Partida Rol por web

Mis disculpas a los presentes por el breve retraso - saludo alegremente - No he podido evitarlo...

Si se enteran de que no sabía el nombre ni la dirección de la taberna me tomarán por más tonto aún de lo que soy, mejor darle misterio...

Veo que no se han decidido vuesas mercedes a entrar. Se me ocurre que podría contar el cuento de que vengo a actuar aquí, y me acompañan ustedes...mayormente por ser sutil,  y no entrar como se dice entraron entraron los turcos en la bella Constantinopla, no sé si me entienden...

Quizá tampoco sea aconsejable dar nuestros nombres verdaderos, para no hacernos notar en demasía, no conviene que nuestros asuntos delicados dejen de ser nuestros, creo yo...veamos - hago un gesto pensativo llevándome la mano a la barbilla - Ya lo tengo!, seremos Rafael, Remigio, Ramón y Renato -  continúo, señalando por este orden a Álvaro, Emilio, Rodrigo y por último a mi mismo- De apellidos irán bien de Albacete, de Ávila, de Burgos y de Cáceres...no creo que levantemos sospechas.

Recapitulando, Don Álvaro será en adelante Don Rafael de Albacete, Don Emilio el señor Don Remigio de Ávila, Don Rodrigo el ilustre Don Ramón de Burgos y para mi quedan el Renato y los Cáceres. No se preocupen ustedes - añado al ver la cara de desconfianza de alguno de mis compañeros en mi plan - No será necesario mencionar los nombres, pero por si lo fuera, mejor estar preparados...

Y ahora, sugiero que entremos y veamos qué puede ofrecernos esta peculiar taberna que más parece vivienda - llegándome a la puerta, hago un ademán a los demás para que me sigan.

Que alegría que nos maraville con su presencio, veo si mis ojos no em engañan que trae un musical utensilio para animar el momento futuro, no sé muy bien cual puede ser el cometido final que os ronda por la cabeza, pero estoy expectante...

¿Qué nombres nos acabade dar? ¿Ramón de Burgos yo?Si se nota a varias leguas que soy más gallego que Santiago y lo que me falta lo tengo de aragonés.

No sé si de burgos es muy apropiado a mí, Don Ambrosio, pues bastante gallego soy...

En cualquier caso sigo a vuesasmercedes al interior...

Jajajaja!...bien, bien! - comento jocosamente palmeteando el hombro de de Don Rodrigo - Ese es el espíritu!. No lo había pensado...¿Qué tal el ilustre Don Ramón de Lugo?...porque de Santiago sonaría a chanza, y alguien podría sospechar.

Uhmnn...supongo que por los demás no habrá problemas de acentos, pero si los hay, es el momento ahora de cambiar, que luego tienen las cosas la curiosa costumbre de enredarse y más trabajoso es curar que amputar...

- Por desgracia es más bien al revés señor Renato, y si no lo creéis poned a prueba lo que tarda ese mastuerzo de adentro en mutilaros y lo que tardáis en curar de ello.- Emilio le sonríe pues la chanza no era malintencionada- Por lo que hemos sabido de este lugar es más garito de juegos que tasca de matar el tiempo. Según sugirió don Ramón de Lugo - guiño- pretendíamos entrar simplemente con la escusa de dedicarnos a perder dineros a las cartas mientras hacemos alguna averiguación. No debieramos jugar excesivamente fuerte, ya que entonces tendríamos poco tiempo para averiguar nada. Además sería nefasto perder el dinero tan prontamente ganado en tan poco.

Hay muchas mejores cosas en que emplear tanto maravedí, y unas cuantas damiselas que sabrían apreciar el gasto...

Sea, si no mas trabajoso, más lento sin duda, don Remigio... - consiento, sin terminar de entender la broma - Así pues, tenemos que el azar nos espera dentro, y es su custodio un fornido cancerbero, al parecer. 

Entremos pues, con el plomo en los pies y el acero listo, por si hay que aligerarle de alguna cabeza al susodicho...

Juego. No te dejes perder Álvaro, no te dejes perder, que estás ahora de trabajo y no de placer. Mas... ¿a quién puede ofender que juegue un poco mi dinero? ¡Después de todo es lo que buscamos! ¡Pasarnos como jugadores!

- De Albacete viene buen acero, es un apellido que me presta. Y sobre el juego... ¡dejadme a mi apostar! Desde luego que es una buena oportunidad de mezclar trabajo con placer,- afirmo con un brillo de anticipación en los ojos - y si encima de información me puedo ganar unas perras adicionales ¡diantres! - casi sin esperar a sus acompañantes me dirijo al zaguán de entrada, reconociendo y respetando al guardián de la puerta, que es hombre de aceros como yo mismo - Saludos buen hombre, ¿hay alguna partida a la que podamos sumarnos mis amigos y yo? La Villa se muestra aburrida a estas horas y hemos pensado que quizás aquí pudiéramos pasar un rato tentando a la diosa Fortuna.

Mi sonrisa florece con la sola idea de poder apostar un poco. Solo un poco. Hay que ser mesurado y debo recordar que estamos aquí por asuntos de trabajo.

Animado al ver el brío que empuja a don Álvaro a entrar, Emilio se ve arrastrado por su contagiosa euforia y tratando de seguirle el paso le acompaña adentro, donde el valentón se halla presentando sus respetos. A lo dicho por este añade lo siguiente:

- Como bien dice aquí el caballero buscamos buen entretenimiento. Cruzamonos de casual con individuo que nos aconsejo de este lugar y dijonos de preguntar por don Rafael y darle saludos de Félix, que él bien sabría quién nos envía.

Ahora entremos al lugar con apariencia de jugar...

¡Ah! Los lugares como estos son los que me levantan la moral. En tierra de italianos estos garitos son sitios animados llenos de alegría a las primeras horas...esperemos que por aquí-digo en algo más bajo- no se parezca a ellos a altas horas de la noche.

Así pues entramos en el lugar siguiendo las evidentes ganas de juego de Don Álvaro, y a nuestros doctos letrados, que a buen seguro conseguirán información jugosa antes de que me juegeue demasiado dinero.

Una vez entráis el hombretón que está tras el mostrador os mira detenidamente.

- Dejar armas conmigo para pasar a jugar - os dice en un marcado acento extranjero, teutón.

Tras él llegáis a ver una escalera hacia abajo, desde donde se oye el bullicio y otra hacia arriba, tapada con una cortinilla. No hay mucho más en el zaguán que hace de recibidor

Desde luego, desde luego...- digo dirigiéndome al extranjero mientras danzo hacia el otro extremo del mostrador, más cerca de la puerta, tratando de llamar su atención hacia mi por si alguien tuviera algo que ocultar - es decir...las armas os las dejo. O mejor, el arma, pues solo llevo esta espada, a título ornamental, por supuesto...hoy en día no se es nadie si no se lleva una espada.

Espero que estén rápidos si quieren colar algo, el teutón no es tonto, jajaja. Céntrate, Ambrosio, no es momento de chanzas...lo que no le dejo ni a mi santa madre es la guitarra, pero de momento de eso no ha dicho nada...tal vez no le guste la música...

Deposito la espada con funda incluida, haciendo un gesto de mucha solemnidad como si se tratara de la misma Tizona.

Supongo que nos dará un recibo...- digo con cierto retintín.

No esperaba menos, desde luego, acostumbrado a las lides del juego. Los ánimos son prontos a encenderse y en ese momento casi es mejor no tener una vizcaína siquiera de la que echar mano porque por un quítame allá esas pajas puede acabar todo regado de sangre.

Dejo mi espada y la vizcaína encima de la mesa mientras miro al gigante fijamente:

- Cuídemela bien, compadre, que no me gustaría que le pasase nada... A ella le debo muchos más favores que a la fortuna.

El hombre coge vuestras armas y las guarda debajo del mostrador mientras emite una sonora carcajada ante las palabras de Don Ambrosio.

- Recibo decir. ¿Qué ser recibo? - dice mientras os indica con una mano la escalera que baja al sótano.

Bajáis la escalera y entráis en lo que parece ser el salón de juego (5). Es una habitación de buenas dimensiones con varias mesas de juego de varios tamaños con las diversas variedades de juego; jugar a los distintos tipos de juegos de desencuadernada (baraja) propios de la época, clasificables principalmente en dos categorías: los de sangrado (porque se van perdiendo cantidades pequeñas) y los de estocada (con fuertes apuestas en las que se juega uno la bolsa); jugar lanzando los huesos de Juan Tarafe (los dados). También es posible disfrutar del ambiente mientras juegan compañeros y entablar conversación ociosa con el resto de la parroquia.

En la pared norte de la habitación está la barra donde se puede disfrutar de comida y bebida, a pesar de estar prohibida por premática real la venta de tales bienes en establecimientos de juego.

Dejo los aceros a recaudo del teutón y de forma disimulada y con calma saco también la pistola, que dejó a recaudo del rubio con una mirada fulminante.

Tengo pensado volver luego a por ellas.

Después me encaminó hacia las escaleras con mis compañeros.

¿Qué creen vuesasmercedes que debemos hacer a la vista del lugar? ¿Juntos, separados o por parejas? En cualquier caso yo tengo intención de jugar algo una vez tanteado el terreno, ya saben mesas "legales"...

Recibir se pueden recibir muchas cosas, amigo...pero viendo tu tamaño no soy yo quien te las puede dar, así que mejor lo dejamos...- farfullo en voz baja, mientras bajo las escaleras algo ofendido por la soberbia del matasietes.

Por mi ya va bien, don Álv...don Rafael, que se encarge usted de las gestiones en este antro - comento, girando la cabeza ligeramente mientras desciendo por los peldaños - pero recuerde que hemos venido a trabajar...

Muy entusiasmado parece aquí el del Monzón con la sola mención del juego, veremos en que acaba todo esto...

Al llegar abajo, dejo pasar delante mía a don Álvaro, mientras echo un vistazo alrededor.

Tratemos de perder lo menos posible y de enterarnos de lo más entre tanto - murmuro, dando con la mano paso al matón. Aunque no hace falta porque ya se precipita él hacia delante.

Ignorando a mis compañeros me dirijo directamente hacia alguna mesa donde haya una partida que entre dentro del estilo de sangrado. Con las monedas calientes en mi bolsa a punto me tienta la visita a emociones más fuertes, pero ya habrá tiempo de estocadas.

- ¿Hay sitio para alguien que quiera tentar a la suerte?- digo al llegar a una de ellas con una sonrisa.

Uno de los que está sentado en la mesa a la que se dirige don Álvaro coge una silla y la pone frente a él.

- Sentaos y sacar la bolsa - dice mirando al resto y riendo sonoramente. El resto de los presentes le acompañan en la bravuconada.

El resto observáis a los parroquianos. Quien no anda jugandose los cuartos anda mirando por encima de hombros o bebiendo en la barra entre dimes y diretes. Un hombre hace las veces de tabernero en la improvisada taberna.

Me quedaré de momento entre bambalinas, veremos si aquí el bruto es tan hábil como dice con la desencuadernada o pierde sus cuartos antes de haberlos ganado.

Sin decir ni media, me sitúo tras don Emilio echando un vistazo detallado a quienes le acompañan en la mesa y al resto de parroquianos.

Quizá aquel sea el tal Rafael al que hay que presentar saludos de Félix...- pienso, mirando al tabernero - aunque no sé yo si será buena referencia conociendo al susodicho. Espérate un poco y observa, Ambrosio, antes de hacer nada. A ver cómo respira el ambiente...

Un garito de los de siempre...tanteemos el terreno.

Me acerco al tabernero con paso tranquilo y apoyo una mano en la madera.

Si es tan amable póngame un vino, blanco si es posible.

Observo el lugar y me echo un vistazo a las mesas a las que se juega a las cartas, pues nunca me he fiado mucho de los dados...también miro cómo actua nuestro valentón, pues está dispuesto a "fingir" desde el principio en este lugar.

Yo en cuanto me sirva el vino iré a jugar alguna moneda de plata...espero que luego vuelva a su lugar de origen...

Tras frotarse las manos con avidez Emilio se ha sentado al lado de Álvaro, que parece ávido por comenzar.

- Ya puestos abramos boca, ¿como es este juego amigo Rafael? Prometisteis que aprendería una vez hubieramos venido. Reconozco la baraja- el hombre de la risa socarrona ha comenzado a repartir, mientras el muchacho observa con atención tras jugar una triste moneda de plata- sé que es poco pero iré subiendo, o así comentásteis con el tal Félix que debiera hacer mientras iba aprendiendo.- Sonríe al mirar sus cartas- ¡Eh, parecen muy buenas! ¿Cómo dijisteis que se llamaba a la jugada esta en que... oh, perdonad. No debo enseñarlas hasta jugar todos, ¿no? Dará igual- dice con suficiencia sin dejar que la sonrisa le desaparezca- Aunque si todos los jugadores son tan buenos como dijo el tal Félix, no me extrañaría que perdiera. Oye, ahora que lo menciono, ¿créeis que mantendrá aún deudas de juego? Tal vez por eso no decida arrimarse por aquí a ver a su amigo, vuestro tocayo. Es posible, pues parecía querer ganarse cuartos con esas informaciones tan secretas y bien avenidas en ciertos círculos como decía. Yo personalmente dudo muy mucho que ningún libro escrito pueda contener invocaciones a Belcebú, y mucho menos uno venido de tierras papales. Además, ¿a quién en su sano juicio pudiera interesar semejante cosa?- Continúa así la cháchara inacabable de Emilio con Rafael, mientras ambos van realizando jugadas y quizás aprendiendo algo del juego, perdiendo y ganando cuartos según sonría la fortuna.