Partida Rol por web

No se había dado cuenta que Stela estaba allí. Oten la miró, se encogió de hombros y apartó con los brazos a los dos enanos para llevárselos un poco más lejos y que la mercenaria no pudiera intervenir en la conversación.

— No, no.— meneó la cabeza.

—Me niego a que nos acompañe. La única habilidad que parece tener el gnomo es una incontrolable verborrea. Es un bocazas y solo nos traería problemas. Además, son dos votos.— Miró a Aren y asintió.

—Dos contra uno— Oten ignoró a Kraken con toda el propósito de hacerlo. Para él, la opinión del humano no contaba por mucho que Aren hubiera acordado con él lo contrario. 

Luego giró el cuello y miró hacia atrás, asegurándose de que Stela y Kraken no estaban cerca y susurró algo que solo los otros enanos pudieron escuchar.

— Estoy de acuerdo con esas guardias — respondió a la propuesta de Noren. 

— Haré la ronda con Kraken. Así podré vigilarle de cerca —

─ Me gustó esa definición, "bocazas" ─ reconoció Aren ─ Creo que es exacta ─ añadió ─ Aunque si conoce la zona... no lo sé. Quizás, solo quizás, en ese caso resulte útil. De cualquier manera creo que lo podemos desatar, Sea que lo dejemos aquí o lo llevemos con nosotros, no tiene sentido que no pueda usar las manos. Si seguimos hacia la gran calavera desde aquí... ─ por un momento estuvo tentado de señalar la dirección hasta que se dio cuenta que, dentro de la caverna no tenía sentido hacerlo ─ ... no sabremos que encontraremos allí.  Y no creo que deba hacerlo con las manos atadas. Ya bastante tenemos con ocuparnos de las mulas ─ añadió antes de preguntar a los presentes ─ Aunque... la idea sigue siendo ir hacia la gran clavera, no? ─ 

Al escucha el murmullo de Oten, asintió con la cabeza, sin hacer comentarios al respecto.

Stela escupio a un lado y se concentro en reparar su armadura. Cada poco daba un vistazo a los bordes del claro para asegurarse de que nada se le escapaba.

La vieja armadura de escamas le habia salvado la vida muchas veces. Habia cambiado tantas piezas que dificilmente podia decirse que fuera la misma que le compro a un herrero bossonio años atras pero el armazon de cuero y fibras acolchadas seguia siendo el mismo. A pesar del castigo recibido, la armadura apenas habia perdido un par de piezas cerca de las articulaciones. Un tenue dolor en sus costillas le seguia recordando que no era inmortal por muchos lios a los que sobreviviese.

Enhebro una aguja con destreza, saco un par de repuestos de una bolsa y los empezo a coser en su lugar.

"Solo hay una pelea a muerte: la ultima".

Firfin, tras estar algo ausente durante el camino y la noche, procedió a reunirse con los enanos, como un igual entre ellos. Había estado cubriendo la retaguardia durante el trayecto, tal como había hecho otras tantas veces, enfocado en procurar que nadie les siguiera y tenderle alguna trampa de ser necesario. Aunque para su suerte, nadie les seguía, o al menos nadie tan bueno como para superar sus propias habilidades.

Ya llegada la noche, había pasado el tiempo orinando por aquí y por allá, mientras reconocía el terreno y ubicaba zonas vulnerables. Al día siguiente tendrían que partir de nuevo, y no era claro hacia donde irían, tal como había pasado durante la pasada mañana. Firfin solo esperaba que esta vez los enanos no tomasen decisiones tan estúpidas, que de seguir así, empezaría a pensar que realmente eran estúpidos goblins y no necios enanos.

Así, allegándose a los enanos, abrazo con falsa fraternidad a Aren por los hombros, tanto tiempo como le fue posible. Y habría abrasado a su gran amigo Morkai, pero este era demasiado alto, hasta para él y aquella imagen solo acabaría siendo bochornosa, tal como pasara antes. Aunque claro, aun estaba la posibilidad de que Morkai hubiese olvidado que eran grandes amigos, o bien que fuese tan estúpido como para no servir de nada su esfuerzo. Y ambas opciones no eran excluyentes.

– Ha sido una gran batalla – exclamó el humano, – una lastima que no pudiésemos llevarnos el slorvit con nosotros a través de todo este gran viaje. Al menos pude destruir ese hormiguero con unas cuantas pedradas, una historia digna de ser contada entre mis grandes aventuras – puntualizó.

Luego, hablando con algo de seriedad, le dijo en voz baja a los enanos – ¿Le cortamos el cuello esta noche? – preguntó sorpresivamente, fingiendo el mismo sorpresa ante la extrañeza de los enanos. – ¿Como? ¿No esperaban poder confiar en un gnomo que sale en medio de una batalla contando una historia poco creíble? Muchas preguntas habría sobre como llego a construir aquello para los hombres lagarto o primeramente como sabía hacerlo. Muchas coincidencias. No sean ilusos mis hermanos de armas, ese gnomo no es confiable, y no deberíamos confiar en cualquiera de su raza, menos aún si aparece saliendo prácticamente frente a nuestras narices en un lugar tan peligroso como este. No podemos llevarlo con nosotros, no es confiable, y si lo dejamos, o bien morirá, que no lo creo, o bien nos seguirá, pues por algo se ha acercado. El busca algo.

No mis queridos compañeros, a ese gnomo hay que cortarle el cuello hoy mismo, antes de que de problemas – sentenció el humano ya imaginando las locuras que podría decir el mismísimo Oten. Su Dios se lo trague pensó para si, solo era un estorbo en su planes.

Entre tanto, y subrayando sin querer esos conciliábulos siniestros, Morkai se había puesto a charlar con el gnomo, a quien le habían encargado vigilar estrechamente.

──¿Verdad que es bonito?── Fuooooooosh, fuooooooosh, hacía volar su nueva tranca a un lado y a otro con fuerza salvaje. ──Y, mirar, mirar, no quedar mirando enanos mientras hablar de cortar cuellos: cómo machacar tranca ¿verdad?── Le pegó a la pared, haciendo que del techo cayeran arena y piedrecitas, tras dar la vuelta a la cabeza del gnomo con "gentileza" para dirigirla en esa dirección.

──A Morkai gustar machacar cosas──, le confesó. ──Antes, Morkai poseer espada y, bueno, no estar mal. Espada grande partir caballo por la mitad si Morkai tener suerte. Ser cosa bonita de ver. Pero machacar ser cosa diferente. A Morkai recordar cuando Morkai era pequeño, y a Morkai entrar ganas de llorar.

Ajeno a lo que Firfin proponía el gnomo comía su parte de las raciones demostrando que la dieta de los hombres lagarto no había sido de su agrado. Cuando Noren le preguntó por su visita al valle se interrumpió un momento:

—Es la primeravezquevengo. De hecho ningunodelaexpedición había estado aquí antes. Este valle tienamalareputación... ¡muy peligroso! Claro que si encontramoscristalalma... Bueno... si lo encuentran.— dijo como si se hubiera dado cuenta por primera vez que sería muy difícil reencontrarse con su expedición.

Siguió comiendo con ganas y luego se tumbó como si nada pasase echándose a dormir con la costumbre del que ya lleva tanto tiempo prisionero que nada le suponen los grilletes o ataduras.

Los expedicionarios, por su parte, se prepararon para pasar la noche. Pero antes quizás deberían decidir que hacer con el gnomo: ¿lo abandonarían a su suerte? ¿atado o libre? ¿o seguirían el consejo de Firfin que no por cruento dejaba de tener cierta lógica en aquella ocasión? ¿Lo matarían sin más?

Había comido como lo que era: un poco guarrete. Educación poco sofisticada.

──Gronf, gronf, ñiam, ñom, euuuurrrk...

Por último, y tras un día de tantas emociones, casi se echa a dormir, sin darse cuenta de que le tocaba guardia.

─ Pe...pero... es solo un gnomo! ─ no puedo menos que exclamar el explorador ante la propuesta de Kraken ─ Es cierto que habla mucho, pero con amordazarlo alcanza. Además nos está respondiendo. Mucho, demasiado, pero respondiendo. Como lo vamos a matar? ─ La indignación de Aren ante la fría propuesta del pícaro era total y absolutamente sincera. Matar a alguien a sangre fría estaba totalmente fuera de su forma de pensar.

Meneando la cabeza se dirigió a su oso y le acarició la testuz, disimulando su intento de calmarse en las caricias que le estaba brindando ─ Una cosa es dejarlo en esta cueva, donde estará más o menos protegido, hasta puedo entender la necesidad de atarlo. Supongo que con el tiempo será capaz de deshacer los nudos, pero matarlo... No. No. No! ─

─ No quiero ni siquiera pensar en esa posibilidad ─ añadió esperando que a ninguno del resto del grupo se le ocurriera aceptar la propuesta ─ Donde estaría el honor enano en algo así ─

------

Algo más tranquilo Aren finalmente se acercó al fuego y observó el mapa con cuidado ─ Entonces... hacia la gran calavera o hacia la seta negra? ─ terminó preguntando ─ Se supone que deberíamos pasar por la calavera pero... quizás ir directo a la Seta nos permito ahorrar uno o dos días de viaje. No lo sé. Uds. que opinan ─

-Como gustéis-Stela tiró un hueso limpio a un lado-Pero abandonar a ese gnomo atado tan cerca del hormiguero es lo mismo que matarle. Y tratar mal a los prisioneros puede ser malo para la moral de los subordinados. 

Bebió un trago. 

-Si lo que os preocupa es la discreción, toda Gäenor sabe que unos enanos cargados de sales organizaron una expedición al Valle de los Sueños. Ese pequeñajo no será el que os delate. 

Pensó un instante. 

-Si conoce el terreno, ¿por qué no llevarlo con nosotros? Aren ya nos ha conducido a dos emboscadas y creo que alguien capaz de construir máquinas de guerra puede ser de utilidad. ¿O es que para servir a un amo enano es requisito ser más alto que él?

Y soltó una carcajada. 

—No, no, no— dijo, meneó la cabeza, hizo aspavientos con los brazos. Todo a la vez.

—No podemos matarle.—

—Además, la decisión está tomada ya por la mayoría— Oten no estaba muy seguro de ésto, pero lo dijo como si lo estuviera —Lo dejaremos en la gruta con provisiones, no es necesario atarle. Sabrá apañárselas.— Miró de reojo al gnomo que comía como si la cosa no fuera con él.  

Escuchó entonces a Stela y su carcajada, la ignoró por completo.

—Sí, partiremos mañana y lo dejaremos aquí.— El sacerdote se sentó entonces dando la discusión por zanjada. Sacó el mapa y lo abrió.

—La Calavera— dijo recordando las palabras del erudito —es el cráneo de un gigante que habitaba estas tierras...— Hizo una pausa para asegurarse de que el gnomo no prestaba atención a sus palabras. No. Seguía comiendo 

—Bajo ella— continuó —hay una red de túneles que atraviesan por debajo la Grieta de los Gigantes hasta llegar a la Gran Seta Negra, nuestro objetivo—

—El erudito fue claro en este punto. Aunque esos túneles han sido ocupados por asquerosos trasgos, es el camino más rápido y directo. Y es que si vamos por la otra ruta y atravesamos la Grieta de los Gigantes por la superficie, aparte de lo escabroso del terreno y las inclemencias del tiempo, nos aguardan peligros mucho peores que un puñado de trasgos. El viejo aseguró que esa zona está habitada por mantícoras y basiliscos—

─ Supongo que eso zanja la cuestión ─ reconoció el explorador ─ Si tengo que elegir entre trasgos por un lado y mantícoras y basiliscos por el otro, creo que no hay mucho que opinar. Solo espero que el sabio supiera lo que decía ─ finalizó con tono esperanzado. 

Firfin se conformó con sonreír, pues ya sabía la respuesta de los enanos, por más que no estuviese a favor de todo ello. – Me parece la mejor decisión, más que nada por que realmente no sabemos que encontraremos, y la suerte juega un papel grande en todo esto – dijo el ladrón, confiando en la oscuridad aún más que los enanos, pues no era la primeva vez que se movía en las profundidades y el terreno podría jugar a su favor.

– Así incluso será más fácil ver al gnomo mientras nos sigue – soltó al final Firfin haciendo hincapié en que si le soltaban sin más, el gnomo les seguiría.

Tras tomar la decisión de no quitarle la vida al gnomo se fueron a dormir. Bueno, en realidad se fueron a dormir todos menos Stella y Noren, que tenían que hacer la primera guardia.

No había pasado ni una hora cuando escucharon el retumbar de los tambores que ya les había sorprendido en una noche anterior, sólo que ahora sonaba mucho más cerca. Stella se asomo a al entrada de la caverna para poder, desde la cornisa en la que estaban, observar el terreno que los rodeaba. Quizás no se sorprendió al ver nuevamente las hogueras encendidas. Sólo que ahora estaban mucho más cerca y podían vislumbrar las montañas cercanas. Las hogueras eran inmensas y había gente danzando alrededor. Gente muy grande. Tan grande como para poder distinguirlos con cierta facilidad pese a la distancia y el valle que había en medio de los riscos.

Eran gigantes. En varios puntos de aquellas montañas bailaban grupos de cinco o seis gigantes alrededor de hogueras. Noren se asomó tras Stella. Ninguno de los dos habían visto jamás tal cantidad de gigantes en un mismo lugar. Podían ser una veintena repartidos por varias cornisas en distintas montañas.

El sabio había dicho que aquel lugar era un cementerio de gigantes. Pero ¿por qué había tantos y qué estaban haciendo exáctamente?¹

La boca de Stela se quedó seca ante la visión de semejante festival. 

Nunca antes había visto un gigante. Circulaban historias, claro: tal o cual mercenario se jactaba de haber abatido uno; el Ducado de Zargovia arrasado en un día y una noche por la ira del gigante Maza Colosal o incluso la tribu de gigantes de piel negra que Cortaorejas aseguraba habitaba en una remota isla del sur y que usaban palmeras con cabeza de lanza para hundir barcos a millas de distancia. 

Pero aquello... 

-Joder-acertó a decir. 

──Mmmh──. Miró su tan alabada tranca, y luego miró a aquellos gigantes que, a pesar de la distancia, se veían grandes. ¿Alcanzaría a aplastarles los dedos de los pies? ──Uh──, se suponía que eran primos. Emparentados con el pueblo de los ogros o algo así. Al menos hablaban lenguas parecidas, aunque Morkai era más o menos un descastado, y no pasaba de saber eso como algo que había oído a alguien una vez. Y de las lenguas de los ogros conocía solo las tres o cuatro palabras más típicas: "matar", "comer", "machacar" y cosas así.

Pero era un filósofo: viendo que los problemas estaban lejos, Morkai se dedicó a comer, que era lo que le entretenía ahora: ──chomp, chomp, ñiam, gronf...

Placeres básicos y filosóficos donde los haya.

Morkai se había despertado con el ruido de los tambores y miraba embelasado el baile de aquellos monstruosos primos alrededor de las hogueras.

Por su parte Stella recordó sin dificultad que aquel paso entre las montañas era llamado el Cementerio de los Gigantes. Un cementerio no es un sitio donde te apetezca vivir así que sin duda aquellos gigantes estaban allí por algún motivo. Festivo, por lo que parecía. Y pensó en ese momento que no todas las razas celebran de la misma forma la muerte. Pero siempre hay un denominador común: cuando viene mucha gente a la fiesta, ya sea para presentar duelo o brindar por el muerto, es que el fallecido debe ser alguien importante.