Partida Rol por web

Calandra tuvo tiempo de leer algo sobre "Burt, sátiro, Luminoso. Le gustan los atardeceres y la piña colada". Antes de que la boggan ocultase la hoja.

-¡Qué horror! -exclamó Rossana levantando las manos al escuchar el relato de Damara-. Si me llega a seguir hasta casa, me da un pampurrio. Me escapé de milagro, ya os digo. Yo no sé si estaba más alta, porque la gente bajita no calculamos muy bien eso de un día para otro, pero sin duda era más amenazadora. No dejaba de sonreír, como los Testigos de Jehová, pero era una sonrisa mala y por nada del mundo me hubiese quedado al lado para ver lo que quería. Si se está haciendo más grande, espero que la cacéis cuanto antes, no sea que se vuelva demasiado fuerte...

Calandra se echó hacia atrás. Buena suerte para la futura pareja de Burt. Calandra sabía que él no quería saber nada de nadie que se llamase Burt. O que pareciese salido de una canción de Rupert Holmes. Y sin poder evitarlo, empezó a cantar la maldita canción mentalmente. If you like pina colada... and getting caught in the rain...

Calandra se echó hacia atrás e hizo una mueca disgustada.

-Bueno, no te preocupes. Damara ya le dio una buena, así que está herida y debilitada. Va a ser pan comido. ¿Has visto alguna otra quimera extraña?

Si alguien se había fijado en si una quimera estaba enferma, desde luego habría sido un boggan.

-La segunda vez que me la encontré, estaba con dos humanos. Me costó darme cuenta de que eran quimeras y que parecían muy enfermas. Me siguieron con los brazos en alto diciendo que necesitaban ayuda, que tenía que llevarles al médico. ¡Casi me muero allí mismo! Tuve que recordarme que era una trampa para evitar echarles una mano y hacer todo lo que me pedían -dijo Rossana con un suspiro.

-Bien hecho, Rossana -dijo Shyam. Haberse quedado habría sido un error, desde luego-. No dudes en hacerlo de nuevo. Esas quimeras son peligrosas, contagian una enfermedad quimérica. No parece ser grave, pero mejor ser precavidos. Si puedes avisar a tus conocidos, sería de agradecer.

La quimera cadáver parecía ahora más amenazante y en dos ocasiones se la había visto acompañada por esas quimeras enfermas. El Fiona empezaba a preocuparse, pero procuró que no se reflejara en aquel preciso instante. El miedo sólo causaba más problemas de lo necesario, y eso era precisamente lo que quería evitar a toda costa.

Miró a sus compañeros y después a la boggan. Él no tenía más preguntas que hacer.

Damara posó la mirada en el horizonte cuando Calandra dijo que le había dado una buena a la quimera, intentando que no se le reflejara en la cara lo muy lejos de la realidad que estaba aquella afirmación. Se aclaró la garganta por lo bajo y le dio un sorbo al té, intentando no imaginarse qué tamaño tendría la quimera cuando se la encontraran.

Calandra asintió, muy profesional, mostrando que estaba de acuerdo con las palabras de Shyam. Parecía que lo único que quedaba era salir a buscar a esa quimera. El tamaño que pudiese tener no le preocupaba mucho. Significaba que sería más fácil de ver y de acertar. Cualquier otro día hubiese dudado, pero iba con Shyam. Y si el sidhe no tenía miedo, él no iba a ser menos.

-Cuídate. Y lo que ha dicho Shyam. Aunque si necesitas ayuda para avisar a algunos de tus conocidos puedes contar conmigo.

-¿De veras que ninguno quiere que le eche una mano? -preguntó Rossana esperanzada-. Apuesto a que los tres sois solteros. Tengo un buen ojo para eso.

Calandra se inclinó, plantó el codo en la mesa y apoyó la barbilla en el dorso de la mano. Sonrió a Rossana, aparentemente interesado en lo que la boggan tuviera que decir.

El fiona sonrió de forma forzada, viéndose comprometido por la insistencia de la amable boggan.

-No es mi caso, pero muchas gracias -se excusó, poniendo una mano sobre el hombro del pooka después-. Y aunque el tuyo sí, Calandra, tenemos trabajo que hacer. Te lo traeré luego, lo prometo.

Shyam era, definitivamente, un aguafiestas. El pooka puso los ojos en blanco y se levantó mientras suspiraba, viva imagen de la resignación.

Mientras salían del feudo alcanzaron a escuchar cómo Rossana rezongaba sobre "Esos Fiona no son tan románticos como dicen" y "Quimeras aguafiestas". Una vez fuera, una fina llovizna comenzó a caer sobre el Haight, lo suficiente para que el ambiente se enfriase un poco más.

Cuando empezó a llover Calandra se abrazó. No llevaba chaqueta, porque era incapaz de meter las alas en ninguna. Sus camisetas o exponían la parte superior de su espalda o tenían agujeros. Y el resultado natural es que estaba helado de frío.

-Ah, esto es una mierda -se quejó, y sacó una barra de pintalabios morado del bolsillo. Se acuclilló debajo de una cornisa y dibujó como pudo una calavera sonriente con capucha en la fachada de La caja de juguetes-. ¿Era así, Damara?

Sin esperar una respuesta afirmativa por parte de la sluagh, Calandra procedió a pintarse los labios y soplarle un beso morado al dibujo.

Shyam salió algo cabizbajo de la reunión al escuchar los sutiles comentarios de Rossana, pero despejó aquellos pensamientos en cuanto salieron fuera y la lluvia comenzó a caer. Miró el cielo encapotado y pensó que ya era tarde para ir a por un paraguas. Iba a preguntar por dónde empezaban cuando Calandra se agachó junto a la pared. Curioso, dio un paso adelante para ver lo que hacía y se quedó anonadado ante la forma en que hizo el cantrip. No era ningún experto en la materia pero, ¿morado?

-Vale... Espero que funcione -comentó mientras la magia surtía efecto.

De la misma pared surgió una bola de luz morada que brillaba con intensidad. Rodeó a Calandra varias veces como si fuese un pájaro juguetón y echó a volar Haight abajo tan rápido como una centella. Seguirlo iba a exigirles una carrerita.

Los ojos del Fiona miraron con curiosidad el círculo morado, y cuando este salió disparado, esprintó tras él casi sin darse cuenta de que dejaba a Calandra atrás.

-Por supuesto que va a... -se indignó Calandra, frunciendo los labios morados.

No le dio tiempo a decir más. Se puso de pie, y el fuego fatuo revoloteó a su alrededor antes de salir pitando. Calandra echó a correr de inmediato. Parecía que aquella no era la primera vez que le pasaba algo así. No era de extrañar; aquel era el precio a pagar por tener tanto talento.

Los tres corrieron tras el fuego fatuo sin perderlo ni un instante, ni siquiera cuando zigzagueó para evitar los coches y ellos tuvieron que hacer lo mismo. La bola de luz apareció rauda en el Parque Buena Vista y cruzó un parque infantil ante la atónita mirada de los niños y la indiferencia de sus padres. Les obligó a subir por las innumerables escaleras que llevaban al interior del parque que, libre de la planificación urbana, tenía el desnivel que le diera la gana. La lluvia se filtraba entre los árboles y aún así alcanzaba a mojarles. Y se toparon con ella de bruces.

Junto a un terraplén lleno de hojarasca y de pie en el sendero de cemento, la quimera les dio los buenos días mientras el fuego fatuo la rodeaba con insistencia. Era tan alta como un troll (debía de rondar los dos metros y medio) y no parecía que tuviese piernas que la sostuvieran. La mortaja en la que se envolvía le servía de cuerpo y la usaba para proyectarse hacia delante como una sábana al viento.

La cara del esqueleto bajo la capucha les sonrió. Alargó sus manos sin carne ni piel y trató de agarrar a Damara con ellos. Ajenos a todos, un par de paseantes bajo un paragüas se alejaban cuesta abajo.

Al Fiona no le costó en absoluto mantenerle el ritmo a la esfera morada, incluso llevando la armadura puesta. Cualquiera lo diría habiéndole visto el día anterior tosiendo sin parar. De vez en cuando echaba la vista atrás, asegurándose de que sus compañeros no perdían la pista ni eran arrollados por algún coche. Y, cuando por fin dieron con ella, apenas tardó un segundo en desenvainar su espada a pesar del asombro que le causó el aspecto de la quimera. Era realmente grande, y más terrorífica de lo que había imaginado en un primer momento.

-¡Damara! -gritó Shyam, advirtiéndola al tiempo en que se interponía entre ellos, lanzándole una estocada que acertó, pero no con toda la fuerza que esperaba.