Partida Rol por web

No salí de entre las sombras porque me parece que ya me habían descubierto, pero si ataqué dos veces, una al H2 y otra al H4 con el cuchillo cristiano que me habían regalado (Bracamante):

-Recibid el dolor de vuestras armas con acero y veneno...

Resumen turno 1:

la honda movíase girando sobre sí, y el brazo de Durán lanzó con potencia un buen guijarro colocado sobre ésta. En cuestión de segundos, la piedra impactó en el costado de uno de ellos (H1):

Daño: 7 (-2 por Gambesón): 5 puntos de daño.

Bermudo, "El Justo", fue el primero de los de a pié que se abalanzó contra los que arrastraban al Bonilla. Encaminóse raudo hacia otro de ellos (H3) y le propinó dos tremendos hachazos, no siendo efectivo sino sólo el primero, y efectuado en su brazo derecho:

Daño: 10 (-2 por Gambesón)(/2 por brazo): 4 puntos de daño.

El alguacil Zaif, con su bracamante en la mano bien asido y preparado, corrió tras El Justo y dióle doble puñada al primero de ellos (H1), bien dirigidas ambas a pecho y abdomen, y ambas sin errar:

Daño1: 9 (-2 por Gambesón): 7 puntos de daño
Daño2: 7 (-2 por Gambesón): 5 puntos de daño

Zaif le descosió a puñaladas al fulano, y quizá un poco más de luz o tal vez siendo de día podrían verse los higadillos como saliéndole por el ombligo, ahora rasgado y desprovisto... Asi que fíjense cómo de daño hízole el alguacil...

Tras ésto, y viéndo como ya tres de sus compañeros habían actuado, Abid dióse prisa y cargó con tremenda celeridad una flecha cuya dirección estaba bien planificada: la sesera de otro de los tipos (H4):

Daño: 8 (sin protección) (x2 en cabeza): 16 puntos de daño

La precisa flecha le entró por el carrillo izquierdo hacia el interior de la cavidad bucal, destrozándole la mandíbula inferior, arrancándole de cuajo e incluso partiéndole numerosos dientes de su boca, al tiempo que la legua quedó segada, separándosela de ésta y haciéndosela escupir... La sangre le brotaba, literalmente, a borbotones, y el tipo la escupía muy impresionado al suelo...

Fue entonces que, tras oir la flecha de Abid, el caballero Casimiro corrió con su espada en alto (y pareciera que él corría tanto que quedaba su espada atrás), y se lanzó contra uno de aquestos que todavía no habían sufrido más daño que la impresión de la emboscada (H2). E que vean vuestras mercedes como quedó cuando el calatravo quiso atravesarle el corazón al susodicho...:

Daño1 (crítico): 15 puntos de daño
Daño2 (crítico): 15 puntos de daño --> MUERTO

El primer zarpado no fue clavada, sino que Casimiro le pasó el filo cortante de hombro izquierdo a cadera derecha al hombre del Arracacepas; acto seguido le clavó la espada horizontalmente, bajo sus hombros y entre sus costillas. La punta rompió varias costillas, atravesó el corazón y le asomó al fulano por la espalda. Su rostro quedó marcado por una mueca de horror estrepitosa: ojos saltones, boca abierta y sangre por doquier... El impacto había sido gravísimo, mortal...

Al paso de Casimiro lo siguió Nâzeh, que non quiso quedarse atrás, y lanza en mano fuése directo hasta H3. La lanza viajó entre sus brazos de atrás hacia delante, cogiendo tremendo impulso y clavándosela en el abdomen (más bien en el bajo vientre, prácticamente en los genitales):

Daño: 10 (-2 por Gambesón): 8 puntos de daño.

H3 Carga contra Casimiro y falla
H1 Revolcándose de dolor en el suelo
H2 Muerto

Tras todo este lance y aún con la lengua seprada de su boca y con menos dientes, el que tenía toda la boca y cara ensangrentada vio a Yurem acercándose por la espalda (que pareció que quería sorprenderles, pero se quedó en el intento), y con su espada le propició dos sendos golpes que hicieron mella en el musulmán (a pesar de su estado):

Daño1: 6 _{(no contamos el bonus, pues lo ha perdido)} (-2 por capacete) (x2 en cabeza): 8 p. de daño --> Yurem HA MUERTO
____________________________

Uno de los que arrastraban al Bonilla del brazo yacía ahora muerto, justo al lado del cadáver de Yurem, que no había conseguido llevar a cabo su cometido (clavar por sorpresa un cuchillo). Mientras uno se revolcaba en el suelo llevándose las manos al estómago, ótro tenía la cara destrozada y había dejado caer la espada para llevarse las manos (inútilmente) a la boca (y se notaba que le faltaban lengua y dientes y carrillo...). Otro de ellos, el que quedaba, se llevaba las manos a sus partes, pues el árabe Nâzeh le había clavado una lanza en aquella zona: insólito.

Aquello era un reguero de sangre, y la noche era testigo de ello. sin duda alguna que os habíais enfrentado a, quizá, los tipos más peligrosos de la ciudad en la collación más conflictiva. Algún gato miraba por los tejados y huía rápidamente ante tal espectáculo. Los tipos, muy malheridos, estaban tumbados o tendidos en el suelo, incapaces de ponerse en pie o enfrentarse de nuevo a vosotros. El Bonilla yacía bocarriba con los ojos cerrados, pero aún con vida, pues se le veía muy extasiado, cansado y apesadumbrado. Lo más probable era que habría recibido gran tormento.

Si no fuera por la muerte de uno de los suyos, el tal llamado Yurem, la reyerta había salido bien y el Bonilla, aunque bastante maltrecho, aún seguía con vida, otra cosa sería que le pudieran hacer hablar. Bermudo acercose a Casimiro para saber qué pretendía hacer con el maleante que acababan de rescatar.

- Ya le tenemos, pero será mejor que si le queremos interrogar nos alejemos de aquí, no vaya a ser que el Arrancacepas mande a más de sus matones tras de nos. ¿Y con estos que hacemos? -No le hacía ninguna gracia tener que matar a hombres indefensos, y aquellos ahora mismo poco se podían defender.- Si los dejamos aquí sabrán que lo hemos hecho nosotros.

La batalla había ido bien, salvo por la perdida de un buen compañero que había tenido los últimos días. La tristeza se apodera de mí pero tengo que continuar con la misión que aceptamos.

Mientras Bermudo se dirige hacía Casimiro, bajo del tejado para juntarme con el resto del grupo y elegir el próximo movimiento.

- Deberíamos matar a estos que en el suelo yacen. Si los descubrieren y hablasen, fácil se lo dejamos a los demás hombres del Arrancacepas.- Dijo Zaif con el bracamante ensangrentado en su diestra y sin dejar de mirar a los lados, temiendo que apareciese alguien y descubriera la pelea.

A buen seguro que es así... -asintió Casimiro ante la propuesta del alguacil Zaif-. El calatravo poca forma diferente veía para con ellos que se atrevieron a arrastrar al Bonilla, aunque miró también a los que faltaban. Tras contemplar los rostros de Abid y Nâzeh, los cuáles arqueron un poco sus cejas al observar poca solución más que darles muerte, el Caballero Casimiro se acercó al cuerpo de Yurem.

Cerca del monasterio de San Agustín -dijo ya cargando el cadáver del moro-, donde estuvimos hace unas horas, está la casa de éste -refiriéndose al Bonilla, aún tumbado bocarriba-. Llevadle allí y esperadme, alli podremos interrogarle; yo voy a llevar a Yurem a la torre de la Malmuerta, cárcel de nobles, donde al menos podré hacerle pasar por buen hijo de comerciante musulmán, y al menos le darán despedida en la morería de san Juan...

Ciertamente, pese a fiel cristiano y siervo de Dios, Casimiro apreciaba un poco la lealtad y compañía de aquellos a los que acompañaba en las pesquisas.

No tardaré mucho -inquirió finalmente, desproveyéndole de todo artículo que llevaba Yurem y cargaba con él a pleno pulso-. Aguardadme allí. Y con éstos... -refiriéndose a los hombres del Arrancacepas- será mejor que hagáis lo que tengáis que hacer... -obviamente, Casimiro ya había dado antes su opinión-. Y en cuestión de segundos dobló la esquina de la Calle del Palomar, y esa fue la últma vez que vísteis a Yurem Saied.

- Démosles muerte y llevémosles a todos a casa del Bonilla. ¡Rápido! -exclamó señalando a los pobres desgraciados que yacían despatarrados intentando aferrarse a la vida.

Sabía que era lo mejor que podían hacer, dar muerte a aquellos para que no pudieran hablar, pero no sería Bermudo el que levantara primero su hacha para matar a esos desgraciados, que no llevábale la conciencia acabar con la vida de gente que no pudiera defenderse, por muy viles que fueran.

- Pues que alguien acabe con ellos de una buena vez. No podemos pasarnos aquí toda la noche.

Agarró al Bonilla que parecía medio muerto, para llevarlo a la casa y poder interrogarlo.

Asiente y levanta su lanza, va dando muerte uno por uno a cada uno de los moribundos, atravesando con la punta de su lanza la nuca de los hombres como un campesino sacrificando reses. Mientras lo hace murmura una oración al Dios verdadero para que se apiade de los muertos.

Mientras Naceh va rematando a los que yacen en el suelo, Zaif ser coloca a un par de metros de él para darle cobertura en el caso de que se acercara alguien y pudiese importunarle en su tarea.

Et que era de ley y castigo, al menos de refriega y reprimenda, que tuviera que ser el moro Nâzeh (rodeado de cristianos) quien ofreciérase para dar correcta muerte a aquellos fulanos que bien estaban al servicio de ese maldito criminal, ese Arrancacepas. El caso es que la lanza quedose en uno de ellos bien enraizada, pero el musulmán la desprendió, quedando horadados e inertes ése y el resto de cuerpos.

Y habiéndoos reunido todos, en la calle (el el suelo ya, delante de la sangrienta escena), que tomásteis al Bonilla, ese gran tunante buscado, y que visto así tan mal provisto de salud y tan henchido de moratones y latigazos que pareciera no tener medio soplo; y a buena cuenta que cualesquier infante malcriado en las calles de esa peligrosa collación capaz seria de darles dos buenos aceros en un "tris tras" sin que Miguel, "el Bonilla", hiciera nada para defenderse: el desgraciado esta hecho trizas, aunque vivo.

Y en volandas llevásteisle dando un pequeño rodeo a través de la calle del Palomar y la de Costanillas, accediendo al domicilio de éste en la calle Montero. Tras subirle y recostarle en su maltrecha cama (aún estaba el tablón doblado donde sacásteis una bolsita con monedas), no tardó mucho alguien en golpear la puerta. Era ya completamente de noche.

¡Abrid! ¡Soy yo, Casimiro! -dijo una leve voz tras el maltrecho portón-. Entonces abrísteis al calatravo, y tras miraros unos segundos, se fue directamente contra el Bonilla, que tenía los párpados inflamados, y lo observó. Luego volvió a miraros. Yurem ya está con los suyos. Le darán sepultura en el cementerio junto al zoco musulmán... Bueno,  ver..., veamos qué nos cuenta éste...

Y entonces incorporó con no demasiado cuidado al Bonilla, colocándole sentado en su propia cama.

Miguel... "el Bonilla" -le dijo-. Apenas nada al lado del tio Arrancacepas. Ya puedes hablar de todo lo que sepas acerca del juraado asesinado, te va la vida en ello...

Et que no hizo falta más.

El Bonilla estaba en su propia alcoba rodeado de tantos hombres tan bien armados que fue milagro que no hiciérase de vientre allí mismo; y por supuesto no hizo falta nada para que cantara, entre sollozos y gemidos, como persona razonable.

Hace cuatro días se presentó en mi casa una persona embozada acompañada de un tipo enorme, fuerte y con la piel oscura, aunque no negra, y que no tenía ninguna pinta de moro -confesaba Miguel mirando el tablón levantado de su habitación-. El embozado, que por la voz debía ser una mujer, me pagó allí mismo 250 maravedíes si al amanecer del día 10 acompañaba al criado (el tipo enorme) a una  determinada calleja donde debería esperar un tiempo oculto. Luego, en cuanto escuchara alguna voz, debía salir y acabar con la vida del que allí se encontrara. La cosa parecía sencilla así que acepté y esa mañana me dirigí con el criado y siete tipos más a un callejón y tras escuchar una voz, todos salimos y acabamos con el pobre tipo ese. El criado nos repartió entonces una bolsa para cada uno con otros 200 maravedíes y aquí paz y después gloria.

De todas formas -añadió-, que quede claro que nada sabía yo de la identidad del muerto, que de haberlo sabido el precio hubiera aumentado considerablemente...

Casimiro, ante esta coletilla final, le agarró de las solapas de la ropa en un pequeño arrebato de ira, mas luego le acabó soltando...

Y ya en el cuarto del Bonilla y con la presencia de Casimiro entre ellos, el hombre soltó todo lo que sabía que bien a las claras se veía que medio muerto estaba, no sólo de los palos que le habían dado, sino de miedo. Mas la historia que contó pareciole a Bermudo un tanto extraña, y aunque bien sabía que para ganar esos dineros no hacían falta muchas preguntas sino sólo entrar en acción, parecíale raro que ni siquiera quisiera saber la identidad del que iba a matar.

Escuchando las palabras del Bonilla se notaba que no se arrepentía de nada, como mucho de no haber pedido más dinero al asesinar a alguien con un cierto rango dentro de esta bella ciudad. Parecía que se guardaba información pero era pronto para afirmarlo.

Quien quiera que desease la muerte del jurado no le dolía el dinero.- Si el dinero que pidio el tío Arrancacepas por la vida del Bonilla ya me había parecido un desproposito saber lo que habían pagado por su muerte era como para volverse loco. De momento sabíamos que se trataba de alguien adinerado, pero a mi entender, poco más podíamos sacar de sus palabras.
 

Buen trabajo le habían hecho al desgraciado del Bonilla. No tuvo reparos en largar todo lo que sabía... o eso pensó Zaif. La verdad era que aquel despojo estaba casi tan muerto como los que dejasen en el callejón. Incluso parecía extraño que lograse hablar en aquellas condiciones. En aquellos pesamientos estaba cuando un recuerdo le vino a la cabeza.

- Así que fue una mujer la que te contrató... ¿notaste algo extraño en su voz? ¿tenía algún acento? ¿hablaba como una Señora? ¿o tenía más pinta de ser una mujer de mala vida? ¿era cristiana? no te mereces nada mejor que ser colgado, por ser un vulgar asesino a sueldo. Es repugnante... pero si cooperas podríamos arreglarte un accidente, te ofrezco una muerte limpia y rápida si cooperas.

¡Era una mujer embozada! -profirió el Bonilla ante la amenaza de Nâzeh-. ¿Cómo iba a saber yo que era de mala vida? No sé nada más ¡lo juro!*...

Mientras se explicaba el Bonilla, Zaif pareció cambiar el semblante, y sin duda púsose pálido en la alcoba...