Partida Rol por web

1827

♥ Relatos de Benjamin Blossom ♥

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26/04/2023, 19:12
Narrador
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26/04/2023, 19:17
Elisabeth Colville
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    »Las pesadillas habían vuelto a atormentar al pequeño Gabriel. Desde hacía varias noches, las sombras que acechaban en la oscuridad de su dormitorio, se alargaban e intentaban atraparle. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir el frío entumeciendo sus músculos y una presión por todo el cuerpo que le aterrorizaba, escuchaba una respiración rasposa y desgastada junto a su oído y la áspera caricia de una barbilla mal rasurada en su tierna mejilla. Al abrirlos, sentía como las sombras reculaban y tan sólo se dejaba oír el ulular del viento deslizándose entre las ramas de los árboles que habían en el patio. 

Asustado, llamaba a su mamá y le pedía que se quedara con él. Con ella se sentía seguro, pues hacía huir a las sombras de su dormitorio. Ella se metía en la cama junto a él y le cogía en brazos mientras cantaba una nana y le acunaba. Era feliz.

— Mamá cuidará de ti, mi bebé, nunca se separará de ti... —

Y Gabriel se dormía entre sus brazos.«

— Pobre mi señor, me da tanta pena... — Marie llevaba cada mañana una bandeja al dormitorio de Gabriel y se le rompía el corazón cada vez que le veía. Parecía que dormía plácidamente, pero su pequeño cuerpo se estaba consumiendo. Su padre, sir Petyr de Goyola, no se separaba de su lado. El hombre había perdido peso, hacía días que no se rasuraba la barba y sus ojos parecían hundidos por la tristeza. Hacía un año que había perdido a su querida esposa y ahora, su hijo de diez años languidecía en el lecho. Nadie sabía lo que ocurría, los médicos no podían dar una explicación a la enfermedad que le aquejaba. Habían intentado todos los medios para despertar al pequeño, pero ninguno había dado resultado. Tan sólo faltaba esperar a ver si despertaba algún día...

Hacía frío. Sir Petyr acarició la piel de su hijo y le cubrió con las mantas, procurando arrebujarle bien. Besó su suave mejilla y se dejó caer nuevamente en la silla. Cerró los ojos y una suave dulce nana empezó a acunarlo... Podía escuchar su voz, arrullándole y sonrió. 

Cuando Marie regresó al dormitorio para recoger la bandeja, se encontró a sir Petyr sentado sobre un charco de roja sangre, mientras cantaba una nana y acunaba el cuerpo sin vida de su hijo Gabriel. El cuchillo que le había dejado junto a la comida sobresalía del pecho del pequeño, que tenía los ojos abiertos, con una mirada de terror y un grito que no había llegado a resonar.

                                                                                                                                                   Benjamin Blossom

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29/04/2023, 11:29
Elisabeth Colville
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      » Alguien la estaba siguiendo. No era paranoia suya, había sentido una sombra cuando pasó por debajo de una de las farolas que iluminaban, con una luz entristecida, las frías calles de Londres. La sombra alargó sus lánguidos dedos, consiguiendo atraparla y arrancarle parte del vestido, pero ella consiguió liberarse y corrió mientras gritaba con voz desgarrada. Las pocas personas con las que se cruzó apartaron la mirada, escandalizadas al ver sus senos, blancos e impuros, balanceándose mientras ella corría y suplicaba que la ayudaran. 

Las calles, empedradas, recogían el eco de sus gritos y los devolvía con una burla macabra.

Mientras corría, uno de los tacones de sus zapatos se rompió, torciendo su delicado tobillo. Sintió un dolor electrizante recorrer sus nervios y cayó al suelo, desollándose las rodillas y las manos. Podía sentir la sombra cada vez más cerca. Se volvió, con la mirada desencajada, mientras intentaba levantarse, pero su tobillo cedió y un grito de dolor reverberó en los cristales. Se encontraba en una pequeña plaza, los edificios que había a su alrededor estaban dispuestos en una extraña forma y sus líneas parecían formar una especie de pentagrama. Podía sentir la presencia de curiosos, que la miraban con desprecio a través de las ventanas cerradas. Las luces titilantes de las velas que sujetaban con sus manos, iluminaban tenuemente unos rostros huecos y hambrientos.

Lo que fuera que la había estado siguiendo ya se encontraba allí, podía sentir en su piel una sensación repulsiva y oleosa, podía sentir esa presencia, rezumando maldad, a pesar de que era incapaz de verle... Sus ojos se abrieron, aterrorizados, cuando un aliento helado rozó sus pechos, erizando su piel y haciendo que sus pezones reaccionaran, endureciéndose. 

Volvió a gritar, pero algo se metió en su boca. Sintió náuseas cuando aquello empezó a adentrarse hasta su gaznate. Estaba helado y tenía una textura dura y áspera. Entró hasta el fondo de su garganta y un dolor desgarrador recorrió su cuerpo cuando infinidad de cortes empezaron a seccionarla. Algo la agarró del cabello y le tiró la cabeza hacia atrás mientras unos fauces la desgarraban y la sangre, caliente, humeaba en el frío de la noche. Mientras perdía la consciencia, lo último que escuchó fue una especie de cántico saliendo de las casas que rodeaban la plaza...«

                                                                                                                                         
                                                                                                                                                Benjamin Blossom

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13/05/2023, 16:31
Elisabeth Colville
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Era la primera noche que la familia dormiría en la vieja mansión que Johan Bakerswille, el cabeza de familia, había heredado de una tía abuela lejana. Hasta hacía unos días no había sabido nada sobre la existencia de aquella mujer y, de la noche a la mañana, se había convertido en el dueño de "The Bakerswille House". 

Llegaron a la mansión a primera hora de la tarde de un frío y húmedo día de mediados de octubre. La familia Bakerswille al completo, Johan, su mujer Anne y sus tres hijos, Junior, Alba y Henry. 

El pequeño Henry, de tan sólo seis años de edad, sintió un frío sobrecogedor en cuando entró por las enormes puertas. Gritó y empezó a llorar, suplicando que quería irse de aquel lugar. Pero el matrimonio Bakerswille venía de estar compartiendo una pequeña casa con otras dos familias. Sus hijos habían tenido que dormir hacinados en una pequeña alcoba que se encontraba debajo de la escalera. Por lo que ignoraron los gritos del pequeño y decidieron que aquel sería su hogar. 

La casa tenía tres plantas. En la planta baja había una biblioteca, el comedor principal, una sala y las cocinas. En su enorme hall se encontraban las escaleras que subían a las plantas superiores. La segunda planta era donde se encontraban los dormitorios y dos baños. Uno para el matrimonio Bakerswille y el otro lo dispusieron para que lo compartieran los tres hermanos. Y la tercera planta se abría a un enorme espacio, lleno de viejos utensilios que habían pertenecido a algún antepasado.

Al llegar la noche cada niño se dirigió a su nuevo dormitorio. Henry no estaba acostumbrado a dormir solo y aquella estancia se le antojaba terriblemente fría. Su madre entró para arroparle y él le suplicó si podía dormir en su cama, pero ella se negó, Henry ya era mayorcito y tenía que acostumbrarse a dormir solo. Una vez se fue y le apagó la luz, el pequeño se encogió en la enorme cama. Las ventanas crujían y las ramas de un alto ciprés arañaban los cristales con un leve chirrido. El aire se colaba indolente por alguna rendija, creando con su roce el sonido de un tenso silbido. 

Henry sentía que aquella casa tenía vida propia y no le gustaba la presencia de unos extraños. Cerró los ojos, cubriendo su cabeza con las mantas y empezó a contar del uno al cien. Cada número que pronunciaba era acompañado por un ligero "tap", que al principio no sabía lo que significaba. 

— Uno... — Tap — Dos... — Tao, — Tres... — Tap. — Cuatro... — Tap.

Cada vez sonaba más cercano.

— Cinco... — Tap. — Seis... — Tap.

Abrió los ojos, asomando la cabeza por debajo de las mantas y encontrándose con la figura de una anciana, que caminaba con un viejo bastón y se cernía sobre él. La anciana abrió la boca mostrando una dentadura negra, mientras empezaba a reírse y alargaba una mano huesuda, con los dedos retorcidos y las uñas largas y mugrientas.

— Siete... —

                                                                                                                                            Benjamin Blossom

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23/07/2023, 11:22
Elisabeth Colville
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— ¡Ayuda...! —

La señorita Georgina abrió los ojos. Le había parecido escuchar una voz infantil, que había llegado a atravesar el velo de sus sueños. Se quedó unos minutos quieta, arrebujada en sus mantas y aguzando el oído, esperando volver a escuchar la voz del infante. 

«La habré imaginado...»

Se dijo, relajando la tensión de los músculos y se removió bajo las mantas, buscando una postura más cómoda para seguir durmiendo. 

— ¡Ayúdame, por favor...! —

Otra vez la voz infantil y esta vez no la había imaginado. Se incorporó, sujetando la manta contra su cuerpo tembloroso y recorrió el dormitorio con la mirada. La luz plateada de la luna entraba a través de sus ventanas abiertas, iluminando tenuemente el contorno de los muebles y creando sombras que la habían asustado desde niña.

— ¿Quién eres...? — Preguntó con la voz rasgada por la tensión que sentía en las cuerdas vocales. 

— Soy Dabaron... Ayúdame... Sácame de aquí... — 

La mirada de Georgina se detuvo sobre el antiguo espejo que le había regalado su tío Ernest. Lo había conseguido en una subasta, durante su último viaje a Nueva Orleans. El hermoso marco tallado parecía formar unas cadenas trenzadas y estaba hecho de marfil y el cristal estaba cubierto con una fina capa de plata bruñida. 

— Por favor... Necesito tu ayuda... —

Un niño la miraba desde el interior del espejo. Tenía los ojos negros como el carbón y el cabello ensortijado caía sobre sus hombros. No tendría más de diez años.

Georgina sintió como el corazón le daba un vuelco y sacó las piernas de debajo de las mantas. Hacía mucho frío, sintió como su piel se erizaba y empezó a tener mucho miedo. 

— ¿Por qué estás allí? — Le preguntó con la voz temblorosa y se acercó unos pasos al espejo. 

— Me atrapó una bruja muy mala y me encerró aquí... Sácame, por favor... Tengo miedo... —

La joven tenía un mal presentimiento, pero no podía permitir que un pobre niño, inocente, estuviera sufriendo de aquella manera. Terminó de andar los pasos que la separaban del espejo y cayó de rodillas delante de él. Su corazón se había acelerado y sus ojos estaban bañados en lágrimas. 

— ¿Qué tengo que hacer? — 

— Apoya la mano en el espejo y repite conmigo... —

Al posar los dedos sobre la superficie plateada, Georgina sintió que ésta quemaba y un escalofrío recorrió su espina dorsal. Sus ojos se abrieron como platos y apartó corriendo la mano mientras negaba con la cabeza.

— No puedo... No puedo hacerlo... No... — Tenía una sensación muy mala y estaba asustada, muy asustada. 

— Ayúda... me... — Rogó el niño, mirando hacia un lado y hacia otro. — No permitas que vuelva a atraparme... Tengo miedo... —

Georgina ahogó un gemido y volvió a posar su mano sobre la superficie caliente. 

— Dime, rápido, qué tengo que decir... — Le preguntó con urgencia y apretó los labios, haciendo un gran esfuerzo por mantener la mano sobre el cristal que cada vez estaba más caliente. 

— Codkayga maqal, qaylo iyo cad. Madhan ka dib, aamusnaanta, geerida dabadeed naftayda Dabaroon baa leh —

La joven repitió cada una de esas palabras y en el momento en el que pronunció la última sílaba, la superficie del espejo pareció volverse líquida. Intentó apartar la mano dolorida, pero parecía estar pegada y empezó a sentir una fuerza que tiraba de ella. Horrorizada miró de nuevo hacia el niño, pero éste había desaparecido, en su lugar había un hombre desfigurado, con las manos terminadas en garras. La miraba con una sonrisa torva y su boca se abrió, mostrando una hilera de colmillos que empezaron a chasquear. 

— Ya eres mía... —

Un grito desgarrador rompió el silencio de la noche. 

Cuando los padres de Georgina entraron en el dormitorio, lo encontraron vacío. La buscaron desesperados por todas partes, esperaron angustiados alguna petición de rescate, pero ésta nunca llegó...

Benjamin Blossom    

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23/07/2023, 14:01
Elisabeth Colville
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— Codkayga maqal, qaylo iyo cad. Madhan ka dib, aamusnaanta, geerida dabadeed naftayda Dabaroon baa leh*

— Escucha mi voz, alta y clara. Tras el vacío, el silencio, tras la muerte mi alma pertenece a Dabaron

(En somalí)