepto de la esclavitud no le resultaba demasiado agradable. Incuso consideraba que su fiel Rakard lo acompañaba porque era su amigo, no porque estuviera obligado a hacerlo — Estaba encerrado en una jaula en la arena — dió su propia versión de los hechos — Y el dueño de la arena le permitirá venir con nosotros, pero debemos pagarle por su liberación. Y pide 25 kg de sal — añadió — Creo que los vale. Es un luchador entrenado. Y a diferencia del resto de los miembros de la caravana que podamos encontrar el no quiere ningún paga para el, solo que le permitamos comer bien y matar muchos enemigos —

— Mi opinión es que vale el precio, pero son muchos kilos, y creo que es una decisión en la que deben participar — Por un momento estuvo a punto de recordarles a sus compañeros que aún les quedaban muchos kilos más, pero recordó las palabras de Kraken y decidió no hacerlo — Si están de acuerdo debemos pagarle al secretario del dueño de la arena — se explicó mientras señalaba al humano que los acompañaba y había permanecido en segundo plano — Si no estáis de acuerdo el debe llevarselo de vuelta —

- Si, decidid – dijo Firfin en un tono sarcástico mientras sonreía a la nada. – y no se demoren, que el silencioso y simpático de Brin nos escucha y espera nuestra respuesta – Si aquello no era suficientemente directo para que entendiesen lo que quería decirles, ya difícil era no ser más claro. Incluso a aquellas alturas era posible que el mismo Brin entendiese que el pícaro tenía su atención en él.

Ajeno a la expectación que despertaba Morkai avanzaba con sonrisa bobalicona por la urbe. Le gustaba la ciudad, había mucha comida y muchos olores nuevos, pero era consciente de que era un sitio peligroso. En las llanuras de Kitai era fácil sobrevivir. Simplemente había que matar a las presas y ocultarse de los depredadores. Pero aquí había demasiada gente. Incluso matando a muchos habría que matar a muchos más después. Y no había sitio donde esconderse.

Sus tribulaciones desaparecieron al entrar en la taberna y oír a Aren pedir comida.

- ¡Y cerveza! ¡Ja, ja, ja! – Matizó al percatarse de que el enano había olvidado pedir bebida. Miró con curiosidad al trio de enanos que cuchicheaban mirándolo con desconfianza. – ¿Pequeños humanos son hermanos de pequeño amo? – Preguntó inocente mirando a Aren.

- Si tu lo has visto en acción y crees que lo vale, podemos pagar el precio... claro está que tendremos que apretarnos el cinturón después - dijo Noren ante la propuesta de Aren. Aunque tenían más dinero, no querían llamar la atención más aún de lo que ya lo estaban haciendo.

- Me alegro de que vuestro tiempo haya sido productivo. El nuestro también lo ha sido... - añadió dejando que Oten explicase los nuevos datos que habían descubierto del mapa

Miró detenidamente al semiogro de arriba abajo. Desde luego era grande. Muy grande. Y también musculoso. Y esa espada… Mmm Una espada de ese tamaño podría cercenar miembros con suma facilidad.

— No olvidéis una cosa. Tenemos una misión que cumplir. Una misión que resultará peligrosa y difícil y si queremos llevarla a buen puerto, debemos contar con el favor de los dioses. No creo que llevar un esclavo con nosotros agrade a Kramor. — 

— No.—  negó con la cabeza de forma rotunda.

— Eso es algo que no puedo permitir. No viajaremos con un esclavo aunque sea un semiogro.-

— Si, si. Cerveza — consensuó Aren antes de aclararle al tabernero — Ya oyó a nuestro amigo. Cerveza para el. Y para nosotros también — añadió incluyendo tanto a los enanos como a Kraken en su gesto.

— Lo cierto es que no lo vi combatir, pero creo que habéis oído las opiniones que merece por parte de los parroquianos — reconoció ante las palabras de Noren — Y que a el le interese venir es, creo, muy importante. Solo debemos asegurarnos que no nos falta comida! —

— Pero si, precisamente, los 25 kilos son para liberarlo — le contestó el explorador a Oten sin entender la actitud de su compañero — O acaso crees que podríamos viajar con alguien al que debiéramos estar mirando para que no se escapara. No. El quiere ir a matar enemigos. A nosotros nos sirven sus habilidades. Pero el dueño de la arena no lo dejará ir con nosotros si no le pagamos para que lo libere. Eso no significa que los debamos considerar un esclavo. Si viene con nosotros será un compañero — afirmó muy serio, olvidándose totalmente de la posibilidad de re-vender al semiogro una vez terminada la misión.

Encogiéndose de hombros, impotente por por ser incapaz de expresar lo que sentía Aren acarició el morro de su oso antes de enunciar lo que para el era el argumento más importante — Además a Rakard le cae bien! —

— Veo que no comprendes lo que quiero decir, hermano Aren. —

— No pienso pagar ni un gramo de sal a un esclavista. Eso sería participar en su negocio. Fomentarlo. Cogerá esos 25 kilos y financiará otra expedición para hacerse con otro semiogro y convertirlo en su esclavo para que luche en la arena u otra cosa peor. —

— No.—  volvió a negar con la cabeza

— No podemos participar de eso.— Oten tocó el amuleto de Kramor que colgaba de su cuello

— Yo al menos no puedo hacerlo.- 

Brin, el sirviente de Makeda estaba en la barra, observando con suspicacia la discusión de los enanos. Desde donde estaba era poco probable que pudiera escucharlos entre el barullo del bar pero no perdía detalle de las expresiones de cada uno. Aren y Firfin sabían que la condición para que Morkai se quedase con ellos pasaba por pagarle a aquel humano encorvado la cantidad solicitada.
 

- ¡Ja, ja, ja! ¡Pequeño humano no gustar esclavos! – Rio a carcajadas Morkai. – Pequeño humano no entender mundo. Morkai explicar.

Antes de continuar se bebió de un largo trago la jarra que le habían traído y pidió otra al camarero levantando la mano.

- En mundo hay fuertes y débiles. Morkai fuerte. – Dijo golpeándose el pecho. - En el mundo hay esclavos y amos. Morkai ayer amo, hoy esclavo. No importa. Pagar con sal o pagar comida. No importa. Por miedo o por rabia. No importa. Solo importa luchar. Y para luchar hay que comer. ¡Ja, ja, ja! – Finalizó frotándose la musculada panza ante la visión del plato que llegaba a la mesa.

— Pero quien dijo que el dueño de la arena es un esclavista? — la cara del explorador denotaba su sorpresa ante la interpretación del clérigo de Kramor — Es solo el dueño de la arena. Que prefieres? Liberar a un esclavo, que además puede ser útil para nuestra tarea, o preocuparte por lo que hace ese tal Makeda con su propia riqueza —

Tras un sorbo a su jarra de cerveza y la correspondiente mueca por su flojedad insistió — Tenemos una misión dada por nuestro propio soberano. Acaso quieres olvidarte de ella y dedicarte a eliminar a todos los esclavistas de la ciudad? Yo no. La pregunta es si permitirás que nuestro enorme amigo mantenga su condición de esclavo o prefieres liberarlo. Yo se cual es mi opinión. Como dije, si Rakard lo acepta, no dudo que es alguien que nos será útil en nuestra misión. Pero si prefieres que siga siendo un esclavo solo debes decirlo. No me corresponde a mi, por lo menos a mi solo, decidir donde invertimos la sal que nos entregaron —

Tras pensarlo un momento le aclaró mientras señalaba a Brim — Solo debemos negarnos a pagar por su liberación y ese humano le volverá a poner sus cadenas. Si lo que prefieres es eso... —

— Ese hombre ha pagado un dinero por ese ser. — señaló a Morkai

— Obtiene un beneficio de él haciéndole pelear en la arena, lo tiene encerrado en una jaula como si fuera un animal, y para liberarlo, exige una cantidad de dinero. Llames a eso como quieras llamarlo, es algo de lo que no quiero participar. — Oten se echó para atrás en la silla y se cruzó de brazos con el ceño fruncido. 

Firfin no conocía gran cosa a Brin y a la vez le había visto muchas veces. Las pocas veces que había tenido que hacer algún negocio con Makeda, que había sido poco más que los dedos de su mano derecha, Brin había estado allí, silencioso y encorvado como siempre. Aquel hombre o cosa nunca le había gustado. Alguien que se mantiene en el misterio y es usado con suma con suma frecuencia y confianza esconde algo muy importante. Firfin había pensado alguna vez en investigar sobre él, pero había considerado que no, que no tenía sentido meterse en problemas, quizá estuviese equivocado y solo fuese un mediocre sirviente, pero si tenía razón, no tenía cazo mal gastar su vida en descubrir algo que no querían que fuese descubierto.

De los enanos y su dilema moral, nada dijo. Mejor que se pelearan entre ellos a que se pelearan con él, eso salvo por el hecho de que de nuevo llamaban la atención. Mejor era que hablaran en su habitación en privado si es que iban a estar argumentadose cosas los unos a los otros.

— Pe... pero precisamente por eso — replico Aren algo exasperado — la idea es que no lo pueda hacer más. O prefieres dejar a Morkai prisionero de la arena? —

Noren observaba con cierta diversión la discusión que mantenían sus amigos por sus diferentes opiniones acerca del semiogro.

- Oten tenemos una misión que cumplir... una misión de extrema importancia para nuestro pueblo. No puedo evitar estar de acuerdo con Aren... desperdiciar un recurso valioso como puede ser este guerrero puede suponer el fracaso de nuestra misión - dijo intentando convencerle - y he jurado por mi honor no fallarles a nuestros hermanos. ¿Estás dispuesto a sacrificar tu palabra y no cumplir nuestro encargo?

— No. No. No. No puedo creer las palabras que escucho salir de tu boca, Noren. ¿Un recurso valioso? El semiogro es un ser vivo, no un recurso. ¿Tan poco tiempo has necesitado para que esta ciudad te corrompa? —  

— ¡Ahhh!  ¿Y tú  Aren? — levantó las manos

— Veo lo mismo en ti. Sí. Más sutil, eso sí pero es lo mismo.  Con veinticinco kilos de sal, podríamos liberar a.. No se... ¿Quince esclavos? ¿Veinte? ¡Ah! ¿Por que insistes en liberar al semiogro? Porque lo ves de la misma forma que lo ve Noren. No es tu intención liberar a ese esclavo por su bien sino porque sirve para tus propósitos. —

— Pero la decisión no me corresponde tomarla a mí solo. Votemos. —

— Voto que no — Oten miró a sus dos hermanos y en sus ojos se veía que deseaba con fuerza que sus palabras hubieran hecho cambiar de opinión a Noren y Aren.