Partida Rol por web

Tan solo una fracción de segundo tuviste como sobreaviso de lo que se avecinaba, casi una premonición. Quizá, sencillamente, habías aprendido de ocasiones anteriores. Al tiempo que entrabas en la sala, una gota de sangre caída del cielo impactó en tu servoarmadura caída desde el cielo como la lágrima de un ángel caído y con un (a tu parecer) sonoro "CLOC", como a cámara lenta, se deshizo en miles de gotitas mucho más pequeñas.

Arriba.

Alzaste la cabeza de inmediato, como un resorte, y pudiste ver justo antes del ataque cómo dos sombras más se apresuraban, entre las vigas, a colarse en la salita que acabábais de dejar atrás.

Y allí estaba. La brutal descarga de adrenalina que sus órganos implantados enviaban al organismo del Angel Sangriento, haciendo que el tiempo se detuviera, que fluyera a cámara lenta mientras uno tras otro, los proyectiles del bólter pesado surcaban el espacio entre él y el genestealer.

La sangre roja de los humanos sacrificados en aras del bien mayor tiñó el suelo de la espaciosa sala. Las voces de sus hermanos de armas sonaban sin que fueran apenas detectadas, y anotadas en un lugar recóndito de la mente del marine. Estaba más allá de todo y de todos, al menos por el momento. Era su momento.

Los trozos del xenos saltaron por los aires, cuando la tremenda potencia de fuego reventó su cuerpo, explotando en chorros negruzcos y violetas de carne, vísceras y sangre. Pero seguía sin importar. Sepheran solo quería una cosa.

Otro objetivo al que disparar...

Elyas se introdujo en la sala detrás de sus hermanos, caminando hacia atrás y cubriendo la retaguardia mientras apuntaba con su pistola bolter al pasillo que dejaban atrás. Como era de esperar, Sepheram había masacrado a los civiles intentando cazar al genestealer. Pero en aquella situación, poco más se podía hacer; solo esperaba que el Lord Gobernador no estuviese entre los cadáveres reventados por los proyectiles de bolter.

Una buena ráfaga de disparos contra el enemigo y este cae destrozado al suelo un par de metros más allá. Para cualquiera la amenaza habría desaparecido junto con la vida de unos pobres civiles desafortunados, pero no para alguien que luchó en Macragge y sabe como actúan las alimañas tiránidas, guerreros evolutivamente seleccionados para ser los cazadores más letales del universo.

Una gota, una sensación, un presentimiento. Con eso me basta para mirar arriba y de inmediato notar a los otros dos que se esconden pero que ahora bajan dispuestos a encontrar carne fresca con la que alimentarse. Rápidamente saco de mi cinto una granada, le saco el seguro y espero unos pocos segundos que cuento en voz alta antes de lanzarla mientras grito:

- "¡Dos tiránidos más arriba! ¡FUEGO EN EL AGUJERO! ¡POR EL EMPERADOR!"

Mi voz resuena un momento antes de la explosión, momento en el cual ya estoy apuntando con el bolter en la otra mano directamente hacía la sombra de tiránido más cercana, preparado para abrir fuego contra él y así luchar por nuestras vidas y las de estos civiles.

En cuanto Elyas vio la maniobra de Lucian, apuntó su pistola bolter al techo, en busca de algo a lo que disparar. Sabía que habría mas de esas criaturas ocultas entre las vigas de madera

Al observar como Seph ha reventado al xenos Skold solo puede exclamar un sincero - Oh!! - mientras, avanza hacia la sala donde se encuentran los civiles con el bólter preparado por si hubiese algún contratiempo.

Y lo hay, a medio camino de la sala, justo cuando el lobo adelanta a Lucian, este da la voz de alarma - Joder!! Por la espalda - Skold encara su bólter hacia lo que sea que haya allá arriba.

Los disparos del bolter pesado aún humeante de Sepheran habían destrozado el cartilaginoso cuerpo del Genestealer, pero la cosa no acababa ahí. Al tiempo al que Lucian y Skold se precipitaban a entrar en el pasillo balconado, dos bestias más se precipitaron por la retaguardia sobre los Marines que habían permanecido atrás: Sepheran y Elyas. El vil propósito de estas criaturas, de una inexplicable inteligencia maligna, era claro: precipitarse sobre los desprevenidos Marines y suprimir el fuego pesado haciendo pulpa a los Astartes con sus garras. Por suerte para todos, Lucian percibió a tiempo a las bestias y pudo evitar que fueran cogidos por sorpresa. Podría haber sido fatal, pues como el Ultramarine sabía bien (no pocas habían sido las veces que había combatido contra ellos), deslizarse tras las líneas enemigas y desde allí asestar el golpe fatal era la especialidad de un Genestealer...

Advertidos a tiempo las cosas fueron distintas. Dejándose caer, ambas bestias fueron impactadas de lleno por la explosión de la granada de fragmentación que tan precisamente había arrojado Lucian. La granada explotó en el aire, según los tiránidos caían, de modo que no pudieron utilizar su rapidez para evitar la descarga de metralla. Uno de ellos solo fue alcanzado lateralmente y las esquirlas de metal ardiente se apagaron al incrustarse en su cuerpo. El tiránido escupió un chillido innaturalmente agudo para una bestia de su tamaño, pero eso no le impidió seguir adelante. El segundo Genestealer fue impactado con mayor gravedad, pero pese a tener el cuerpo entero repleto de heridas sangrantes que le hcían parecer la versión sangrante de un queso gruyere, siguió combatiendo como furia animal. Los xenos heridos se encararon a los dos Marines. Su pequeño tamaño y natural agilidad hacía ventajoso el duelo en ese pequeño espacio. De idéntica manera, ambos Genestealers lanzaron su ataque en caída. Elyas pudo ver, entre asombrado y agradecido cómo su oponente fallaba el golpe por apenas un par de centímetros al haber sido su oponente repelido hacia atrás por la onda expensiva de la granada. La garra, sangrante de anteriores presas, osciló frente a su casco sin llegar a tocarlo, pero pequeñas gotitas del líquido vital, proyectadas por la fuerza centrífuga del arco salpicaron su visor. Sepheran no tuvo tanta suerte, pues el golpe iba dirigido certeramente a su hombro. Sin embargo, en el último momento al que aguardó con sangre fría, hurtó el cuerpo a un lado con rapidez inusitada y esquivó el golpe.

Esquivando sin dificultad el torpe ataque de la criatura, Elyas se dispuso a devolverle el golpe. Levantó su puño de combate, y lo hizo caer sobre la cabeza del genestealer para aplastarlo. La metralla de la granada de Lucian había hecho la mitad del trabajo, y ahora le tocaba a él rematarlo. El campo de energía zumbaba mientras el puño de Elyas descendía para ejecutar su sentencia.

El puño de energía chisporroteó mientras se precipitaba, destructivo, mortal, hacia el centro mismo del abdomen del tiránido pero éste, con agilidad y una elasticidad inverosímil, esquivó con limpieza el golpe que le habría causado una muerte cierta y dolorosa.

Sepheran evitó en el último instante el letal golpe del tiránido, al que no daría otra oportunidad. Ni aún queriendo.

el familiar velo rojo cubrió sus ojos, y el Angel Sangriento perdió toda noción de lo que le rodeaba que no fuera el genestealer o la mejor forma de acabar con él.

¡¡¡RAAAAAAAAAAAAAAARGH!!! pudo escucharse un alarido de rabia pura, no más contenida, como si fuera un torrente de aguas furiosas dispuestas a abrirse paso a través de cualquier obstáculo posible.

El marine espacial alzó el puñal mientras se lanzaba sobre el genestealer, para acto seguido hacerlo caer con toda la fuerza de la que era capaz.

Lo que siendo un astartes era mucha...

Repitiendo de forma idéntica el movimiento de su compañero, o hermano, o clon, o cualquiera que fuese la relación de parentesco que compartian los Genestealer, el tiránido en melee con Sepheran esquivó su cuchillo con facilidad, ampliamente

Aguantando la respiración, seguro de su puntería, Skold aprieta el gatillo. La precisión es imprescindible si no quiere herir a su escuadra... y la tiene. La bala impacta en el objetivo, el Genstealer que se encuentra forcejeando con el hermano Elyas.

Tras impactar en el objetivo el lobo vuelve a apuntar, esta vez al otro xeno. Su hora está próxima.

Los genestealers ya estaban luchando en cuerpo a cuerpo contra nuestros compañeros, mientras la mira de mi bólter se mantiene observando al enemigo que había apuntado hace pocos instantes. Me concentro en seguir apuntando un momento y suelto un disparo, siendo cuidadoso de no impactar a mi compañero con él.

El disparo sale de mi arma y el proyectil surca el aire impregnando todo de justicia imperial, volando directamente hacía su objetivo.

Los proyectiles de bólter hendieron el aire, apuntados con cuidado y con justicia imperial, con diferentes resultados. Mientras que el de Lucian fue esquivado por el tiránido (resulta difícil saber si, en el transcurso del combate a muerte en el que estaba trabado lo había evitado por suerte en un movimiento destinado originalmente a posicionarse en una situación ventajosa o si, con esa agilidad y percepción innatural que caracterizaban a esas bestias había sido consciente del disparo y lo había esquivado conscientemente), el de Skold golpeó en uno de los ¿cuatro? hombros del Genestealer que intentaba rajarle la garganta a Elyas, volándoselo de cuajo junto a la parte superior derecha del torso. La criatura emitió un sonido horrendo, algo como el chillido agónico mezclado con un ruido ronco difuso mientras un icor borboteante, alguna clase de fluido vital, rociaba el entorno más cercano. El tiránido se desplomó en el suelo y ya no gritó más.

El otro ignoró por completo la violenta y espectacular muerte de su compañero de faena y precipitó a un tiempo todas las garras sobre Sepheran, que cayeron sobre él a un tiempo desde ángulos imposibles como si de una bestial máquina de matar a base de guadañas que trabajaban en serie se tratase. El Ángel Sangriento dio lo mejor de sí mismo apañándoselas para bloquear con soltura las dos garras izquierdas de la criatura a diferentes alturas con una única maniobra elegante, y esquivar la garra superior izquieda de la criatura agachándose ligeramente, pero lo golpes eran demasiados y su coordinación perfecta, buscando no dejar posiciones seguras, barriendo todo el área que ocupaba el Marine Espacial y todas sus posibles evasivas, y la garra inferior izquierda se le clavó en la pierna, a la altura de la rodilla, con una fuerza inusitada para una criatura, relativamente, tan ligera. La hoz atravesó con facilidad la servoarmadura sin desviarse, burlándose de la ancestral tecnología de los Magos de épocas pasadas y se clavó en la rótula de Sepheran, aunque no con una profundidad que amenazase el buen funcionamiento de su pierna.

Elyas se giró sin decir nada y se lanzó contra el genestealer que quedaba, intentado apartarlo de Sepheran de un contundente puñetazo de su puño de energía y lanzarlo contra la pared de la sala.
 

El chisporroteante puño de energía, en un golpe similar a un gancho, impactó al Genestealer restante en la parte superior de uno de sus musculosos muslos haciéndolo literalmente desaparecer, al tiempo que la onda de energía proyectaba el cuerpo restante contra la pared de la sala. El sonido de los huesos al quebrarse atravesó la sala como una sentencia y, durante un instante, pareció que hubiera silencio...

... sin embargo el caos no había acabado. Los civiles, asustados, muchos en estado de shock y de pánico seguían correnteando para salvar sus vidas. Varios de ellos habían desaparecido por los pasillos mientras que los más desesperados habían optado por tirarse desde el balcón y ahora cojeaban en el mejor de los casos huyendo de allí. Sin embargo no había más Genestealers... al menos a la vista.

El último de los Genestealers cae derrotado por el poderoso puño del Hermano Elyas. Por fin el enemigo en este lugar parece haber sido acabado y algo de paz podría llegar al lugar. Miro al Hermano Sepheran y sus heridas en la pierna, por lo que me acerco a él mientras le doy órdenes a mis Hermanos de Batalla:

- "Hermano Elyas, asegura la zona y revisa que no hayas más xenos en las cercanías. Hermano Skold, ordena a los civiles e intenta contactar con el Gobernador si es que aun sigue con vida. Yo atenderé al Hermano Sepheran."

Me acerco al Ángel Sangriento y utilizo mi narthecium para sanar sus heridas a través de la servoardura rota sin necesidad de retirarla, inyectando los medicamentos y las drogas, así como suturando después de eliminar el tejido infectado.

Sepheran aguantó estoicamente el dolor. En realidad, apenas era consiciente de él. Ensu estado al terado, cercano a un puro frenesí, había ignorado por completo las heridas sufridas, dispuesto a abalanzarse sobre el tiránido para acabar con él de una vez por todas. La furia y la rabia le daban alas y estaba a punto de matar a su presa cuando... alguien lo hizo por él.

Sepheran se giró buscando la fuente de aquella deshonra, mirando con casi genuino odio a su hermano de batalla, Elyas. El puño de energía aún chisporroteaba, pero no era nada comparado con el brillo de los ojos inyectados en sangre del deathwatch.

El puño apretaba con fuerza el cuchillo de combate, la respiración acelerada era lo único que se oía en el interior de la servoarmadura del astartes, y todo parecía indicar que se lanzaría sobre su hermano como si fuera un enemigo más.

Pero al final, Sepheran inspiró con calma y lentitud. Su postura se relajó, y el titán se dejó caer sobre las posaderas de la armadura, dejando que la furia se disipase... o se alojase en algún lugar recóndito de su ser, mientras revisaba la herida sufrida.

No pronunció palabra.

Elyas miró con curiosidad a Sepheran; por un instante pareció que fuera a lanzarse sobre él. Había oído hablar de la legendaria furia de los Ángeles Sangrientos, pero no creía que fuera tan lejos como para volverse en contra de sus hermanos Astartes solo por "arrebatarle" la muerte de un insecto alienígena hiperdesarrollado.

- Si, Capitán -respondió ante las órdenes de Lucian, y dejó de mirar a Sepheran para ponerse a examinar el techo de la sala y asegurarse de que no había más criaturas encaramadas a las vigas