Partida Rol por web

Si algo podía realmente anular sus planes era lo que había pasado. Que el maldito lagarto se llevase sus flechas. Y ni siquiera con intención. Aren meneó la cabeza malhumorado al darse cuenta que no podría seguir con sus disparos, pero tampoco perdió demasiado tiempo en eso. Tenía una enorme cola de lagarto yendo en su dirección.

Desenvainado su espada corta, se preparó para combatir con ella. No era su arma preferida, pero tampoco es que nunca la hubiera utilizado.

Con una mirada asombrada observó como la mercenaria realizaba una extraña cabriola para montar al lagarto antes de ponerse en guardia. ERROR! No debería haber desviado la mirada hacia Stella mientras la cola barría el piso como lo estaba haciendo. Era una buena manera de ser barrido por ella. Exactamente como estaba sucediendo — Rakard, que haces? — atinó a decir el explorador mientras caía despatarrado al suelo, aprovechando la peluda piel de su compañero animal para que el golpe no fuera tan doloroso.

— Mis flechas, devuélveme mis flechas — atinó a gritar mientras caía, al darse cuenta que la aljaba todavía colgaba de la montura del lagarto que ahora montaba la guerrera. No estaba claro si el grito iba dirigido a la mercenaria a al mismo lagarto, pero Aren estaba seguro que la mejor manera de combatir a una mole de ese tamaño era si conseguía mantener algo de distancia. Y sin sus proyectiles eso le resultaría complicado. 

El lagarto se giró hacia él con las fauces abiertas, los ojos inyectados en sangre... cualquier otro se hubiera amedrentado ante semejante enemigo pero la fuerza de voluntad de Oten estaba acostumbrada a ese tipo de lances. ¡No se dejaría amedrentar! El sacerdote, a sabiendas que era el centro del ataque del lagarto, intentó rodar y pasar por debajo del Slorvit para mantenerse alejado de las dentelladas del animal.

──Mmmmh──. Era cosa difícil de digerir, hasta para Morkai. ──Pero, ──comprendió──, claro, debe ser que Firf... Kraken es un artista, como yo.

El oropel, la coña de ser hijo de los dioses, eso de que hasta los Señores Dragones se inclinaban ante él. Era la típica exageración de cualquiera de sus colegas (y de él mismo, aunque sus papeles se los preparaban guionistas profesionales y, claro, eran más creíbles). Morkai era un tipo sentimental y muy lento, pero no completamente subnormal. Solo idiota.

Por otro lado, el peligro era algo consustancial a sus días, y las relaciones de las ogresas con los ogros poco tenían que ver con eso de proteger. Morkai más bien habría querido impresionar a Stela con su ingenio y con su superior sensibilidad artística, porque cualquier semiogro idiota podía cortar una cabeza y sacudir a unos hormigosos. Que ahora mismo fuera y le hiciera sombra en su, por otro lado, impecable trabajo de luchadora, igual no le gustaba.

En todo caso, creía firmemente en la amistad de Firf... Kraken.

──Morkai siente herir sentimientos F... Kraken. Kraken amigo. ──Miró hacia donde los enanos y la guerrera se batían el cobre──. ¿Verdad que pelear bien? Morkai no querer hacer competencia.

Así que siguió esforzándose en hacer lo que (creía) iba a impresionar más al personal: pensar.

Había oído algo alguna vez sobre la relación entre los hormigombres y los lagartoides, pero no conseguía recordar que...

No, nada.

En el último momento Aren se agachó y logró esquivar la masa crítica del coletazo, que tan sólo pasó a rozarle levemente¹. Mientras saltaba hacia atrás para esquivar un traicionero zarpazo del lagarto vio su arco bailar en los aperos del monstruo, fuera de su alcance. En ese mismo momento el reptil gigante acababa de morder a Oten en el hombro elevando por los aires al clérigo mientras lo mantenía aferrado con sus poderosas mandíbulas². Fue el momento en el que Stela aprovechó para deslizarse rápidamente y saltar encima de la grupa de la criatura. Nunca había montado un lagarto gigante pero esperaba que la teoría fuera la misma que se aplicaba a los caballos. Por el momento, como mínimo, los movimientos del monstruo se asemejaban a los de un potro salvaje de seis metros³.

Oten lo había logrado de nuevo: se había metido en las fauces del peligro de forma literal.

El primer impulso de Stela fue echarse la mano a la bota donde solía guardar su daga para las emergencias. Entonces recordó que había tenido que cambiar sus botas apresuradamente hacía un par de semanas cuando la esposa ultrajada de un comerciante de vinos volvió a casa antes de lo previsto.

Aferró las riendas, clavó los talones en los empeines del lagarto gigante y tiró hacia atrás con todas sus fuerzas. No podía ser muy distinto de un caballo. Un caballo escamoso, malhumorado y carnívoro.

-¡Suelta a ese enano, monstruo! ¡Suéltalo!

Notó como sus tirones tenían cierto efecto y el cuello grueso como un tronco de la bestia se irguió. Incluso pareció que aflojaba su presa un poco. Y clavó su pupila reptílica en su improvisada jinete reparando en ella por primera vez.

-Oh, mierda.

Sorprendido por la poca fuerza del coletazo del monstruo que tenía frente a sí, Aren decidió que era el momento de cambiar sus planes. Tratar de herir al animal mientras su compañera estaba intentando montarlo no parecía una buena idea, así que enfundando su espada, tomó la cuerda que colgaba de su mochila y la hizo girar en el aire, dispuesto a impedir que el mismo se moviera demasiado

— Tu me sacas mis flechas, yo te saco tus dientes — lo amenazó mientras la cuerda giraba una y otra vez hasta que con una experta torsión de muñeca consiguió que la misma rodeara la boca, arriba y abajo, antes de volver a sus manos

Tomando el otro extremo de la cuerda y retorciendo ambos extremos para evitar que la boca zafara de su presa, Aren comenzó a hacer fuerza hacia el piso, en contraposición a la que estaba haciendo la mercenaria desde arriba de la montura — A ver quién muerdes ahora! — amenazó al animal mientras se colgaba de la cuerda para que el peso de su propio cuerpo le impidiera abrir la boca.

Sin preocuparse de los raspones que recibía cada vez que la cabeza se movía de un lado a otro se mantuvo firme bajo la boca de la que fuera una montura y ahora parecía solo una bestia atrapada por la fuerza contrapuesta de los dos aventureros — Ya no puede morder, acaben con el — grito al sentir como sus pies resbalaban ante cada movimiento del cuello del reptil — Rakard, tu también —  añadió al ver como el animal lo miraba sin saber como ayudarlo.

El lagarto estaba rodeado, movía la cabeza de lado a lado intentando defenderse y con cada uno de esos movimientos, Oten iba de acá para allá, atrapado en sus fauces como un monigote de trapo. Los afilados colmillos estaban clavados como agujas en su cuerpo. La sangre brotó. Caliente y húmeda. Sintió nauseas, la vista se le nubló por un momento y todo se volvió borroso… Entonces sintió que su mano derecha aun se aferraba al martillo. ¡Ja! ¡Aún tenía una posibilidad! Reunió todas las fuerzas que le quedaban y tiró del brazo y luego agarró el martillo con la otra mano y con la fuerza de las dos, colocó el martillo en las fauces del lagarto haciendo palanca y apretó. Apretó con todas sus fuerzas.

—¡Por Kramor!— gritó mientras con una proeza de fuerza descomunal conseguía colocar verticalmente el martillo en la boca del lagarto de forma que a éste le resultaba imposible cerrarla. Oten, sintiendose libre de la presa,  rodó y cayó al suelo. Estaba desarmado pero estaba a salvo y las mandíbulas del animal estaban inutilizadas. 

Noren sintió el aliento a pescado y... algo más. ¿Qué era? ¿Parecía azucarado? ¿Qué es lo que comían esos hombres lagartos? ¿Pescado azucarado?

Pero no se podía detener a pensar en comidas típicas raciales, porque tenía dentelladas muy cerca y parecía que no le hacían asco a la cara de un enano.

Siguiendo la lógica que había tenido hasta ese momento, decidió desarmarlo también de sus dientes. Con el mango del hacha corrió el brazo izquierdo del hombre lagarto, mientras que al escudo lo interponía buscando sacar el agarre de la mano derecha, todo a una velocidad digna de un animal acorralado... y acorazado. Y una vez lo tuvo con la guardia abierta, utilizó su abollado casco (que por algo estaba de esa manera) y se lo estampó en medio de la cara. Justo en ese momento el rugido de Rakard, lo suficientemente cerca como para alertar al campeón lagarto, hizo que este retrocediera un poco su cara y hasta le diera un poco más de trayectoria como para que . Seguramente le preocuparía su primo gigante, o su mascota, o quién sabe, tal vez era su jefe.

El sonido de huesos rotos le dio la pauta al guerrero que había impactado bien, porque tenía tan dura la cabeza que él no sintió mucho. Teniéndolo separado, se puso en guardia, listo para terminar el trabajo.

En ese momento, el semiogro surgió del extraño mundo en el que le habían introducido los vapores de sangre de hormigombre o algo así, y decidió que algo tenía que hacer con su vida: y lo que hizo fue agarrar el piedro más grande que hubiera cerca y, con él en las manos, se abalanzó a por el lagarto, a ver qué tal tenía de dura la cabeza.

Corrió y se fue valiente a por el engendro, alzó ambas manos por encima de su cabeza para descargar con titánica fuerza el meño sobre su adversario... Y lo que viajó de ida no volvió de vuelta, porque al iniciar el impulso desdendente que la piedra tenía que seguir para conectar con su objetivo, esta resbaló de entre sus manos y acabó rodando por el suelo inofensiva, a sus espaldas.

– Protejan las mulas – ordenó Firfin al tiempo que miraba con cierta incredulidad a Morkai, controlar a una bestia con tan poca lógica y coherencia sería sumamente difícil. Aunque al menos había logrado ganarse su amistad, vinculo que tendría que ampliar en los siguientes días, pues uno nunca sabía en que momento un enano caería en un pequeño agujero y no podría salir más de él.

Así, con proyectil cargado, con la honda girando sus su cabeza el ladrón avanzó hacia la bestia. – Y destraben el slorvit, aún puede ser útil – les dijo finalmente a Tempest y compañía al tiempo que descargaba el poder de su honda sobre el enemigo.

-¡Dejad de tirar piedras, maldita sea!-aulló Stela tirando de las riendas-¿Es que queréis descalabrarme o qué?

El martillo realizó una presa en la boca del lagarto mientras Oten caía al suelo desarmado¹. Entonces fue cuando el lagarto sintió que una correa, a su vez, rodeaba también su boca.

Aren, desde el suelo, había enlazado a la monstruosidad y combinado con la acción de su compañero parecía haber inmovilizado las mandíbulas del monstruo. Tiró con fuerza hacia abajo al mismo tiempo que Stela tiraba hacia arriba, provocando una tensión que hizo que el enorme lagarto perdiera pie y a la par que rodaba lanzaba a Aren por los aires, haciéndolo aterrizar dolorosamente entre unas piedras cercanas².

Stela intentaba domar aquella masa de carne y escamas pero para su desgracia se vio de pronto aprisionada cuando el monstruo cayó, con todo su peso, sobre su pierna derecha. Aunque el arnés de monta le había salvado de que le partiese la pierna en la caída la mercenaria estaba ahora inmovilizada bajo el peso del monstruo y sentía como la masa del mismo estaba a punto de hacerle mucho daño si no se libraba rápido³.

Fue el momento en el que Firfin le dio vueltas a su honda para intentar ayudar a los combatientes. El golpe no fue malo: impactó en un ojo sobre el agotado lagarto, pero por desgracia el ladrón perdió pie en ese momento y se vio rodando colina abajo impactando contra Morkai⁴, quien sorprendido por el golpe dejó caer la piedra antes de tiempo y se encontró de frente con las espinas que lagarto lucía a lo largo de su cola y espalda⁵. Firfin había perdido la honda en la caída y, lo que era peor, estaba al lado de la cola del gigante, junto a Morkai.

Noren por su parte le había atestado un golpe al hombre lagarto gigante y con ello pensó que había pasado el peligro, pero antes de que pudiera ponerse en guardia sintió una garra que se clavaba con fuerza en su estómago⁶. ¡Había que reconocer que los hombres lagarto estaban bien diseñados para el combate, incluso aunque se les hubiera desarmado! Aún así el bicho se tambaleaba también... ¡aquello le había dolido de verdad!

— Ese no era el plan —  no pudo menos que exclamar Aren al notar como golpeaba contra las rocas tras su no por breve menos espectacular vuelo. Meneando la cabeza observó la escena y descubrió, repentinamente, que tenían un problema bastante serio de armamento

— Necesito mi arco —  se lo escuchó murmurar mientras observaba que todos quienes rodeaban al lagarto estaban desarmados. El tenía claro que, con los puños no podrían acabar con el enorme animal "Bueno quizás Morkai si pueda hacerle daño", se planteó "Pero el resto, no". Visto lo visto,  decidió que debía pasar a la acción de la forma en que mejor sabía, utilizando su agilidad para conseguir el arco y así poder disparar.

Sin embargo, a la vez debía ayudar al resto. Tras mirar a  sus compañeros, tomó una rápida decisión, Stela estaba aprisionada y mucho no podría hacer, pero el guerrero enano podría, si obtenía un arma, lastimar al ahora caído lagarto.

Aren se lanzo a la carrera mientras tomaba en la diestra su espada corta. En su mente estaba todo claro. Trepar a la carrera por el lateral del lagarto, tomar con la zurda la aljaba con sus flechas mientras le lanzaba su espada corta a su compañero y prepararse para atacar a distancia, como el sabía hacerlo.

Sin dudarlo se lanzó a la carrera   — Oten, úsala tu — le gritó al guerrero mientras lanzaba su espada corta con el pomo por delante antes de usar su otra mano para tomar la aljaba que colgaba de la montura del lagarto e intentar  descender por el otro lado del lagarto, para rodar una vez y ponerse en pie, listo para disparar.

Su plan fue "casi" perfecto. De hecho consiguió todo lo que quería, solo que el descenso no fue tan elegante como pensaba. Concentrado en el lanzamiento de su arma, no fue capaz de evitar que, mientras lo realizaba , uno de sus pies se enredara en las riendas del lagarto y lo obligara a realizar el giro sobre la escamosa piel del lagarto, obteniendo como recompensa a sus esfuerzos un corte adicional en su ya lastimada piel. Lo único positivo de su error de cálculo fue en su caída consiguió de todas manera aferrar la aljaba que había ido a buscar.

Noren retrocedió algunos pasos hacia atrás para guardar cierta distancia de esa garra que hizo que escupiera sangre. Se limpió con el dorso de la mano que sostenía el hacha... y sonrió. Ese lagarto era una máquina de combate, y eso le agradaba en cierta manera. Los enanos están entrenados para el combate, pero siendo totalmente sinceros, lo que tenían, biológicamente hablando, eran bastante desventajas salvo por la dureza de su cabeza.

Golpeó el costado del hacha con el escudo y cargó contra el lagarto con Zanjadisputas en alto. El lagarto se agazapó como el depredador que era, pero cuando adelantó las garras aprovechando su largo de brazos, Noren las corrió de un violento golpe con el escudo haciendo que ambos quedaran con la guardia baja.

Y fue el momento preciso para bajar a toda velocidad el hacha enana en un ángulo oblicuo que buscaba el cuello del lagarto. La sangre salpicó hacia todos lados, haciendo que por un momento no pudiera ver. ¿Había logrado hender el torso del campeón? ¿Había sido un brazo lo que había visto volar? No estaba del todo seguro, así que apenas pudo retrocedió un paso y se limpió la sangre.

-¡¿Quieres más?!- gritó el enano.

Ante la inminente caída, Firfin aprovecho el impulso y se dejó rodar aún más, exponiéndose al peligro y buscando acabar rodando bajo las patas del lagarto. Esto con el fin de poder clavarle su espada y su daga y con ello sacarle todas las tripas, así, habría por fin de terminar con aquel fastidioso combate.

Morkai, exasperado, no pudo más que hacer como las nenas: patalear de pura rabia y, quizá en un rapto de inspiración, decidió atraer sobre si las iras del lagartoide ese, a base de bailotear de la frustración delante de sus morros, y de gritarle en todo el morro:

──¡¡Venir, bicho!! ¡¡Morkai desafiar tú!!

Se preparó para recibirle con un abrazo de oso de esos tan cacareados por los bardos en sus historias: en el circo tenían unos cuantos animales adiestrados para que su espinazo se rompiera en esos lances, y luego se hacían los muertos que era gloria de ver. ¿Tendría éxito con el lagarto?

Bueno... Eso fue relativo. Éxito tuvo, ciertamente, aunque fuera un éxito gastronómico. El lagarto tomó entre sus dientes al semiogro y comenzó a sacudir la cabeza como hacen los perros cuando tienen un juguete con el que jugar: ¿sobreviviría a ello?

La mercenaria se revolvió como pudo. Aquella banda iba a lograr que el lagarto se pusiera aún más nervioso, que girara sobre sí mismo o algo peor. 

Clavó el tacón de la otra bota en el dorso del lagarto y empujó con todas sus fuerzas. Tendría suerte si lograba salir de aquella sin un hueso roto... y con las dos botas. 

Durante un breve instante Noren se quedó pensando si el lagarto estaba calibrando la posibilidad de retirarse. Lo miraba fijamente, con las zarpas abiertas, como esperando un abrazo. El enano estuvo a punto de descargar otro hachazo para no decepcionarlo pero entonces el enorme campeón reptiliano cayó de espaldas, todavía con los brazos abiertos como un martir sacrificado. Estaba muerto. Había costado lo suyo pero estaba muerto.

Un poco más adelante las cosas no iban tan bien. Stela había logrado librarse del peso del lagarto porque en ese mismo momento el bicho se había alzado para ir a por Morkai. Por desgracia para la mercenaria la cola del bicho iba de un lado para otro como un látigo enloquecido y uno de sus golpes la lanzó de nuevo rodando por el suelo. Tuvo suerte de interponer el escudo para que su cabeza no recibiese la peor parte¹.

Firfin intentaba rajar al bicho por debajo pero el movimiento también lo pilló por sorpresa. Una de las patas del bicho lo golpeó por detrás alejándolo de debajo de su barriga para que acabase rodando a varios metros. Lo peor de todo es que no veía donde había caído su honda durante todo el barullo².

Aren había logrado enviar la espada a Oten pero quería aprovechar el tiempo y se esforzaba por agarrar también el carcaj perdido que colgaba de la cinta del monstruo. Cuando casi lo tenía en la mano vio como el movimiento del monstruo lo aproximaba demasiado a unas rocas cercanas, aplastándolo contra ellas. El explorador lanzó un gemido de dolor intenso pero no soltó su presa ¡las flechas estaban casi a su alcance!³

Oten pilló la espada al vuelo y se preparó para el contraataque⁴ sobre todo ahora que veía que el monstruo estaba entretenido con Morkai. De hecho el enorme semiogro veía como aquellas fauces repletas de enormes dientes se abalanzaban sobre él más rápido de lo que él se esperaba. ¿Qué iba a hacer? ¿Intentar esquivarlos o lanzarse a por el monstruo?

Agarró la espada al vuelo, se giró hacia el lagartoide: estaba distraído ocupándose de Morkai. ¡Ja! Una mueca de sonrisa apareció en su cara. Tenía que aprovechar la oportunidad: dio un paso al frente, con ímpetu,  alzó la espada y la descargó con fuerza contra el lagarto. El filo hizo un ¡Zas! al atravesar la piel del animal justo en el costado. 

— ¡Adelante! ¡Acabemos con él! ¡Por Kramor!— gritó intentando insuflar fuerzas al resto ante tan formidable enemigo

El dolor le nublo la vista. Instintivamente, Stela se habia protegido con el escudo solo para descubrir que no lo llevaba encima.

Se incorporo dolorida boqueando para recuperar los sentidos. Se paso la mano por la cara evaluando los daños. No encontro trozos de piel colgando ni dientes rotos, podia ver con ambos ojos (mas o menos) y sus orejas seguian en el lugar habitual.  Le dolia al respirar y sentia el hombro como si hubiera estado embistiendo contra una roca. Suspiro aliviada medio contrayendose de dolor. Siempre se comprobaba la cara despues de ver lo que un golpe de maza le hizo a Rolif "El Guapo" (el mote se lo habian puesto a posteriori y era sarcasmo).

Tenia que recuperar sus armas. Obviamente, estaban a los pies del sacerdote enano que parecia empeñado en ir a conocer a su dios cuanto antes cabreando a la bestia escamosa. Tenia que recordar preguntarle que habia que hacer para tener a su deidad contenta: ¿morir en batalla o sobrevivir a la guerra?

Dio una rapida carrera en torno al monstruo intentando ganar la espalda de Oten. El enano estaba de pie justo al lado del escudo y la espada de Stela. Sin embargo, la cabeza todavia le daba vueltas. Si se acercaba mas, solo conseguiria meterse en problemas...