Partida Rol por web

El corazón del Centinela

13. Mano a mano

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17/01/2013, 21:07
Narrador

Romy cayó limpiamente sobre el tejado del edificio, rodando sobre si misma para reducir el impacto de la caída. El francotirador de aquel tejado seguía con la vista fija en el edificio y no pareció advertir su presencia. La ladrona se acercó hacia él con cautela y cuando estuvo a su altura propinó una patada contra la cabeza del hombre intentando dejarle inconsciente. El golpe no pareció ser muy fuerte y el hombre giró sobre si mismo sorprendido, levantándose para coger su radio y dar la voz de alarma. Apenas había cogido el aparato cuando recibió un poderoso puñetazo de Romy en la parte baja de la mandíbula.

El francotirador se precipitó hacia atrás totalmente KO por el golpe, por lo que Romy tuvo que agarrarle para que no se cayera al vacío.

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17/01/2013, 21:53
Felina

Cuando el tipo cayó KO, después de ponerlo a salvo, se parapetó contra la pared conteniendo el aliento. Se le había puesto el pulso por las nubes al ver que el hombre cogía la radio, pero había logrado evitarlo. Tras calmarse se cercioró de que seguía vivo y procedió a amordazarlo usando la tela de su gabardina y a ponerle sus propias esposas a la espalda.

-Lo siento, cariño -susurró pasándole un dedo por la mejilla y sosteniendo su pesada arma. Había que tener fuerza para levantar ese chisme.

Colocándolo de manera más o menos estable, echó un vistazo hacia el tejado que franqueaba la Torre Wayland para observar al otro francotirador. No le iba a dar ni de casualidad, y si le daba lo más probable es que lo matara. Felina no mataba si podía evitarlo, así que dejó el arma lo más lejos posible, arrastrándola por el suelo, y procedió a saltar a la Torre donde Weasel ya debía de estar haciendo de las suyas. Antes, cogió la radio y se aseguró de bajarle el volumen lo máximo posible.

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20/01/2013, 18:21
Narrador

- Y entonces le dije: '¡Pues no será a éste a quien engañes con ese collar de perlas!' - las risas, incluída la de Weasel, llenaron el ambiente ante las palabras de Stephen Hawton, un empresario pionero en armamento que estaba causando sensación en el mundo de los negocios. Los guardias de seguridad estaban pasando lista a los invitados, que fueron haciéndoles pasar uno a uno o por parejas. Weasel no tardó mucho en entrar al interior, momento en el que ya tenía a Hawton a su lado, parloteando

- Y Europa sigue siendo un mercado muy difícil, pero en todo nuestro continente el negocio está más que asegurado. Y... ¿a qué decía usted que se dedicaba?

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20/01/2013, 21:49
Weasel

-He heredado el viejo negocio al que la nobleza siempre nos hemos dedicado, querido amigo. El arrendamiento de las propiedades.  Mucho más útil que venderlas, porque después puedes sacar el doble de lo que ya has sangrado a los infelices con una demanda por daños.- Se ríe histriónico el recién mejor amigo de Stephen para ésta noche.

Lo cierto es que Weasel ya había pensado que el negocio de las armas era sencillamente una forma de suplir una carencia, po más de una. La esposa florero del empresario y su parloteo incesante al ladrón junto con sus gestos delataban que, probablemente, no fuese el tipo de virtud que lamentase tener. Era el tipo de hombrecillo que había construido su fortuna para lucir su identidad bajo una tapadera de excentricidad. Por todo ello se fijaba solo en la superficie, y lo convertían en el cebo inocente perfecto.

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21/01/2013, 17:32
Narrador

El salón era amplio, en el que cabrían perfectamente un centeran de personas. Debía ocupar todo o la mayor parte del piso, y mientras que a un lado había una barra donde varios camareros preparaban los tentempiés y las copas, al otro había un guardarropa custodiado por un hombre trajeado que ojeaba una revista. El techo estaba coronado por una gigantesca lámpara de araña, sumado a bastantes lámparas más pequeñas por las paredes.

Una camarera rubia bastante atractiva pasó junto a ellos ofreciéndoles una copa de champán con una sonrisa amable y un gesto coqueto. Hawton la cogió con una sonrisa zalamera y una mirada de desaprobación de su mujer, que miró a Weasel después como buscando algún gesto por su parte.

- Vaya... es un negocio seguro el suyo, no me cabe duda. Por suerte, los intereses de esta ciudad así como la del resto del país están bien claros y muchas veces los probres diablos llaman a mi puerta como si fuera un enviado de Santa Claus. - alzando su copa hacia el ladrón, sonrió ampliamente - ¡Por la Segunda Enmienda, amigo! -

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21/01/2013, 19:05
Weasel

-¡Por la segunda enmienda!- Weasel brinda con el hombre y le pasa a dar conversación intrascendente mientras piensa en el plan y hace tiempo para que se presente una oportunidad adecuada.

"Voy a necesitar un fuego para la distracción inicial y no tengo muy claro como hacer que empiece todo esto". En el salón no había detectores de humos, lo normal era que la gente fumase en sitios como este. Además no había visto la estatua aún. ¿Donde la habían guardado? Estarían esperando a que llegasen más invitados antes de levantar el telón. Si no tuviese que contar con Felina por los tejados, no le preocuparía hacer las cosas con retraso.

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23/01/2013, 19:54
Narrador

Dando un paseo y dejándose ver por el sitio, hablando con personas aquí y allá y poniendo el ojo, advirtió que en la cocina trabajaban con una bombona de gas que estaba algo apartada de ésta. Un tubo de goma recorría varios metros hasta los fogones de la cocina. Era una opción que podría interesarle seguir, pero quién sabía cómo iba a abordar aquello.

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29/01/2013, 10:49
Weasel

Weasel se acercó a la barra, acercándose a uno de los camareros. Con una de sus arrebatadoras sonrisas, pidió un "Fireman´s Sour" la bebida más rojiza que podía ocurrirse en ese momento. Cuando la copa se desliza por la barra, un toque con el meñique antes de intentar cogerla, hace que su contenido se derrame sobre su ropa.

-¡Maldita sea!- Dijo el ladrón comenzando la escena que le daría la llave a continuar con su golpe. Se intentó secar con servilletas, mientras el apurado barman se acercaba al supuesto barón.- ¡Mi camisa!¡Mi chaqueta!¡Mi chaleco!

El camarero se ofreció a limpiárselas, así que fueron juntos a la parte del servicio. Weasel comenzó a desvestirse cuando disgustado rompe a hablar.

-Dame tu camisa y tu chaleco, esta es una reunión importante. No puedo perder mi tiempo con el servicio.

Intimidado por la posición y vehemencia del joven falso noble, el camarero accede.

Con las prendas puestas, el ladrón sale de la habitación. Un despeinado preciso y una bandeja de plata, transforman al barón en un camarero más. Bajo el nuevo disfraz, podía moverse por la fiesta y las cocinas con impunidad.

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11/02/2013, 17:35
Narrador

La habilidad del ladrón para cambiar de registro y su cara dura le permitieron moverse con impunidad por aquel lugar, metiéndose en el papel de un miembro más del servicio sin llamar demasiado la atención. Sólo necesitó evitar estar cerca de los adinerados con los que se había codeado para asegurarse de que no habría problema y vigilar no toparse con aquel que había dado el cambiazo: así todo iría bien.

Weasel se dirigió a las cocinas y entró en el interior. Ésta estaba llena y los camareros iban y venían según les entregaran las comidas y bebidas que iban preparando.

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11/02/2013, 17:58
Narrador

Con la radio en sus manos y tras quitarle el volumen, Romy se llevó la mano al gancho con cuerda que tenía en la mano y lo lanzó para que se enganchara en la azotea. Le costó dos o tres intentos, pero al final funcionó y llegó a la pared del edificio como si de la versión femenina de Tarzán se tratase. Observó que estaba ante un ventanal de lo que parecía un almacén: estaba todo oscuro. Estaba algo por encima de la mitad superior del edificio, así que las dos opciones eran subir al punto más alto y buscar la manera de colarse desde ahí o usar el pequeño punzón afilado de punta de diamante que había conseguido hace poco para hacer un agujero en el cristal y entrar por ahí.

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11/02/2013, 21:32
Weasel
Sólo para el director

Con la cabeza gacha se acerca a la cocina de gas, prepara algunos cócteles al estilo flambeau. Con el ajetreo de las cocinas nadie parece reparar en el trapo que poco a poco se empapa de bebidas de alta graduación. Una cuchara que oportunamente se cae por detrás de la encimera, permite al supuesto camarero acceder a la llave de paso del gas. No quería herir a nadie, así que encendió uno de los fuegos, y abrió los otros tres. Cuando la nube de butano hiciera contacto con el primer fogón, una llamarada se elevaría desde ese punto, expandiéndose hacia el techo y disparando los aspersores. Tendría unos tres minutos. Para asegurarse de que aun cerrando el fuego el plan se ejecutase, dejo el trapo que exsudaba lentamente ron y absenta cerca de la llama, el reguero hasta los fogones con el gas abierto haría el resto. Si fallaba el primer plan tendría cuatro minutos. 

La superficie de los copones con absenta y otras mezclas de licores ardía en llamas azules iluminando la estancia. Con una bandeja con multitud de estas bebidas, salió de la cocina, siguiendo a otros camareros. Cerca de la entrada, un pisotón, una caída, el desgarro de un vestido de cola largo, un aullido de indignación, inhalaciones de escandalosa sorpresa, copas rompiéndose, alcohol salpicando, algunos gritos de miedo, llamas crepitando. La entrada ardía y las cortinas que colgaban de los marcos se encontraron abrazadas por las llamas y el acelerante. Lo que iba a ser una anecdota de como una rica era avergonzada por la torpeza de un camarero, se convierte en una alarma de incendio, humo, gente corriendo.

"Hay tienes tu señal, Felina" piensa con una sonrisa, cuando las puertas de la cocina se abren con una llamarada, aumentando el caos que reinaba en la celebración. 

 

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11/02/2013, 23:25
Felina

Felina no quiso arriesgarse a cometer un error y quedar en la línea de tiro del otro francotirador, de modo que se posicionó para usar el refinado aparato y agujerear el cristal, ahorrándose así un valioso tiempo. Después se movería por el interior hasta dar con el almacén adecuado. Iba bien de tiempo, en principio.

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12/02/2013, 17:50
Narrador

Con un preciso empujón se adentró en el interior por el agujero que había hecho y descolgó la cuerda, tocando por fin el suelo. Observó aquel lugar lleno de cajas embaladas y con una puerta que debía dar a la zona más exterior del piso. Al menos allí parecía no haber nada interesante.

Cuando iba a dirigirse a la puerta un estruendo comenzó a sonar por toda la sala. Sonó un chasquido y junto a una alarma de incendios los aspersores del techo empezaron a rociar agua sobre la ladrona y sobre el resto de la sala.

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12/02/2013, 17:52
Narrador

El caos estalló en el salón, en apenas un minuto los aspersones que rociaban agua a diestro y siniestro destrozaron vestidos, trajes y la confusión hizo que mucha gente se tropezara. El pánico cundía entre los asistentes e incluso entre el propio servicio que no se esperaba algo así. En el interior de las cocinas comenzaron a sofocar el fuego con los extintores pero eso no impidió que todo fuese una locura constante.

Weasel se sintió con impunidad para moverse, al menos ese momento.

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12/02/2013, 20:19
Felina

Felina masculló cuando el agua empezó a mojarla. Se suponía que la distracción iba a llegar bastante más tarde; ni siquiera había encontrado el almacén adecuado para recoger las cosas que, en teoría, ya debían estar allí. Sin perder un solo segundo y sabiendo del caos que habría en el exterior, salió del almacén en busca del sitio adecuado sin temer por la seguridad que de seguro estaría demasiado ocupada con la que Weasel habría liado en la planta principal.

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14/02/2013, 20:51
Weasel
Sólo para el director

La multitud se convirtió en cáos, pero el rebaño sabía como organizarse para alejarse de las llamas. Como era de esperar la multitud se fue acercando al otro extremo de la estancia, entrando en la planta baja del edificio. Nobles, ricos y siervos, todos se refugiaban de las llamas y el humo por el sistema más antiguo del mundo, huir. 

"Espero que Felina entienda la señal" pensó Weasel. Con toda la naturalidad del mundo entró en pánico como los demás acercándose a la puerta que le granjearía acceso al edificio y de ahí, a los archivos que buscaba.

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21/02/2013, 21:41
Narrador

Weasel tuvo que sacarse una ganzúa de la ropa y forzar la puerta para salir de aquella zona y estar realmente en el edificio propiamente dicho. Cerca de él tenía el ascensor que le llevaría a la parte superior, a Romy y a su objetivo. Los documentos que buscaba estarían en la caja fuerte de algún despacho, seguramente. Sobre la estatua... quizás era pronto para preocuparse por ella.

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21/02/2013, 21:47
Narrador

Maldiciendo y sintiéndose de repente realmente incómoda con la situación, la ladrona de guante blanco echó a correr para bajar hasta la planta que Weasel le habían indicado previamente: allí se suponía que iba a encontrar el equipo necesario para llevarse la preciada estatua del edificio. Sabía que se la llevarían en helicóptero pero la muchacha no tenía nada claro cómo pensaba hacerlo la comadreja.

Al llegar a su destino encontró una habitación de servicio llena de trastos. Al final de ésta, un cajón grande, del tamaño de una nevera, que contenía todo lo que Weasel consideraba necesario para aquello.

Una máscara de gas, una bolsa de deporte con arneses, barras desplegables metálicas que parecían hechas para soportar grandes pesos, una cuerda de acero, una gran lona resistente y un... ¿manual de instrucciones? Aquello no tenía sentido.

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22/02/2013, 17:52
Weasel
Sólo para el director

"¡Qué raro! No debería estar cerrado". Algo iba mal, Weasel lo presentía, las cosas no estaban yendo como se suponía. ¿Donde estaba la estatua? ¿Por qué no habían abierto estas puertas inmediatamente para desalojar el salón ardiendo? Por un momento pensó en que su  plan había sido pronosticado...pero eso era imposible, solo lo sabían Felina y él...y el que iba a pilotar el helicóptero ¿Le habría vendido su contacto? No, no podía creerlo.

Avanzó hacía los pisos superiores, buscando los despachos.

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23/02/2013, 14:14
Felina

Felina puso los ojos en blanco al contemplar el manual, pasó las hojas del librillo rápidamente maldiciendo para sus adentro. Si esperaba que se pusiera a leer cómo funcionaba todo aquello debía de estar loco. Ni siquiera había respetado las horas establecidas, y la razón de ello le preocupaba. Empezaba a sentir el estrés de no saber cómo iba a funcionar aquello, pero no perdió el tiempo dejando que el pánico se apoderase de ella. Se colgó la bolsa al hombro y salió de allí tras colocarse la máscara que le había dejado. Seguía lloviendo.