Partida Rol por web

Se gira y mira a sus compañeros.
Probemos la de la derecha a ver si se abre. Forcejea con la puerta para abrirla

Me acerco con el mechero encendido hacia la pared, y la examino. Debo de ser rápido. No me quedan drogas, estoy solo, y encima se me acabará gsatando el mechero

¿Qué narices...?

Que leche me he dado, ¿Cómo habré sobrevivido a atravesar el techo?

Me levanto comprobando que no me he partido nada y saco mi mechero para alumbrar un poco la estancia.

Deja que te ayude.

Laura también intenta abrir la puerta dándole patadas.

Lentamente te incorporas hasta que llegas a la pared para examinarla más de cerca, algo asustado por los terroríficamente sonrientes conejos de la cenefa. Aparentemente, no parecían tener nada raro... Cerrando los ojos por el miedo, extiendes la mano para tocarlos y comprobar definitivamente que se trata de pintura, sin más. En el resto de la pared, la agrietada pintura verde se alternaba con manchas de humedad y zonas en las que la estructura de la pared era perfectamente visible.

Mientras te desplazas lentamente por las paredes en busca de algún detalle que te pudiera ayudar de alguna manera a entender todo lo que estaba sucediendo, algo enganchó tu mano manchada de sangre, asustándote por su extraña textura y por haber tocado una zona tan sensible, apartas el brazo rápidamente, que te golpeas contra una pequeña estantería de la que no te habías percatado todavía. Unos libros caen de ella mientras tú, sacudiendo la mano por el dolor, miras hacia la cosa que te había tocado... Una simple telaraña. En el suelo, un par de libros rosas polvorientos, uno de los cuales queda abierto por una de sus páginas, parecen ser lo único interesante por el momento.

La puerta se abre en cuanto la tocan los dos amigos, haciendo a Laura perder momentáneamente el equilibrio por su patada al aire, pero sujetada a tiempo por su compañero JA. Alrededor de un centenar de ojos observaban como el grupo se internaba en la sala para examinarla mechero en mano, con cautela pero un tanto sobrepuestos a la situación. Cuando la fuerte de luz y calor se acercaba a ellas, echaban a correr hasta encontrar un sitio más alejado de sus grandes telarañas en el que permanecer inmóviles para pasar desapercibidas.

La habitación está agobiantemente oscura y vacía, lo único que hay es un colchón apoyado contra una pared con unos muelles sueltos que brillan fantasmagóricamente debido a un pequeño resquicio de luz que se filtra por las tablas de las ventanas. El suelo está lleno de pedazos de cristal de diversos tamaños y en una de las esquinas descansa una lamparita de las que suelen colocarse en las mesitas de noche, rota y con la pintura caída, al igual que las paredes.

Aunque me sobresalto por la telararaña, tampoco es una cosa para preocuparse tanto. Miro el libro que ha caido abierto, lo cojo y empiezo a leer. ¿Quién esperaba otra reacción de Perico? Solo es un colgao, ahora mismo es probable que ni se acuerde de sus amigos. Tras leer lo que pone en el libro, lo dejo donde estaba, y me dirijo a la puerta. Debo encontrar a estos piltrafillas, este sitio es demasiado raro, no quiero quedarme solo...

Tras el golpe la espalda te dolía a horrores y no podías andar de otra manera que no fuera llevándote una mano a ella y medio cojeando con tus malheridas piernas. Por no hablar de la reciente herida causada por aquella criatura antinatural...

Echaste la mano al bolsillo, pero tu mechero parecía haber salido despedido cuando te diste aquel golpe seco contra la robusta mesa, o quizás al caer, o cuando echaste a correr... Agachándote dolorosamente, comenzaste a tantear entre los cascotes y trozos de madera podrida caídos del piso de arriba, intentando adaptar tu vista a la oscuridad de la sala para poder encontrarlo, pero era caso perdido... Encontrar una aguja en un pajar, si es que en realidad estaba allí.

Por ahora, lo único que podías distinguir era la mesa en la que habías caído y los cascotes que la rodeaban, por los que te habías movido a gatas en busca de tu mechero. En uno de los lados había un montón de trozos de madera partida y astillada, probablemente destrozados por culpa del reciente incidente.

Solo y herido, la desesperación tardaría poco en hacerse dueña de ti.

Soplas las polvorientas páginas del libro abierto, que parece ser una especie de diario. Los bordes de las hojas están llenos de dibujos en los que un hombre gigantesco señala acusadoramente a una pequeña niñita con el dedo índice y niños jugando al balón y a la comba mientras la misma niña les mira desde la ventana de un coche de techo abombado. Acercas el mechero al lugar por donde quedó abierto el volumen leyendo la temblorosa letra escrita aprovechando perfectamente las delgadas líneas prefijadas.

Cita:

Volviste a dejar el libro en su sitio, casi con más dudas que antes de leerlo y te encaminaste hacia la puerta, dándole vueltas a todo como te lo permitían tus pocas y agotadas neuronas. Al abrir, te encontraste con un sitio bastante familiar... Un gran pasillo en el que quedaban unas escaleras metálicas de caracol a tu izquierda y una pequeña bifurcación al frente. Todo estaba completamente desierto...

¿Fortachón?. Esa palabra queda grabada en mi mente, y no puedo dejar de pensar en ella según avanzo hacia las escaleras. ¿Quién demonios es Fortachón? ¿quizás sea el hombre malo al que se refería en su diario, o lo que fuese? Bueno, en fin... Empiezo a subir los escalones de forma sigilosa. A ver si estos no se han ido muy lejos, con algo de suerte, podré darlos otro sustito...

Seré idiota, ¿como voy a bajar las escaleras si estoy arriba?. Me voy al lugar donde se encontraba el zombie, a ver si siguen los demás por ahí...

Se gira hacia los demás. Aquí no hay nada , vamos a probar en la de la izquierda. Venid a ayudarme a abrir la puerta.

Laura sigue a Francisco con el cuchillo en la mano. Su cara está tensa.

Sigo el pasillo de frente, y me meto por la primera puerta por la derecha. ¿Dónde estarán estos volteretas?

Mierda, ¿dónde estará el puñetero mechero?

Me sigo frotando la espalda y ando despacio, tanteando hasta encontrar algún mueble o pared que seguir para llegar a una puerta.

Al poco de avanzar entre los escombros, rasgando tus pantalones a la altura de las rodillas y llenando de pequeñas heriditas y astillas tus manos, clavándose más en tus ánimos que en tu piel, llegaste a una de las paredes de la habitación. Poco a poco fuiste avanzando hacia uno de los lados, donde una robusta estantería estaba llena de libros. Con la luz que había era imposible leer siquiera los títulos de las obras, así que continuaste deslizando tus manos por la pared, esta vez en dirección contraria. Tras llegar a una esquina y avanzar un poco, tus manos encontraron lo que parecía ser una puerta de doble hoja y sus pomos. Extendiendo los brazos para bajarlos con fuertes y dolorosos pinchazos en tu espalda por el gesto, abriste la puerta para llegar a otra sala, más iluminada. Al parecer venías de una especie de habitación más pequeña construida en el interior de la actual.

Al fondo, una ventana desprovista de tablones de madera dejaba entrar la luz de la luna, alumbrando una chimenea y una puerta situadas en frente de ti y un montón de ceniza a tu derecha, al alcance de la mano. Entre toses, continuaste mirando en derredor. A la izquierda, una mesa con dos sillas ocupaban el centro de la enorme estancia, bastante vacía. Un espejo brillaba a lo lejos, iluminando otra puerta. Detrás, una estantería soportaba el peso de varios trofeos.

Esta vez la puerta sí que se resistía al primer envite de los envalentonados amigos, que parecían haber comenzado a creer que la casa ya les pertenecía. Francisco, arremangándose, pegó un fuerte patadón a la puerta que no consiguió nada en absoluto, excepto retorcer su rodilla por el mal golpe. Mientras se retorcía en el suelo y Laura se apresuraba a socorrerle, JA, que había permanecido muy callado durante los últimos minutos, cogió carrerilla desde la habitación de la que habían venido y con un grito de rabia saltó con su pierna derecha por delante, destrozando la puerta y tirando un gran armario que la bloqueaba por el interior.

Rápidamente, sus dos amigos se incorporaron y se asomaron por la puerta, observando la escena. El portero de discoteca se había quedado sentado de culo sobre el armario derribado, mirando fijamente a una viejísima mujer, que le observaba con un gesto escéptico y asustado, agarrándose fuertemente a un osito de peluche hecho polvo: Los ojos eran dos botones, uno de los cuales estaba colgando por un hilo y el resto del cuerpo, despeluchado, tenía un color azul grisáceo, probablemente por el polvo. Una cama de matrimonio y dos mesitas de noche, una de las cuales tenía una vela encendida sobre sí, completaban el mobiliario de la habitación.

- ¿Quí-quíenes sois? ¿Dónde está papá? -las lágrimas comenzaron a aflorar por los enrojecidos ojos de la anciana, que iba vestida con una bata, un delantal y un babero rosa de ositos y conejitos- ¡SOIS LA GENTE MALA! ¡DEJADME! ¡NO ME HAGÁIS DAÑO! ¡FOOORTACHÓN DEFIÉNDEMEEEEE!-los gritos de la flaqueante y ronca voz de la anciana, llenos de gallos y empañados por las lágrimas, provocaban sentimientos contradictorios en los amigos. Eran al tiempo algo consternador, violento y horroroso.