Partida Rol por web

Unas horas más tarde habían encontrado un sendero que ascendía ligeramente y terminaba en un claro bastante alto, que les permitía alcanzar una zona defensiva.

Aparte de eso estaba lo que acababan de descubrir¹ en aquella cornisa montañosa. Sin duda les sería de ayuda para defender el lugar ante posibles atacantes ahora que se cernía la noche sobre ellos. Mientras Tempest y Ronan desplegaban el campamento el resto de los presentes se repartía las tareas asignadas. El gnomo, durante todo el viaje, había permanecido en silencio igual que sus acompañantes. Parecía que aquellas latitudes montañosas invitaban al recogimiento y a pensar.

Antes de partir de la batalla campal, Noren había roto algunos mecanismos del Slorvït para que no se pudiera utilizar, y hasta le pidió ayuda a Morkai, quien claramente podía ocasionar un buena dosis de destrucción sin mucho esfuerzo.

-Algo así no puede quedar en manos no enanas- dijo en su momento, cuando tuvieron que esperarlo un momento más.

Ya en el camino a las montañas, el humor del guerrero se fue suavizando. No era casa, pero era como estar en casa. El aire era otro, el suelo debajo de sus botas era otro, y uno encontraba zonas en dónde defenderse a cada rato.

Como esa que tenían enfrente. Que no sólo era defendible, sino que además tenía una característica importante para Noren, pero que no dejaba a la luz seguido, aunque en ese momento se le podía ver en el rostro su disfrute: ese lugar era hermoso. Su abuela siempre le decía: "un arma hermosa cumple más funciones que una simple y sosa". Y esa zona era hermosa y útil. Su abuela estaría contenta.

Noren no solamente le había cortado la tranca que a Morkai le gustaba, además había limpiado con bastante buen gusto en trozaco de madera de corteza y ramitas molestas (excepto en la zona que servía para machacar) y, además, había tallado la parte del mango para que fuera ergonómica. Y no, esta última palabra no tiene nada que ver con el pueblo de los gnomos.

No solo había tenido cierto gusto, también había aprovechado unos trozos de cuero basto rescatados del slorvit ese para que el mango estuviera forrado y no resbalara con el sudor: sujeto con firmeza mediante unas vueltas de cuerda del mismo ingenio, la tranca parecía hasta bonita.

──A Morkai gusta más que espada──, se le veía murmurar, mientras blandía aquel árbol jóven dando mandobles que prometían hacer como si su blanco fuera una pelota de golf. Zumba pa un lao, zumba pa otro.

Y había un sitio para pasar la noche, con su cueva y todo. El mundo era maravilloso y todo sonreía al semiogro.

El claro concluía contra una pared rocosa en la que se abría una gruta: un buen reducto con un amplio campo de tiro delante. 

Stela miró la palma de su mano enguantada: había encontrado un anillo de piedra sospechosamente familiar en uno de los hombres lagarto muertos. Se dirigió a Oten:

-Sacerdote-dijo sin saber muy bien cómo empezar-... ¿hablas con los muertos?

Le mostró el anillo. 

-Esto perteneció a Gundara Cortaorejas-explicó-Una... conocida. Vinimos juntas al Valle de los Sueños en mi primera expedición.

─ Por fin! ─  tras desmontar de su oso, Aren se estiró agradecido de llegar a un lugar que parecía fácil de defender ─ Solo debemos asegurarnos que no haya sorpresas dentro de esa cueva y tendremos un buen lugar para establecer campamento ─  comentó como al pasar, antes de tomar un flecha de su carcaj y, tras empulgarla adentrarse lentamente en la oscuridad de la cueva. 

─ Rakard, quedate aquí hasta que te llame ─ le propuso a su animal mientras señalaba el suelo con su índice. Probablemente el oso no era capaz de entender las palabras, pero el signo si le resultaba conocido, por lo que permaneció, comodamente echado en el sitio que le indicaba el explorador.

─ Veamos que hay por aquí? ─ preguntó, más para si que para el resto antes de dar los primeros pasos y descubrir una poza llena de agua fresca, que se renovaba lentamente por el agua que caía de una pequeña cascada ─ Piedra sobre nuestras cabezas y agua fresca ─  comentó agradecido que, por una vez, las cosas parecían estar encaminándose. La cueva no parecía ser muy amplia, pero habría lugar para todo el grupo, incluyendo las mulas y el prisionero. Incluso un pequeño recodo a la entrada les permitiría que encendieran fuego sin que la claridad se notara, por lo menos no demasiado, desde el exterior.

Condujo al gnomo hasta una piedra en el interior de la cueva y le indicó que se sentara allí. Observó entonces la gruta y distinguió pequeñas estalactitas diseminadas y en el techo vetas de melanterita y cristales de azufre y de fondo escuchó un ligero y espaciado TIC TIC de gotas de. Respiró profundamente. Después de tantos días de viaje se sintió al fin a gusto y confortado.

Stela se le acercó entonces y le mostró algo que llevaba en la mano. Era una anillo de piedra que llevaba uno de los hombres lagarto.

—No. No hablo con los muertos—

Oten tomó el anillo de la palma de la mano de Stela y lo observó detenidamente como si tuviera dotado de la capacidad de hablar con la piedra de la que estaba formado

Noren sonrió ante el elogio de Morkai.

-Me alegro que te guste, no sólo es bueno tener un arma bien hecha, sino también, que sea bella- dijo el enano -Mi abuela siempre lo decía-

Mientras Stela y Oten congeniaban con no sé qué anillo, Noren se buscó un buen lugar en donde soltar los bártulos. Se sacó el yelmo y lo golpeó un poco con el mango de su hacha para dejarlo más o menos igual que antes. ¿Cómo es que no había traído su martillo de herrero, y alguna que otra herramienta? ¡Si siempre eran útiles!

-¡Oten! Por esas casualidades, ¿trajiste alguna herramienta? Que tengo que enderezar un poco esto- dijo señalando el casco en el suelo, junto a la mochila y el escudo. El hacha permanecía siempre junto a él.

Luego de revisar todo el equipo, como buen guerrero que era, se acercó a Aren.

-La próxima vez no te adelantes tanto, que me costó alcanzarte- le dijo con una sonrisa -Creo que tienes piernas más largas- y rió un poco.

Sacó un odre y tomó un poco de su contenido. Venía bien el agua, pero extrañaba una buena cerveza enana. Le ofreció al explorador.

──Oh, si belleza, si, una vez dar Morkai comer algo así. Muy rico.

No había entendido del todo lo que decía Noren, pero le llenaba de contento, y tenía ganas de probar su garrote aporreando algo. Lástima que no hubiera nada cerca. La vida no siempre era completamente perfecta. Seguramente era eso que decían algunos filósofos del equilibrio o algo así, aunque Morkai nunca se había podido imaginar qué tenían que ver los saltimbanquis con la filosofía. En todo caso, estaba muy contento.

──Amo Noren amigo.

Y sonreía. La sonrisa de Morkai no era agradable.

La caverna daba un excelente cobijo y al ser del tamaño adecuado no se perdía el calor de los cuerpos a la par que tampoco había un excesivo agobio. Puede que aquel valle fuera mortal la mayor parte de las veces pero también tenía, de vez en cuando, sus pequeñas recompensas.

Oten observaba la joya que le había tendido Stela y de vez en cuando se agachaba para acercar la cabeza como si le susurrase cosas¹.

Oten sintió la lástima que le transmitía la piedra cuando preguntó por Gundara. Le transmitió un movimiento repleto de frialdad. El enano sintió un escalofrío. Una criatura no-viva. ¿Pero era en lo que Gundara se había convertido o lo que la había matado?

Sintió la humedad transmitida por el propio anillo. Una humedad intensa que sólo podía darse en un lodazal o en el borde de un río.  Esto se conectó con su última pregunta, donde la sensación de humedad fue un torrente. Túneles subacuáticos.

El anillo le contó estas cosas a través de sus grietas y su tacto. Era la historia de esa piedra.

—La piedra ha hablado— dijo con un tono algo ceremonioso, levantó la vista del anillo y estiró la mano para devolvérselo a Stela. Luego, sin decir nada, se giró hacia el gnomo y fue hacia donde estaba sentado.  

—Dime ¿Qué hacías con los hombres-lagarto? ¿Dónde está su guarida?— Le dijo muy seriamente y mirándole a los ojos

—He de advertirte que lo que te suceda a partir de ahora depende de la sinceridad de tu respuesta.—

Por primera vez en varios días, Aren se relajó. Era la primera noche en que, de alguna manera, sentía que el valle no estaba intentando eliminarlos. Si bien era cierto que durante el día habían tenido más acción que la que hubiera querido, por lo menos estaban todos sanos, o por lo menos vivos y que, probablemente, con un poco de descanso estarían dispuestos a seguir con su tarea.

─  Rakard, aquí ─  llamó a su animal y, cuando este se instaló a su lado procedió desenredarle el pelo en la forma que sabía que el oso disfrutaba. Sin embargo, más allá de la calma que trasmitía el lugar ("Esperemos que no sea la calma que precede a la tormenta" no puedo menos pensar, descartando rápidamente la idea mientras cruzaba los dedos), sabía que deberían ocuparse de establecer el campamento. Preparar los alimentos, organizar las guardias. En fin, los pequeños detalles que hacían a la vida al aire libre.

Sin embargo, antes que nada, tenían un pequeño problema. Un problema tamaño gnomo. Tras escuchar las preguntas de su compañero, asintió lentamente, moviendo su cabeza arriba y abajo, mientras su mano continuaba con el suave movimiento sobre el pelambre de Rakard ─ Y ya que estamos preguntando... ¿porque atacaron al hormiguero? ─ agregó tratando de descubrir, sin éxito, cual era el motivo por el que ellos mismos habían hecho lo propio en vez de mantenerse a la espera del resultado del combate  ─ Y de donde sacaron los planos de ese slorvït que dices construiste ─ 

El tono del explorador no dejaba de ser amigable mientras preguntaba, pero resultaba absolutamente claro para quien observara las suaves caricias que le daba a su animal que no tendría ningún problema en azuzar a la bestia contra el gnomo si lo consideraba necesario.

Noren se quedó esperando la respuesta de Oten, pero parecía muy compenetrado entre el anillo de Stela y el gnomo. Él también quería escuchar la conversación, pero había que preparar la cena, montar guardias, preparar los lugares para descansar, acicalar un poco a las mulas, etc, etc, etc. Y pensar que él hubiera imaginado a Aren en esas labores.

Él no tenía pasta para esas cosas, y eso era claro. A menos que quisieras algo quemado...

-Kraken, ¿y si preparas algo de tu tierra?- le dijo en un tono que era más una orden que una pregunta -Seguro alguno de los muchachos podría ayudarte- y miró a los porteadores con seguridad.

-Morkai, ¿quieres vig...- se interrumpió ante la sola idea de que el semiogro, con toda su sutileza, se lanzara a por un enemigo que nada tenía que ver con ellos -...vigilar al gnomo para que no se escape? ¡Mantenlo vivo, eh!-

Y salió él mismo a vigilar. Claro que entre murmullos, y llevando el casco abollado atado al cinto con una correa.

Stela alzo una ceja mientras veia al clerigo alejarse.

"Mamon arrogante", penso para sus adentros.

Se guardo el anillo en un bolsillo. Gundara Cortaorejas era una guerrera mestiza de piel oscura llena de tatuajes que habia formado parte del grupo con el que Stela vino por primera vez al Valle de los Sueños. Habia sido pirata en su vida anterior y era una autentica fiera con los sables gemelos. Compartieron el pan y la sal hasta la emboscada de los hombres lagarto en el que la mestiza se sacrifico ganando tiempo para que Stela y Bourn el Arquero pudieran escapar ⁽¹⁾.

Viendo que las tareas culinarias le habian sido endosadas a Firfin (tendrian suerte si no envenenaba la cena a posta o por accidente) y que los demas enanos habian rodeado al gnomo⁽²⁾ , la guerrera se apresuro a salir para vigilar junto a Noren. La primera guardia siempre era la mas tranquila y Stela agradeceria un rato tranquilo para limpiar sus arreos belicos.

-Retiro lo que dije antes-sonrio sentandose junto al enano crestado. Se descolgo el escudo y examino atentamente sus abolladuras-Te he visto antes contra los hombres lagarto y no cabe duda de que sabes manejar ese hacha tuya. Peleas como un lobo acorralado.

Morkai se quedó, pues estaba de muy buen talante, y tenía muchas ganas de agradar, mirando cómo los enanos hablaban con la cosita esa pequeñaja, el gnomo. Vigilándole, por si le daba por intentar escapar.

Entre tanto, el semiogro divagaba, recordando cómo se hablaba en las celdas de los gladiadores cuando de vez en vez traían hombres lagarto, o lagartos gigantes, para luchar. Los cuidadores los tenían en mucho aprecio, pero sabían bien que junto con los lagartos de buen tamaño de cualquier tipo, tenía que venir una buena cantidad de jugo de hormigas o algún tipo de ácido bien potente, pues sus escamas necesitaban ser pulidas, y apreciaban muchísimo sus propiedades en sus pieles, pues hacían que los colores que tenían brillaran con especial esplendor. Y no solo por estética, sino por salud, pues esos ácidos eran cojonudos contra los parásitos que a veces infestaban sus escamas. Y, a decir de algún hombre lagarto con quienes los cuidadores se habían conseguido comunicar de manera muy rudimentaria, les daba mucho gustirrinín.

Morkai se preguntaba si conseguirían sacarle esa información al gnomo. O siquiera si la conocería. Se les veía tan entretenidos interrogando que le daba mucha pena abrir esa bocaza que tenía. Nah, no pensaba decírselo. Ni por asomo.

El gnomo hablaba como si fuera uno más del grupo, obviando los lazos que lo mantenían apresado.

—En unas cavernasbajoelrío. ¡Esqueprecisamenteeseeselproblema!— dijo casi sin respirar —Que debajo del  vallehayunmontón de cavernasytúneles portodoslados. ¡Y en una de lasexcavaciones para ampliarlaguarida se toparon hormigombresylagartos! Todo se basaenunadisputa territorial. Aunque los lagartos siemprehanapreciado la sangre de hormigombre. La usabanpara lucir sus escamas, no parecía afectarleslaacidez. Tuve oportunidad de estudiaresasangre... tiene propiedades fascinante. Pero lo son másloscaparazones que forman el exoesqueletodeloshormigombres. ¡Son resistentesalácido, por supuesto! Creo que se podríanhacerarmadurasformidables.

Era confuso seguir la diatriba de aquel individuo. Si por lo menos hiciera las pausas en sitios concretos... pero tan pronto hablaba a toda velocidad como se frenaba inmediatamente al darse cuenta de la cara que ponían sus interlocutores.

—Yo venía enunaexpedición para buscar una veta de cristalalma. Los hombreslagarto me capturaron cuandomeseparé del grupo principal poraccidente.

Los enanos habían escuchado hablar del mítico Cristal Alma: un cristal con propiedades mágicas que era capaz de enlazar el alma de las criaturas vivas. Pero nunca habían dado pábulo a las historias sobre aquel cristal porque era, como ya se ha mencionado, algo mítico. De leyendas antiguas. La típica cosa que se decía que existía en una isla perdida que nadie conoce, o en las profundidades de la tierra de un valle encantado. Claro que aquello era un valle. Y estaba bastante encantado. O como mínimo poblado de los peligros adecuados como para que algún necio esperase encontrar una veta de Cristal Alma allí.

—Está bien— Oten se levantó sin decir más y fue hacia donde estaban Aren y Noren.

—Dice la verdad, al menos en lo que respecta a la guarida de los hombres lagarto.— Les dijo asegurándose de que el gnomo no le escuchaba ni tampoco podía leer sus labios. Había escuchado muchas historias de ardides y trucos de los de su raza y Oten prefería andar sobre seguro

—No creo que los túneles de los lagartos y hormigombres asciendan desde el río hasta una zona tan elevada como ésta así que creo que podremos pasar aquí la noche con cierta tranquilidad.-

—De todo lo demás que ha dicho, no sabría decir si dice la verdad o miente. Yo, desde luego, no me fío de sus palabras ¿Qué habéis pensado hacer con él?—

—Yo creo que deberíamos dejarlo atrás con unos pocos víveres, seguro que los hombres lagarto no tardan en dar con él.—

"Sangre ácida, Armaduras de caparazón de Hormigombre, cristales de de cristal alma, la fantasía y las leyendas se juntaban en la boca del gnomo de una forma tal que resultaba difícil de pensar que fueran verdades

Aunque si fueran mentiras, serían demasiadas mentiras. probablemente de ser así el gnomo hubiera inventado algo más creíble. O quizás no" 

Aren meneo la cabeza y terminó respondiendo a su compañero, sin preocuparse de si el gnomo lo escuchaba o no ─  Para ser mentiras son demasiadas mentiras ─  como si ese fuera un argumento que tuviera algún viso de utilidad ─  Pero creo que tu idea es apropiada. Esta noche puede quedarse con nosotros, pero cuando emprendamos el viaje, será mejor que se quede aquí. Y le avisaremos que si nos sigue le mandaremos a Morkai a detenerlo ─  añadió, reacio a utilizar a Rakard para una tarea tan mundana

─ Deberíamos descansar lo más posible para emprender la marcha en la mañana ─  agregó observado a Firfin, mientras se acercaba a las mulas para buscar los enseres de cocinar ─ Comamos lo antes posible así podemos descansar como es debido. Después de un día como el de hoy supongo que todos necesitamos recuperarnos ─ 

Noren miró de reojo a Stela cuando ésta se sentó a su lado. Aún sentada, casi medía lo mismo que él. Tenía piernas largas la mujer.

-Gracias, tampoco demostraste ser una damicela en peligro... creo que el dragón que te cuidara tendría que dormir con un ojo abierto- dijo el enano soltando una risotada, divertido por una comparación que claramente quedaba a la vista que no era el caso de ella ser una princesa de cuento para niños.

Y en ese momento llegó Oten y Aren para comentarles no sé qué del gnomo. Miró a Stela un momento. O no se habían dado cuenta que Stela estaba con él, lo cual sería extraño, o ya la habían integrado lo suficiente al haber derramado sangre conjunta. Estaba bastante de acuerdo, aunque no sabía bien qué diría el Consejo al respecto. Por eso le dio una mirada significativa, como disculpándose, y se acercó un poco más a los enanos.

-Si ustedes confían en lo que haya dicho- obviando un poco la desconfianza intrínseca de Oten y después de que le contaran brevemente qué había dicho el gnomo -Yo los apoyo. Pero creo que dejarlo aquí es igual que matarlo. Deberíamos llevarlo con nosotros y tal vez hasta nos podría llegar a ser de ayuda, pareciera conocer bastante de la zona- dudó un momento y le gritó desde ahí al gnomo, sacando la cabeza por detrás de sus compañeros -¡¿Es la primera vez que vienes al Valle?!-