Partida Rol por web

Contuvo un suspiro y dejó de sonreír mientras entornaba los ojos. Cuando quería, esta mujer podía ser toda una aguafiestas pero tampoco quería llevarse mal con ella y estiró de nuevo una sonrisa e intentó ser amable. Al fin y al cabo, poca gente más tenía en el mundo aunque no fueran íntimas.

- Bueno, eso de la miel suena bien. Quizás sea mejor que traigas de eso. 

Se encogió de hombros, guardando los dados en el morral. Se sentó encima de la roca, agarrando la mochila contra su pecho esperando que así los malditos ratones no dieran con sus provisiones. 

- Es un buen hombre y tiene debilidad por gente como nosotros, ya sabes, parias. Estoy segura que te caerá muy bien, le gustan los animalitos y esas cosas, como a tí.

Entrecerró los ojos, concentrándose en la música de la flauta. No era dormirse, sólo iba a descansar los ojos.

Innari, Tassarion y Ayira sienten un estremecimiento repentino; es como si alguien -o algo- estuviera observándolos a la espera de saltar sobre ellos. Los árboles circundantes son golpeados por un súbito viento, todas las ramas se mueven con violencia y atónitos, los tres pueden observan una bella lluvia de hojas que van cayendo con lentitud en el frondoso suelo. 

De repente, se produce un enorme impacto sobre la tierra que pisan. Justo enfrente, y a pocos metros, pueden observar a un enorme reptil alado de más de 9 metros de largo, su cuerpo está cubierto por largas plumas multicolor, de su boca sale un terrorífico sonido mientras observa cada pequeño movimiento que le rodea..., parece que tiene hambre.

Por fortuna, es calmada por una mano humana que recorre -con afecto contenido- el lomo izquierdo de la criatura: Sus ropajes son sencillos y porta en el cuello un viejo talismán de la Santa Unión; anda con una cierta dificultad y parece que su cuerpo soporta importantes heridas que se perciben dentro de su atuendo; su cara, llena de preocupación, se fija de inmediato en la de Innari..., parece que el tiempo se alarga mientras siguen cayendo las hojas de los árboles.

Lo siento Innari..., de veras, lo siento mucho.-dice con la voz entrecortada mientras su brazo derecho se postra sobre su costado izquierdo.- Me hubiera gustado poder encontrarnos en otras circunstancias más favorables, pero creo que eso no va a ser posible...- mira a los dos compañeros de la humana y contesta con mayor endereza.- Mi nombre es Ateruk, devoto sirviente de la Santa Unión.- Al terminar la cabeza del reptil busca la mano del joven, Ateruk comienza a acariciar su frente.- Buena chica, Sahali, buena chica.- comenta mientras observa que no haya llamado demasiado la atención del campamento de mercaderes o de otros ojos curiosos.

Ayira caminaba de vuelta con tres pequeños trozos de panal, suficientes para entretenerse el tiempo que tuviesen que esperar y para afrontar con buen ánimo lo que tuvieran que enfrentar. Fue entonces cuando Ateruk hizo su repentina aparición de la forma más inverosímil. Ante aquella visión, los dorados y dulces tesoros resbalaron de sus manos dejando sus dedos pringosos.

-Eir...-murmuró tan bajo que apenas resultó audible, antes de inclinar respetuosamente la cabeza- Eres... Es...un privilegio..

Durante unos largos segundos, Ayira se quedó totalmente inmóvil, como si su cerebro se hubiese bloqueado. Sin embargo, hervía más que nunca y su corazón latía con la fuerza de mil tambores. Solo cuando Ateruk habló, volvió la humana en sí y se fijó en aquel ser que se había ganado el favor del ave sagrada.

–Soy Ayira...Es un honor conocer a un jinete de urogón.–dijo aún aturdida por la visión. No tardó en fijarse en las heridas del hombre, parecían graves. La mujer arrugó la frente, y sin preocuparse por los mercaderes cercanos, se acercó al hombre para examinar las heridas y poder curarlas con su magia. Algo le decía que una venda no sería suficiente. –Permíteme examinar tus heridas...Supongo que Innari y tú tengáis mucho de que hablar.

¡No! -exclama Ateruk, la bestia reacciona con violencia protegiendo a su compañero herido; ella tensa todos sus músculos y abre sus dentadas fauces ante la cercana presencia de Ayira. Mis heridas están ya tratadas y no se puede hacer mucho más que esperar...- añade mientras parece susurrar algo al aire. Sahali se calma de nuevo pero no deja de mirar en todo momento a la Druida.- Por cierto, no soy su jinete, tampoco está domada ni la trato como un simple animal: Ella es una hija de Eir..., anterior a la Santa Unión.- afirma mientras la criatura se impulsa desplegando sus poderosas alas y removiendo -de nuevo- las copas de los árboles. Mientras alza el vuelo el reptil desaparece gracias un efectivo camuflaje que le permite mimetizarse con el entorno. 

Aunque ya no se detecta su presencia, vuestro instinto os dice que está cerca, muy cerca, observándolos.

Fue más prudente que su compañera. Al ver al enorme bicho, frenó en seco la carrera hacia Ateruk y no se movió hasta que estuvo bien segura que "eso" se había marchado. Luego se acercó caminando despacio, echando miradas fugaces hacia el cielo porque sentía la mirada de la bestia clavada en ella. 

- ¡Ateruk! -dijo, con alegría a modo de saludo, abriendo los brazos y sonriendo. Pero al llegar a su altura y ver que estaba herido se quedó con ese gesto en el aire para luego disolverlo. Frunció el ceño, preocupada y enfadada, pensando en dar buena cuenta de quien le hubiera hecho aquello, sin pensar que, quizás, era algo que pudiera sobrepasarla-. ¿Pero qué te ha sucedido? ¿Cómo estás? ¿Estás bien?

Comenzó a mover los dedos del pie dentro de la bota con nerviosismo.

Tassasion observó con admiración a la bestia alada. Como explorador había tenido el privilegio de descubrir mucho acerca de la fauna del mundo, la cual todo sea dicho, es enormemente rica y extraordinaria. Sin embargo aquel reptil alado era algo más magnífico de lo que nunca había llegado a ver, algo tocado por la mano de Eir sin duda alguna.

El mestizo elfo asintió con el rostro a modo de respetuoso saludo ante el emisario de la Santa Unión. - Yo soy Tassarion, maese Ateruk. Parece que habéis pasado por dificultades para llegar hasta aquí. Decidnos si podemos ayudar en algo... - dijo con un tono diplomático el elfo fijando sus azulados ojos en el recién llegado.

Ayira siguió con la mirada al animal,  que fuese tan protector con el hombre le había llamado la atención: Poco importaba lo que Innari o Tassarion a favor o en contra del desconocido. Si un Urogón le había dejado subirse a su lomo, ella confiaría en él. Un Urogón...

–Ningún animal es simple, ni está tan domesticado como muchos creen... pero a veces la verdad no tiene otras palabras que algunas que pueden resultar ofensivas. –Ayira miró de refilón a donde suponía se ocultaba la bestia e inclinó la cabeza –Disculpa si te he ofendido, Sahali.

La druida volvió entonces su oscuro rostro hacia el humano, esperando que respondiese a sus compañeros.
 

Ateruk mira a Tassarion y responde.- Sí, necesito toda la ayuda que me podáis prestar...- después se dirige a Ayira.- No era mi intención ser brusco con mis palabras, mis disculpas.- finalmente se acerca a su compañera Innari y parece que va a abrazarla pero se contiene con una vergüenza visible por todos, sus manos comienzan a temblar levemente.- Las cosas se han puesto muy mal en la capital, es largo y complicado de explicar..., he sido acusado de traidor y debo abandonar Edelth cuanto antes..., ellos..., ellos me torturaron y mantienen a mi madre apresada.- su voz se quiebra nuevamente.- solo la soltarán si cumples con su mandato: Hacer una última misión para ellos..., si aceptas, soltaran a Ayar y me dejarán marchar en paz a las Tierras Ignotas.- su mirada no es capaz de mantener el contacto con Innari y la baja con una tensión y rabia palpable.- Siento tener que pedirte esto, pero es la única manera..., sino aceptáis, ellos la matarán de manera terrible...- "Ellos", parece que no puede nombrar de quien se trata realmente pero Innari, con un estremecimiento renovado, encuentra la respuesta al instante: "Los Annun..."

Aunque muchas emociones pasaron por su rostro, desde el miedo al odio, finalmente abrazó la resignación. Ateruk era un buen hombre, uno virtuoso merecía vivir y ser feliz. Así que sonrió, intentando quitarle hierro al asunto. Tomó la mano de Ateruk apretándola con una dulzura en un intento de tranquilizarlo. 

- Si querían que lo hiciera sólo tenían que pagar como los demás -protestó-. Incluso con la simple amenaza de lo que han hecho hubiera accedido a servirles un buen tiempo. 

Ella misma estaba intentando calmarse, pensar con frialdad sobre este asunto pero lo conseguía a medias. 

- ¿Qué demonios quieren esos hijos de puta que haga?.¿Cuándo os dejarían marchar? ¿Ves cierta cabida a la negociación? Quizás pudiera intercambiarme por ella. 

Ateruk recobra la compostura pero no evita el contacto de la cálida mano de Innari.- No sé lo que quieren..., pero en la celda escuché que la misión se os va a encomendar es ciertamente peligrosa..., y no seréis los primeros que la lleven a cabo. Me han prometido por las santas escrituras que cuando marchéis me devolverán a Ayar, mi madre adoptiva.- en este punto, sus miradas se cruzan y baja un poco la voz.- Con los Annun la negociación no es posible, al menos con los que he tratado yo..., además, piensan pedir una garantía de que seréis leales a la palabra dada.- en este momento mira tanto a Ayira como a Tassarion.- Os pagarán muchas piezas reina pero es una misión suicida..., es por eso que me resistí a llamaros..., y es por eso por lo que siento tanta vergüenza y rabia: Llevo a una buena amiga y a sus dos compañeros a una muerte más que segura...,- os comenta a todos con una seguridad un tanto inquietante para vosotros. 

- Así que cuando nos marchemos te devolverán a tu madre para dejaros ir. Cuando nos marchemos y no pueda verlo. ¡Qué conveniente! Yo también quiero garantías de que vais a vivir y poder marcharos, porque he perdido la fe en las escrituras después del uso que estos dan de ella.  -refunfuñó entredientes-. Ni que no les hubiera hecho el trabajo sucio antes

Poco después de decir aquello, se mordió la lengua, con fuerza. Había dicho una inconveniencia pero ese asunto, no terminaba de encajarle. Promesas, promesas, promesas.... las promesas se las llevaba el viento y aún no había visto a Lux aparecer para dar ningún escarmiento a los que no las cumplían.

- Acepto desde luego. Nunca jamás te negaría ayuda, Ateruk. Es lo mínimo. 

Echó un vistazo a sus compañeros. 

- Debo mucho a este hombre. Ateruk es un buen hombre. Siempre ha ayudado a los oprimidos y a los débiles por eso le ha ido mal entre los suyos. Yo voy a ayudarle. La paga es buena , así que, ¿qué decís? 

–Por mi parte pueden guardarse el dinero– la frase fue seria y seca y, por un momento dio la impresión de que Ayira lo estaba rechazando– ¿Para qué serviría? Algo malo hay en quien se mueve por metal... Especialmente por metal manchado de injusticia aunque... no creo que exista de otro tipo.

Ayira miró otra vez en dirección a donde el magnífico animal se ocultaba. Su decisión estaba tomada desde que vio a la bestia defender al humano. Mirando de nuevo al humano, la druida sonrió mostrando su brillante y blanca dentadura.

–Tendrás que contarnos algo más aparte de augurios de muerte para que podamos ponernos en marcha.

El mestizo elfo atendió a los ruegos de Ateruk con el ceño fruncido. ¿Qué clase de almas coaccionan a alguien de tal manera para obligar a hacer algo por ellos?. Desde luego aquel hecho no fue algo que Tassarion fuera a pasar por alto si participaba en aquella empresa que tan extraña parecía.

- Yo iré dónde vosotras vayáis... eso lo sabéis. - contestó guiñando el ojo a sus dos compañeras de aventuras. - Y en cuánto el dinero, tal vez nosotros no lo necesitamos, pero esas piezas reinas podrían tener un mejor destino que las de sus actuales propietarios, podrían ayudar con la causa de los desvalidos. - dijo viendo cierta utilidad en la remuneración económica que les ofrecían. 

Asiente agradecido.- Debemos dirigirnos a Earthas, la fortaleza de los Annun. Sed muy cuidadosos con vuestras palabras y gestos..., son el brazo armado de la Santa Unión, y solo rinden cuentas a la Santa Madre..., son ciertamente peligrosos.- al terminar mira a un punto concreto y la bestia vuelve a aparecer; después Ateruk apoya su frente sobre la cabeza de Sahali y el joven sacerdote murmura.- Inēni yit ebik unyi Urogēn, Eiru ur imaia.- Ayira consigue escucharlo y, con un cierto sobresalto, recuerda a su vieja maestra cuando le enseñó la existencia de una lengua tan antigua como sagrada, entregada solo a unos pocos elegidos en los primeros tiempos de la creación: Los Akanu. La Druida rememora ese recuerdo: "Eiru ur imaia" o "Qué Eir te guarde", la única frase que conocía Iktun..., por desgracia, Ayira no sabe nada más de esta lengua que se creía perdida. La Urogón alza el vuelo con una delicadeza inusual y se dirige -con rapidez- al oeste. Ateruk se arrodilla en el frondoso suelo.- Si estimáis oportuno, a primera hora de la mañana iremos a encontrarnos con los Annun, solo un par de horas nos separan de su fortaleza.- termina apoyando sus manos en las rodillas, conectando de alguna manera sutil con toda la vegetación y fauna circundante. Por fin descansa de su prolongado tormento.

No tomó la advertencia de Ateruk para ella. Para su desgracia conocía demasiado bien a esa gente, lo suficiente para estremecerse al volver a pensar en acercarse a ellos. Pero si algo había aprendido era a no aparentar debilidad, y la rabia le daba cierto coraje que le infundía de la temeridad necesaria para meterse en la fortaleza.

- No estoy segura que debamos ir todos. La palabra de esta gente vale tanto como la consideren y pueden retorcerla en su beneficio como les de la gana -dijo, con el ceño fruncido y las mandíbulas marcadas a fuerza de tanto apretar los dientes-. Si cambian de opinión, si nuestra presencia les ofende o creen que les hemos mirado mal puede que decidan que no somos dignos. No sé si me explico. Estaríamos todos, indefensos en el corazón de su hogar. Nadie sabría nunca qué nos sucedió. ¿Comprendéis lo que quiero decir? 

Quizás estaba exagerando demasiado pero sus recuerdos sobre ellos eran realmente aterradores. Y, aunque no lo decía, no estaba segura si finalmente cumplirían con lo de Ateruk.

Las palabras de Ateruk inquietaron a la druida, ¿era posible que aquel humano fuese uno de los suyos? ¿Se habría dado él cuenta de lo que ella era? Ayira así lo pensaba. Y aunque no fuese así, estaba claro que era seguidor de Eir. Aún daba vueltas a aquellos asuntos cuando Innari habló, manifestando su preocupación. El gesto de Ateruk tampoco pasó desapercibido.

–Y si no nos presentamos pueden pensar que ocultamos algo. Y actuar en consecuencia.– respondió recogiendo el trozo de panal del suelo. Algunas hormigas habían acudido ya a él, pero las ignoró mientras chupaba el néctar que escondiía y masticaba la cera que, ocasionalmente, encontraba.– Y si la misión es mortal, esperarán a que su petición sea la que acabe con nosotros o a hacerlo cuando hayamos cumplido. Lo importante es que si vamos los tres, liberarán a Ayar.

Aquella era otra. Ayar era, sin duda alguna, la maestra de Ateruk y Ayira entendía aquel sentimiento. Era muy superior a cualquier cosa que ella pudiese explicar. 

- Es muy poco inteligente el no guardar algún as para tratar con gente así. Ni saben cuántos me acompañan ni quienes sois. Eso es una ventaja para hacer cumplir lo que le han prometido a Ateruk, que es lo que me preocupa. 

Se quedó observando cómo devoraba el panal tan tranquila y puso cierta cara de asco.

- Espero que te guste la bebida. Cuando sepan quién eres y cómo pueden obligarte terminarás convertida en una asesina. Aunque lo mismo te gusta, ya sabes, que te visiten sus rostros muertos por las noches. 

Se encogió de hombros con gesto agrio. 

- No se me ocurre nada mejor ahora mismo. Al menos uno de nosotros debería quedarse a la espera por si las cosas se tuercen.

–¿Y quién soy?– Lejos de mostrar un tono preocupado, la druida parecía tranquila. Había oído una historia de injusticias que requería una acción y no entendía porque había que andarse con absurdos subterfugios. ¿Qué había peligro? Era evidente, pero no más que el que al parecer les depararía en la misión. Si no eran capaces de afrontar aquella reunión, no lo serían de ponerse en marcha. Además, la muerte era natural. No la deseaba, como no deseaba el picor tras la picadura de un mosquito, pero no era algo que se pudiese evitar demasiado tiempo.–Nadie puede convertirse en lo que no es, Innari. Un roble no sale de la nada. Si alguien se convierte en un asesino, es porque llevaba dentro la semilla. Lo único que puede pasar es que la rieguen y que florezca una parte de ti que ya existía, que se haga más visible.

La druida se encogió de hombros mientras volvía a dejar el panal en el suelo y extendía sus manos para sentír la tierra y la hierba. Ases en la manga. Lo que ella llamaba inteligencia, Ayira lo consideraba el truco de los tramposos y ella no era una tramposa.

–Por mi parte, iré– repuso con tranquilidad– Que no saben cuantos somos no es más que una suposición. Esa gente tiene muchos ojos, y hemos viajado un largo camino juntos. Entiendo quienes son y como se comportan, pero eso no cambia el resto. Si he de trabajar con ellos, he de verles la cara.

Tassarion permaneció callado mientras ambas mujeres debatían sobre la mejor manera de afrontar las presentaciones con los Anunn, de quién ta poco sabía el mestizo elfo, hasta que tomó la palabra. 

- Ambas opciones me parecen lógicas... - empezó a decir. - pero no creo que nos vaya a pasar nada, al menos de momento, si precisamente quieren algo de nosotros. - afirmó con determinación. - Cuando alguien tiene algo que otro quiere, hay que saber aprovechar esa ventaja!