Partida Rol por web

Tus palabras se pierden en la celda, o bien quien esta de guarda te ignora, o bien te encuentras sola por que el guarda también haya tenido que ir a defender las murallas...

Las pisadas sobre tu cabeza se vuelven mas intensas (esta claro que hay mas personas corriendo por allí arriba que hace unos minutos), si bien no escuchas ni gritos ni el clásico entrechocar de espadas.

Ante la impotencia de comprobar que sus gritos se perdían en la nada, Aeryn volvió a sentarse en la misma postura que había cogido desde que la habían encerrado, esperando que alguien se acordara de ella.

Udokal miró extrañado a Pazzo.

-¿Humanos? Si son humanos tienen que ser amigos entonces.

Dijo convencido pues los O'Shar nunca luchaban entre ellos, así que el resto debía hacer lo mismo. Era estúpido pelear entre humanos cuando había pieles verdes suficientes para todos.

-Yo tampoco vi nada parecido a lo que describes pequeña Pazzo, pero subamos a la muralla, deben estar ya a la vista.

A Udokal le costaba creer lo que la exploradora había dicho, pero últimamente ya no daba nada por sentado en su mente hasta que no pudiera comprobarlo personalmente. Muchas cosas que creía conocer le habían sorprendido ultimamente y se había vuelto muy escéptico. Sin esperar a nadie subió a la muralla para saciar de una vez su curiosidad. Se sorprendió nuevamente, no solo Pazzo tenía razón en que eran humanos y portaban el mismo estandarte, si no que además caminaban todos juntos al unísono formando figuras en la explanada. Udokal nunca había visto un ejercito formado de aquella forma.

-¡Mira como caminan! Dijo señalando a los soldados mientras se volvía a Keloa sin evitar sonreir. ¿No se dan cuenta que si los atacan estando así se les puede golpear a varios a la vez? Los miró otra vez y miró sus estandartes. Uno era idéntico al que habían dejado los pieles verdes, pero había otros distintos. Volvió a girarse contento porque había solucionado todo el misterio. ¡Ya se lo que pasa! Los pieles verdes han debido de robarles el estandarte y venían a recuperarlo. No son enemigos, cuando les demos su estandarte se marcharán. Miró a su alrededor buscando al que había recogido el estandarte para decirle que lo agitara para que supieran que lo tenían allí, pero la llegada de la caballería y sobre todo de aquellas extrañas criaturas que Pazzo había tratado de describir sin éxito volvieron a llamar su atención sobre la llanura. ¡Mira eso! ¡Pazzo tenía razón! ¡Son lagartos gigantes metálicos! ¡Y llevan un hombre encima! Nunca había visto nada parecido. ¿De donde se suponía que venía esta gente?

Por todas las estrellas del firmamento... ¡Menudo ejército!

Durante casi dos minutos enteros, Phey intentó aprovechar aquella formación ordenada para contarlos. Se terminó dando por vencido. Recordó entonces su instrucción militar. Las reglas de la guerra eran claras: contando con una muralla de piedra para la defensa, el número de tropas enemigas es irrelevante si no disponen de la maquinaria de guerra apropiada.

También era cierto, como dijo Voki en su día, que los portones eran de madera. Sacrificando al suficiente número de hombres, podrían irrumpir en la colonia sin peligro. Otra faceta a tener en cuenta era las mejores armaduras con las que contaban, que en comparación a los pieles verdes se hacían más resistentes a los proyectiles de los milicianos.

Gareth... Por favor, mandad a alguien a sacar a Aeryn del calabozo. Si logran entrar, que no la cojan desarmada tras unas rejas.

No concebía una salida diplomática por el mero hecho de que no había nada con lo que negociar. Si el general del Ejército del Dragón decidía tomar la colonia por la fuerza, así sería. Por eso no propuso lo que un Phey más sereno y en circunstancias menos desfavorables diría: llamar a Lord Heinnvart para tratar de dialogar. ¿Dialogar en qué idioma? ¿Qué habla el extraño ejército venido de otra dimensión?

Un enorme rugido hizo que todos alzasen sus cabezas hacia el cielo, apartando la mirada del ejercito que seguía llegando. Allá. arriba, en el cielo cubierto de nubes, tres enormes criaturas aladas se aproximaban batiendo lentamente sus largas alas con forma de murciélago. 

Claramente mas grandes que un Wyvern y con las escamas de color rojizo, aquello solo podía tratarse de dragones, aunque ninguno de los presentes había visto en su vida antes uno.

Los tres Dragones tomaron tierra por delante del ejercito, a unos 400 metros de las murallas. Ahora podéis apreciar que 3 figuras humanas las cabalgaban, ataviados los tres con Pesadas Armaduras de Escamas del mismo color que los Dragones que montaban. Con las figuras Humanas como referencia, calculáis que los Dragones deben medir algo mas de 10 metros de largo (si bien buena parte es Cola) y unos 3 de alto.

Uno de los Jinetes se baja de su peculiar montura y una pequeña reunión se forma alrededor de él con lo que parecen mandos del ejercito por sus armaduras mucho mas ornamentadas...

Mientras, en las murallas comienza a cundir el desanimo...

El silencio de tu celda es interrumpido por un enorme rugido como nunca antes habías escuchado uno...

Ahora sí que se levantó de un salto con un escalofrío recorriéndole la espalda. No sabía si creerse lo que había escuchado, aquel rugido procedente de no sabía muy bien dónde le había helado la sangre. Se acercó de nuevo a la puerta pero esta vez con cierto temor, intentando saber qué estaba pasando.

De golpe se acordó de algo que habían hablado, ¿y si había túneles que no se conocieran y por ellos habían pasado los pieles verdes? Quizás estuvieran sufriendo un ataque desde el interior y ella allí encerrada sin poder hacer nada. Siguió con la oreja apoyada en la puerta sin atreverse en esta ocasión a gritar, incluso se dio cuenta que estaba manteniendo la respiración.

Alegre se quedó con la boca entreabierta y la mirada clavada en los bichos que acababan de bajar del cielo, incapaz de formar siquiera un razonamiento sobre lo que estaba pasando y tan sorprendido que hasta se había olvidado de asustarse.

—Mecagüenla…. —atinó a murmurar.

Las palabras de Phey lo sacaron de su estado de fascinación.

—Deja a la rubia donde está. No sea cosa que se haga matar. Está tan loca como para querer pelear contra esto. Aquí lo único que queda por hacer es abrir las puertas, para no cabrear más a estos… lo que sean.

Gareth atiende a las palabras de Phey, y aunque el ejercito que se esta reuniendo frente a las murallas le tiene muy intrigado, asiente y sin pensárselo dos veces baja corriendo por las escaleras en busca de Aeryn

Sin apartar la vista de aquellas tres hermosas bestias aladas, la palma de Phey se quedó a un lado de su cadera, paralela al suelo, para pedirle a Voki calma.

No. No vamos a abrir las puertas. Mantenerlas cerradas nos permite disuadirlos. En caso de enfrentamiento ganarían la batalla, sin lugar a duda. Pero ellos saben que nuestra artillería podría llegar a abatir a uno de sus dragones antes de que eso pasase. No arriesgarán un efectivo tan valioso como un dragón cuando las condiciones tácticas implican pérdidas tan grandes.

Phey no estaba seguro de sus propias palabras. En la historia de las batallas, muchos generales habían hecho cosas imprevistas llevados por su necedad o su honor. Si el ejército norteño estaba demasiado cansado como para seguir caminando, a buen seguro que sacrificarían a un dragón para obtener un refugio del frío tan válido como Zhurant.

La respuesta de Keloa, que coincidía con la de Udokal, no fue sorprendente para Pazzo. No se esperaba que nadie haya visto esas cosas y seguir con vida para contarlo, salvo ella. Pero ella morirá dentro de poco, así que, no cuenta.

- No, no, Udokal, de amigos esa gente no tiene nada. Los amigos no se presentan así.

Subió las escaleras y miró desde la muralla lo que poco antes había visto. Se fijó mejor en los estandartes intentando distinguir algún detalle para que sepa de quien es ese ejercito. Alguien tan poderoso no surge de la nada, no aparece sin más. Una historia debería haber detrás de todo. No sabía nada y eso era raro, ella siempre sabía algo o se lo inventaba. Esto no tenía explicación alguna. Humanos unidos con pieles verdes, con los mismos que horas antes dejan una bandera enorme y luego desaparecen sin rastro alguno. Se llevó las manos a los ojos y luego enseñó con el dedo lo que era evidente.

- ¡Ahí están! Esos son los bichos que he visto. Se quedó mirando un rato y luego sus ojos buscaron la mirada del pelirrojo. ¡Qué no! No es eso lo que pasó... Vienen a atacar la colonia, nos van a matar a todos, con suerte. Espero que no les pase por la cabeza eso de dejarnos con vida a las mujeres. Un escalofrío recorrió su espalda pensando en cuentos que escuchó sobre casos parecidos.

La respiración se le paró. Un ruido nunca escuchado llegó a sus oídos. Se quedó con la boca abierta mientras sus ojos daban con la fuente de aquello. Nunca había visto dragones en su vida, incluso dudaba de que algo así existía de verdad. Ya no le quedaba duda, iban a morir. No dijo nada, ya solo esperaba en silencio el cumplimiento de lo evidente.

Lord Heinnvart llega en ese momento a las murallas jadeando tras una carrera desde su casa... cuando ve el ejercito sus ojos muestran al segundo la preocupación.

Varios oficiales se reúnen en torno a él y comienzan a discutir. Heinnvart no tarda en dar la orden de que todos los civiles corran a refugiarse al interior de la minas.

Las campanas suenan por segunda vez...

Las campanas se vuelven a escuchar por segunda vez... sigues con la oreja pegada a la puerta, pero durante los siguientes minutos el único sonido que te llega es el repicar de las campanas, hasta que comienzas a escuchar unas fuertes pisadas de botas metálicas. Tras unos segundos forcejeando con la traviesa de metal que cierra la puerta de tu celda, esta se abre y ves a Gareth mas serio que nunca.

   - Tienes que huir a las galerías de la mina, YA! - Te dice, sin saludarte siquiera.

Se oían pasos, ¿por fin alguien se acordaba de ella? Se apartó de la puerta intentando mantenerse lo más alejada posible de ella, ya que no sabía quién la traspasaría. Quedó asombrada al ver a Gareth enfrente de ella, pero la actitud del Alhyon seguía siendo fría y distante.

- ¿Por qué tengo que huir? ¿Qué está sucediendo? Dime qué está pasando y... mis amigos ¿han vuelto? ¿se encuentran bien?

Había vivido muchas cosas junto aquel abigarrado grupo y para ella, ahora mismo, eran mucho más que compañeros, eran sus amigos y, a falta de una familia que se encontraba muy lejana y a la cual quizás nunca volviera a ver, ahora también los podía considerar su familia.

  Gareth aprieta los dientes ante tu tozudez - Ni una palabra mas!, corre a las minas... hay todo un ejercito hay afuera, con bestias y estandartes desconocidos - Sabes que una de las obligaciones de los Oficiales del Ejercito Alhyon es conocer a todos los posibles éjercitos rivales, sus emblemas y tácticas - Y tienen Dragones con ellos... es cuestión de minutos que las defensas caigan.

Udokal reprimió su deseo de coger su hacha al oir el tremendo rugido producido por los dragones, pero se quedó tan sorprendido que solamente los siguió con la mirada. Nunca había visto nada igual en su vida y en los últimos días pensaba que ya lo había visto todo, pero esto era ir un paso más a lo increíble, no le cabía duda que debía de tratarse de dragones. Había escuchado historias a los ancianos de su tribu, pero no conocía a nadie que hubiera visto uno, así que siempre había pensado que eran solo eso, historias. Pero ahora tenía a tres allí enfrente. Además sobre ellos venían montados tres guerreros, lo que le maravilló aún más todavía.

Un guerrero capaz de dominar a un dragón...

Por las historias que había escuchado le parecía imposible que alguien consiguiera dominar a esas criaturas tan salvajes y destructivas. Realmente eran enormes, enfrentarse a uno de ellos debía ser impresionante. Y uno de esos guerreros debía ser un buen contrincante para cualquiera.
Se quedó mirando el espectáculo con los guerreros, los dragones, los lagartos metálicos como si fuera un entretenimiento. Desconocía que hacían allí y de donde venían. Sabía que había más al norte de su tribu, aunque nunca había viajado hacia allí, de vez en cuando tenían contactos con otras tribus O'Shar y nunca nadie había hablado de estos hombres ni de sus monturas y mucho menos de dragones, pero más allá había una inmensidad de agua que abarcaba toda la vista de un hombre y mucho más, no había más tierra, así que ¿De donde venían?

- Harta estoy de que me hables en ese tono y que me desprecies delante de todos. No estamos en casa y no eres mi dueño ni mi señor.

A pesar de la terrible situación que describía Gareth, Aeryn se sentía demasiado molesta con el Alhyon como para fijarse en otras cosas, aunque esa sensación duró poco tiempo percatándose que la situación debía ser de lo más difícil y peligrosa.

- Si tal es el ejército que describes, sabes que no tengo ninguna posibilidad de sobrevivir aunque huya a las minas. Si he de morir prefiero hacerlo empuñando una espada al lado de mis amigos. ¿Tanto te cuesta entenderlo? Aunque sobreviviera... ¿cómo iba a llegar a casa yo sola? No te das cuenta que eso es imposible. Déjame pelear y te darás cuenta de cuan equivocado estás.

Efectivamente. Jamás había visto algo como lo que había descrito Pazzo... Que era exactamente lo mismo que estaban viendo sus ojos en esos instantes. Incluso su máscara de frialdad se resquebraja y la sorpresa asoma a su rostro.

Mira a los demás de reojo para ver si están tan sorprendidos como ella, y enseguida se recompone. No entendía porqué iban a ser enemigos. Si eran humanos... Tampoco entendía qué es lo que querían. No creía haber visto en aquel lugar algo que pudiera querer alguien con semejante ejército.

Y los dragones... Aquellos seres sí que habían llamado su atención desde un primer momento. Los de su raza siempre habían admirado la fuerza de un guerrero, y lo que ahora tenía ante sus ojos era la máxima expresión de todo lo que siempre había buscado.

Así, lejos de tener miedo, la guerrera contempla con aparentemente frialdad al ejército que se halla al otro lado de las murallas.