Partida Rol por web

-¡Dritt! -maldije cuando me percaté de la rueda del carro.

Di la vuelta al caballo, oliéndome lo peor, aquel hueco en el suelo no estaba por casualidad y no lo habíamos visto... Sin embargo, no me dio tiempo siquiera a extraer las espadas de sus vainas, porque de pronto nos asaltaron unos hombres con pita de caballeros. Llevaban en sus blasones una enseña mundialmente conocida: templarios. No tenía demasiada idea acerca de ellos, pero sí nociones de lo que hacían. Y lo que hacían era cazar gente como (ahora) nosotros. 

Escuché a Carlos y enseguida averigüé qué pretendía: lo mismo de la noche anterior... pero un carro era mucho más pesado que dos caballos con jinetes... ¿podría? Desde luego aquel hombre cada vez me sorprendía más. 

El razonamiento de Mabuz, mal que me pesara, era cierto. Eran demasiados y, si habíamos tenido bajas con unos simples asaltantes de caminos, no sabía si seríamos capaces... aún así saque ambas espadas, por si acaso; no obstante, aún tenía un as en la manga... Me concentré lo mejor que pude y, de pronto, comencé a silbar; era un silbido agudo, que producía ecos en los árboles circundantes; después ululé un par de veces y, finalmente, emití un sonido diferente, una especie de chasquido continuado, con chirridos intercalados*.

Estaba pidiendo ayuda a mis nuevos amigos de esta mañana. A todos.

No quería que los hirieran, pero si podían abordarlos y distraerlos unos segundos para que pudiésemos escapar (y, de paso, intentar acabar con alguno de los hombres por el camino para infundirles algo de miedo), se lo agradecería sobremanera. El tiempo se agotaba y el alba estaba a punto de llegar...

Se encontraba esperando la respuesta de Temujin mientras meditaba si creer o no las palabras del cochero cuando el carruaje fue detenido de golpe por un pozo. Fue porque se sujetó rápidamente al asiento que no termino en el piso del carruaje.

En ese momento recuerda el ataque de los salvajes y teme que vuelvan a caer en el mismo escenario aunque cuando revisa, luego que las flechas chocaran con el vehículo, se da cuenta que es un peor enemigo. Caballeros de una orden conocida por todos.

Llena de nervios, no se mueve y se queda escuchando las palabras de cada uno. Finalmente cuando Mabuz habla de huir es que la joven reacciona. “¿Huir donde y como?” pregunto no porque no lo creyera una buena idea pensando en la posible habilidad de combate de caballeros pero por otro lado no se animaba a salir sin más. Aunque el fuego de las flechas sobre carruaje, la ponia inquieta.

Activando sus sentidos mejorados empezó como antes a examinar al enemigo, sin intensión de contarlos ahora sino de buscar un lugar donde no estuvieran y pudieran usar como via de escape segura.

La pregunta de Imara sacó al distante oriental de sus divagaciones y la miró extrañado. Es la herencia de mis antepasados, otra cosa sería una deshonra. Pronto fue consciente de que nunca había conseguido transmitir esos sentimientos en esta compleja cultura, cuya conexión con el mundo era débil, con más convicción que nunca, ahora que además era capaz de vislumbrar varios de ellos. Incluso ahora, en ese caso… mi existencia perdería sentido, no puedo negar lo que soy. Su mirada se deslizó una vez a la nostalgia y entonces recuperó su preocupación. Entonces seremos y somos pecadores sin remedio… mal camino que recorrer. Recordó entonces hermosas palabras de su abuelo cuando de golpe se detuvo el avance del carromato y lo que era peor, era seguido de una sucesión de calurosos proyectiles. No les hubiera temido de no haber sido especialmente advertido del peligro del fuego para su nuevo estado carnal.

Se dispuso a salir con cuidado, invitando a las damas a abandonar al carromato aunque entendiendo que la cortesía en esta ocasión no sería bien recibida, por lo que tomó la iniciativa en primer lugar en un brusco empujón que le alejase del recorrido de las flechas. Entonces unas zancadas le llevaron junto a los caballos, en donde poder reagruparse para el enfrentamiento. Por eso era importante saber el origen de aquella emboscada, nunca fue casualidad. Refunfuñó mientras sus ojos aprovechaban su aumentada capacidad para localizar al líder de los asaltantes en pos de introducir en él toda la confusión a su alcance, aunque esa tranquilidad no fuese adecuada para la situación que en unos instantes sufrirían, necesitaban conseguir tiempo si deseaban tener alguna oportunidad. 

Cuando el carruaje se queda atrapado en aquel hoyo, detengo el caballo, alerta y cuando la lluvia de flechas vino en nuestra dirección, me bajé sin pensarlo un segundo. Allí subida no haría nada si el caballo se asustaba. Lo acaricié y me reuní junto al resto de mis compañeros, mientras sacaba del atuendo que vestía las dagas que llevaba guardadas.

¡Templarios!

Me concentro en mi cuerpo y en mis nuevos poderes, tratando de hacerme ver más imponente, más temible. Quizás aquello me ayudase a la hora de tener que pelear con ellos.

¡Os lo advertí! ¡Os dije que evitaseis las tierras de los muertos! ¡Ahora participáis de su maldad! !No quisisteis escuchar la voz de los justos y ahora estáis condenados! 

Roderigo salta del carruaje y desenvaina su arma. Aquellos enemigos no eran bandidos comunes a lo que aquel grupo de vampiros no tendría problemas de hacer frente. Estos hombres eran fanáticos temerosos de dios. La cosa podía ponerse complicada y en esta ocasión debía ayudar a sus compañeros.

Temujin por su parte sale del carruaje e invita al resto a salir del mismo -que sería pasto de las llamas con tanta saeta clavada-. Carlos logra mover el carro lo suficiente para sacarlo del orificio, pero la rueda esta demasiada gastada para que sea conveniente moverlo mas en estos momentos. 

Maeve mientras tanto comienza a realizar ruidos extraños, parecía ser que estaba convocando a sus nuevos amigos.

Imara observa a su alrededor, buscando una posibilidad de huida. El combate podría ayudar para pasar desapercibido, pero no a todos, y el único camino era por el bosque, pero tampoco era una buena idea dado lo que uno podría encontrarse allí. 

 Mientras tanto, los templarios hacen lo propio. Han cogido unas hondas y os lanzan piedras a cada uno de vosotros -ignorando a Roderigo-. Varias de esas piedras envueltas en lo que parecen ser trapos no dan a dos de sus objetivos, y a Mabuz únicamente logran rozarle. No obstante, el resto no tiene tanta suerte y el impacto de aquellas piedras os sorprende por el dolor que recibís: de pronto vuestra piel empieza a quemarse y salir humo de ella. ¡Que dolor más horrible!

Por último, Agueda, a pesar del dolor, mueve las sombras en un intento de poder hacerse mas temible al enemigo que se avecinaba. 

"No tengo deseo de enfrentarme a vosotros, hombres santos. Pero habeis dañado a esta gente, quienes están bajo mi protección" digo en castellano

Desenvaino, y me lanzo al combate, sabiendo que el carro está acabado.

¡Con una MALA SUERTE EPICA!

Su mano acudió torpe y refleja para lidiar con el ardiente dolor del impacto. Ya era demasiado tarde para pretender ocultar su desdicha ante la preparada comitiva, pero su objetivo quedaba claro y mostraba la afilada ironía hecha carne como recuerdo del oscuro camino que habían recorrido. Se alzó en coraje para contestar con rabia al vehemente monje con un discurso que el antiguo Temujin no hubiera sido capaz de pronunciar. Bien podían tus templarios detener aquel macabra ceremonia y salvar nuestras vidas. No eres menos culpable de nuestro destino y te atreves a hablar en nombre de justicia. Su gesto ajeno a la hostilidad se enfrentaba con el rasgado acento y su cuerpo se retiraba lentamente, buscando protegerse de una nueva acometida. Estáis equivocados, no es el deseo de vuestro dios acabar con nuestra condena, es el deseo de vuestro miedo, pero advierto que ese camino es tan corrupto como nosotros, ¿no lo veis? Otórgueme la oportunidad de redención y marchar en paz y no habrá más vidas que lamentar. Por cada una de las palabras de su discurso, el eco de otras voces retumbaba en la mente del sacerdote, tantas acusaciones y ruegos se mezclaban para engendrar enorme duda en su corazón, con el fin de detener tan desafortunado encuentro. De otra forma nuevas vidas inocentes alimentarían un salvaje instinto de supervivencia del que fueron avisados en su rápida instrucción y reforzarían esa sensación de convertirse poco a poco en el monstruo que deseaban eliminar. 

Poco convencido con el combate pero negándose a morir ardiendo dentro del carruaje, Mabuz sale con la espada en la mano utilizando sus nuevos dones para mejorar sus reflejos

Imara termino de escapar del carro cuando noto que este rapidamente se iba prendiendo fuego, sin embargo eso no la termino de poner segura ya que pronto sintio un golpe tan fuerte que grito de angustia al recibirlo.

Nerviosa como estaba dejo que su instinto la dirigiera por unos segundos mientras se sentia mas ligera que hace mucho tiempo algo que esperaba le ayudara a esquivar a los que vendrian por ellos. "Son 8 templarios y un monje. Se disponen a atacarnos de frente." Advitio e informo a los demas, desconociendo como ayudar mejor a la batalla. Por otro lado su daga ya se encontraba fuera para su propia defenza.

Aunque su mente volvia a su plan de la otra vez, usar presencia para aterrarlos. "¿Pero eso funcionaria con estos fanaticos?" se pregunto en su mente.

Maeve desenvainó las espadas a la velocidad del rayo y, como una sombra, se plantó delante de las otras dos mujeres, imaginando que, aunque controlaran bien sus nuevas disciplinas, contra tantas espadas quizás no supieran pelear. Si alguno de esos caballeritos trataba de atacarlas, le rebanaría la cabeza de un tajo. Y si no... pues también. Al primero que pillara. Y luego al segundo. Y después al tercero. 

Atenta a cualquier movimiento que pudiera amenazarla, con los músculos flexionados como un gato a punto de saltar por si tenía que esquivar alguna acometida de aquellos hombres que sí se notaba lo que hacían, se preparó, igual que lo había hecho tantas otras veces junto a Thorgrimr, para atacar al enemigo. Para atacar a matar. Y si pillaba al fraile de por medio, pues también. Sus ganas de acabar con aquello se habían apoderado de ella y había sucumbido a sus instintos primarios: quería vivir para ver una nueva noche. Y ninguno de aquellos hombres se lo iba a permitir.

Sabía que sus nuevos amigos la habían escuchado, se preguntaba por qué tardaban tanto en acudir en su ayuda, pero no desistió. Se preparó, se tensó, se puso en guardia por si tenía que esquivar alguna acometida... y atacó. 

Los Templarios vuelven a lanzar sus piedras hacia vosotros. Aquel ataque estaba siendo efectivo y por el momento no iban a cambiar de estrategia. Mientras, el monje se mantiene en un segundo plano, arengando a los templarios para que acaben con vosotros y la maldad que representáis. 

Esperando mi turno, simplemente me levanto y cargo contra uno de los templarios, espada en mano

"¡No les hagais mas daño!" rujo

De nuevo un golpe de aquellas piedras que ardian llego a la novicia que grito sin ocultar mínimamente el dolor que le producia a su piel de muerta. Se dio cuenta que lo mejor no era seguir si queria sobrevivir a este ataque, por lo que luego de una mirada rapida tomo la mano de Águeda para que la siguiera*.

La idea de ahora de Imara era meterse entre los bosques, al menos no tan rofundo para llamar a un hombre lobo, pero si para cubrirse de aquellas piedras que tan mal le habian hecho. Si bien tenia un objetivo fijo no se olvido de prestar atension a algun próximo ataque de esos hombres. Aunque no todo era facil ya que se sentia que sus pasos eran mas lentos y sentia con fuerza las heridas que sufria.