Morkai, todavía tosiendo, pero muy solícito y sensible a las necesidades de Stella, interpretó (quizá erróneamente) su actitud. Tomó su garrota, que prometía ser un badajo de impresión para la campana, y...

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Firfin estaba examinando las calaveras cuando pegó un brinco por el susto¹.

El repicar de la campana resonó brutalmente— el estilo preferido de Morkai —en toda la caverna. Por un momento pareció que la mandíbula de alguno de los presentes iba a tocar el suelo por la sorpresa. Cualquier atisbo de sigilo se había evaporado al son del metal.

¿Se había movido el suelo con el resonar de la campana o era sólo su imaginación?

Cuando finalizó el último eco de la campana todos seguían congelados en su sitio.

Entonces escucharon el chapoteo².

La barca se aproximaba lentamente. Era enorme, igual que el propio barquero. Aquella figura debía ser tan alta como Morkai y arrastraba la barca con ayuda de un remo que cambiaba de lado a cada movimiento. Una barca que bien pudiera ser un ferry al que subirse todos los presentes, mulas incluidas. Pero ¿qué demonios hacía aquel extraño barquero en aquel lugar abandonado? Estaba claro que no podía ser una entidad natural, sino algún tipo de hechizo o maldición atada a aquel lugar que exudaba magia por cada poro.

El individuo se detuvo en el muelle. No dijo nada. No hizo ningún gesto ni exigió ningún pago. Sólo parecía esperar a los que habían realizado aquella llamada.

En las profundidades algo abrió un ojo.

En el monte de los Dioses los dioses sufrieron un respingo. Todos menos Zwagonard. El Dios de la Oscuridad contemplaba la escena como el que se sorprende de encontrar algo que ha perdido hace mucho tiempo.

Hubo un silencio incómodo y largo. Stela se notaba la boca seca, los ojos llorosos y el cuello rígido ante el enorme barquero. 

Tenía dos cabezas. 

Cada una más fea que la anterior. Una tenía un enorme bigote más largo por un lado, tan denso que le tapaba la boca. La otra parecía como si la hubieran sacado de un horno a medio cocinar y tenía los ojos de un blanco lechoso. 

-Parece que no hará falta que construyamos una balsa, después de todo-acertó a decir. Miró al barquero-¿Puede... podéis... llevarnos al otro lado?

— Un momento! — Aren interrumpió a Stela al ver que esta comenzaba a hablar con el barquero — No deberíamos primero... eh... — El explorador, finalmente, se encogió de hombros y se dedicó a acariciar a Rakard al darse cuenta que, en realidad, no sabía que era lo que prefería hacer.

El sacerdote miró con descarado recelo a Morkai. También a Stela. ¿Quien les había dado permiso para tocar la campana? Entonces escuchó el bamboleo de las olas. Miró hacia atrás. Por encima del hombro. No lo podía creer. Había escuchado historias de leyendas sobre el Barquero Maldito. Paparruchas de humanos, pensó en su día. Pero allí estaba. Delante de sus narices. ¿Que diablos hacia ese ser allí? Oten miró a Noren y luego a Aren. 

—No pienso subirme ahí— 

──Walaaaaaaaaaaa...

Asombrado, Morkai retrocedió para ver el efecto, y para evitar cualquier peligro inminente, para qué vamos a mentir.

Las dos cabezas del barquero miraron a Stela, luego a Morkai. Una de ellas habló con un tono siseante:

—Hemos sido llamados...

Y la otra continuaba con una voz grave, gutural, casi enfadada:

—... ¿y ahora no subís? Extraño...

—...muy extraño...

Las cabezas se miraron desconcertadas. Luego continuaron su cháchara intercalada:

—Os llevaremos al otro lado...

—... a cambio de un precio...

—... siempre hay un precio por un trabajo ...

—... un precio justo ....

—... aunque no seáis quienes esperamos ...

El barquero golpeó tres veces la orilla con el remo, como en un gesto estudiado:

—Si subís os llevaremos a salvo al otro lado...

—... a cambio de que nos entreguéis un sueño...

—... un miedo ...

—... y una esperanza.

Luego, como si aquella fuera la transacción más normal del mundo— y quizás dado el lugar fuera muy normal —el barquero se quedó a la espera.

Un escalofrío recorrió la espalda del explorador al escuchar las voces de ambas cabezas que se complementaban para explicar el precio que, no por extraño dejaba de ser aterrador — Eso no es un precio — atinó a decir. Lo cierto es que, en la situación en que se encontraban nada de lo que pudiera escuchar le resultaba demasiado extraño como para aceptarlo. O quizás todo — Y si lo fuera, quien elegirá esos "lo que que sean" — preguntó, sin saber como denominar la moneda de cambio que les solicitaban — Nosotros o Usted... Ustedes? preguntó sin tener claro como dirigirse al barquero.

— Yo puedo ofrecer el sueño de que mis compañeros sean capaces de seguir un plan  — propuso, parte en serio, parte en broma — después de todo, nunca lo hacen. Sino nunca hubieran tocado esa campana! — completó mientras miraba a Stela y Morkai claramente malhumorado.

Tras una pausa agregó, preocupado — La pregunta es, creo, si pretendéis que paguemos un precio si decidimos no subir a ese bote — comentó finalmente, con una extraña confianza en que las palabras del barquero serían sinceras.

Morkai preguntó a Stela: ──¿Señor querer qué?

Luego lo pensó medio latido de corazón. ──¿Uno de esos cada uno, o las tres cosas entre todos?

Stela maldijo para sus adentros su impulso de tocar la campana. No era propio de ella ser tan imprudente. Había sido casi como si la campana quisiera ser tocada y la obligara a ello.

-¿Una esperanza?-repitió en voz alta-Espero que todo esto no sea una locura y sobrevivamos a la expedición. Y que me paguen lo que se me prometió.

Entonces se dio cuenta de que estaba hablando demasiado.

──Miedo de esa, entregar tú. Morkai saber que tener miedo.

Señalaba a una de las mulas, la Pardilla que, Morkai lo sabía a ciencia cierta, tenía miedo a los ruidos fuertes. No obstante ahorita mismo los muleros estaban correteando de lo lindo para atraparla. El sonido de la campana había sido demasiado para el pobre animal.

──¿Donde llevar barca?

Guardó la piedra en un bolsillo mientras le daba vueltas a aquello: Un miedo, una esperanza, un sueño. ¿Cómo entregarle aquello? ¿Cómo se cobraría el barquero esa mercancía? Quizás se trataba de un simple acertijo, quizás aquel ser se alimentaba de ese tipo de cosas.

—Mmm.— masculló. Un miedo, una esperanza, un sueño. Un miedo, una esperanza, un sueño... ¿Bastaría con lo que habían ofrecido los otros?

Las cosas se tornaban a cada momento más extrañas, hongos putrefactos, hombres ratas, enanos adoradores de demonios, un lago helado en medio de las profundidades, un viejo muelle con su campana, y ahora un gigantesco barquero. Y claro, no había que olvidar los hongos, por que eran muchos. Firfin solo esperaba que no fuese alucinógenos, por que en dado caso bien todo podría ser un terrible sueño. Firfin aún contemplaba intrigado las calaveras de los hombres rata cuando el barquero se iba a acercando.

Entonces el barquero habló y Firfin no pudo contenerse, como bien había ya atinado, aquello no era un precio, sino una maldición. – Contesta demonio y podremos hacer tratos – exclamó el ladrón observando al barquero con detenimiento, acercándose lo más que podía, pero sin poner un pie en la barca. Todo eso estaba maldito, aunque bien se lo merecía por acompañar a los enanos hasta allí, más valía que la recompensa fuese tan jugosa como el creía.

– Por cierto – exclamó Firfin – ¿que pasa si aquellos a quienes esperan llegan antes de que nos lleves al otro lado y tocan la campana?, ¿tendrás que regresar de inmediato y atenderlos? Te lo preguntó por que apenas los vi, ya no deben tardar, aunque supongo ni tu ni ellos tienen prisa – Firfin esperaba que aquel demonio tuviera cerebro, aunque pudiese ser solo un poderoso sirviente.

-¡¿Pero qué...?!- había exclamado momentos antes, sacando el hacha y el escudo en un movimiento entrenado y ensayado miles de veces, y se había quedado con la boca levemente abierta en la sorpresa de la situación: el sonido, el barquero, la forma de pago...

Y ahí había quedado mientras los demás hablaban. Sacudió la cabeza para volver en sí, y relajó la postura al ver que no estaba siendo un peligro... aún. El casco descansaba en el costado, ya que no había tenido tiempo de ponérselo.

-Oten... ¿qué hacemos?- le preguntó al clérigo, sin saber muy bien cómo proceder, pero vio que el viejo estaba tan anonadado como él, y como los demás.

-¿A quién esperas?- le preguntó al barquero, avanzando un par de pasos sobre ese piso de hongos petrificados, despidiendo ese olor tan característico con cada uno de ellos -¿Y qué hay del otro lado?-

No sabían nada, ¿para qué cruzarían si no sabían qué había cuando dejaran el bote?

Firfin deseaba con todas sus fuerzas que lo de los hongos alucinógenos pudiera explicar todo aquello pero, para su desgracia, no era así. El barquero era real y estaba ahora frente a ellos. Aunque nada parecía tener sentido en realidad sabía que en ocasiones los sitios en los que se habían liberado poderes mágicos de gran intensidad abrían puertas a otras realidades. Era muy probable que ni siquiera estuvieran ya bajo la montaña, o al menos no en la misma dimensión en la que pensaban estar¹.

El barquero parecía complacido. Las dos cabezas asintieron:

—Tenemos un enano que sueña con planes ejecutados...

—... y la esperanza de llegar a un destino ...

— ... más el miedo de una mula al ruido ....

— ... no sueñan la gloria ...

— ... no esperan el poder ...

— ... no temen al olvido ...

— ... sus deseos no pesan más que la barca ...

— ... por eso los invitamos a subir y cruzar el lago...

Y la figura se apartó hacia el fondo de la enorme barcaza ignorando las otras preguntas que le habían hecho los aventureros.

Morkai subió alborozado... ...un pie. De pronto se dio cuenta de que había que seguir el Plan. A él el plan le gustaba con chorizo, en bocadillo, pero suponía que esa broma era demasiado sencilla hasta para él, ja, ja, con lo que se quedó paralizado en esa incómoda postura: un pie en el embarcadero y otro dentro de la barca.

──Oh, vaya. ¿Dónde estar Plan?

Aunque a Aren la idea de subir a la barca no le gustaba en lo más mínimo y sospechaba que atravesar el fuego oscuro sería más seguro que hacerlo, las palabras de Morkai lo hicieron replantearse sus prioridades.

De hecho, el mismo creía que sus propias palabras habían sido una especie de broma ante el pedido del extraño gigante de dos cabezas, pero si había algo que el explorador no esperaba en lo más mínimo era que después de expresarlos, sus sueños se pudieran ver cumplidos. Aunque el único que intentara seguir un plan fuera el semiogro, era una mejora respecto a lo que había pasado durante todo el viaje. El enano lo miró con curiosidad antes de comentar mientras meneaba la cabeza, sorprendido de sus propias palabras — Parece que, finalmente, mi sueño se va a concretar. Podemos seguir un plan. Quizás atravesar el agua con este barquero termine siendo algo positivo — 

— Rakard, vamos —  llamó a su oso mientras daba un para de pasos y se trepaba a la enorme embarcación  — El plan ...  — le explicó  al enorme gladiador — ... es que sobrevivamos a este sitio, aunque eso signifique viajar en esta barca —

Avanzó hacia la barca titubeando. Oten metió primero un pie y tanteó con la bota como comprobando la estabilidad de la barca. Gruñó entre dientes. No le gustaban los lagos. Ni el mar. Ni nada que flotase sobre ellos y menos aún si el barquero era un ser con dos cabezas surgido de las tinieblas. Sin embargo, no parecía haber otra opción así que cogió aire, cerró los ojos y metió corriendo la otra pierna. Se quedó allí quieto un instante. Encima de la barca. Como esperando a que algo sucediera, pero no pasó absolutamente nada. Suspiró aliviado y abrió los ojos 

—Vamos— dijo a los demás.

—Por Kramor, no alarguemos ésto—

No recordaba conscientemente haber subido a la barca pero alli estaba. Podia notar bajo sus botas la barca mecerse suavemente en las quietas aguas.

Dirigio una mirada al inquietante barquero. Trago saliva.

Morkai se había sentado en un lugar que quedaba más o menos a los pies del barquero: este estaba en una posición elevada respecto de cualquiera que tomara asiento en la embarcación, de modo que ahora la cabeza del semiogro solamente quedaba un poco más baja que las del tipo que llevaba el timón.

──Hola. Morkai venir siguiendo Plan. Plan ser cosa que surgir un poco así, como cosas verdes que salir en campo... Plantas. Nacer de tierra: cosas que ocurrir. Regar con gente que habla, discute. Semilla estar en alguna parte. Salir completo solo cuando todo haber acabado.

Se sentía ingenioso y hasta poeta, Morkai.

──Perdonar. Morkai no haber presentado. Ser Morkai.

Miró más hacia el interior de aquel lago. La oscuridad parecía cerrarse. Esa oscuridad de cualidad casi física, no la otra. La otra estaba en todas partes, como la oscuridad normal de toda la vida. Al final, en medio de un muro de Oscuridad (vamos a decirlo poniendo mayúsculas, si no nos vamos a tirar todo el día dando explicaciones), parecía haber un hueco. Pero donde estaba el hueco también el agua parecía más movida. ¿No estaba viendo el inicio de un remolino? ¿De un gran remolino? Era difícil saberlo mirando desde el embarcadero, pero...