Las puertas del Infierno se han quebrado y sus ocupantes, prisioneros durante milenios, han empezado a escapar.
Muchos ávidos de venganza, otros, con ansias de dominio sobre los mortales, otros con la esperanza de encontrar a su gran Líder, Lucifer, el Lucero del Alba, aquel que inicio la rebelión contra los cielos.
La ciudad de los Ángeles, la meca de la diversión y el entretenimiento, la nueva forja de mitos y leyendas que en el fondo no son más que seres de carne y hueso. Tan brillante a veces, como oscura y cruel es un imán para los seres que una vez crearon el propio mundo.
Dos figuras se recortaban ante las lejanas luces de la ciudad. Ella tenía el rostro arrepentido, él sólo contemplaba aquel único paisaje que conformaba la isla de Manhattan en la distancia.
-¿Te das cuenta de lo que puede producir ese accidente? ¿Cómo pude ser tan estúpida de soltar el vial?
El hombre pone su enorme mano sobre el hombro de la mujer, de forma delicada.
-No se culpe. Estabamos huyendo. Le podía haber pasado a cualquiera. A cualquiera. Con un poco de suerte, toda la fórmula se diluirá.
-Eso espero... aunque si no es así... seré más responsable aún de lo que ya he hecho.
-Poco a poco. Afrontemos cada obstáculo poco a poco. Es lo que me decía usted. Por el momento debemos volver a encontrar un lugar donde escondernos.
Ella asintió. La huída aún no había acabado.