Partida Rol por web

Cuando pasaste por una de las casas (2) te asomaste al interior, mirando entre el humo y el trozo de pared de vivienda que faltaba, y viste una familia de cadáveres allí dispuesta, yaciente. Había perecido, pero no por el humo: más bien estaban desangrados, desgarrados, y casi te provoca otro sablazo en el alma; parecía como si hubieran sido devorados, mordidos, tal vez por lobos o animales con mandíbulas y garras. El caso es que aparte de aquella tremenda visión, te dirigiste a una vivienda, andando casi sin rumbo, un poco a las afueras de Maratá. El humo y la ceniza aún lo inundaban todo, y tosías a cada paso que dabas. La vivienda, para tu sorpresa estaba al lado de un cementerio, y te pareció que era la casa del enterrador local, seguramente.

Una vez en la casa vístes los cadáveres de un tipo y lo que parecía su familia, horriblemente despedazaos en la vivienda de piedra, ahora casi derruida y llena de hollín y ceniza. Te pareció además que las paredes de ésta hubieran sido cortadas (o rasgadas) como si fueran de mantequilla. En los rostros de los cadáveres había reflejado un auténtico terror. Desde fuera, aún mirando el interior, te pareció ver entre el humo que se interponía entre tus ojos y el mundo una inscripción, en una pared en el interior de la vivienda. Allí había algo escrito...

Tras el lance, y sopesando que la mejor manera de seguir vuestro cometido era avanzar, seguísteis avanzando por la hondonada, dejando atrás los cuerpos de los canes allí tendidos. Algo menos de una hora llegásteis, a duras penas, al epicentro del humo, que bien se veía desde mucho antes de vuestra llegada: os adentrásteis en Maratá.

Sentísteis el calor en vuestro cuerpo, vuestro rostro y vuestra frente, y el espectáculo divisado era desolador. Tres cuartas partes del pueblo estaban calcinadas. El lugar debía ser un sitio de pocas casas bajas, de madera o paja y piedra, pero ahora no eran sino polvo y ceniza al mismo tiempo. En el pueblo, la visión que os encontrásteis fue increíble: decenas de cuerpo tendidos en el suelo, cuerpos sobre los tejados de algunas casas, cuerpos volcados en algunos marcos y ventanas... y un fuerte olor a azufre que invadía la zona, epicentro seguramente del humo. No había ningún habitante moribundo: todos están muertos (hombres, mujeres, ancianos y niños). Tampoco rastro de Osvaldo.

Ya con una daga desenvainada, Damiá entro en la casa del enterrador. Al igual que en las otras casas todo era destrucción y muerte. Lo más significativo, era que la muerte había venido en forma de garrazos y mordiscos ¿Qué animal podía haber hecho eso? ¿Un can del infierno? ¿Estaría relacionado con el demonio del monasterio? No había forma de saberlo, o puede que si. En la casa había algo escrito, el pirata se acercó dispuesto a leer esa posible pista. Pero para acercase tomo las debidas diligencias, alejándose todo lo posible de los cadáveres y ventanas, y sin perder de vista a la familia de muertos.  

.

   Miro nervioso el pueblo mientra me retuerzo las manos y señalo la casa de enfrente que parece estar llena de cadáveres.

   - Si... si... si Dos Osvaldo ha pasado por aquí, habrá pasado por ahí delante. - Señalo la casa.

   Me tapo la nariz con la manga para no aspirar los vahos que pudieran contagiarnos quiensabeque.

   - No respiren sus señorías estos aires emponzoñados... deberiamos... con su venia, mis señores, mirar la iglesia ¿no creen? - Vuelvo a señalar las casa en la que están los cadáveres. - Y quizás deberiamos evitar esa masacre. Desde aquí se puede llegar a la iglesia ocultos entre los árboles de la vereda del camino. -

   Y espero a ver que les parece la idea.

.

¡Qué el misericordioso les acoja en su gloria!- Susurré mientras me santiguaba a la vista de la masacre acaecida en Marata. Escuchar a Eguzki me llevó a taparme nariz y boca con un trapo.- La iglesia es un buen lugar donde comenzar la búsqueda de Damià y Osvaldo, si esto es obra del maligno, buscar refugio en sus paredes entra dentro de lo probable.- Contesté de acuerdo con el curandero.

Pareció que enseguida oteásteis la iglesia, o lo que quedaba de ella, y os encaminaste hacia allí. El humo del incendio se os metía en la boca, pero ya teníais vuestras armas a vuestra mano, y algo os reconfortaba. El caso es que entrásteis en la iglesia, tratando de vigilar que ningún cascote cayera sobre vuestras cabeza. Y la imagen que vísteis allí fue horripilante: pareció que todos los vecinos con fe se reunieron aquí, pero eso no les salvó; sus cuerpos semicalcinados, arrojados y colocados en mil maneras (los que aún podían distinguierse entre la tierra y la ceniza) era una constante en el santo lugar. Además, al elevar la vista encontraste a un tipo crucificado de forma invertida en una cruz de madera apoyada en el muro del ábside. Todo terrible, tu cuerpo se heló. Algunos de los cadáveres que no estában calcinados se estaban... ¡MOVIENDO!, al igual que pasó con los cuerpos de la abadía visitadas días atrás. Sólo que éstos no podían ni levantarse, y no causaban amenaza alguna (si no se los molestaba). La visión era terrible*.

Lo que había escrito en el interior estaba en color rojizo. Te adentraste como pudiste allí, sin pisar demasiado los cascotes. El humo y el calor del pueblo seguía azotándote. Cuando estuviste allí, más cerca de los símbolos, pudíste ver lo que ponía. Al menos verlo, porque no acertaste a leer muy bien lo que contenía. Eran unas leves palabras, y al final una marca a modo de firma. El símbolo era muy parecido al que tu compañero, el caballero Dalmau, tenía escrito como a fuego en su cuerpo desde hacía ya muchos días: "AG".

.

     - IIaaaaajjjjjjeeee - salgo raudo de la iglesia y me escondo fuera tras una roca mientras señalo con la mano temblorosa al interior. - Se..., se... se mueven... -

   Me santiguo tres o cuatro veces, y agarro con fuerza mi cruz de carvaca dentro de mis ropas, mientras trato de controlar los temblores de mi cuerpo y miro nervioso alrededor.

.

El pirata trato de concentrarse en las palabras, pero no puedo descifrar nada. De pequeño le había interesado más correr por los muelles que escuchar las tediosas charlas del cura sobre el arte de escribir. Pero si reconoció la firma, AG, pero no conocía a nadie con esas iniciales. Todas las pistas indicaban a los sucesos del monasterio, que de alguna forma estaban relacionados con su misión, o eso pensaba el pirata.

Ante la imposibilidad de poder hacer nada más en esa casa, decidió salir al camino y explorar lo que quedaba del pueblo mientras llegaban sus amigos. Seguro que alguno de ellos tenía más fortuna leyendo los escritos.

Estaba horrorizado el de la Torre ante aquel escenario. Pero, tal vez por todo lo que ya habían vivido, o porque estaba todavía bastante débil, su reacción fue contenida y aparentemente fría. Tantos muertos, tanta destrucción, incluido el edificio santo...

-Mucho me temo que a este enemigo ya lo hemos conocido- dijo al grupo mientras observaba como los cadáveres se movían pero no lograban ponerse en pie y luchar.

-Busquemos a Damià et a Osvaldo. Creo que ya nada podemos hacer aquí et siento que el mal nos está tomando ventaja.- según recordaba esta era la primera ocasión en que se asolaba un lugar antes de que ellos llegasen. Eso le daba que pensar. Quizás el retrasar su partida de la posada a causa de su enfermedad había provocado aquello. Tal vez si no se apremiaban eso sería lo que irían encontrando a su paso.

.

   Asomo la cabeza sin atreverme a entrar en la iglesia y asiento en conformidad, ¡cualquier otro sitio mejor!

   - Síi, sí... vaa vaaaamos a otro lado. -

   Procuro ponerme detrás de Sebastián mientras me muevo lo más discreto que me permite mi temblor, sin perder de vista las ruinas.

.

Todos lográsteis aguantar la compostura ante tal visión: los cadáveres moviéndose (o al menos intentándolos) excepto aquellos que ya estaban calcinados por el fuego... Eguzki se revolvió por dentro y a punto estuvo de vomitar lo poco que había comido hasta ahora. El humo seguía rondando por doquiera, y apenas podíais ver pocas varas más allá; el olor a muerte y fuego, hollín y ceniza se palpaba en todo derredor. El caballero Sebastián, aún convalenciente, fue quien propuso rápidamente buscar a Dalmau y Osvaldo, que debían estar por allí. A lo lejos, cuando salísteis de la maltrecha iglesia, lo vísteis: allá en una pequeña colina más al norte de Maratá, se recortaba contra el fuego dos figuras: una era muy pequeña, humana, difícilmente visible pero percibible. La otra era sumamente grande, alada, con garras y cuerpo desproporcionado. Una luchaba contra otra, delante de unos árboles sin copa y humeantes. Aquella figura era un lagarto gigante, si pudiera describirse como tal... Y lo más increíble es que expulsaba fogonazos de llamas por su boca.

Cuando marchaste hacia el pozo, aún tenías tu boca tapada por la manga. El humo no cesaba, no se iba, no se diseminaba. Aquel emplazamiento, tras mirar apoyado en el pretil, no tenía nada de importancia (era un pozo normal). Claro que, a lo lejos, cuando te giraste al escuchar un estruendo, lo vístes: allá en una pequeña colina más al norte de Maratá, se recortaba contra el fuego dos figuras: una era muy pequeña, humana, difícilmente visible pero percibible. La otra era sumamente grande, alada, con garras y cuerpo desproporcionado. Una luchaba contra otra, delante de unos árboles sin copa y humeantes. Aquella figura era un lagarto gigante, si pudiera describirse como tal... Y lo más increíble es que expulsaba fogonazos de llamas por su boca.

Al pirata se le cayó la daga al suelo al ver la escena, pero se apresuró a recoger el arma. ¿Qué estaba pasando? ¿Sería ese valiente su Osvaldo? Con el arma otra vez en la mano comenzó a correré hacia el lugar de la confrontación, no sabía si podría hacer algo, pero al menos lo intentaría. Siempre quedaría una bonita historia que contar a las muchachas.

.

   No haga nada más que salir y asentarme un poco, cuando otra visión me hace dar un bote y ponerme detrás de los caballeros.

   - YYAAAAGBGGGHHHHHH. - señalo tembloroso. - ¡un... lagarto que ... vuela y escupe... fuego...! - mientras intento recordar que clase de espantosa bestia puede ser aquello.

   Intento ocultarme detrás de un madero, que apenas me tapa y sobresalgo a ambos lados.

.

.

   - Debe...deberiamos ir a ayudar, ¿no creen mis señores? - comento intentando que no se me note el temblor de mis hombros ni que se oiga el castañeo de los dientes y miro hacia donde está la figura. - ¿Será como San Jorge y el Dragón, como ponían en los libros del arte? - , barrunto en mis pensamientos para mi mientras avanzo, rodeo la empuñadura del bracamante para darme valor.

.

Entonces corrísteis hacia la terrible escena que se sucedía en la colina, donde aquel lagarto agitaba sus alas y rodeaba con su cola a alguien. De camino se encontraron don el pirata Damiá, que casualmente iba hacia la misma dirección. Sin embargo,dejando los reencuentros para luego, algo detuvo las intenciones de todos: sin apenas daros cuenta por el cuantioso humo que había aún en el ambiente, os detuvísteis de golpe. Una multitud de cadáveres vivientes os tapaba el paso, pues estaban vagando por el pueblo sin razón de ser. Cuando éstos se dieron la vuelta, comenzaron a diseminarse por el espacio y enseguida os vísteis rodeados por todos ellos. Eran una veintena. Allá arriba, el lagarto escupía fuego por la boca contra el sujeto que parecía no tenerle miedo, pero ahora mismo estábais a otros menesteres.