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El Convento Benedictino de Santa Cecilia se alza sobre la ladera de una enorme montaña. Sus infraestructura actual se remonta hasta mediados del siglo XII. Pero según algunos registros se cree que fue levantado sobre las ruinas de una antigua construcción, probablemente usada por los primeros Benedictinos de alrededor del Siglo VI.

Hacia finales del siglo XIX el convento vió su esplendor, llegando a contar con 142 Hermanas. Pero desde ese momento comenzó a decaer. Para los años 40' del Siglo XX la situación fue crítica ya que las 18 Hermanas que aún quedaban allí apenas podían mantener las intalaciones en condiciones. Pero el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y los hechos acaecidos en el histórico Monasterio de Montecasino, hicieron que Santa Cecilia se repoblara un poco y pudiera sobrevivir.

Hoy en día el Convento atraviesa un buen momento. Si bien dista de sus épocas doradas, cuenta con 54 Hermanas, el visto bueno del Vaticano, y los medios económicos suficientes para mantenerlo en buen estado.

Santa Cecilia siempre fue famoso por su enorme biblioteca, que atrae muchos eruditos de todo el mundo, aunque realmente muy pocos logran acceder a la mayor parte de ella.

La Orden de San Benito (en latín: Ordo Sancti Benedicti), (O.S.B.) es la orden religiosa, dedicada a la contemplación, fundada por Benito de Nursia, que sigue la Regla dictada por éste a principios del siglo VI para la abadía de Montecassino. Benito de Nursia contribuyó decididamente a la evangelización cristiana de Europa, por lo que es patrón de Europa.

Siguiendo su ejemplo e inspiración, diversos fundadores de órdenes religiosas han basado la normativa de sus monasterios en la Regla dejada por Benito, cuyo principio fundamental es Ora Et Labora, es decir, Oración y Trabajo. El ritmo de vida benedictino tiene como eje principal el Oficio Divino, también llamado Liturgia de las Horas, que se reza siete veces al día, tal como San Benito lo ordenó. Junto con la intensa vida de oración en cada monasterio, se trabaja arduamente en diversas actividades manuales, agrícolas, etc., para el sustento y el autoabastecimiento de la comunidad.

Estas son algunas de las hermanas que comparten con Rachel la vida monástica.

Hna. Antonina Pía (Madre Superiora)
Si bien pasaste toda tu vida en el Convento no fueron muchos los encuentros con esta Hermana. Por lo general se muestra como una mujer inexpresiva, callada, y fría. Siempre fue famosa por su "mano dura". Recuerdas varios escarmientos severos contra algunas hermanas, y claro, alguno que otro contra ti también. Se la ve poco por los pasillos, solo para las comidas, y los oficios, pero siempre se muestra distante de relacionarse con el resto, salvo con la Priora, que es quien está presente ejecutando sus órdenes. Parece una mujer jóven (dirías que unos 50 años cómo mucho) para el puesto que desempeña, pero se comenta que tiene muy buenas relaciones con la cúpula de la Orden y del Vaticano también.

Hna. Anastacia (Priora)
La hermana Anastacia cumple la función de segunda al mando, como Priora. Es una mujer grande, de unos 70 años crees recordar. Es la que en realidad lleva las tareas directivas del convento. Si bien es estricta, no es una mujer fría. Suele tener buenos gestos con todos y hasta a veces hacer "la vista gorda" con alguna que otra cosa pequeña.

Hna. Bernarda (Bibliotecaria)
Lo primero que puedes decir de ella es que es vieja, muy vieja. A veces crees que se fundirá con uno de sus antiguos manuscritos. No se sabe mucho de su vida, mas allá de alguna que otra anécdota que ella misma cuenta cuando se le solicita un libro. De esta forma te enteraste que ha peregrinado por la mayoría de las bibliotecas importantes durante sus años jóvenes, y que estuvo mucho tiempo en Montecasino, hasta la invasión misma. Fue en ese momento donde la trasladaron a Santa Cecilia, junto con incontables manuscritos, y obras de arte para ser resguardos. Parece ya aplastada por el peso de los años, pero aún así se muestra como un BullDog defendiendo sus libros. Por sus modales y su forma de hablar se puede notar claramente una gran sofisticación y erudición. Podrías decir que es una "dama británica". Dado que has pasado gran parte de tu vida estudiando, tienes mas relación con ella que la mayoría de las otras hermanas. Te ha ayudado a encontrar muchos volúmenes que pocas personas han tenido la oportunad de ver, como así también te ha negado el acceso a otros.

Hna. Livia (Maestra De Novicias/Ama De Llaves)
Livia es sin lugar a dudas la mas cariñosa y jovial de las hermanas. Todo el tiempo se muestra afectosa e increíblemente siempre sentiste que cuando estábas mal aparecía una sonrisa o una palabra suave de su parte que te levantaba el ánimo. Tal vez por eso es su cargo de Maestra De Novicias. Las nuevas ingresantes necesitan sentirse contenidas para que el cambio no sea tan brusco. Años atrás, cuando el convento estaba en decadencia a la jóven Livia se le había asignado este puesto, pero al haber tan pocos ingresos, y tántas tareas por cumplir, tambien se le asignó el de Ama De llaves. Ella controla todo lo que sale y entra, coordina la cocina, la limpieza, guarda las llaves, conoce cada recoveco, y tiene acceso a casi todos los rincones. Casi todos, siempre hay algunos a los que no se permite entrar. A pesar de su avanzada edad, 72 años, se muestra tan activa todo el día que parece incansable, y hasta deja en ridículo a las hermanas jóvenes que no pueden seguir su ritmo. Por su forma de ser dirías que es una persona sencilla, con poca formación intelectual, que es feliz con los pequeñas cosas del día a día. Livia es el verdadero motor de Santa Cecilia.

Hna. Julia Claudia (Ayudante de Bibliotecaria)
Julia y tú son las hermanas mas jóvenes. Y cómo tales tienen muchas cosas en común. Puedes decir que ella es una verdadera amiga. Aunque no siempre fue así. Cuando incresó al convento (a sus 18 años aproximadamente), sentise un poco de celos, por dejar de ser la mas jóven (y bella). Y cuando se le asignó el preciado puesto de Ayudante, pecaste intensamente de envidia. Pero pronto lo superaste y se hicieron compañeras. Al igual que con la hermana Bernarda, pasaban mucho tiempo juntas en la biblioteca. Tú con tus estudios de psicología, y ella con los suyos de teología. Muchas veces compartían y debatían diversos temas entre ustedes dos, y con Bernarda también. Julia hace muchos viajes fuera del convento, generalmente para intercambiar tomos con otras bibliotecas.

El camino de montaña no estaba pensado para ser hecho a pie, generalmente se llegaba en coche. Todo lo rápido que dejaron la playa se volvió lento y cansador al ir ascendiendo. El frío comenzó a calar profundo en los cansados cuerpos. Pararon unos minutos en un pequeño claro donde aún daba el sol. Pero decidieron seguir andando para llegar cuanto antes. Finalmente el gran convento apareció ante ustedes. Estaban ya a poco mas de 200 metros.

Por fin - pensó Miguel - creí que no iba a ser capaz de llegar.

Había necesitado toda su fuerza de voluntad para llegar hasta allí. Bueno... su fuerza de voluntad y la ayuda de su inesperada compañera que le había sostenido, pero tras un tiempo que se le hizo eterno, estaban a corta distancia de su objetivo, tan cerca que rompió el silencio que había mantenido con el objeto de reservar fuerzas.

Bien, ahí lo tenemos, el convento. Dime, tenías muchas ganas de venir, pero no me has explicado exactamente que es lo que te ata a este lugar...

Mi caminar era liviano, incluso demasiado rápido para lo ciertamente duro que era pero es que me impulsaba una fuerza desconocida a llegar cuanto antes allí, mi compañero me seguía, menos animado, pero a un buena ritmo también.

Sin embargo justo antes de llegar, mi paso se ralentizo , un miedo que ya había sentido antes pero que no conseguía ubicar estaba haciendome de lastre y los últimos metros me costaron mucho mas que toda la caminata anterior.Pare unos doscientos metros antes y escuche su voz a mi espalda.

Que me une ...

Me gire sopesando que hacer, pero enseguida recorde donde estaba y quien era yo, ni la desconfianza ni la mentira es algo tolerado en la Orden de San Benito..

-Yo soy...soy monja y este que ves aqui es mi convento . Hasta que todo mi mundo cambiara y se girara a no se adonde aun, yo vivía aquí, feliz con mis hermanas y saliendo solo para ir a clase en la universidad. Este es mi hogar, y necesito volver, porque ¿Donde sino en mi hogar estarán las respuestas?-

Me volvi a girar y enfrente la entrada.Esperaba encontrarme con la hermana livia el la puerta, como siempre, y con julia, necesitaba su mano amiga..y con todas las demas..pero...¿aun seguirian alli? ¿seria todo igual? ¿podrian perdonarme?

Esto ultimo hizo que mi corazón se parara fríamente, si es que aun latía.

Miguel miró sorprendido a su acompañante: ¡Monja! - pero inmediatamente se recompuso - perdón, no pretendía ser grosero, simplemente no me lo esperaba.

Nuevamente en silencio, meditó sobre lo que le acababa de revelar su compañera: Bueno, se supone que ella tiene más experiencia en temas relacionados con el más allá, de manera que por el momento casí que seguiremos sus consejos.

Dime, no quiero ofender, pero ¿como he de dirigirme a tí, como Sor?

Aun ensimismada en mis preguntas y cosas escuche la voz del hombre a mi espalda, la pregunta era una autentica carcajada pero sin embrago me gire a mirarle apartando mi vista del convento.

Sonrei

-No por favor, llamame Rachel o si te apuras hermana...no tienes que cambiar tu tratamiento, las monjas somos seres humanos..- pare un instante viendo la incongruencia de esas palabras..- Rachel vale?-

Agarre el pomo de la puerta de madera y lo golpee varias veces, al instante mi corazón empezó a latir con fuerza , hubiera dado lo que fuera por tener un brazo amigo en el que apoyarme en aquel instante.

La enorme puerta estaba abierta, como solía hacerlo durante el día. Al entrar un largo corredor llevaba a una sala, donde se veía a la Hermana Livia atareada en sus labores.

Casi tuve que buscar un apoyo para no caer al comprobar como la puerta estaba abierta, mire con cautela dentro para distinguir entre la oscuridad las formas de lo que antiguamente era mi refugio.

Sonrei involuntariamente, ella estaba ahí, como siempre...

Me volvi para mirar a miguel

-Vamos! -

Agarre su brazo emocionalmente desatada, para llegar hasta ella.Por fin alguien conocido que le daba algo de sentido a toda esta extraña pesadilla.

Miguel no pudo hacer nada más que dejarse arrastrar por el entusiasmo de su compañera. Esperaba que de alguna manera lograsen obtener respuestas sobre que era aquel lugar y por qué estaban ellos allí.

La Hna. Livia estaba detrás de una mesa, haciendo unas anotaciones en uno de los libros de existencias. Atareada, cómo siempre, sintió que alguien se aceercaba. Subió la mirada un instante y la bajó rápidamente.

- Ya los atiendo denmen un segundo que term... No pudo terminar su frase, y su cara se quedó dura. Miró lentamente de reojo, por sobre sus anteojos. Y volvió a bajar los ojos. Miró para los costados en busca de alguien, pero nadie había allí. Murmuró algo, y se levantó en cámara lenta, con su Rosario en la mano, completamente pálida, y paralizada, mirando tímidamente a los recién llegados.

Sonrei abiertamente, con mi mano aun agarrando el brazo de miguel, algo que ni me importo. Solo podia mirar a mi hermana fijamente y emocionada. Mi sonrisa se apago un poco cuando vi su reaccion ,como..si estuvieramos muertos pero...era posible que en este mundo paralelo y surrealista tambien estuvieramos muertos

-Ummm..hola, bueno él..él es Miguel..necesito que me ayudeis, aunque no tengo derecho a pediroslo pero..lo necesito, necesito que me digais que esta pasando..-

Solte el brazo de miguel para agarrar el de mi compañera de convento ,quizas entre mujeres de dios y de bien, podrian ayudarme y sacarme de este infierno y de la persecucion del verdadero diablo, como un exorcismo por algo malo que hice

El convento era un lugar silecioso, elegido por muchos para descanzar y orar. Pero en aquel momento el silencio se había vuelto sepulcral. La luz comenzaba a menguar por el cercano ocaso. Pero pronto el patio se oscureció mucho más rápido de lo normal. Los arboles dejaron de moverse, y el viento comenzó a soplar con ira. En medio del desconcierto de la hermana Livia y la esperanza de Rachel, un terrible trueno rasgó los oídos de todos. Relámpados iluminaron el interior del convento, y pronto el agua comenzó a azotar con fuerza desde el cielo.

La Hna. Livia seguía pálida, sin poder reaccionar, de píe... Al menos hasta que el el primer trueno llegó y fué demasiado para ella. Se desvaneció dejando escapar un pequeño grito.

- Aaaaarrrrrggggg!!!!!

Luego de la total oscuridad y la sensación de placer siguió un momento duro. De repente se sintió totalmente sofocada. No podía respirar. Abrió sus ojos pero estaba en un lugar casi totalmente oscuro. Sintió en sus manos una sensación de humedad pegajosa. Sentía dolor, un enorme dolor sin saber de donde provenía. Y para empeorar las cosas aún mas, si es que esto era posible, sentía sus movimientos muy limitados.

La hermana livia se me escurrio entre los brazos al tiempo que me volvia de nuevo a miguel y le miraba alarmada. No me pillaba de espanto esta tormenta tan repentina lo que me asustaba es que fuera dentro del unico lugar donde aun podia sentirme segura, el lugar de dios

-Dios mío.. Esto es cosa de él...tenemos que buscar a la superiora..quizas ella sepa que hacer..- Agarre de nuevo su brazo con desesperación- Por favor ayudame!-

El agua hacia que subiera el tono de voz, regaba el patio con violencia, con una inquietante e irreal violencia. Mire a la hermana livia

Miguel se había mantenido al margen hasta ese instante. El momento se notaba que era muy especial para Rachel y pensaba que debía disfrutarlo sin interferencias.

Por desgracia, la reacción de la hermana no había sido la mejor y ahora se veía en la obligación de intervenir, mientras una idea no hacía más que darle vueltas en la cabeza:

Si estamos muertos, ¿es posible que seamos fantasmas?, algo en lo que nunca creí cuando estaba vivo. Y si es así ¿quien puede vernos y quien no, que aspecto tenemos?

¿No deberíamos ayudar antes a esta mujer? O quizás puedo tratar de reanimarla yo mientras tu buscas ayuda. Por cierto, ¿a quien te refieres cuando dices que es cosa de él?

Todo estaba pasando demasiado deprisa y la creciente tormenta no hacía sino empeorar el ánimo ya decaido de Miguel. Para colmo, temía saber a quien se refería Rachel con ese pronombre, "él", sólo dos letras pero que hacía que un sudor frío recorriese su espalda.

Miro a miguel como intentando conectar ideas y prioridades. Abro la boca pero no se que hacer....

Claro que tenemos que socorrer a la hermana livia pero...¿Es en realidad ella? o ¿Lo es en este mundo paralelo?, ¿En esta pesadilla en la que estamos sumergidos?

-Yo...- finalmente alcanzo a aclararme- él es..él...-bajo la mirada con la tormenta a mi espalda. Que absurdo suena eso, le miro a los ojos con la semioscuridad brillando en los mios- ¿Tu no lo has visto? Yo no se quien es, o bueno si, es el diablo, el demonio y nos quiere para extender su mal, estoy segura... Dejala, solo esta desmayada y nosotros no tenemos tiempo, hay que ir a ver a la superiora , ya-

Bajo la mirada, di mi vida por Dios, ahora no voy a dejar que me maneje el diablo, con todo lo que tuve que sacrificar.

La oscuridad la rodeaba nuevamente, y otra vez estaba sola, con su cuerpo entumecido y con los movimientos limitados. Esto ya la estaba cansando, no solo por la situación sino por la incertidumbre de todo cuanto la rodeaba. Era futil comprender su situación y más aún las personas (?) con las que se encontraba. Se preguntaba si esto seguiría así por toda la eternidad...Fuck!!!!

Abre y cierra sus manos con dificultad con esa sensación de humedad pegajosa que la asqueaba, a pesar de las limitaciones intenta incroporarse.

Casi sin quererlo, y acompañando a sus esfuerzos por incorporarse emite un agudo grito que retumba por toda la estancia. Una consecuencia de la impotencia y de su frustración...