Partida Rol por web

Todos podéis ver como Abdurkat ha saqueado el cuerpo de los celtas con una rapidez tan intensa que apenas veis lo que este ha cogido. Pero mientras, Sirius, ha intentado curarse solo... pero sus conocimientos de curación no deben de ser lo suficientemente avanzados, pues no logra nada. A todo esto, la prisionera, asustada ante las amenazas de poder matarla, asiente y entiende que tiene que curar a Sirius.
- Pero... no hay nada para curarle...- dice, y aunque asustada, se encoje de hombros- no puedo sin materiales... si encontramos algo en los bosques, quizás pero... aquí...
Dicho esto, la celta saca un pañuelo de sus ropajes, que está lleno de hierbas. A pesar de lo que ha dicho, intenta ayudar a Sirius. Le pone el pañuelo rodeado de hierbas en la herida, sin embargo, la mitad de hierbas se le caen al suelo y Sirius no siente nada. La celta se intenta excusar un poco asustada:
- Lo dije... no hay materiales...
Y tras eso, recoge las hierbas del suelo y las envuelve en el pañuelo, guardándolo de nuevo entre sus ropajes. Encojiéndose de hombros, espera el curso de los acontecimientos, mientras la aldea se consume en las llamas...

Bien, no se lo que necesitas, pero ire a buscar algo al bosque... me voy al bosque y comienzo a buscar algunas hierbas para curar a mis compañeros...

La situación era mas critica de lo que parecia, rapidamente adverti a mis compañeros.

- Rapido! Hay que salir de aqui! Sino las llamas nos cerraran el paso!

Luego señala hacia delante

- Alli hay varios bandidos arrodillados, quizan sean otro grupo de los nuestros de refuerzo que venga a atacar la aldea.

Dicho esto vuelve la cabeza hacia atras y lanzandole la mano a Sirius le dice

- Vamos amigo, salgamos de aqui, busquemos un sitio seguro y te curaremos. Saldremos de esta.

- Sí, será lo mejor, Melkart. -, le digo a mi amigo mientras mantengo un trapo presionando la herida para que pare de sangrar.

Veo como las llamas van conviertiendo la aldea en cenizas, mientras los cuerpos de nuestros enemigos yacen por doquier, muchos de ellos consumidos por las llamas. El olor a carne chamuscada impregna el ambiente...

Al fin parece que nos movemos. Al escuchar a mis compañeros, miro en la direccion en la que señala Melkart descubriendo al grupo de individuos arrodillados.
Adelantandome, digo.
Yo abriré la marcha. Vamos. Es preciso que nos alejemos de las llamas.
Entretanto Arbaces ya se mueve en dirección al bosque. De inmediato me pongo en movimiento por si necesitara mi ayuda y no precisamente para buscar raíces.
Y mientras camino, miro hacia atrás y digo.
Al menos, los que estéis mas heridos intentad cortar la hemorragia. Rasgad un trozo de túnica y haceos un torniquete sobre las heridas. Eso evitara que acabéis desmayados por la perdida de sangre.
Y dicho esto, prosigo mi camino en medio de las llamas que devoran el poblado. Aquí y allá, algunas chozas empiezan a derrumbarse y sus tejados de paja, van extendiendo el fuego.
Y mientras avanzo, trato de vislumbrar algo de la escena que tengo delante. Intento distinguir si el equipo de los arrodillados es semejante al nuestro.

Abdurkat entregó a los celtas la armadura y el casco de Belenos, así como su espada, que eran de buena calidad y estaban en buen estado. Igualmente le entregó la bolsa de dinero que había encontrado, en la que había 20 monedas mas

Hecho esto siguió a sus compañeros tras haber recuperado las lanzas que había arrojado

Asdrubal corre hacia el comerciante, mientras busca al resto de sus compañeros Que le habra pasado con el resto de los miembros de la legion dorada

El grupo de valientes soldados cartagineses huye de la aquella aldea. O aldea, hasta hace poco, pues según pasa el tiempo, se convierte en un infierno de fuego. Al paso rápido de los guerreros, chozas se derrumban de forma instantánea, mientras los pocos campesinos que aún están en la aldea y vivos, corren de aquí hacia allá, gritando como locos. Parecen bastante desesperados. De todas formas, poco importa; Bagarok intenta agudizar la vista para ver mejor al grupo de los arrodillados, pero ve menos incluso que antes. Quizás sea el humo, quizás es que el celtíbero padece de miopía.
Y mientras huyen de la aldea, se dan cuenta de que realmente, se han olvidado de los prisioneros cartagineses que había en ella. Asdrubal, el guerrero de la legión sagrada, puede ver como entre el caos, los guerreros que habían iniciado el combate y que quizás le habían salvado de las garras de la muerte, huían y le dejaban allí solos. Aún los ve, pero están bastante lejos. A su lado tiene el mercader, que al ver tal situación, no parece dudarlo un momento y sale corriendo asustado. Solo parece preocupado en salir con vida del incendio; de todas formas recuerdas, que tu misión era proteger al mercader y especialmente su mercancía. Pero ahora, te encuentras en un duro dilema, si huir con el resto de compañeros para salir con vida de la aldea, o intentar rescatar la mercancía tú solo. La segunda opción te llevaría su tiempo, y el tiempo, es oro en el caos infernal de la aldea. El carro del mercader, con dos bueyes que parecen alterados, puede no ser muy fácil de sacarlo de la aldea. ¿Y el resto de compañeros que te acompañaban? Deben de haber caído o escapado en algún momento del creciente caos.

Salgo veloz hacia fuera de la aldea, escapando del incendio que nosotros mismos habíamos provocado. Aún mientras corro, mantengo el trapo presionando mi herida, la cual ya ha dejado de sangrar copiosamente, pero si continúo a este ritmo, volverá a sangrar como antes... debo aminorar la marcha... pero una vez fuera de peligro.

El incendio comienza a adquirir proporciones terribles. Avanzo como puedo entre el humo tratando de guiar a mis compañeros fuera de este infierno. Y poco a poco, parece que lo vamos consiguiendo.
Pues parece que frente a mi, el terreno comienza a despejarse. Y yo miro por un breve momento hacia atrás y digo.
¡Adelante!. ¡Ya nos queda menos. ¡Espero que estemos todos!.

Arbaces posee una gran agilidad apesar de lo que pudiera parecer a simple vista y sale con facilidad del infierno de fuego que el ha colaborado a extender en lo que hace solo unos instantes era una placida aldea. Tras salir del infierno mira a su alrrededor en busca de alguna planta que ayude a la sanacion de sus compañeros.

Abdurkat, llevando a los esclavos capturados, sale de la aldea, convertida en un infiero de fuego y humo

Asdrubal trata de escapar de las llamas, no sabiendo que fue de sus compañeros

A la hora de combatir, a veces, sois bastante malos. Otros, a la hora de agudizar la vista y el oído, parecen que necesitan comprarse unas gafas en la retaguardia cartaginesa. Pero a la hora de correr, no os gana nadie. Parece ser que es algo que se os da bien, sois buenos atletas. Os vais rápidamente de la aldea, con el resto de esclavos. Asdrubal, junto al mercader, os sigue. Ya estáis lejos de la aldea, justamente, cerca del barranco donde estaban los soldados. Ahora, estos, están estampados contra el suelo; son bandidos celtas. Y al borde del precipicio, podéis ver soldados que parecen ser aliados. Deben de ser el otro grupo.
Mientras, Arbaces encuentra algo que puede servir para curar al malherido Sirius. La prisionera coge las plantas e intenta curarlo como puede. Aunque a Sirius le alivia en parte el dolor, no parece ser que sirva de mucho. Seguramente, un médico especializado del ejército lo haría mucho mejor. A todo esto, ahora, Asdrubal junto a su mercader acaba de llegar al grupo, tras huir de la aldea.

- Gracias. -, le digo a la prisionera, aunque no ha hecho mucho por mí, el dolor remite y la hemorragía ha cesado. - Parece que hemos hecho un buen trabajo. -, les digo a mis compañeros cuando paso la mirada por el precipicio.

- Regresemos, no tenemos tiempo que perder. -

Asiento energicamente al oír las palabras de Sirius y añado.
Cierto. Creo que podemos considerar esto como un buen trabajo.
Me giro entonces y, mientras envaino mi falkata, contemplo el resplandor rojizo de las llamas que devoran ese posible núcleo de resistencia en nuestra ruta hacia Roma.
Y no puedo evitar reír en voz alta antes de añadir.
Buena jugada sin duda. Los próximos que intenten oponer resistencia tendrán que luchar no solo contra nosotros sino también, contra el miedo que provocara nuestra sola mencion.
Vamos.
Añado volviendo a mirar a mis compañeros.
Es hora de volver a nuestro campamento para informar y para que las heridas sean completamente tratadas.
Y recordad todos, como murió nuestro guia griego. Cayó valerosamente en combate cuando iniciamos nuestro ataque.
Y nuevamente, río en voz alta.

- Si, luchó como el mejor... -, respondo mientras rio sonoramente.

- Sí. Murió justo cuando nos enfrentamos a una avanzadilla de bandidos, que nos atacaron por sorpresa bastantes metros antes de llegar al pueblo. El ataque hizo que el pobre guía quedara un instante solo, y aunque se defendió valientemente, fue golpeado en la cabeza, y luego atravesado. Su muerte es una auténtica lástima - asintió Abdurkat mientras continuaba su marcha.