Mi primer día de trabajo, un edificio de 200 pisos devorado por el fuego y mi inexperiencia como bombero.
Todo era caos y desesperación pero el instinto de supervivencia me llevó a tomar decisiones erróneas en algunas ocasiones aunque he comprendido cual es el verdadero motivo de esta profesión.
El agua fue una bendición y la tranquilidad que necesitamos, contento por el aviso me desato rápidamente y me acerco a Gunter. -Sr. Estamos fuera de peligro, ya podrá ir a su casa luego de una revisión médica. - tras decir aquello festejo con mis compañeros ya que nuestro trabajo como bomberos había terminado.
Tras resistir estoicamente la explosión y la inundación subsiguiente, sin pronunciar la menor palabra, sonido o queja, Günther asume que finalmente parece que va a sobrevivir a tan incómoda situación. Responde a los bomberos mientras va desatándose de la manguera que le mantenía sujeto a la vida.
- Efectivamente, gracias por todo.
Como ya le dije, cuando desee puede pasarse por mis oficinas centrales para finiquitar el asunto.
Günther se despide amablemente, se recoloca corbata y monóculo, se atusa su fino bigote prusiano y, retomado ya su habitual aspecto circunspecto, se une al primer grupo que, dirigido por los expertos bomberos, se dirija hacia la calle.
De la que desciende piso a piso, no puede evitar el ponerse a redactar mentalmente una carta de queja en muy duros términos por el mal trago pasado, extendiéndose (quizá más allá de lo necesario) en la descripción de la imperdonable falta de clase, principios, pundonor y caballerosidad mostrada al invitarle a participar en semejante despropósito, carta que echará al correo con total seguridad mañana a primera hora de la mañana...
Todos los supervivientes ya se encontraban en el vestíbulo. Las ambulancias y los médicos no daban abasto para atender a tantos heridos. Doug se encontró con su mujer que le esperaba ansiosa. Patty corrió a abrazar a su padre y su marido que, para su sorpresa, salían del edificio apoyados el uno en el otro como viejos amigos. El viejo Günther, con su esmoquin aún impoluto, se dirigió hacia su coche con gesto altivo. Ya estaba todo arreglado para que aquellos dos valientes bomberos recibieran lo que habían acordado. Lo que luego hicieran con ese dinero ya era cosa suya. Por otro lado, Harlee intentaba pasar desapercibido entre la gente. El incendio había dejado un balance terrible: 139 muertos. Entre ellos veinticuatro bomberos y dos pilotos de la marina.
Y con esto y un bizcocho, terminamos :D
¿No les vas a contar a los dos bomberos que efectivamente al final cobraron lo acordado?
Ya he añadido las líneas, se me había olvidado :D
Es que Günther es un hombre de palabra.
;-)