Partida Rol por web

Pierre se atrevió a incorporarse un poco. Había esperado la descarga fatal de la espada de oscuridad, pero en vez de eso su adversario esperó. ¿Qué quería que hiciese el cartógrafo?

Trató de pensar deprisa. Cada vez que había intentado atacarle, éste había roto su estrategia y le había propinado un contraataque en consecuencia. Por lo tanto, cuando decía "mal", se refería a que no era eso lo que esperaba que hiciese con sus habilidades. ¿pero entonces, qué? Podría intentar moverse por la vigilia hasta colocarse a sus espaldas, pero no sabía si funcionaría, dado que prácticamente ya estaban en la vigilia. ¿otra estategia de ataque combinada con la técnica adecuada, tal vez? Pero no sabía cómo. Cuando perfeccionó sus habilidades en el mundo real, no esperaba tener que usarlas en demasiadas batallas. No sabía aprovechar al máximo los poderes sobrenaturales en una situación de combate, como algunos de sus compañeros de viaje. Al fin y al cabo, Conrad no era un guerrero.

Un destello cruzó la mente del cartógrafo. ¿Y si se trataba de eso, precisamente? ¿de hacerle ver que no era un luchador? Pero el ser decía querer ver cómo empleaba esas habilidades....¿para qué, si no en un combate?¿para dialogar? ¿para esfumarse...? ....tal vez justo para eso. Recordó que su normalmente primera opción, que había descartado al comenzar esa lucha, conseguía que un filo ordinario no sobrenatural pasase a través de su cuerpo como si no estuviese ahí. Ese era un principio de intangibilidad...¿Y si también podía hacer pasar la madera de la puerta a través de su cuerpo? En principio, debía ser posible...

Sosteniendo la mirada del oscuro ser, mirando con sus ojos refulgentes en esmeralda hacia donde suponía que debían estar los de él, inmersos en tinieblas, Conrad fue retrocediendo, despacio, manteniendo la mano del estoque en guardia, por si acaso. Mientras daba un paso tras otro hacia atrás, preparó su esencia para emplear de nuevo la energía de su interior.

Cuando topó de espaldas con la puerta que antes se había cerrado con tanta violencia, se preparó para hacerlo. Pero, antes, se fijó en algo. Algo que podía entreverse entre las tinieblas que ocultaban el rostro del ser. Una forma difusa, a la altura de la boca, que parecía seguir una línea curva, cóncava hacia arriba. ¿Acaso era aquello una sonrisa? Conrad no quiso asegurarse. Utilizó su energía para fundirse en las sombras, y su silueta adquirió un tono mucho más oscuro, contrastando más con el fuego verde. Preguntándose si aquello era lo correcto, Pierre dio un paso hacia atrás.

La pequeña ilusionista se estaba cansando de tanta chachara, llevaban demasiado tiempo planeando si subir arriba y como hacerlo, mientras Quint se enfrentaba contra..¿Una mujer?

Daba igual, Nahia no iba a permitir que ese orejas picudas se volviese a ir de este mundo con una conversación pendiente.

-Yo subo-dijo encaminándose rápidamente hacia las escaleras, agarrando fuertemente su flauta entre sus dedos. Tendría que utilizarla en breves.

Conrad atravesó la puerta sin dificultad y volvió a encontrarse en el pasillo. La única luz que podía ver iluminaba el fondo del corredor, más allá del hueco en el suelo que dificultaba la tarea de cruzar. Era una mezcla de luz blanca y violácea, al parecer estaban tanto Cath como Aaron a la vuelta de la esquina.

Su herida seguía sangrando y su cuerpo perdía aquel líquido tan vital. Por ahora no era muy peligrosa, pero si no hacía algo y lo ignoraba, podría morir en unas horas.

Todavía sosteniendo el brazo izquierdo sobre la herida en su pecho, el cartógrafo trató de despejar su mente. Una vez más, aquel encapuchado le había enseñado una valiosa lección, incluso aunque sólo hubiese sido una ilusión imitándole. No debía olvidar que no era un guerrero, y que siempre podía usar la cabeza para encontrar alternativas a la lucha. O casi siempre.

Pero ahora, el tiempo apremiaba, necesitaba tratar sus heridas. Tal vez alguno de los que practicaban magia pudiese ayudarle, de modo que se dirigió hacia las luces que, con toda probabilidad, emitían las hechiceras. Ja. La familia de Faliar. De hecho, su nueva familia. Pero no debía dejarse llevar por las emociones. Ellas no le habían hecho nada, y es más, ahora podían convertirse en su salvación.

Avanzó por el pasillo, algo enconravado por el dolor, pero sin detenerse. Cuando la suela de su bota descendió hacia el boquete en el suelo, como si pretendiera pisarlo y seguir andando, el fuego verde le rodeó por  completo, y luego se apagó, para casi al mismo tiempo aparecer en una llamarda verde unos cuantos metros por delante, ya al otro lado del obstáculo.

Una llamarada verde surgió justo en la curva del pasillo, detrás de ellos. Cuando el fuego desapareció, la imagen de un Conrad con los ojos brillando en esmeralda quedó grabada en las retinas de los allí presentes. Tenía la ropa desgajada y una tremenda herida en el costado que no dejaba de sangrar.

Todos los que estaban al lado de aquellas escaleras metálicas que llevaban al trastero contuvieron la respiración.

¿Sería otra ilusión?

Los problemas se acumulaban. Ahora Pierre, o una ilusión de él, salía de la nada. Xerine había dicho que se había quedado en otra "dimensión"; tal vez hubiese conseguido escapar. O tal vez eso les querían hacer creer. Se mantuvo en guardia, listo para lanzar un hechizo si aquel resultase no ser Conrad

- Subid a por Quint, rápido; yo me encargo de esto

Aaron miró un segundo a Faliar antes de seguir su camino.

-Si necesitas ayuda grita.

Alice ya había comenzado a subir las escaleras para entonces

Sobre todo, al ver que Faliar iba a permitir Nahia subir primero. ¿Qué clase de padre dejaba que su hija se enfrentara sola a un peligro desconocido con la desventaja añadida de tener a alguien emocionalmente atado a ella en peligro? Faliar, como no. Egocéntrico inconsciente... Si él no hacía nada, sería ella la que subiría para evitar que le pasara nada a Nahia...

Entonces se dio cuenta, mientras entraba en la sala donde se realizaba el combate, de que probablemente nunca había sentido la necesidad de proteger a alguien de esa manera hasta ahora

Y tuvo miedo

La bella faz de Alice se asomó por el hueco al que llegaba la escalera, y mientras salía observó lo que había dentro. Una escena digna de la peor de las pesadillas se extendía ante ella, como burlándose de la recién llegada. Como tratando de que volviera sobre sus pasos y deseara no haber estado nunca en ese lugar.

En primer lugar, todo estaba pobremente iluminado por la poca luz que incidía a través de la única ventana que estaba en el techo, gobernada por una luna en esplendor. Los brillos plateados de aquella fuente de luz reflejaban de una manera fantasmagórica los movimientos de los dos seres que estaban enfrascados en el combate. Destellos argénteos se mezclaban con los carmesíes para crear una melodía de acero y sangre.

Por un lado, Quint. El cazabrujas había perdido su ropa y sólo un pantalón ajado quedaba cubriendo sus vergüenzas. Su pecho manaba sangre por una herida profunda, mas no parecía importarle. Sus ojos, inyectados en rojo, estaban fijos en la figura que se alzaba ante él, altanera, radiante, elegante, mortal. Se diría que si el cuerpo del cazabrujas no fuera ya más una masa nebulosa de humo negro estaría en el suelo jadeando. Sus músculos estaban hinchados, como si estuvieran realizando un esfuerzo ímprobo. Quizá aquella energía que usaba el inquisidor alimentara su sed de batalla hasta límites que la asesina nunca hubiera concebido.

Mas su contrincante no parecía cansado, y las dudas sobre si un ser así podría cansarse eran lógicas en la mente de cualquier hombre. Una dama, una preciosa mujer creada a partir del más vital de los elementos. Un elemental de sangre se alzaba ante ellos, con un cuerpo colmado de belleza. En sus brazos, o más bien, en vez de uno de ellos, una gigantesca aguja afilada auguraba el futuro de aquellos a los que se enfrentara.

El ente sonrió cuando Alice entró en la habitación, la batalla contra Quint había resultado más complicada de lo que parecía, pero los refuerzos lo harían mucho más interesante.

Pero la habitación guardaba más secretos. Estaban rodeados por una gran colección de juguetes rotos, desmontados. Muñecas con sus ojos de botón colgando de un hilo, caballitos de madera a los que les faltaban las patas, espejos hechos añicos que reflejaban los destellos del combate. Parecía una juguetería antigua, cubierta por el polvo y las telarañas, pero había una muñeca especialmente real, una muñeca con el aspecto de la niña de la casa.

De hecho, estaba en un charco de sangre, sangre que brotaba de su propio pecho. Un pecho, en el que estaba alojada una de las dagas del inquisidor.

El cartógrafo tenía el brazo izquierdo, cuya mano aún sostenía su bastón hueco, pegado a la herida de su pecho, de la que no cesaba de manar sangre. Con el brazo derecho, sostenía su estoque. Cuando vio al grupo, y la postura cautelosa que adquiría Faliar, alzó levemente el arma, poniéndose en guardia. No tenía forma de saber si eran ilusiones, o los de verdad. Pero tendría que arriesgarse. Bajó de nuevo su acero, tratando de demostrar confianza.

- Hey, hey, soy yo, tranquilos.

Faliar se mantuvo en guardia; como ya había dicho antes Xerine, eso es lo que diría una ilusión

- Tal y como están las cosas no podemos arriesgarnos, Pierre. Así que tendrás que decirme algo que me convezca de que eres tu realmente

Conrad alzó una ceja. Lo que decía Faliar tenía sentido, y él mismo lo pensaba. Pero aquel lugar extraía de sus mentes y recuerdos las ilusiones con las que les atormentaba. Con facilidad una de aquellas ilusiones podría decirle a Faliar algo que sólo supiese él mismo que conocía Pierre. E igualmente, si aquel no era Faliar, estaría creado por las cosas que el cartógrafo sabía del guerrero.

No obstante, decidió satisfacer la estrategia de éste, para evitar andarse con rodeos y quebraderos de cabeza.

- Mientras veníamos hacia este pueblo, me contaste los sucesos que presenciasteis tras la desaparición de La Dama. Y, en ese mismo viaje, te ayudé a recordar y comprender hechos de tu pasado -miró a Aaron y a Nahia, inseguro- ...y algunas cosas relacionadas con...tu "familia".

El énfasis especial en la última palabra fue bastante obvio.

Lo que no fue tan obvio, salvo para el guerrero, fue la fugaz pero significativa mirada que lanzó el cartógrafo hacia las escaleras por las que acababa de ascender Alice.

Al ver la mirada de Pierre, Faliar relajó la guardia.

- De acuerdo, me fio. Vamos; Quint necesita ayuda.

No preguntó por sus heridas; en aquel momento tenían algo muy urgente entre manos. Solo dio una sugerencia a su esposa

- Cath, por favor, ocúpalte de las heridas de Pierre

Ya se había esperado algo así. Las pesadillas de Corvinus aún poblaban sus pesadillas en las noches oscuras, y aquello no era diferente a lo que vio aquella vez. Quizás algo más crudo, al haber tanta sangre, pero igualmente siniestro y sobrenatural. Alerta como había subido, preparada para enfrentarse a las hordas de la sinrazón, pudo ser capaz de reaccionar antes de que la cosa fuera a peor

Cuatro estiletes surgieron de sus manos, de forma caótica e imprecisa. Alice no iba a matar, no. Su objetivo era tantear a la criatura. Evaluarla. Pues, de alguna manera, sabía que aquel combate no iba a ser sencillo

El estado de Quint lo atestiguaba