Partida Rol por web

El ladrón no estaba muy convencido, a pesar del discurso motivacional de Gromenauer, pero reanudó la marcha. Eso sí redoblando las medidas de precaución y pegado a la pared.

Y es que, además, otra vez era el idiota que iba con la antorcha por un túnel en vez de ir escondido en las sombras como le gustaba... Y eso le hacía sentirse aún más incómodo.

Aferró su estoque y avanzó intentando no meter ruido. Quien sabía, existía la posibilidad de que los bichos peligrosos de las advertencias fueran ciegos y se guiaran por el oído. O por el olfato, y en ese caso sería Gromenauer el que les atraería...

Los dos héroes seguían avanzando porque eso es lo que suelen hacer los héroes: avanzar pese al peligro inminente.

También es cierto que eso mismo hacen los lemmings, pero ese es otro tema que quita epicidad al asunto.

El caso es que mientras avanzaban, por algún motivo, fueron recordando a los miembros desaparecidos de la expedición. El primero fue Darniel, el gnomo parlanchín que se las daba de inventor. Ese ni llegó a las montañas¹. Cuando llegaron a los túneles el guerrero grandullón llamado Tokken cayó bajo el asalto de los oscurandos, un final digno para un guerrero competente. Pero ¿qué habría sido de los otros dos? Habían desaparecido poco después del primer asalto de los oscurandos pero tras erigirse Roark como nuevo rey de los minions siguieron sin aparecer²

El ladrón seguía avanzando incómodo por la situación pensando en cómo sus dos compañeros habían desaparecido a la que los oscurandos le habían arrancado la cabeza al bueno de Tokken. Habían salido por pies murmurando algo de encontrar la salida y traer refuerzos. Claro que si él hubiera podido habría hecho lo propio, pero no lo había podido hacer así que podía odiarlos sin problemas.

¡Malditos!

Mientras avanzaban, Gromenauer recordó a los que habían emprendido la búsqueda hasta aquí. Estaba el gnomo que los contrató, que se pensaba que era más listo que ellos. ¡Ja! ¡El enano ya estaba buscando el cristal antes que él! ¡Darniel solo hizo que llegasen acompañados hasta aquí! Aunque él fue el primero en abandonar el barco. O perderse en el bosque. O ser comido por una criatura del bosque. Lo cierto es que ese gnomo era el más idiota de todos los gnomos con los que se había cruzado el enano.

Luego estaba Tokken, el idiota que decía ser guerrero de un dios. Un paladín, vaya. ¡Qué estupidez, consagrar tu vida a un dios! ¡Si ellos luego son los primeros en ignorar a los mortales! ¿O es que acaso alguno de ellos estaba aquí para ayudar a los mortales? ¡Pues claro que no! Su estúpido y haragán dios no intervino cuando los oscurandos le arrancaron la cabeza. ¡De hecho se consagró a él cuando arremetió contra ellos! ¡Maldito idiota!

Después estaba el otro gnomo, el mago "ilusionista". Bastante más torpe incluso que el mago que creó la llama que casi hace que quemasen aquella guarida del alquimista. ¡Menudo lince era ese Rathikus! Gromenauer a veces se preguntaba qué había sido de él, y por qué esas prisas para volver a su universidad de magos. ¡Si la mejor manera de aprender magia es lanzar bolas de fuego a los enemigos!

Pero al gnomo Kwafle siempre le gustaba ir acompañado del otro idiota... ¿Cómo se llamaba? ¡Ah sí, Elthian! ¡Un estúpido elfo en la expedición! ¡Y encima le pedían al enano que pusiese buena cara! Otro estúpido elfo, como todos los elfos comeflores, que vivía del mundo de la farándula. Tan él como el gnomo decían que se habían escapado de una feria donde daban espectáculos. ¡El espectáculo hubiese sido que se hubiesen enfrentado también a las pequeñas criaturas!

Pero ahora estaban solos, por suerte. No estaban rodeados de idiotas que quisiesen la Roca de Alma. ¿O tal vez sí, y el gnomo y el elfo habían usado sus trucos y engaños para esconderse y robar el trozo de mapa, como pensaba el guerrero? ¿Intentarían encontrarlo antes de que ellos, o estaban esperando a que lo recuperasen y luego intentar robarlo, dejando perdidos a los dos en los túneles y sin posibilidad de volver a escribir el mapa por que lo habían robado?

Bah, seguro que la comida de los oscurados se los habían comido ya, porque no eran mucho más listos que sus cochinillas gigantes. Lo importante era estar preparados. Por eso, Gromenauer apretó su maza con fuerza, mientras miraba su escudo. Si algo les atacaba... ¡Ya podía ser algo más que un gnomo ilusionista o un elfo bardo! ¡Pues de ser así, pagarían bien caro su atrevimiento!

Roark miró a Gromenauer y supo que estaba pensando en sus compañeros desaparecidos. Y vio en la mirada del enano que él también sabía que el ladrón estaba pensando en ellos.

Se encogió de hombros -A mí no me mires, por mí como si les parte un rayo. Lo único que tener más gente con boletos de la rifa de lo que sea que se esconda en estas cuevas estaría bien. A menos mandíbulas por cabeza tocaríamos...

—En realidad, solo me preocupa que sean no muertos o algo así —dijo algo más solemne el enano—. Sabían a lo que venían. No me importaría hundir mi maza en el cráneo del elfo, pero que al menos fuese por algún motivo de peso, y no porque quiere comerse mi cerebro o algo así. ¡Eso nunca es divertido!

—Aunque dudo mucho que nadie resucite a esos idiotas como no muertos. Si fuesen enanos lo entendería, pero... ¿Quién quiere un elfo no muerto? ¡Es contradictorio, estaría dando arcadas de su hedor de no muerto todo el rato! ¡Sería el no muerto más inútil del mundo! —terminó de decir mientras seguía avanzando por el túnel. Parecía que el condenado túnel no iba a acabarse nunca.

El ladrón se detuvo un momento ante la imagen mental de un elfo zombi vomitando por su olor putrefacto. Desechó la imagen con un encogimiento de hombros y reanudó la marcha en silencio atento a trampas y/o seres terribles que justificasen los pictogramas de penes...

Se detuvo otra vez y le hizo un gesto a Gromenauer para que hiciera lo propio. Él no era experto en cuevas, pero ¿aquella no estaba demasiado silenciosa? -Oye Gromenauer, ¿no está todo demasiado en silencio?- dijo en voz baja...

—Noooooo...

Roark se volvió hacia Gromenauer. Era raro que el enano hablase en susurros y mucho menos con una voz tan falta de aire.

—Nooooooo.... sigáaaaaiisssss....

Gromenauer miró a Roark. ¿Qué tontería hacía ahora? ¿Trucos de ventriloquismo?

—Poooor favvoooooorrrr...

Ambos miraron para arriba. Roark se ayudó con la antorcha porque al contrario que el resto de las salas donde moraban los oscurandos, y que al parecer habían sido labradas por unos enanos de un clan maldito, aquellos túneles eran muy altos. De unos cuatro metros al menos. Y allí estaba, en lo más alto, pegado al techo como si fuera una mosca en una tela de araña, el elfo Elthian. O eso parecía. La verdad es que era complicado distinguirlo con toda aquella negrura que lo rodeaba formando una especie de capullo de la que sólo sobresalía parte de la cara. Una oscuridad que se retorcía ante la luz de Roark como un montón de gusanos en una tumba. Una oscuridad de esas que resultan inquietantes para echar una siesta. Porque que te peguen al techo y te absorban la vida— digamos que Elthian no tenía una pinta demasiado sana —era preocupante.

Roark dio instintivamente un paso atrás levantando la antorcha en una mano y la espada en la otra -Elthian amigo, tienes mala cara. ¿No te has dado la mascarilla de camomila esa para el cutis? ¿Has dormido bien? ¿Cómo demonios has acabado ahí arriba? ¿Y por qué no hemos de seguir? ¿Y a donde demonios te has largado en cuanto la cosa se puso fea? Porque a por refuerzos es evidente que no...

—Vamos no me jodas... —fue lo único que pudo decir el enano cuando miró hacia arriba para ver al elfo atrapado en esa especie de capullo, mientras amarraba con fuerza su maza y sostenía su escudo.

Su escudo... Tal vez con el podría intentar liberar al elfo. Total, peor no paría que pudiese estar.

Mirando al humano, dijo—. ¿Intento liberarlo con mi escudo? Aunque no sé hasta que punto es una buena idea. Aunque tengo que reconocer que ver a un elfo caer desde esa altura igual es gracioso.

Roark miró al elfo. Al enano. Al elfo. Al enano y se encogió de hombros -Si no le gusta la caída, no haberse dejado atrapar tontamente. Prueba a ver qué pasa...

El enano se encogió de hombros—. Pues también es verdad —respondió Gromenauer al ladrón. Mirando hacia arriba, y apuntando con su escudo, gritó a Elthian—. ¡Intenta no moverte! ¡Voy a intentar liberarte!

—Venga ¡apostad!— Arsenius iba recogiendo las joyas que los dioses improvisaban de la nada.

Es evidente que los dioses, por el mero hecho de serlos, tenían todas las riquezas que pudieran imaginarse. Pero aún así les divertía apostar. En casos muy importantes se apostaban su Esencia Divina. No había consenso sobre que era la Esencia Divina. Algunos decían que era la fe de sus creyentes cristalizada para pasar los momentos difíciles. Otros que era Magia Pura que sólo los dioses podían manejar. Fuera lo que fuera era algo importante y aquella apuesta no lo era tanto. Ni siquiera los dioses podían tomarse en serio a los elfos. Así que apostaban joyas de valores estratosféricos por pura diversión para saber que sucedía con el elfo y el lanzamiento del enano.

Gromenauer apuntó con su escudo. Solo esperaba no hacer puré al elfo. Apuntó, apuntó y...

El escudo dio en el blanco. Aunque bueno, no fue tan bueno como el enano hubiese esperado, ya que del suelo solo pudo recoger su escudo. Lo bueno es era que el elfo se seguía moviendo. Aunque bueno, eso no era del todo bueno. Los elfos que se mueven tampoco es que sean algo bueno.

El caso es que el elfo seguía vivo y sin rasguños. Lo malo era que seguía colgado en el techo. A dos metros menos, pero seguía ahí. Tendría que volver a intentarlo, con todas sus consecuencias. O eso, o intentar aupar a Roark para que él llegase.

Pero todo giraba en que había un elfo colgando de un hilo, colgando cual butifarra a la espera de ser devorada...

El ladrón dejó la antorcha en el suelo y sacó un trozo de pergamino con un 7 de su mochila. Se lo enseñó a Gromenauer. -Buena ejecución pero la salida no es buena, que sigue colgando del techo. Eso te resta puntos.

Acto seguido se lo guardó, envainó la espada, se colgó la antorcha al cinto y sacó el arco. Armó una flecha y apuntó con cuidado. -Aprende.- La flecha salió del arco...

La flecha cortó el hilillo y el elfo acabó estampado contra el suelo.

Hasta aquí todo normal.

Lo que no fue normal es que aquella masilla oscura agarrase la flecha como si fuera algo vivo y luego se fuera reptando hacia el interior del túnel por el techo, como un gato con un juguete nuevo.

El elfo parecía haber quedado inconsciente con el golpe pero respiraba.

Roark se apartó de la trayectoria de caída del elfo sin dejar de mirar a la flecha que ahora era llevada hacia la oscuridad de la cueva por... Por... Por... Algo oscuro.

El elfo se comió el suelo de la cueva de una manera poco elegante así que, sin dejar de mirar a la flecha, Roark sacó distraídamente un pergamino con un 2 y se lo volvió a guardar. -Y te salvas del cero porque la melena ni se te ha movido.

Iba a decir algo sobre la cosa aquella que había salido reptando por el techo como si tal cosa cuando se dio cuenta de que su antorcha brillaba con un color rojizo y en forma de bola. Fuera lo que fuera aquella cosa, la antorcha reaccionaba como si fuera su enemigo mortal. Lo cual por otro lado era lógico: una antorcha que da luz y un bicho de oscuridad no se podían llevar bien. ¿No?

-Eeeeeeeeeem Gromenauer. Algo me dice que, quizás, deberíamos emprender una retirada prudente mientras Elthian nos cuenta qué demonios pasa aquí...

Sorprendentemente, Roark estaba como a cinco pasos de donde estaba hacía un momento. Y justo en la dirección opuesta de la que había seguido su flecha... Y otra flecha estaba preparada en su arco.

—¡Paparruchas! —dijo el enano ante el intento de huída del ladrón—. ¡Primero veamos qué ha pasado!

Mientras decía esto, Gromenauer sacó el filo de su escudo, para con el cortar lo que envolvía al elfo. Después le dijo—. Vamos, habla. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde está el idiota del gnomo que siempre iba contigo? No el que se fue a cagar y se perdió, el otro.

Roark estaba otros tres pasos más atrás con el arco preparado. -Pregúntale por la cosa esa oscura...

—Me muer....ooogh....

El elfo parecía bastante maltratado. Los dos aventureros comprobaron que lo que fuera que lo había colgado allí arriba le había constreñido los huesos con dureza y ahora que lo habían liberado probablemente las astillas de los mismos habrían rasgado varios órganos internos. Eso sin contar lo que le hubiera hecho la Oscuridad, porque Roark vio claramente como algunos zarcillo salían del interior de las orejas puntiagudas y se escapaban también túnel abajo. El pícaro prefirió no imaginare de donde habían salido los zarcillos que se deslizaron por las botas. La cosa pintaba muy fea. De esas en las que te preguntas si los conjuros de resurrección son cosas de leyendas o de verdad puedes tirar de ellos. Estaba en su último aliento.

Aún así tuvo la fuerza suficiente como agarrar el brazo de Gromenauer y decir unas últimas palabras:

—Mi... moch....moch.... ongggg....

Normalmente todo el mundo imagina sus últimas palabras en este mundo como algo épico del tipo 'Me voy pero os esperaré al otro lado' o 'Dejo tantas penas como afrentas sin resolver, descansad vosotros por mí'. Incluso algo tipo 'Os espero en el infierno cabrones'. Pero al final las últimas frases de aventureros suelen ser cosas como '¿seguro que esto no aguanta mi peso?' o 'mira que flor más bonita, me pregunto a qué olerá?'. O el clásico '¿quién se bebió mi última poción de curación?'. En fin. Las últimas palabras del elfo habían sido 'mi moch, mi moch, ooonggg'. Algunas canciones funcionaban con menos.