Partida Rol por web

Los enanos partieron al día siguiente, al despuntar el alba, con la luz suficiente como para encontrar su camino. Saldaron sus deudas y mientras abandonaban Gaënor con su recua de mulas de carga pensaban en lo que habían averiguado de palabras del sabio.

—El dominio de Ewandor está en los Pantanos del Olvido. Ese lugar es muy peligroso pues en él acechan los espíritus de los krank, criaturas que antaño fueron custodios de la naturaleza como los ents pero que por una antigua maldición degeneraron en seres malignos dotados de gran poder. El mayor placer de un krank es estrangular con sus lianas a los aventureros despistados para alimentarse de sus almas mientras sufren la agonía de quedar sin aire. Vigilad por tanto la maleza y donde podáis acampar. Aunque he logrado reducir a un punto exacto la probabilidad de encontrar a Ewandor: en las ruinas de la aldea de Skira, un poblado de bárbaros que huyeron cuando sus territorios fueron atrapados por el pantano.

En ese punto el sabio dibujó un extraño glifo para representar a Ewandor: un ojo soportado por una serie de raíces. Lo ubicó en un punto muy concreto del mapa.

—Desde la Gran Seta Negra si no perdéis el rumbo y seguís hacia nordeste alcanzaréis unas colinas. Manteneos en ellas siempre al nordeste y justo cuando alcancéis una pradera introduciros en el pantano hacia el sudeste. Esto hará que sólo tengáis que adentraros unos pocos kilómetros en él antes de alcanzar Skira, evitando por tanto a los kranks. Ewandor debería estar en ese área. Es una Fuerza Primordial, anterior a los mismísimos dioses. De él sólo tenemos descripciones legendarias que suelen mencionar que se trata de un enorme ojo que se eleva en una montaña de raíces procedentes de la tierra. Dicen también que sólo lo encuentran quienes él está buscando... supongo que eso deberíais saberlo para que vuestro viaje no sea en vacío.

Luego trazó el símbolo de una calavera sobre unas montañas, señalándolo con su huesudo dedo.

—La Grieta de los Gigantes. Es llamada así porque allí podréis encontrar los esqueletos de gigantes que la han usado como último lugar de descanso. Nadie sabe el motivo, pero es sagrada para ellos. Pero aquí, en las montañas, está la Calavera del Titán. Esos colosos, ya extiguidos, podían tener el tamaño de una montaña y según los escritos la calavera de uno de ellos está en un valle al que se llega a través de una estrecha cañada. Bajo esa calavera hay una red de túneles que atraviesan por debajo la Grieta de los Gigantes hasta llegar  la Gran Seta Negra. Los túneles fueron abiertos por vuestra gente en tiempos inmemoriales y abandonados cuando los enanos os fuisteis hacia el Este, alejándoos de la Gran Sombra. Ahora los trasgos han anidado en ellos pero pese a su peligrosidad siguen siendo un mejor camino —y más rápido— que la propia Grieta, ya que en ésta abundan las mantícoras e incluso los basiliscos. Eso descontando la probabilidad de un encuentro con una comitiva de gigantes que lleven a alguno de sus ancestros hasta el descanso final. Recordad que para ellos es territorio sagrado.

Aquellas fueron las palabras del sabio y así las anotaron diligentemente los enanos, tomando apuntes en su propio mapa para trazar la ruta que pareciera más segura. Existían varias maneras de abordar aquel viaje pero la más rápida parecía indicar que debía buscar el Árbol del Fénix, cruzar hacia el norte para encontrar la cañada hacia la Calavera del Titán y atravesando las grutas por debajo de la cañada llegar hasta la Gran Seta Negra. De ahí hacia el nordeste por el bosque hasta descender las colinas y virar al sudeste en ese momento al Dominio de Ewandor.

O puede que si se dirigieran hacia el norte, cruzando por la propia Grieta de los Gigantes, el camino fuera más corto... aunque más peligroso.

En todo esto pensaba la comitiva mientras avanzaba por la pradera, saliendo de Gäenor hacia las colinas y montañas tras las cuales se encontraba el Valle de los Sueños.

Mientras la comitiva de los enanos salía por las puertas de la gran ciudad de Gäenor con el pausado caminar que requieren los viajes largos. Los ojos de Morkai iban abriéndose animados por la promesa de aventuras y desafíos. Su envergadura le permitía un paso mucho más rápido que el resto del grupo y se movía alrededor de la comitiva disfrutando del paisaje, de los olores, de las luces que traía poco a poco la mañana.

Fuera de la ciudad que eclipsaba su olfato con mil esencias mezcladas, aquí podía deleitarse en cada uno de los olores que le traía el viento. La hierba, los ríos, los viajeros, los animales. Todos tenían un olor característico y cada uno de estos llegaba a la nariz de semiogro que hinchaba el pecho para disfrutar del espectáculo.

No tenía ni idea de adonde se dirigía pero lo único que necesitaba era saber que tenía su enorme espada a su espalda y el grupo de enanos que le habían dado la oportunidad de salir de nuevo al campo, a la tierra, a buscar nuevos retos en los que probar su fuerza.

Se adelantó unas decenas de metros y miró las montañas que se divisaban en el horizonte. No sabía muy bien adonde iban pero tenía mucha prisa por llegar, así que animó al grupo a avanzar.

- ¡Vamos! ¡Montañas no venir corriendo a pequeños amos!

Con la ciudad de Gäenor a sus espaldas, Noren miró con determinación el terreno que se extendía ante ellos. Debemos dirigirnos al Árbol Llameante... se dijo a sí mismo recordando los consejos del viejo sabio.

- Tal y como nos recomendó el sabio, creo que lo más lógico sería dirigirnos hacia el Árbol Llameante para luego continuar desde allí nuestro camino hacia el norte - dijo señalando en la dirección hacia donde se encontraba el árbol...

Como al resto del grupo, la posibilidad de salir de la ciudad y comenzar su andadura por el exterior, le dio nuevos ánimos a Aren.

Montado en su oso respiró con ganas, sintiendo en la profundidad de su pecho el aire libre de olores antes de observar con curiosidad a la guía que se suponía conocía, por lo menos en parte, el lugar. Pronto cambió su observación por palabras — Primero debemos ir a un sitio llamado el árbol de fuego o algo así — le explicó — sabemos que está al oeste y algo al sur de la ciudad. Por ahora intentemos evitar las montañas — aclaró en voz alta al notar las palabras del semi-ogro — Ye deberemos adentrarnos en ellas, pero mientras podamos avancemos todo lo posible por las praderas —

— Esta zona, cerca de la ciudad la conoces, no? Aunque no hayas visto ese árbol en llamas, has escuchado hablar de el? —

Oten caminaba en la retaguardia de aquel pintoresco grupo. Si alguien le hubiera asegurado que se vería caminando junto a un semiogro, un bribón humano y una mujer guerrera, sin duda Oten lo hubiera tachado de ser un loco o un mentiroso. ¡Ah! ¡El destino es impredecible! El clérigo repasó de memoria el mapa. Sí. La mejor opción era seguir el consejo del sabio humano y viajar hasta el Árbol en Llamas aunque en verdad eso significara dar un buen rodeo. La zona donde esperaban encontrar a Ewandor estaba al norte de Gäenor y ellos ahora viajaban al oeste. ¿Qué clase de peligros escondería aquella zona para que el erudito les aconsejara seguir esa ruta? Oten prefirió no pensarlo. 

Stella asintió ante la pregunta de Aren. La mujer parecía segura en sus indicaciones y la pradera que atravesaban un lugar tranquilo. Además de ella Ronald también parecía conocer los mejores senderos de aquella parte, antes de llegar a la barrera montañosa. Estaban frescos y ansiosos por comenzar su periplo, lo cual aceleraba aún más el ritmo del viaje¹.

Al atardecer habían coronado las primeras colinas que formaban la barrera del valle. De momento todo aquel viaje parecía un paseo idílico. Pudieron ver, desde la relativa altura a la que se encontraban, que por delante de ellos continuaban las colinas ondulantes llenas de verdor. Se detuvieron a media tarde en lo alto de una cima para contemplar a su alrededor.

Hacia el suroeste vieron una fina columna de humo blanco que se alzaba entre los quiebros de las colinas. El tamaño indicaba que podría tratarse de una fogata grande o del humo de una chimenea, si es que hubiese alguien que tuviera su hogar tan próximo al Valle de los Sueños. Podrían alcanzar el origen del humo antes de que anocheciese por completo si así lo deseasen².

Stella señaló hacia el frente:

—El sendero que yo conozco desciende por ahí.— dijo señalando una senda de cazadores que discurría cerca unas rocas —Supongo que por ahí pueden bajar las mulas sin mucho problema. Luego hay un bosquecillo antes del lago de los anfibios. O de lo que quedase de él...

— Bueno, parece que esto, por ahora, no resulta tan peligroso como nos quisieron hacer creer — las palabras de Aren encerraban más de deseo que de seguridad, pero no por ello iba a dejar de pronunciarlas. Las suaves colinas que transitaban no dejaban ver a demasiada distancia, pero lo poco que veían o parecía digno de preocupación. Y eso tranquilizaba al explorador.

Al escuchar las palabras de la guía asintió, dispuesto a seguir sus indicaciones hasta que, por el rabillo del ojo, atinó a distinguir la delgada columna de humo que ensuciaba el paisaje

Por un momento estuvo dispuesto a olvidarse de ellas, pero finalmente se dio cuenta que tuviera el origen que tuviera, una llama significaba seres vivos. Y estando tan cerca de ellos era mejor asegurarse que no fueran a causarles problemas — No nos alejaríamos demasiado — explicó mientras señalaba la humareda — y si hay alguien prefiero saber quien es. Y no que lo debamos descubrir si nos atacan por sorpresa durante la noche. Propongo que nos aseguremos quien está por allí. Podemos ir hacia allí y dejar a las mulas antes de acercarnos del todo. Según lo que descubramos decidimos si nos acercamos todos, si nos alejamos, o si debemos tomar alguna otra decisión — le propuso a sus compañeros, bajando el tono al expresar la ultima alternativa — Excepto que Uds prefieran evitar cualquier posible contacto —

—Si el origen de ese humo es de algún asentamiento o cabaña de alguien amigable, podremos pasar la noche allí y dormir en buena cama o en un pajar. Eso en el mejor de los casos. Sin embargo, si se tratase de bandidos, bestias inteligentes u otro peligro, deberíamos evitarlas o combatir. Eso, aparte de exponernos a un peligro, solo nos retrasaría.—

—Otra cosa es que estuviéramos muy cansados o escasos de víveres o malheridos. Sin embargo acabamos de partir, estamos frescos y nuestros víveres intactos. Id hacia el humo es un riesgo innecesario pues no se me ocurre que beneficio podriamos sacar.—

—La noche está cerca.  Yo seguiría las indicaciones de Stella y continuaría hacia el oeste—

Morkai estaba encantado con la excursión. Había olvidado la sensación de andar largas distancias sin toparse con muros como en esa ciudad. Seguía un poco alterado, yendo de atrás a adelante del grupo para asegurarse de que no había ninguna amenaza. Además le desesperaba un poco el ritmo pausado de la comitiva pero lo aceptaba resignado.

Cuando la columna de humo se asomó al suroeste se quedó clavado husmeando el aire. La discusión era sobre si acercarse a su origen o no. Era innegable que estaba deseando entrar en acción, pero sabría que tendría que contenerse en este viaje, así que guardó silencio. Aún así en su foro interno estaría encantado de husmear que se cocía en aquel fuego.

Noren se mostró de acuerdo con el resto de sus compañeros en cuanto a acercarse a investigar el origen del fuego.

- ¿Hay alguna granja en esa dirección Stella? - preguntó...

—No hay asentamientos humanos tan cerca del Valle.— fue Ronald el que contestó —Es una locura arriesgarse a establecerse tan cerca. Aunque hasta el momento el viaje ha sido tranquilo eso es porque no hemos cruzado la barrera de las colinas.

—Es cierto.— confirmó la mercenaria —Pero que no haya asentamientos humanos no quiere decir que no haya asentamientos que no sean hostiles. Aparte de los monstruos existen otras razas inteligentes en el valle. En nuestro viaje, como os había contado, íbamos a encontrarnos con unos seres anfibios que solían mercadear con los aventureros que iban de paso. Pero su aldea estaba más adelante, cerca de una marisma.

Miró hacia la columna de humo.

—Demasiado escasa me parece para un asentamiento, pero muy grande para una simple fogata. Apostaría por algún tipo de vivienda o estructura. Si está tan al linde puede no creo que sea hostil. Aunque la guardia de Gäelnor no entra en el valle de vez en cuando hace batidas por las colinas para evitar que los monstruos se animen a extenderse fuera del valle. Quizás sea algún puesto de guardia.

Las palabras de Ronald y Stella le dejaron claro a Aren que probablemente no se tratase de nada peligroso, pero el explorador mantenía, pese a todo, la idea de acercarse.

— Sea que se trate de un puesto de guardia, o de una vivienda de alguien inteligente, nos pueden dar información sobre el entorno — dio su opinión — y si se trata de algo más peligroso siempre es mejor saber donde encontrar ese peligro para evitarlo... o hacer lo que decidamos hacer — añadió sin ser demasiado específico al respecto. Lo cierto es que su experiencia batiendo los alrededores de las tierras enanas le había enseñado a no dejar nada potencialmente peligroso a sus espaldas.

– Mi corazón está con Stella – soltó Firfin de la nada dejando adrede una larga pausa hasta sus siguientes palabras. – Mi corazón anhela la vida y siempre quiere tomar el camino que menos dolor clame. No obstante, hace mucho que el “Kraken” dejo de seguir a su corazón para ser un fiel sirviente de la razón. Y esta vez la razón dicta tal como señala Aren, hay que avanzar hacia aquella fogata, y obtener de paso información sobre los alrededores – esclareció el humano sonriendo sarcásticamente.

– Pero no seamos insensatos, si se tratase de un puesto de guardia, bien pueden no estar cómodos de que un grupo de extraños enanos con un oso de guerra y un gigantesco ogro les acechen desde la distancia. Lo mejor será ser cautelosos y explorar con sigilo y mucha diplomacia – señaló dejando con ello su postura en claro.

—Sigo pensando que es un riesgo innecesario.— 

—Como mucho nos dará información de estas colinas.— el sacerdote barrió con la vista la zona en la que se encontraban. 

—Información que ya tenemos gracias a la mujer y a Ronald.— 

—Sin embargo tú eres el experto explorador Aren y confío en tu criterio y opinión. Vayamos hacia el fuego pero hagamoslo deprisa pues la noche se aproxima— asintió Oten mientras se preparaba para continuar el viaje. 

Morkai olfateo al viento buscando alguna pista de lo la fuente del humo.

- Debemos asegurarnos de que sea quien sea quien ha encendido el fuego no no es hostil - dijo Noren mientras sus compañeros también expresaban su opinión. - No me gustaría que nos pillaran desprevenidos por la espalda...

Pese a la suspicacia de Oten el resto de los expedicionarios parecían decididos a examinar la procedencia de aquella humareda, así que modificaron levemente su ruta. Avanzaron por las suaves colinas prestos a cualquier posible emboscada o encuentro hostil pero nada los interrumpió a medida que se aproximaban al origen de la fumata blanca. En un punto determinado, junto a la protección de una loma, ordenaron a Ronald y Tempest que se detuvieran al resguardo vigilando las mulas y el equipo. El resto avanzó distribuyéndose de forma cauta entre los árboles.

Unos minutos después la ladera de la colina ascendía nuevamente. Entonces vieron la empalizada. O lo que quedaba de ella. Tal como Stella había predicho se trataba de un pequeño fuerte formado por unos altos muros de troncos entrelzados que alcanzaban una altura de unos cuatro metros en los lugares donde seguía en pie. Pero la mayor parte del mismo había sido derribado. El humo, que venía del interior, parecía estar originado por el destrozo tras un ataque. Las puertas del fortín estaban dobladas hacia el interior.

Pese a los muros derribados desde la distancia prudencial a la que se encontraban el grupo de aventureros no veía el interior, tan sólo atisbos de una batalla. Había un par de criaturas muertas a los pies de la empalizada, en el exterior, y vieron también el cadáver de un arquero humano asomándose medio colgando de lo alto del fortín, hacia el exterior. Las criaturas muertas parecían reptiloides de algún tipo.

– Excelente – exclamó Firfin con sarcasmo en voz baja, – ya hemos visto suficiente, demos la vuelta y volvamos a casa – bromeo mientras realmente daba la vuelta para regresar a donde habían quedado las mulas. Había algún pequeño ejercito de reptiloides cerca y dejar a las mulas solas era una mala idea. Habría que reagruparse y retomar el camino cuanto antes. Ya en camino podrían hablar de los ya muy claros peligros que les asechaban.