Partida Rol por web

- Vaya, el Pancerator nos sonríe después de todo. - Dijo Ilias con un tono de alivio en la voz.

- Pero no tenemos tiempo para descansar, aseguraos que los golems están muertos y busquemos un lugar donde escondernos y poder averiguar quien es ella y hasta donde llegan sus poderes para matar golems. - Su voz era firme y autoritaria, como quien está acostumbrando a dar ordenes a los soldados.

Después de eso se acercó al Eskatonico y se lo cargó encima.

- Lo siento hermano, no tenemos tiempo para atender tus heridas ahora, primero busquemos donde pasar desapercibidos. - El Avestita tenia el temor que si se dedicaban a lamer sus heridas y se entablaran en una conversación, su captor volvería con refuerzos.

Nicarius agradeció la ayuda de Illias y comprendiendo mejor que nadie lo peligroso de su situación actual incluso lo apremió:

- ¡Cuanto antes salgamos de aquí mejor! ¡El mando ese que tiene la mujer... eso debe interferir en los golems!- se apoyaba pesadamente en Illias - ¡Cogedlo y coged también a nuestra salvadora!

Las últimas palabras iban destinadas, evidentemente, al magistrado y a Dyanee, ya que Illias estaba cargando con el maltrecho eskatónico.

-La mujer y su mando resultan altamente interesantes, pero las armas y armaduras de los guardias -todavía se resistía a creer que fueran gólems y su vocabulario así lo atestiguaba- me parecen mejores a corto plazo. Armémonos -sentenció finalmente.

Su vista sólo se detuvo en el eskatónico un segundo, tal vez para valorar qué tan útil pudiera resultarles tan herido como estaba. Y, por supuesto, recogió un arma de uno de los guardias de camino hacia la mujer... o más bien su mando, que recogió al instante para inspeccionarlo.

Sorprendida. Esa era la palabra para la expresión en la cara de Daynee. Había visto cómo caían las cosas esas antes ni siquiera de acercar su estoque. Meneó la cabeza a un lado y a otro. Y entonces la vió. A la mujer. En el suelo.

Sin escuchar lo que el resto tenían que decir se acercó a ella mientras envainaba el estoque. Pero el magistrado era más rápido, o tenía las piernas más largas, porque ya estaba allí, examinando el objeto. Arrugó el entrecejo.

-Esta mujer necesita nuestra ayuda.

Apenas gastó esas palabras para él, para volver a centrarse en la mujer.

-¿Está herida?

Apoyó una mano en su hombro, suavemente.

El puño de la mujer se apretó sobre el artefacto cuando el magistrado se agachó a recogerlo. A la vista de Ulrich sólo quedó la mano amoratada de la mujer que en ese momento abría los ojos, unos intensos ojos verdes que dirigían la mirada hacia Daynee.

—Sólo un poco magullada —contesto al gesto de interés de la mujer—. Ayúdeme.

La mano izquierda seguía fuertemente apretada alrededor del intrigante artefacto mientras la derecha se elevaba en busca de la mano amiga de Daynee.

—Confíen en mi. Tengo las respuestas que buscan pero este no es el lugar. Ayúdenme a moverme y les conduciré a un sitio seguro donde podré responderles.

El primer vistazo del grupo reveló que la mujer era realmente eso, una mujer y que las partes del cuerpo que quedaban vistas a través del raído uniforme estaban fuertemente amoratadas. La mujer debía de haber recibido una brutal paliza para exhibir semejantes magulladuras y lo que parecía mostrar es el agotamiento que le producía moverse con semejante tumefacción.

El uniforme no mostraba ninguna identificación más allá de la posible pertenencia de la mujer a cualquier cuerpo de técnicos de la tripulación de esa u otra nave.

La mano derecha de la mujer permanecía en el aire esperando la ayuda de Daynee.

Al escuchar las palabras de la mujer, Ilias se afanó en acercarse con Nicarius encima.

Viendo la energía de la que gozaba la caída, el cara-gris sonrió afablemente, cambiando su presa del mando al brazo para ayudarla a incorporar, como si el intento de arrebatarle el artefacto jamás hubiera ocurrido. Las manos del magistrado eran grandes y huesudas, un poco una garra de un animal de presa... o carroñero.

El gesto del magistrado fue claro, ayudar a la mujer. Pero eso Daynee no lo podía permitir. Así que apartó el brazo de Cestmir y tomó la mano que la mujer le extendía.

-Esto es cosa de mujeres, magistrado, apártese.- Su tono reflejaba perfectamente lo que pensaba al respecto de haberse preocupado antes del objeto que de su propietaria.

Sonrió ligeramente ayudandola a incorporarse.

-¿Un poco magullada? Espero que sea una ironía, no se le ve demasiado bien, ehm... señora. - No había dicho su nombre- Yo soy Daynee. Y me encantaría tener todas esas respuestas, porque cada vez entiendo menos lo que pasa aquí.

Miró hacia atrás, vió cómo el avestita sujetaba al eskatónico, debía estar bastante malherido.

Ilias hizo una mueca de disgusto ante la actitud de Daynee, pero no dijo nada, no era el momento.

-Por supuesto, por supuesto, nada que objetar. Si necesitan ayuda no duden en pedirla. Ahora sería conveniente salir de aquí. ¿Sugerencias? -dijo el magistrado obviando la abrupta interrupción de Daynee como si en vez de tratar de decidir el mejor curso de acción para salvar su vida estuvieran decidiendo sobre un entretenimiento u otro en un centro de ocio de Ligaheim.

Te la guardo, vagabunda, ya te acordarás de tu actitud conmigo, no lo dudes -pensó para sí. 

La mujer asintió e indicó el camino a Daynee. Caminaron unos instantes hacia el ascensor que comunicaba todas las plantas y volvieron a bajar a las plantas inferiores. La mujer les condujo a una de esas habitaciones que habían utilizado como celda hacía uno instantes. Abrió la puerta y todos entraron detrás de ella.

Una vez dentro movió un mueble descubriendo un agujero por el que que podría caber una persona a gatas.

—Vamos. Entremos por ahí. Estaremos más seguros.

La mujer avanzó por el pasillo que se formaba serpenteante hasta llegar a una habitación iluminada por una lámpara de luz blanca. De un rápido vistazo descubrieron tres camastros y un par de mesas sobre las que descansaban diversos artilugios de forma desordenada. En una de las paredes una antigua válvula iris insinuaba la conexión con el resto de la nave. Dicha válvula había sido inutilizada desde el interior lo que impedía abrirla desde fuera sin forzarla la que daría un tiempo precioso a los ocupantes de la habitación para prepararse.

—Aquí estaremos seguros. Si luchabais contra ellos he de entender que estáis con nosotros.

La mujer hablaba como si alguien más estuviera junto a ella o como si lo hubiera estado alguna vez y las otras dos camas improvisadas hacían pensar que quizá alguna vez alguien más ocupó esa estancia.

—¿Cuál es vuestra causa? Ellos no capturan a gente al azar.

- Quienes son ellos y quienes son nosotros ... por ahora solo veo un "tu" - Dijo un demasiado bruscamente el Avestita mientras colocaba al maltrecho Eskatonico en uno de los camastros.

- Hay alguien que tenga conocimientos médicos? Yo puedo realizar algún apaño pero nada serio ... - Dijo luego mientras tanteaba la herida del monje.

La mujer rebuscó en un armario durante unos instantes. Finalmente sacó una caja de plástico blanco que colocó sobre la mesa. De ella extrajo una jeringuilla esterilizada cargada de una sustancia translucida de color amarillento. Una vez purgado el aire de su interior se la ofreció a Ilias.

—Toma, le aliviará —dijo—. Mi nombre es Kaylee y mis hermanos hacíamos la ruta hacía Ligaheim cuando fuimos capturados por esta inmensa nave. Mi hermanos están tratando de conseguir suministros por la nave.

Kaylee se dejó caer sobre el camastro doliéndose de las heridas.

—No le puedo decir quienes son ellos, nunca los he visto. Sospecho que se trata de poderosos alienígenas. Su tecnología es muy avanzada, son capaces de reanimar cuerpos y controlarlos como si fueran máquinas. No sabemos qué es lo que buscan pero, sea lo que sea, no lo han encontrado en nosotros.

Ilias no se fiaba de esas cosas pero tampoco tenia muchas alternativas. Se acercó al Eskatonico y le inyecto con cuidado la medicina.

- Entonces no es un noble Hazat el anfitrión? Eso también es un engaño? - Dijo con cierto desdén.

-Yo no apostaría por una respuesta sencilla, Avestita. Pero dejemos que la dama se reponga y que nos cuente qué es lo que sabe, si quiere que le ayudemos -él siempre tan simpático, cordial y amable, ciertamente. Pero había que reconocerle que no perdía el tiempo con palabras vacías. Al menos eso tenía que reconocérsele.

Cuando llegaron a la sala, o la habitación o lo que fuera, lo primero que hizo Daynee fue examinar todo, tampoco es que hubiera demasiado. Los artilugios encima de las mesas, pero prefirió no tocar nada. Después de ver el efecto que había tenido el que la mujer llevaba en sus manos con los ¿golems? Negó lentamente.

Esto cada vez tenía menos sentido para ella. Si, al noble lo había visto, y le había aterrorizado, por el objeto, pero estaba casi segura que no era ese, era ese casi el que hizo que apretara contra sí el petate. ¿Alienígenas? Si, claro, toda la nave era una prueba de eso.

Pero ¿qué tenía que ver esa estatua, que guardaba en su interior eso que tanto hablaban? Claro, faltaban piezas, demasiadas.

Una duda la recorrió, y le hizo estremecerse ligeramente.

-¿Cuánto tiempo lleváis aquí?

La mujer negó con la cabeza.

—El noble es otra víctima. Le utilizan como la cabeza visible. Según hemos podido averiguar su nave también fue capturada y, mucho me temo que ahora también le controlan.

La mirada se dirigió a Daynee. Kaylee se encogió de hombros y su mirada de tornó triste.

—No lo se. He perdido la noción del tiempo desde que estoy aquí. Podría decir que lo suficiente como para ver tres naves capturadas en este gigante. Vosotros sois los primeros con los que puedo hablar. Hasta ahora siempre los han apresado antes y una vez les capturan...

Omitió el resto pero todos intuyeron la continuación. El modus operandi de quienquiera que controlara esa nave era siempre el mismo. Capturaban una nave, apresaban a su tripulación y les controlaban haciéndoles formar parte involuntaria de su grupo.

La mujer cogió otra jeringuilla de la pequeña caja de plástico y se inyectó su contenido. En poco tiempo su movimiento volvió a ser algo más fluido dejando de arrastrarse. Seguía estando muy magullada pero, ahora con más calma se observaba que las magulladuras no eran actuales.

Se acercó a la mesa donde había cogido anteriormente el botiquín y cogió entre los dedos el pequeño artefacto con el que había conseguido anular a los guardias. Se lo mostró a todos.

—Mis hermanos y yo conseguimos capturar a uno de esos...¿guardias? Todos ellos llevan en la parte posterior del cuello un artefacto con el que les controlan. Después de investigar un tiempo con ese artefacto conseguidos crear este emisor que interfiere la frecuencia de los controladores unos instantes; los suficientes como para poder huir.

—Entonces, ¿no habéis conseguido saber qué es lo que buscan? —dijo Limper Semperius.

El hermano de batalla se mostraba incómodo. Le preocupaba la situación. Quizá trataba de buscar una relación del óleo con las intenciones de los regentes de esa nave. ¿Realmente buscaban el aceite o era una simple casualidad?

Una vez más Kaylee meneó la cabeza negativa.

—No, pero sea lo que sea... lo han encontrado. Hace tiempo que nos movemos y esta vez, por la potencia de los motores, parece que tienen un rumbo determinado.

En ese instante un temblor azotó la nave. Los motores de salto se habían puesto en marcha y pronto todos tuvieron esa sensación de cruzar un portal de salto hacia otro sistema. Después de unos instantes todo volvió a la calma.

¿Habían realizado un salto realmente? Eso parecía pero, ¿hacia donde?