Partida Rol por web

-Disculpeme vuesa merced. -Preguntó tras dar un par de pasos y dudar un rato- Vuestro acento me es muy familiar, ¿de dónde sois?

-Muchos años ha de aquello... mi buen señor don Tancredo.- te mira enigmático,

-Acaescio que siendo yo decidido a fazer las oraciones en la Iglesia de las montañas, que algunos dicen de los templarios, et fazer el camino río arriba hasta la laguna, troviela cerrada, et pusiose a llover. Et non queriendo yo tornar sin fazer los rezos, busqué abrigo en la cueva tras la iglesia, et comencé. Et entonces abrióse un claro en las nubes, que dejó escapar un rayo de sol que iluminó en requiebro en lo alto en el que pude ver aquestos símbolos grabados en una estela. Non hubiese sido yo capaz de ver cosa alguna en la oscuridad de la cueva, tomé por señal divina aquesta casualidad, señor don Tancredo-
 

-¡Con-con-jurador!- Dice el de la pelliza de lobo dirigiéndose a Godesteo y levantándose. 

-¿Salís ayna a fa-fazer con-con-conju-juros a los lobos?-

- De tierras gallegas, más no creo que después de tanto tiempo viajando conserve acento alguno - le conteste a la muchacha - Nuño para servirle -

El lobero tartamudo hablo mientras tanto, esperaba que no causara problemas, ojala Godosteo le contestase pronto para poder seguir camino.

- Conjuradores son mis compañeros Fray Tomás et Pere de Alicante, pues yo tan sólo soy un saludador- Responde inocente Godesteo - et tan pronto fagan reposo, iremos a las montañas portando una cruz et rezando hasta espantar a aquestas bestias- 

- ¿Et cómo? ¿Os vais a levantar el hábito de una vez et enseñarles las partes?- Dice uno de los cazadores tirando del hábito de Godesteo que retrocede un poco asustado. Pero el guardabosques que lleva la voz cantante ( y tartamuda) le retiene empujándole del pecho hacia atrás.

- De tierras gallegas, más no creo que después de tanto tiempo viajando conserve acento alguno - le conteste a la muchacha - Nuño para servirle -

-¿Gallego? Parecióme otra cosa. -Dijo como si estuviese pensando en algo. Fue entonces cuando los comentarios de los homes que les rodeaban tornaron en soeces y poco apropiados para una mujer. Tomó aquello como señal divina para poner tierra por medio.

-Et al encuentro de una amiga debo acudir. Disculpadme si os he importunado. -Dijo con una sonrisa que parecía pretender disimular algo al tiempo que ocultaba su faz en forma de reverencia.

Proseguis el camino hasta el puente, dónde Benvido, os hace os hace un gesto de saludo desde abajo. Parecía estar aseándose, porque a pesar de llevar su sombrero puesto, está en paños menores en el fresco de la mañana sentado en un tronco de la ribera. Hasta que os vio, pareciera ocupado a observar como sus bueyes abrevan. 
Seguis por el camino que sube del castillo de Ucero, una construcción modesta, pero completa, que no parece muy cuidada, pero que domina los alrededores. Godesteo aprieta el paso, pues parece azorado desde que le intentaron levantar el sayo, y asustado por los aullidos de lobo que provienen de todas direcciones, como si se contestasen. 
Al llegar a la puerta de la murallla, el guardia somnoliento, os deja pasar, pues os conoce de la noche anterior, y así llegáis hasta la torre en cuya planta baja, media docena de criados hacen las tareas en torno a un fuego reconfortante. Hablaban de Vermudo, el curandero, que se había presentado el día anterior reclamando audiencia al conde, sin saber que este no estaba, pero interrumpen la conversación y os miran. En una esquina podéis ver a Tiago, el escudero de don Tancredo.
Uno de ellos desaparece por las escaleras de piedra sin preguntaros nada y cae tras unos instantes..
- Suban vuesas mercedes, que el señor conde vos espera.-
Y tras encaramaros por la escalera y llegar a la planta noble, os plantáis delante del conde, que de pie, se gira para miraros. Sentado a la mesa el caballero don Tancredo también os mira, sin dejar de masticar un trozo de pan que se ha llevado a la boca.
 

Un criado interrumpe el deambular del conde para decirle unas palabras que apenas oyes. -Que suban!- el criado baja e instantes después, ves subir por las escaleras a Nuño, Zacarías, Orosia, Godesteo e incluso a Tiago. La sorpresa te inpide seguir mascando el mendrugo.

Salis por la puerta del norte y tomáis el camino de Ucero. Desde que cruzáis la puerta, viajáis en silencio, y disfrutas de la mañana, que aunque fria, es soleada. El camino sigue el río Ucero que queda a la derecha, oculto entre cañas, y según avanzáis, a la izquierda del camino se va formando un bosque. 
De repente el silencio se quiebra con aullidos de lobos, que se contestan desde varias direcciones, pero parecen lejanos. Tras un requiebro del camino, os sorprende descubrir unos arbustos quemados, y al parar el caballo puedes ver como el firme está revuelto, con huellas de personas en todas direcciones y unos surcos marcados un poco más adelante. Como si hubieran arrastrado algo pesado. 
Puedes ver jirones de ropa, una antorcha consumida e incluso un hacha rota 
Se siguen oyendo aullidos en la lejanía y te percatas que Pablo está temblando.
 

Sigues las indicaciones del gallego, que te llevan por la calle por la que venían ellos y reconoces la casa en cuanto la ves. De dos pisos y construida en piedra, parece mucho más sólida que el resto de las casas del pueblo, y no desentonaría en  Burgo de Osma. Las contraventanas están cerradas y ante el silencio llamas a la puerta. Oyes movimiento tras el umbral y con un ruido seco se abre y una anciana te mira entornando los ojos desde dentro.
-Qué quiere vuesa merced?-
 

Tiago había afinado el oído desde el zaguán de la puerta de la torre, pero los criados, que discutían a viva voz mientras se afanaban con tareas, no le habían dejado oir nada. Se había dado por vencido y se acomodó en una esquina. Al parecer hablaban de la visita de un tal Vermudo el dia anterior y de si alguien se lo había dicho ya al conde. 
Y entonces se había presentado el grupo.
 

-"Tegri", ¿no me reconoces? Soy la hija de Jimena, la del “caballito”. –Volvió a repetir aquella coletilla de la que no gustaba mucho pero en aquestas tierras era lo que se terciaba si quería ser precisa entre tantas Jimenas- Hace mucho que salí de casa y debo volver para ayudar a madre.

Se tomó unos segundos para esperar la reacción de su interlocutora, fue entonces cuando volvió a hablar casi sin dejarla hablar. Tanto como había vivido y tanto que había pasado que no había momentos para respiros. Acabó desembuchando toda una retahíla casi como si un cura soltase un sermón en latín:

-Carallo mucho tiempo ha desde que abandoné aquestas terras. Perdona pero allá en Galicia se me pegó parte del acento y algunas expresiones, por la emoción me dejé llevar y descuidé al intercalarlas. –Se disculpó. – ¿Cómo estuvo madre? ¿Comió bien? ¿La cuidaron bien? Desde que llegué ganas tuve de ir al castiello pero creo que no sería apropiado. Muchas preguntas sí… Tienes toda la razón. Habla habla, que me tienes en ascuas.

Callada soy espectadora de la mala educación de aquestos hombres que lanzan improperio a la recatada moza que pregunta por la vieja. Hizo bien Nuño en indicarle el camino et desviar la atención de esas bestias inmundas que se hacen pasar por omnes. 

Por fin subimos hacia el castillo para presentarle nuestros respetos al señor de Ucero. Grata es la sorpresa al ver a Tiago y don Tancredo. No todos los días se rencuentra uno con sus salvadores de la noche anterior.

Mantengo mi posición secundaria et ante la presencia del señor de Ucero tan solo bajo la cabeza en posicion sumisa a la espera de que hable lo que se le ofrezca

Los hombres de las pellizas hablaban en vasco. Por esas tierras, los que cazan a los lobos suelen ser los propios pastores, pues apenas hay guardabosques. Y estos hombres no parecían pastores. Además tenían monturas. 

Me pregunto que habrá pasado aquí, pero no se nada de rastrear et los lobos están al acecho. De modo que le digo a Pablo-​sube al caballo et iremos más rápido. Non quiero que la noche nos sorprenda en aquestos caminos.-​Et dicho aquesto et en el momento que Pablo está montado en el caballo pico espuelas et pongo rumbo a Ucero.

Seguís el camino raúdos hasta ver Ucero. El río se bifurca entonces en dos pequeños tramos para volverse a juntar, y unas pasarelas construídas con troncos y ramas sirven para cruzar ambos. Tras cruzarlas, puedes ver el castillo de Ucero en lo alto de la loma. El camino se bifurca entonces, a la derecha se sube hasta el castillo, a la izquierda queda un puente de piedra por el que se entra al pueblo de Ucero por el este.
No te cruzas con nadie. El camino sigue tan desolado como te pareció desde que saliste de Burgo de Osma. Y entonces ves una carreta con bueyes abrevando debajo del puente, en la orilla del pueblo y un hombre sentado detrás. 
 

Por suerte, los loberos, aparte de sus soeces comentarios no hicieron nada más. No nos encontrábamos lo suficientemente recuperados para participar en cualquier riña, y ellos olían a problemas. Esperaba que no tuviésemos que cruzárnoslos muchas veces mientras estuviésemos en Ucero.

De camino nos encontramos a Benvido, ahora ya sabía dónde podía encontrarlo más tarde. No se cómo se arreglaba para estar siempre a medio vestir. Respondí a su saludo y proseguimos hacia el castillo.

No nos hicieron esperar mucho en el castillo y pronto nos llevaron frente al conde y don Tancredo.

- Vuesas mercedes - salude formalmente - estademos aquí a petición del señor obispo para ver cómo podemos ayudar contra los lobos -