Partida Rol por web

Cinco minutos antes de las nueve Vincent entra en tu oficina.

-Rebecca esta aquí. Cambie la cita de Arturo para las 10. -Te dice y sale de la habitación. Enseguida entra Rebecca Lenington.

-Hola, Helen. -te saluda con una sonrisa perfectamente entrenada mientras toma asiento-. 

Helen se levanta y se acerca a la puerta para recibir a Rebecca. Le sonríe, inclina ligeramente la cabeza y le ofrece la mano.

-Por favor, pasa. -Se aparta de la puerta y le ofrece uno de los asientos colocados frente a su escritorio-. Siéntate donde quieras, en las sillas o en el sofá que descansa del fondo de la habitación. Donde prefieras.

Helen espera a que Rebecca tome asiento y ella se queda de pie. Vincent aparece por la puerta y Helen pregunta a Rebecca si quiere tomar algo. Pide una copa de sangre afrutada para ella. Luego se vuelve hacia su invitada.

-Muy buenas noches, querida. -Le dice adoptando su tono más cordial-. Tal y como están las cosas, creo que puedes suponerte por qué te he invitado a venir. Calebros se va, y es hora de mover las fichas para saber quién ocupará su lugar.

-Nada para mi, gracias. -Le dice a Vincent-.

Sonríe al escuchar lo que le dices.

-Me lo imaginaba. Y soy toda oidos ¿Tienes a algún candidato en mente? ¿Quizá tu misma?

Helen sonrió sinceramente ante la pregunta de Rebecca. Si quería mover los hilos, no podía mentirle a sus compañeros de clan. Al menos, no a sus arpías.

-Tienes toda la razón, querida amiga. -Le dice Helen-. Intento buscar un candidato adecuado, pero no negaré que parte de mi corazón ansía el puesto de Príncipe. Si no encuentro a nadie apropiado, seré yo misma quien intente hacerme con el poder. Y, por supuesto, grandes recompensas esperan a quienes apoyen mi candidatura (o la candidatura de aquel que yo proponga...). -Helen hace una pausa para dar un trago de la sangre afrutada que le trae su ghoul negro como el azabache y para ver la reacción de Rebecca-. Sin rodeos, nos conocemos ya desde hace muchos años: precisamente quiero preguntarte qué es lo que necesitas, qué es lo que pides a cambio de tu voto.

-¡Helen! -exclama con una risa honesta-. Nunca lo había pensado. Pero... me gustaría el titulo de Guardián del Elíseo. Es una tradición que esta ciudad necesita desesperadamente.

-Ahora, en cuanto a candidatos: Entre el clan desde luego estas tu, como la opción mas evidente y Qadir. Nuestro querido Sheriff tiene sus ventajas: parece que genuinamente solo le interesa el bienestar de la Camarilla en la ciudad. Ademas, nunca a mostrado interés en la política y los juegos de poder, haciéndolo un peón perfecto. -Rebecca hace una pausa, pensativa-. Si decides que no quieres ser tu y Qadir no es de tu agrado, la única opción que queda dentro del clan, soy yo. ¡Claro, solo con tu bendición y apoyo!

-Fuera del clan, se que Carter esta interesado. Los Tremere ciertamente estarán apoyando con unanimidad a su candidato, probablemente Estevez. Y siempre queda Hellene Panhard, que ya tiene experiencia.

-Rebecca Lenington, la Guardiana del Elíseo... -Helen lo entona como recitándolo-. No suena tan mal, ¿no? Por supuesto, todo será si ganamos. Nos espera una fuerte lucha por delante y no voy a dejar que cualquiera tire por tierra mi ciudad; la ciudad que tanto nos ha costado recuperar. No voy a apoyar a un candidato estúpido que nos haga caer en manos del Sabbat otra vez; y por eso la opción más coherente que se me ocurre soy yo. Qadir, bajo su máscara de bondad y desprendimiento hacia la Camarilla, esconde sus propios propósitos. No tiene madera de líder. Es un buen sabueso, nada más.

Helen hace una pausa bastante larga, pensativa. La información que le ha prestado Rebecca es valiosa, pero uno nunca debe fiarse al 100% de un Toreador. Hasta que no vea realmente lealtad por su parte (hasta la fecha no ha demostrado otra cosa, pero nunca se sabe), no estará segura del todo. Se levanta de su asiento, indicando que la reunión ha terminado.

-Pues eso era lo que quería comentarte, querida amiga. Como verás, no es algo que se pueda discutir a través de los Ghouls o de ese dichoso aparatito tan de moda en las noches modernas, el teléfono móvil. Si no hay nada más que quieras hablar conmigo, te dejaré a tus asuntos y no te entretendré nada más. -Antes de que ella se vaya, como si lo hubiera olvidado, le dice a Rebecca-: ¡Ah! Y si puedes averiguar qué hace Qadir estos días, o cuáles son sus movimientos para hacerse con el principado, estaría muy agradecida.

-Desde luego, Helen. Veré que puedo averiguar. -Te dice mientras se levanta-. ¿Por cierto, recuerdas a Anthony, el Gangrel de ayer? Parece que solo esta de paso en la ciudad, solucionando un asunto personal. Pero es un antiguo muy potente y un viejo amigo. Si le diéramos una razón para quedarse, tendríamos a un aliado muy fuerte.

De salida, Rebecca entabla contigo una platica mas casual, acerca de los artistas de moda en la ciudad y las piezas que expones en tu galería. Te cuenta un poco de sus propias galerías en Brooklyn y te extiende una invitación a su siguiente gala, cuando sea que la organice.

Cuando por fin se despide, faltan tan solo unos minutos para las diez. Y Arturo, como es usual en el, llega justo a tiempo.

Helen despide amistosamente a Rebecca y se prepara para recibir a Thomas. Él tiene más peso que ella, pero ambos son igual de peligrosos y de útiles según cómo los manejes. Estaba casi segura de poder contar con el voto de Thomas, aunque era mejor dejar las cosas claras desde el principio. Lo esperó en la puerta y lo acompañó hasta su despacho. Allí le ofreció también algo de beber por cortesía de Vincent y fue directa al grano.

-Mi querido Thomas, -dijo tratando de adoptar un falso tono inocente-. Tras estudiar a todos los candidatos posibles he llegado a la conclusión de que no hay candidato más viable para el puesto del Principado que yo misma. Sin embargo, es un puesto que no quiero, ni puedo, ocupar sola. Necesito los apoyos y la ayuda de todos los vástagos que pueda conseguir. Es por eso que te pregunto, amigo mío, ¿qué haría falta para convencerte de que soy la candidata ideal para liderar Nueva York y conducirla a un futuro brillante?

-¿Oh Helen, pero que forma de comenzar una conversación es esta? -Te dice bromeando, Arturo-. Si tienes que saberlo, te lo diré; hace ya mucho que me quedo claro que tu eres la mejor opción. El problema es que toda la ciudad lo sabe, Helen. Todos esperan que hagas tu movimiento y están listos para responder.

-Y ya que estamos siendo directos: ¿Que gano yo? Si tu no logras ser príncipe, querida, pierdo mas de lo que ganaría si lo fueras. Es mas inteligente para mi esperar a ver los posibles candidatos y decidir entonces. 

-Mi querido Thomas, hay infinidad de cargos, favores y demás beneficios que una Antigua como yo puede ofrecerte incluso aunque pierda la carrera para ser Príncipe. Recuerda que el asiento de la primogenitura estará ahí gane yo o pierda. Si gano, necesitaré un vástago de mi confianza para liderar al clan. Si pierdo, dudo que permitan sentarse en el consejo de la primogenitura a una ex-candidata al Príncipado. Piensa en todos los beneficios que puedo ofrecerte como aliada... -Helen hace una pausa dramática de esas que tan bien se le dan y termina la frase-... o lo peligrosa que puede ser esta ciudad para aquellos que no hayan confiado en el futuro príncipe, negándole su favor cuando este, o esta, acudiera a Ellos...

-No es necesario que me lo digas. Todo el clan sabe muy bien como suelen acabar tus enemigos. En cuanto a lo de Primogénito ¿Ya has hablado con Rebecca? Ella es mucho mas antigua, no me interesa tenerla de enemiga porque la dejaste de lado para el puesto. Ademas, no estoy seguro de que me interese ser primogénito. Te diré que Helen, dado que tuviste la cortesía y consideración de pensar en mi, no le daré mi apoyo a nadie mas. Pero eso es todo. Si necesitas algo mas de mi nos apegaremos a la tradición de prestación, como siempre. ¿Que te parece?

-Rebecca tienes sus propias aspiraciones, Thomas. -Responde tranquilamente Helen, dejando caer que ya ha hablado con ella-. ¿Invocar la antigua Tradición de la Prestación? Un arma de doble filo que bien podría beneficiarme o destruirme en un futuro. Dado que se trata de no dar tu voto a ninguno más, se trataría de una Deuda Mayor. Y, sin embargo, no puedo sino percibir de que se trata de un acuerdo claramente a tu favor. Si obtengo el principado, podría devolverte el favor (quien sabe si con creces). Si no lo hago, la lucha política me habrá dejado muy debilitada; lo suficiente como para que me pidas devolverte el favor, un favor tan grande al que no pueda acceder y que me destruiría públicamente. -Helen se queda unos segundos pensativa, como evaluando la situación-. Quizás podrías aportar algo más que tu negativa a votar a alguien. Dime, Thomas, ¿tienes contactos en los medios de comunicación mortales?

-Tal es el riesgo de pedir favores, Helen. Pero no es necesario ser tan fatalistas; yo no tengo nada en tu contra, de hecho si tu fueras la “princesa” de esta ciudad seria en mi beneficio personal y el del clan. Tu me conoces, Helen, no tengo ninguna intención de lastimarte pero tengo que ver por mis intereses también.

-Y no. Desgraciadamente no tengo contactos en los medios. No creo que ningún vástago tenga muchos contactos o influencia en los medios justo ahora. Pero dime que necesitas, tal vez conozca a la gente adecuada.

-No voy a entrar en detalles, viejo amigo. Tan sólo necesito a un periodista o investigador conocido. Alguien de cuya palabra no se pueda dudar, que tenga legitimidad y credibilidad. Algún director de noticiarios, de periódicos, emisoras de radio o algo de largo alcance. -Después Helen suspira de forma exagerada y totalmente intencional-. En fin, si no conoces a nadie ya me buscaré las formas. Querido Thomas, no te entretendré más y te dejaré a tus asuntos. Ese será el trato entonces. No votarás a nadie para el puesto del Principado. -Y, antes de que den por finalizada la conversación, Helen parece recordar algo-. Por cierto. En el caso de que yo tenga todas las de ganar, consiga los apoyos necesarios y las votaciones se inclinen a mi favor... ¿votarás entonces por mí?

-Si. Si como es tu costumbre, acabas superando a tu oposición, entonces haré publico mi apoyo. Por ahora sera un secreto entre nosotros.

-Yo tampoco te quito mas tiempo, supongo que tendrás mucho que hacer en preparación para ser Príncipe. Así que me despido. Te deseo la mejor de las suertes Helen.

"La mejor de las suertes para ti también, Thomas", piensa Helen mientras lo acompaña a la puerta. "La vas a necesitar". Cuando se despiden, ella le lanza un suave beso de despedida y hace llamar a sus Ghouls. Aún queda mucha noche por delante y su mente confabuladora trabaja al cien por cien. Suspira, vuelve a servirse una copa de la sangre perfumada y se pasea por su galería mientras espera a que acudan sus lacayos. ¿Qué haría sin ellos? Quizás después de obtener el principado debería "contratar" a alguno más... Cuando los tres estuvieron reunidos comenzó a dar órdenes rápidas, claras y, siempre, con ese tono amable y seductor que ella utilizaba:

-Roman, averigua dónde coño está Qadir. Quiero hablar con él y me da igual desplazarme. Luego limpia tu agenda, me acompañarás a verle. Empieza ya. -Espera a que Roman salga de aquella sala de la exposición y se vuelve a los otros dos-. Vincent, quiero seguir concertando esa cita con el Alcalde y con April. No pierda eso de vista. Además quiero que conciertes una entrevista con el periodista más de actualidad en Nueva York de este momento, aquel en quien todos fijen la vista a la hora de confirmar una noticia jugosa. Acuerda una cita para cenar mañana. ¡Ah! Usaré mi Alter-Ego, Rachel Kneebone, por lo que dile que tiene algo que ver con un nuevo proyecto artístico de gran impacto. -Espera a que Vincent se marche y se vuelve hacia Frederick-. Mi querido Fred, me temo que debes volver a moverte entre desperdicios. Vuelve a extender la voz, sigo buscando todos los desesperados posibles, pero el momento se acerca. Muy posiblemente mañana o pasado mañana sea el día indicado. Fija un lugar de reunión apartado, una fábrica abandonada o algún lugar que controlemos, para dentro de dos noches. Que todos los que quieran ganar algo vayan allí. Yo misma los veré en persona. ¡Ah! Y asegurad el sitio vosotros tres. Encargaos de la seguridad. No quiero que me pase nada durante el breve tiempo que les hablaré. Recuerda que me presentaré como un varón, así que no dejes entrever que soy del género contrario. Y luego localízame a Carter Vanderwayden. Quiero hablar con ese desquiciado.

Cuando sus tres Ghouls se han ido a cumplir sus recados, Helen se queda sola paseando entre la obra de su nuevo pupilo, perdida en la fuerza de sus colores, el ímpetu de su trazo, diciendo tanto con tan poco. Un artista nato. Sí, no sólo debe llegar al Principado por el bien de la ciudad. Un talento así merece ser preservado, y las leyes anti-creación de Calebros la tienen atada de manos. Pero no es el momento de enemistarse con el Príncipe abdicador. Tan absorta está en el arte que le rodea que no oye cómo Roman se le acerca y da un ligero respingo. Le sonríe, se coge de su brazo y sale de su galería.

Roman conduce unos minutos hasta East Village donde, según te explica, vera a su contacto. Al llegarse se disculpa y sale por unos minutos.

-Qadir esta en Brooklyn, en los muelles. -Te dice al regresar.

Cruzan el puente de Brooklyn y llegan a los muelles poco antes de la media noche. Conduce lentamente por unos minutos, poniendo atención a cada calle. Al final se estaciona en la esquina de lo que parecen ser unas bodegas.

-Ese de ahí es su carro. -Te dice señalando un sedan negro estacionado en una calle solitaria entre dos bodegas-. No debe andar lejos.

Roman se apura a abrirte la puerta y revisa que sus pistolas estén en su sobaquera. Se acerca al auto del Sheriff y hecha un vistazo. Después de unos segundos te mira con un gesto negativo.

Justo en ese momento una puerta de metal en la bodega enfrente del auto se abre con un fuerte sonido de un pestillo de metal oxidado. Es Qadir que al reconocerte se te queda mirando inquisitivamente.

Helen agradece el trabajo a Roman una vez más y guardia silencio hasta que llegan al lugar donde, en teoría, está Qadir. Aprovecha esos momentos de tranquilidad para ordenar sus pensamientos mientras ve pasar la ciudad que nunca duerme por la ventanilla. Sabe que debe tener cuidado con Qadir. Una palabra equivocada, un gesto extraño, y lo perderá para siempre. Al final, Roman se detiene en unos muelles. Ahí está el coche de Qadir. ¿Qué estará haciendo aquí? Asuntos de Sheriff, probablemente. Cuando él sale de una de las puertas metálicas del almacén contiguo, Helen abre los brazos y esboza una sonrisa:

-¡Mi viejo Qadir! ¿Qué te trae a estos rincones de la ciudad? -Le dice de forma risueña. Espera un tiempo razonable a recibir una respuesta y añade-: Precisamente te estaba buscando. Estoy segura de que, con el anuncio de Calebros, la ciudad debe estar un poco patas arriba; pero debo intentar robarte unos minutos de tu tiempo. ¿Qué te parece si dejamos este sórdido lugar y vamos a un sitio con más... clase para hablar tranquilamente?

-El trabajo. -Te contesta-. ¿Helen, que haces aquí? No es seguro.

-Justo ahora no puedo. Así que puedo verte en Madison Square en un par de horas o podemos hablar adentro. -te dice, señalando el interior de la bodega-. Pero no podemos estar aquí afuera.

Helen sonríe ante las ganas de Qadir de que ella desaparezca. ¿Qué está tramando? ¿Por qué le da tanto miedo el exterior?

-Vaya, Qadir, tan amable como siempre. -La sonrisa de Helen se vuelve fría y hostil cuando oye lo del peligro-. Esa es mi ciudad, Sheriff. No hay lugar para mí más seguro a este lado de la realidad. ¿Qué es lo que temes aquí fuera, querido? ¿No quieres que te vean hablando conmigo? -Ríe ella-. No te preocupes, seré rápida. Tan sólo tengo que comentarte algo que ha llegado a mis oídos y, como siempre, hablar de la futura política de la ciudad. Pasemos adentro, si así lo deseas.