Partida Rol por web

El eco del Diablo

El Infierno Horizontal

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05/04/2016, 18:58
El antropólogo

Al acabar su jefe le quitaron los trastos que tenía pegados e hicieron que se levantara. Luego invitaron a Mats, valiéndose del lenguaje no verbal del rifle, a sentarse en el sitio del mono.

El progre con aires de militar le colocó con delicadeza las ventosas y la diadema como si Mats fuera un león capaz de morder su brazo ante cualquier gesto molesto. La diadema rascaba un poco las sienes con un cosquilleo desagradable que paró cuando fue calibrada de nuevo la mesa de mezclas.

Jérôme se cruzó de brazos mirando a su compañero. Era imposible saber si estaba preocupado o a punto de estallar de risa.

El “experimentador” recogió las piezas del juego de construcción en su caja y colocó en su lugar un rompecabezas mecánico que recordaba a un Cubo de Rubik pero con más del doble de cuadrados por cara  y letras en lugar de colores. Cronómetro en mano, dio las instrucciones.

-Señor Mats Bergstrøm, lo que tiene ante usted se mueve de una forma muy similar al rompecabezas famoso. Tiene dos minutos para intentar escribir, combinando las letras que hay en él, el nombre de su personaje de ficción favorito de cuando era niño. Ante todo no abra la boca. Y recuerde: ha de ser el favorito. Dos minutos desde… ¡Ahora!

El cronómetro hizo click.

Notas de juego

Has de hacer una tirada de Introspección más Maña, la dificultad la eliges tú, pero no puede ser inferior a normal.

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05/04/2016, 22:07
Mats Bergstrøm

Finalmente, parece que ha llegado mi turno de participar en este circo. Todavía no sé si realmente se espera de mí que siga las reglas del juego o si pretenden que demuestre mi vena rebelde mandándolos a todos a tomar por culo, pero hay una realidad: la gente es susceptible de ponerse nerviosa, y uno de esos tíos lleva un rifle. No conviene cabrear a un tío con un rifle. Así que, tenso, me siento en la silla y, pacientemente, dejo que el gafapasta me ponga todos los chismes. Con las manos sobre mis muslos, no muevo ni un músculo, pero mi mirada parece la de un lobo a punto de saltar. Durante tan solo un instante, mis ojos se posan sobre mi jefe, Jérôme, y no sé cómo interpretar su expresión. Joder, espero que esta mierda no sea una broma.

El «científico» me entrega una especie de cubo de Rubik cuyas caras están marcadas por infinidad de letras, y me pide que forme con ellas el nombre de mi personaje favorito de la infancia. Instintivamente, sin poder evitarlo, me viene a la mente la imagen sonriente de Pippi Långstrump, la niña pelirroja y rebelde de las trenzas tiesas. Recuerdo que, cuando era pequeño, me gustaba tanto el personaje que incluso traté de montarla varias veces, con escaso éxito, con piezas de Lego. Vale, creo que empiezo a pillarlo. Este tío quiere que le demuestre que supero su rasero de inteligencia. La verdad es que nunca he probado a hacer el cubo de Rubik ni nada que se le parezca, y mi habilidad manual no es nada para tirar cohetes, pero no puede ser tan difícil formar la palabra «Pippi». Veamos en qué acaba esto…

En cuanto el hombre me da la señal, examino velozmente todas las caras del cubo para localizar las letras que necesito. Vale, ahí están. Con toda la rapidez de la que son capaces mis dedos, empiezo a hacer girar las distintas piezas del cubo. No tardo en darme cuenta de que es mucho más difícil de lo que había supuesto. Lentamente, las letras empiezan a formar el nombre. Parece que le estoy cogiendo el tranquillo; si solo tuviese más tiempo… Cuando solo me queda cuadrar la última «i», el tipo de las gafas me indica que se me ha acabado el tiempo. Mierda. Suelto el puto cubo como si me hubiera pegado una descarga eléctrica, frustrado, y lanzo un resoplido por la nariz. De todos modos, este jueguecito es absurdo.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Bueno, pues como soy consciente de mis limitaciones, elijo una dificultad Normal (11). Con todo y con eso, fallo. Espero que ahora no me peguen un headshot por considerarme inservible para sus propósitos… ¿XD?

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05/04/2016, 23:29
Bosque de Fontaineblau

Al resoplar Mats el de la escopeta giró por un instante la cabeza hacia el técnico.

El gafapasta leía atentamente las gráficas que la impresora iba extendiendo hasta el suelo y tecleó algo en el ordenador.

El del casco respiró hondo.

 Y tras cuatro o cinco largos segundos, el intelectual habló mientras hacía un gesto despreocupado con la mano.

-Está bien. Todo bien.

El del casco desamartilló su rifle, se lo colgó al hombro, anduvo unos pasos hasta una de las ventanas y dio tres golpes en el cristal. El técnico se acercó a Jérôme y le chocó la mano.

-Hace tiempo que no le veía. Se alegrará.

Pueden hablar entre ustedes. Todo ha ido bien. Esperen un poco y lo tendrán aquí.

Recogieron todos los aparatos sin premura pero con inusitada velocidad.

Jérôme se encendió un cigarro mirando a Mats.

Los del casco cargaron todo el Land Rover y no volvieron a entrar. El intelectual desclavó la silla de madera y la mesa, vistió ésta con un mantel a cuadros rojos sacado de la cocina y puso sobre ella una cafetera, tres tazas y bollería en abundancia.

Dicho esto saludó con la cabeza a los visitantes, salió de la cabaña abandonada y el todoterreno se puso en marcha dejando a los periodistas solos.

El jefe se giró a Mats y dijó:

-Faltan las cucharillas y el azúcar.

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06/04/2016, 01:11
Mats Bergstrøm

A pesar de mi fracaso con el dichoso cubito, y después de unos segundos de tensión, el científico de tres al cuarto me da su visto bueno. Oh, estupendo, Su Eminencia me considera «normal». Supongo que debería sentirme agradecido por que haya considerado mis sesos lo bastante dignos como para no esparcirlos por toda la habitación. En cuanto me quitan todas las mierdas de encima, me levanto y camino a grandes zancadas hasta el extremo opuesto de la estancia, alejándome todo lo que puedo de Jérôme y apoyando mi espalda contra la pared. Cruzado de brazos, doy golpes rítmicos en el suelo con el pie, sin darme cuenta siquiera de que lo estoy haciendo. El gafitas saluda a Jérôme como si fueran amigos de toda la vida, ignorándome por completo. A juzgar por sus palabras, parece que al fin quien coño sea que hemos venido a ver se dignará a aparecer. Mientras esos psicópatas recogen todo el numerito que han montado, me revuelvo el pelo casualmente, con los nervios de punta, para luego pasarme la mano por la boca. No sé ni a dónde mirar, y trato de respirar lentamente para mantener la calma. Ya no siento miedo, sino que estoy realmente cabreado. A decir verdad, lo prefiero. Sacudo la cabeza, sonriendo con pasmo, cuando veo que el listillo de las gafas nos prepara una bonita mesita, con café, bollitos y todo. Encantador. Mis ojos se clavan en los de Jérôme, aunque tengo la prudencia de permanecer callado e inmóvil hasta que nos quedamos solos.

Sigo mirando al cabrón de mi jefe, mudo. Jérôme se está fumando un cigarrillo con toda la parsimonia del mundo, lo que me saca verdaderamente de quicio. ¿Lo está haciendo a propósito? Aunque mi cuerpo permanece en tensión como si fuera a lanzarme sobre él en cualquier momento, no lo hago, limitándome a mirarlo en silencio. Entonces, como si nada, comenta que a nuestro suculento desayuno le faltan las cucharillas y el azúcar.

No le contesto. En vez de eso, descruzo los brazos y los dejo caer junto a mi torso, al tiempo que me enderezo, separándome de la pared. A un paso firme, aunque no innecesariamente rápido, me acerco a Jérôme, recorriendo los metros que nos separan. Cuando llego frente a él, me quedo inmóvil de nuevo, observándolo desde debajo de mis cejas. Sin decir nada, alargo mi mano hacia él, despacio. Tomo el cigarrillo de entre sus dedos y, mirando a Jérôme con los ojos muy abiertos, lo dejo caer al suelo, para posteriormente apagarlo de un pisotón y restregarlo por las tablas de madera crujiente.

Ahora es cuando me explicas de qué coño va todo esto —afirmo, con voz grave y áspera—, y por mi madre que será mejor que lo entienda.

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06/04/2016, 08:12
Jérôme Achard

Jérôme levantó una ceja y miró al suelo.

-Tío.

Se sacó otro cigarro pero no se lo puso en la boca.

-Te pondré al día. Pero esta es una situación construída por un loco para sus historias y no estoy en su onda. No se entiende, colega.

Con el cigarro entre los dedos hizo un giro de muñeca junto su la sien.

-Lo que tienes que entender, Mats, es que confío en mi amigo aunque esté como una regadera. Si pensara que esto es una ruleta rusa no te habría traído y no habría venido yo ¿de acuerdo?

Sacó una silla de debajo de la mesa del mantel y buscó la mirada de su compañero.

-¿Me puedo encender este?

Notas de juego

:-)

Siéntete libre de arrearle a tu jefe, actuar.

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06/04/2016, 11:51
Mats Bergstrøm

Escucho cómo Jérôme me pide permiso para encenderse otro cigarrillo, pero no le hago ni caso. En vez de eso, continúo escrutándolo durante unos segundos más, sin pronunciar palabra. No me lo puedo creer.

Esto es increíble. Jérôme, joder, ¡reacciona! —espeto al fin, chasqueando los dedos delante de su cara—. Nos han amenazado con un rifle. ¡Con un rifle! ¿Es que se te ha ido la olla, o has perdido la perspectiva de lo que es normal? —Me alejo unos cuantos pasos, dándole la espalda a mi jefe mientras sigo hablando, airado—. No hay nada que justifique esto. ¡Nada! Incluso aunque fuese un farol, los accidentes pasan. Las armas se disparan. ¿O vas a decirme que ese rifle era de plástico? —Vuelvo a mirar a Jérôme, quedándome callado de nuevo durante unos segundos, esperando una respuesta que sé que no llegará—. Y luego, esa mierda de prueba, y ese jueguecito de «como abras el pico te vuelo la puta cabeza». ¡Ha sido degradante! En serio, yo no sé en qué coño estás metido ni qué clase de «amigos» tienes, pero me tenías que haber avisado. Me tenías que haber avisado de esto, y me tenías que haber avisado de lo del Rolexgate. —Mis últimas palabras pierden fuelle; la ira hace que me olvide de respirar. Inspiro profundamente—. Lo he estado pensando. Entiendo por qué no nos dijiste nada, pero es jodidamente egoísta. Al no hablarme del tema, te pasaste por el forro una cosa que a mí me importa mucho: mi libre albedrío. No puedo aceptar ni negarme a nada si no sé lo que es. ¿Lo entiendes? ¿Eh? —Miro a Jérôme con intención, y la furia parece desvanecerse momentáneamente de mi rostro. Estas palabras no nacen de mi efímero arrebato, y quiero que Jérôme se dé cuenta de que me ha hecho daño—. Dime lo que sea, tío. No importa que sea una puta locura. Sea lo que sea, lo más probable es que te diga que sí. ¿Todavía no me conoces? Pero tengo que estar preparado, hostia. Y más si mi seguridad va a correr peligro. ¿Puedo pedirte eso al menos? Y sí, ya sé que ahora vas a hablar y me vas a convencer de que todo esto es por mi bien y todo eso, como siempre, porque soy gilipollas. Y por eso, porque soy gilipollas, esperaba al menos una disculpa.

Me quedo en silencio. El fuego de mi cabreo se ha consumido ya, dando lugar a una amarga sensación, como si tuviera las paredes del estómago pegadas. Me siento herido y traicionado en mi confianza. Pero al mirar a mi jefe, sé que sigue siendo mi amigo, y que sigo teniéndole cariño. Resoplo, sacudiendo la cabeza con los brazos en jarras.

Anda, enciéndete ese cigarrillo.

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06/04/2016, 12:50
Jérôme Achard

Prendió el cigarro con una profunda calada y tiró el humo esquivando a Mats. El jefe tenía el don de fumar sin molestar. Era como si el humo estuviera domesticado y buscara una rendija por la que esfumarse.

-Tienes razón Mats. Era una condición para que pudieras venir: que no supieras nada de nada. Y no sé, me da miedo que por romper una de sus locas normas pase algo chungo. Te traje porque estaba seguro de que habrías dicho que sí. Me diste los ojos, te cogí los ojos.

Se acercó a la ventana atisbando el bosque.  

-¡Claro que podía haber habido un accidente! ¿Has visto cómo temblaba ese cabrón del casco? No estaban tan nerviosos la última vez que vine. No sé si habrá siguiente. Mierda. Quería que lo conocieras, pero quería todavía más que él te conociera a ti. Me está empezando a preocupar.

En cuanto el jefe se detuvo a sostener de verdad la mirada de Mats, éste entendió que estaba más asustado de lo que mostraba, que ese miedo no era por los rifles ni la entrevista y que lo había traído porque necesitaba su apoyo.

-Ni de coña nos han medido la inteligencia Mats, un mono podría hacer la casita mejor que yo y ¡ni siquiera has podido completar Pippi! ¡Tío, si el criterio fuera la inteligencia nos habrían pegado un puto tiro sólo por venir!

- Tiradas (1)

Notas de juego

La tirada es para empatizar con Jérôme. Implica la imaginación porque es una intuicíon fruto de lo que se conocen que implica más la imaginación que un razonamiento o una percepción.

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06/04/2016, 17:11
Mats Bergstrøm

La expresión de mi cara va cambiando poco a poco a medida que Jérôme habla. No acabo de comprender los motivos por los que ambos estamos ahora mismo en esta situación, y sin embargo, entiendo perfectamente cómo se siente mi jefe. Entonces, me doy cuenta de que está aún más acojonado que yo, que ya es decir. Sus palabras son cuando menos intranquilizadoras, y empieza a darme la sensación de que, tal vez, se haya percatado de que las circunstancias lo superan. Realmente no sé qué esperaba, o qué ha sido distinto esta vez, pero Jérôme parece genuinamente nervioso. Quizá, solo quizá, necesite que por una vez alguien asuma el control. Alguien que no sea él.

Alguien como yo.

Vale, eso está claro. Si hubiesen querido matarnos, lo habrían hecho ya. Así que tranquilo. Eh. —Desde mi estatura superior, pongo mis manos en los hombros de Jérôme, y lo miro a los ojos hasta que estoy seguro de que me presta atención y sus pensamientos más nefastos se disipan—. No te preocupes más, que ya no sirve de nada. Haremos una cosa: vamos a seguirles la corriente en todo. No sé hasta dónde quiere llegar tu amigo, cuáles son sus planes o por qué quiere conocerme, pero eso nos da igual. Puede ayudarnos, ¿no? Tú lo dijiste. Así que vamos a hacerlo todo del modo más sencillo y rápido posible. Escucharemos todo lo que diga, por absurdo que parezca, haremos que sí con la cabeza y luego nos iremos a casa y nos olvidaremos de todo esto. —Se me escapa una sonrisa sarcástica—. ¿Es un buen momento para pedirte un aumento, jefe?

Espero de veras que sea tan fácil como acabo de pintarlo.

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06/04/2016, 17:56
Jérôme Achard

-No, no, tío. ¡Que no me dan miedo ellos!.

Se le escapó una risilla.

-Ellos no.

Movió la cabeza y los hombros bailoteando, y de repente esputó:

-Me da miedo lo que sea aquello de lo que huyen, aunque no exista. No estoy en su onda, eso es verdad. Verás que chalao. Pero empiezo a creerle -abrió los ojos poniendo cara de loco- y noto como discurro de forma diferente. El último par de veces, cuando doy vueltas alrededor de mi colega noto que tengo gastado el freno y me salgo en las curvas.

Miró de lado levantando las cejas.

-Necesito que hagas justo lo contrario de lo que propones. Que no le sigas la corriente. Y mucho menos que pases de él. Es mi amigo.-Se golpeó el pecho, orgulloso-Nunca paso de los amigos Mats. Pero creo que mi sentido común se ha deteriorado y me contagia sus manías. Necesita una buena dosis de comprensión, sinceridad y realidad. Y así es como le pagaremos el favor.

Levantó las manos y los hombros.

-No nos hará nada malo pero es contagioso el cabrón. Te vas a reír mucho de mí, pero ten cuidado ¿vale?

Ni mencionó el aumento.

 

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06/04/2016, 19:42
Mats Bergstrøm

Y de nuevo, incomprensión.

Oh, oh —digo en voz baja y con preocupación en la mirada, una preocupación nueva, diferente. Me doy cuenta de que me he equivocado por completo en mis presunciones. Inconscientemente, me aparto de Jérôme—. Vale. Vale, vale, vale. Estás empezando a asustarme de verdad, colega. Pensaba que los locos eran ellos, no tú. ¿Que huyen de algo… que no existe? ¿Y que tú empiezas a creerlos? —Mi nariz se arruga como si estuviera oliendo leche agria mientras lanzo preguntas retóricas al aire. Sacudo la cabeza y levanto las manos frente a mí, como un muro invisible que me separa cada vez más de mi amigo—. Jérôme, tío, ya no sé qué pensar, ni qué es lo que quieres de mí. ¿Que no le siga la corriente? ¿Que no pase de él? Joder, ¿y qué otra opción me queda? ¿Qué tengo que hacer, ser su psiquiatra?

Vuelvo a alejarme de Jérôme unos cuantos pasos, caminando por la estancia para estirar las piernas mientras me masajeo el cuello. Empiezo a sospechar que a Jérôme puede pasarle algo en la cabeza, algo de lo que no había sido consciente hasta ahora, y ese descubrimiento me desconcierta. No, me asusta. Estoy en un juego cuyas reglas desconozco y al que he sido arrastrado por mi amistad hacia un hombre que podría estar loco… y que a su vez es amigo de alguien aún más loco que él. Miro de soslayo a Jérôme desde el otro lado de la habitación, con los ojos encogidos. Ya no sé si puedo confiar en él, y desde luego no sé qué más decirle después de sus últimas palabras, que me han dejado completamente descolocado. Lo único que queda es que el tercer invitado a la función aparezca al fin y podamos acabar con este asunto de una vez, y de paso, ver si puedo enterarme de algo, si es que hay algo de sentido en todo esto.

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06/04/2016, 20:31
Jérôme Achard

Jérôme siguió mirando por la ventana mientras se terminaba el cigarrillo.

- No te digo que les crea... Sólo me asustan sus rollos, como a los niños cuando saben que algo es trola pero aun así se acojonan. Y esa mierda me jode mi instinto y ando cojo para ayudar a mi colega.

Al fin aplastó lentamente la colilla.

-Tenlo bien claro. He venido para que le ayudemos en lo que podamos y de paso salvemos el periódico. Nada de timarlo.

Y tras decir eso, quedó callado unos minutos, mirando los árboles. Se fue a encender otro pitillo pero no llegó a sacarlo del paquete.

- Mats ya lo tenemos aquí. ¡Joder!, qué pintas lleva.

En unos segundos la puerta de la cabaña se abrió y entró un hombre de buena planta vestido con un chubasquero, una camisa marrón y un chaleco de lana verde oscuro, pantalones de bolsillos, botas que le cubrían los tobillos y gorro con orejeras. Se quitó la chaqueta y el gorro dejando caer sobre sus hombros una melena larga y canosa. Lucía barba de forajido. Su mirada era brillante y muy intensa, un poco ida pero dulce.

Saludó a Mats con la cabeza y una sonrisa y abrazó al jefe.

-Jérôme, amigo. Cómo me alegro de verte otra vez.

Era alguien conocido, muy conocido, lo había visto mil y una veces, pero estaba totalmente fuera de contexto y no caía en quién era. ¿Un personaje público? Un político no, desde luego, ¿un empresario tal vez?. No, lo conocía más que eso. ¡Tenía que saber quién era! No lo conocía en persona ¿o sí? Pero había oído esa voz mil veces. Lo tenía en la punta de la lengua.

- Tiradas (1)

Notas de juego

He tirado para ver si Mats conoce al anfitrión.

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07/04/2016, 00:40
Mats Bergstrøm

Jérôme intenta justificarse con expresiones de «sí pero no», que a mi parecer resultan más ambiguas que otra cosa. Realmente no me importa. Solo quiero irme a casa y descansar después de la tensión que estoy pasando. Sin embargo, emito un gruñido de protesta cuando insinúa que pretendía timar a su amigo. Yo no he hablado de engañar a nadie, pero no tengo ganas de llevarle la contraria. Él tampoco continúa hablando, así que nos quedamos los dos en silencio durante al menos dos o tres minutos. Entonces, inesperadamente, Jérôme anuncia que su supuesto amigo ya está aquí, y yo me enderezo inconscientemente, como si tuviese que pasar un examen o algo parecido.

La puerta de la cabaña no tarda en abrirse. El hombre que entra no tiene en absoluto el aspecto que había imaginado. Es de mediana edad, con una imagen rufianesca aunque, de algún modo, magnética. Vestido de cazador, exuda un aura de cordialidad que en cierta manera parece improcedente, y tiene el carisma de una especie de bandolero contemporáneo. Hay algo extraño en su mirada: son los ojos de un hombre, quizá bueno, que ha visto muchas cosas. Los ojos de un soldado, o eso es lo primero que me viene a la cabeza.

Esbozo instintivamente una sonrisa social, y respondo al parco saludo del recién llegado con un gesto de cabeza parecido al suyo, aunque ni pronuncio palabra ni me muevo de donde estoy. Mientras el desconocido saluda efusivamente a Jérôme, no puedo por menos de pensar que conozco a ese hombre de algo. Me suena muchísimo su rostro, aunque tal vez por los nervios del momento no logro ponerle nombre o contexto a esa cara que sé que ya he visto antes en algún sitio, a esa voz que me resulta tan familiar.

Buenos días —saludo al hombre, aproximándome sin hostilidad, aunque sin tratar de fingir tampoco una simpatía que no siento—. Soy Mats. Me gustaría poder decir lo típico de que Jérôme me ha hablado mucho de usted… —Sonrío con ironía—. Pero creo que ya sabe que no es el caso.

Me mantengo a la espera. No tengo la más mínima intención de exponerme salvo en caso de que sea estrictamente necesario. ¿Quién sabe por dónde podría darle a este tío si digo algo inadecuado?

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07/04/2016, 11:08
David Montillet

Se separó de Jérôme y tendió la mano a Mats con una sonrisa mientras éste se aproximaba.

-En cambio tu jefe sí me ha hablado de ti. He seguido tu carrera y leo cada cosa que escribes desde que te uniste a L’Hexagone.

El jefe metió baza para hacer la presentación.

-Bueno, Mats, éste es David Montillet, un amigo desde que compartimos novia en la Universidad y un colega de profesión. Un fósil del Estado del Bienestar.

David, al fin conoces a mi amigo y compañero de armas Mats Bergstrøm.

Frente a él tenía a uno de los mejores periodistas que había parido Francia, y uno de los pocos que supo hacer su trabajo sin venderse a la propaganda ni salirse del sistema. Hasta que murió hace tres años en un accidente de avioneta en la República Democrática del Congo cuando trabajaba en un artículo sobre un tema que ya se había expuesto ampliamente en L’Hexagone: la compra masiva de tierras cultivables en África por empresas multinacionales y países ricos.  

Su aspecto era muy distinto a como lucía en televisión. Nadie se lo habría imaginado con pelo largo, canas y barba descuidada. Había sido muy famoso y no sólo por su trabajo como periodista, era algo así como un galán para las señoras maduras que se casaba con estrellas de cine y tenía affairs amorosos con ricas herederas. Siempre presentó una imagen impecable y elegante, pero a su vez accesible y jovial. Un periodista cercano que había sido la voz y la cara en muchos momentos cumbres de la profesión. Su talento para desmontar las ideologías y hablar a la persona se ganó la simpatía de unos y otros.

David Montillet meses antes de su desaparición.

Media Europa lloró de emoción con sus crónicas durante la caída del Muro de Berlín. Empezó como analista político que no dejaba títere con cabeza y mantuvo esa astucia hasta sus últimas entrevistas con Cameron y Merkel en las que las imágenes de los líderes sin máscara, confusos, sin saber qué caras poner tras delatar sus imposturas dieron la vuelta al mundo.

Tras semanas de búsqueda, su avioneta fue hallada en la selva y su cuerpo fue enterrado con pompa, solemnidad y gran cobertura mediática.

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07/04/2016, 17:17
Mats Bergstrøm

Cuando el desconocido me dirige la palabra y tengo ocasión de examinar mejor su rostro, reparo en que no es tan mayor como al principio me había parecido, y que a pesar de su cabello prematuramente canoso, apenas tendrá un puñado de años más que yo mismo. Me explica que ha estado pendiente de mi trabajo desde mis inicios en París, a lo que yo respondo con una sonrisa de cortesía. Entonces, finalmente, Jérôme me dice el nombre de su amigo.

David Montillet.

Al oír el nombre, el reconocimiento de los rasgos de aquella cara de sonrisa pícara y expresivos ojos de color avellana llega a mi mente con la fuerza de un torrente. ¡Claro que es él! Todos estos años, mi trabajo se ha inspirado en el audaz periodismo del hombre que tengo frente a mí, un hombre al que siempre he admirado, y cuya muerte en un accidente de aviación me afectó realmente en su día. Pero, ¿cómo es posible, pues, que ahora esté hablando conmigo? Con el ceño fruncido y parpadeando muy deprisa a causa de la perplejidad, miro a Jérôme y de nuevo al hombre que me sonríe.

¡David Montillet…! —exclamo, como si no acabase de creérmelo, al tiempo que una sonrisa titubeante empieza a aparecer en mi cara estupefacta—. Es increíble. Toda Francia… No, todo el mundo piensa que usted está muerto. Me alegra que no sea así, que esté usted bien. Siempre me he considerado un gran admirador de su trabajo. Creo sinceramente que es usted uno de los mejores periodistas de nuestro país. En fin, es… Es increíble. —Me tapo la boca con la mano, y mis ojos escanean al hombre de arriba abajo, mientras intento asimilar esta impactante sorpresa y mi mente busca la pregunta adecuada—. ¿Cómo es que…? O sea, ¿por qué desapareció? ¿Por qué no ha dicho nada en estos tres años?

Antes incluso de que Montillet me conteste, ya empiezo a elucubrar una posible respuesta. Conociendo la osadía casi temeraria que exhibía en su labor, seguramente el periodista estaría amenazado por varios frentes y se habría labrado multitud de enemigos. ¿Qué mejor modo de huir de todos ellos que, simplemente, morirse? Solo ahora empiezo a entender en cierto modo las exageradas precauciones que ha tomado para reunirse con nosotros…

Madre mía, estoy impaciente por escuchar su historia.

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07/04/2016, 19:02
David Montillet

Jérôme sonreía como un padre en la cabalgata de los Reyes Magos.

Montillet sacó unas cucharillas de uno de sus infinitos bolsillos y les invitó a sentarse. Una vez acomodados los tres, empezó a contar la historia mientras les servía café sólo sin azúcar:

-Me había acomodado en mi posición de simpático liberal, haciendo lo que buenamente podía para desenterrar la mierda, pero sin arriesgar mi posición. Como hacía llorar a los oligarcas caía bien a los progresistas de la izquierda. -Gesticulaba con los antebrazos pegados a la mesa girando las manos a un lado y a otro- Como escribía sobre las contradicciones de Syriza y los llegaba a tachar de populistas caía bien también a los conservadores de la derecha. Nunca caí bien a los conservadores de la izquierda ni a los progresistas de la derecha. Pero eso me daba igual. Me había ganado a la inmensa mayoría. Y a decir verdad, nunca quise caer bien o mal. Sólo decía lo que pensaba.

Cuando me encontraba con un hueso afilado, se lo daba a Jérôme y a los chicos de la prensa independiente que no tuvieran miedo de hacerse sangre en la boca. Cuando ellos encontraban un cadáver putrefacto apto para todos los públicos me lo hacían llegar a mí, para que lo aireara. Gracias a esa red secreta de amigos acostumbrados a vivir con un pie dentro y otro fuera estoy vivo. De verdad.

Giró su cabeza hacia el jefe y éste volteó la cabeza como diciendo, no sé, no sé.

 -Mi olfato estaba mejor que nunca y entonces me di cuenta de una cosa imposible. Lo primero que pensé es que estaba loco. O incluso que te tenía un problema neurológico. En serio, me hice hacer un TAC y todo.

Miró de nuevo a Mats, pero esta vez escudriñándolo con una seriedad que llegaba a resultar intimidante.

-Supe de pronto que había alguien muy importante en mi vida, el más importante, más que yo mismo, que había desaparecido sin dejar rastro. Ni siquiera en mi memoria.

Es difícil explicar cabalmente algo tan disparatado.

Tomó un sorbo de su café. Y sonrió. Luego frunció un poco el ceño para hacer más dinámica la explicación:

-Si imaginamos los recuerdos como redes neuronales en el cerebro lo que pasó es como si alguien se hubiera llevado a mi hija y hubiera arrastrado con ella toda la red de pensamientos que la conectan en mi memoria.   

Gesticuló con el brazo como si agarrara y tirara de una red llena de peces.

-Había pequeñas cosas, ninguna racional, que me hacían sentir que tenía una hija. En contra de mi esfuerzo en esquivar esa locura, todo mi ser estaba en pie de guerra. Me pedía que la buscara, que estaba en peligro, me decía que tenía una hija.

Tengo una hija.

Jérôme echaba un poco la silla hacia atrás con los brazos cruzados.

-Claro que no sólo desapareció para mí. Es como si hubieran tirado de una red más extensa, en los recuerdos de los otros, en las pruebas documentales incluso. Dejando un hueco que yo sentía, del que estaba seguro.

Habla Mats, imagino que pensarás que todo esto es una locura pero quiero oír lo que piensas. No te precupes -sonrió- no me ofenderé si te escandalizas con algo tan raro.

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07/04/2016, 21:58
Mats Bergstrøm

En cuanto nos sentamos en torno a la mesa, Montillet comienza con su relato. Lo escucho con tanta atención que ni siquiera me acuerdo de servirme una taza de café. El periodista nos habla acerca de su pasado profesional y de su crítica idiosincrasia, que ya conozco, y que le ganó tantos admiradores como detractores. Asimismo, me cuenta el papel que Jérôme y otros como él desempeñaban en lo que, a juzgar por lo que oigo, pareciera un proyecto o plan común para destapar toda la mierda que nos rodea, algo que parece típico no solo de los dos hombres junto a los que estoy sentado, sino también de mí mismo.

De pronto, casi sin que me dé cuenta, Montillet da un giro retórico y cambia de tema. Muy serio, me habla acerca de una sospecha que le surgió en cierto momento de su vida, un pálpito del que él mismo confiesa haber dudado, no sé si para darle más credibilidad a lo que está a punto de contarme. Y entonces, lo suelta: al parecer, Montillet está convencido de que tiene una hija. Una hija a la que no es capaz de recordar, como si todos los hilos que vinculasen a dicho conocimiento hubiesen sido cortados, como si su recuerdo hubiese sido, de algún modo, extirpado de su cerebro. Ahora, solo le queda la certeza de haber perdido algo cuya existencia niegan todos aquellos que lo rodean. Montillet llega a sugerir que el olvido podría haberse extendido también a ellos, y que incluso podrían haber desaparecido pruebas documentales, lo que a priori suena a algo completamente imposible. Sin embargo, escucho absorto todo lo que Montillet me cuenta, sin que la expresión de mi cara cambie en ningún momento.

A continuación, el hombre me pide mi opinión sincera. Y yo me sorprendo al darme cuenta de que, a pesar de que el sentido común indicaría lo contrario, no me resulta tan descabellado o imposible de creer lo que acaba de contarme. Montillet no me parece un loco, al contrario de lo que Jérôme he había advertido. No sé por qué, pero aunque sus palabras pudieran parecer una locura, podría creerlas.

Podría. Pero hay muchos huecos que conviene rellenar. Lanzo un suspiro por la nariz.

Bueno… —empiezo, como suelo hacer cuando quiero ganar tiempo para organizar mi discurso. Miro un momento a Jérôme, como pidiéndole permiso para hablar, antes de que mis ojos vuelvan a caer sobre Montillet. Sonrío—. Con vaya uno ha ido usted a dar… Señor Montillet, por extraño que le parezca, lo que me cuenta no me parece tan extraño. Entiéndame: sí, es raro de cojones, pero no creo que sea imposible. No sé, a lo mejor es porque de crío tomé cosas que me jodieron el cerebro, pero no suele costarme creer en esta clase de cosas. —Me encojo de hombros—. Además, en los años que llevo trabajando he visto toda clase de mierda. O sea, las conspiraciones existen. Todos lo sabemos.

Vuelvo a mirar momentáneamente a mi jefe. Permanezco pensativo unos segundos. Recuerdo entonces algo de lo que alguien me habló hace tiempo, aunque no sé si lograré reproducirlo con exactitud.

Un antiguo amigo mío, que era psicólogo, trató un tema interesante en su tesis doctoral: la memoria. Como primer interesado, me imagino que usted también habrá estudiado acerca de ese tema. Al parecer, la memoria no es solo un cajón de sastre en el que caen todas nuestras vivencias y las cosas que aprendemos, sino que se trata de un escritorio muy bien compartimentado, y hay varios tipos distintos de memoria: episódica, semántica, fluida, cristalizada, a corto y a largo plazo… Y seguro que me olvido de alguna. Según postulaba en su tesis este amigo del que le hablo, podría haber una manera eficiente para tratar distintos tipos de amnesia, y sería intentar convertir el tipo de memoria afectado en otro diferente. —Me inclino hacia adelante en mi asiento, con entusiasmo—. Verá, si por ejemplo un paciente sufre de pérdida de memoria episódica, es decir, no recuerda su propio pasado, podría hacérsele estudiar los distintos acontecimientos que tuvieron lugar en su vida. Así, su historia sería almacenada en su memoria semántica, la de los conocimientos adquiridos, que la persona conserva intacta. De este modo, podría abrirse una ventana que permitiese recuperar cualquier recuerdo perdido. Cualquiera. —Hago una pausa. Me reclino hacia atrás, y cruzo mi pierna derecha sobre la izquierda—. Asimismo, esta teoría afirma que todo lo que se da se puede quitar: deja abierta la posibilidad de que, mediante ciertas técnicas, intervenciones o sugestiones, se pueda arrebatar recuerdos. Y no hablo de lobotomías. Me refiero a buscar recuerdos concretos y hacerlos desaparecer, como si nunca hubiesen existido.

Me rasco la cabeza, sin estar demasiado seguro de que lo que acabo de decir tenga mucho sentido.

Es solo una posibilidad… Y una posibilidad bien extraña. Pero lo que se dice posible, es. Ya solo quedaría la otra parte de la conspiración: la eliminación de pruebas documentales y el aislamiento del sujeto, rodeándolo de individuos que estén «en el ajo» —hago el gesto de las comillas con los dedos—, y que colaboren en la ocultación del recuerdo. Ya, ya sé que ahora parece que el que esté diciendo locuras sea yo… Pero es una posibilidad. Y solo quería demostrarle que, en fin, en este mundo pasan cosas muy raras, y que en principio ni creo ni dejo de creer nada. Funciono con datos. Con hechos. —Me doy unas palmadas en los muslos, y miro a Montillet enarcando una ceja—. Por eso, me gustaría preguntarle algunas cosas. ¿Cuánto hace que le surgió la noción o intuición de que tiene una hija? Y esa certeza, ¿apareció de forma espontánea, repentina, o nació como respuesta a algún estímulo?

Guardo silencio, esperando las respuestas de Montillet.

Notas de juego

Parrafada inspirada en un trabajo de Psicología que hizo mi hermano y que se me quedó especialmente grabado (no me lo he inventado por la cara XDDD).

Con semejante ladrillo, ¿tendría que hacer alguna tirada? Lo único que pretendo es demostrarle a Montillet que tengo la mente abierta a casi cualquier posibilidad. ¿Razón + Ciencia? ¿Carisma + Sincerarse? ¿O lo dejamos al diálogo?

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08/04/2016, 08:28
David Montillet

Montillet sonrió a Mats sin disimular su satisfacción.

- No he encontrando ninguna explicación que acomode. Pero creo que los tiros pueden ir por ahí, o al menos son hilos de los que tirar. Precisamente el detonante de todo esto está relacionado con lo que me comentas. Ocurrió un año antes de emboscarme. Hace cuatro.

Levantó la taza de su café pero la volvió a dejar en la mesa sin llegar a beber.

-De repente caí en que tenía un piano. Estaba olvidado en un rincón, con una capa de polvo por encima. Pensé ¡Cuanto tiempo! Y dejándome llevar por cierto estado de ánimo depresivo que me rondaba un tiempo toqué una canción que no sabía que sabía. Y llegado a un punto de la melodía creí oír un chelo. Sentí que faltaba el chelo. Supe que faltaba el chelo. Fue como una chispa que hace estallar un lugar viciado por los gases que ha ido acumulando. Supe que tenía una hija, que tocaba esa canción conmigo, que le había pasado algo malo y me necesitaba y que la echaba mucho de menos.

Sus ojos se empañaron, pero muy poco.

-Sólo tengo eso de ella, bueno, no, no. Mentira. Tengo lo que no me pueden arrebatar. Siento el hueco, y el hueco está lleno de...-Puso la palma de su mano izquierda sobre la mesa y la derecha sobre su pecho.-Sí, lleno de  amor. Y es un manantial inagotable que me nutre y me da fuerzas. Me han quitado las imágenes, las palabras, los recuerdos. Pero lo que pasó, pasó. Eso está ahí, forma parte de mí y tira de mí. Y me acompañará aunque no la encuentre. Me acompañará más allá de la muerte. Sé que la encontraré pero quiero hacerlo pronto. Y para eso necesito toda la ayuda que pueda encontrar.

Notas de juego

No te preocupes por los ladrillos, no veas lo que he tenido que reprimirme para no poner uno en boca del señor Montillet.

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08/04/2016, 09:40
Mats Bergstrøm

Mientras Montillet me habla, miro en una ocasión a Jérôme, tratando de hacerme una idea de lo que pasa por su mente. No, este hombre no está loco. Lo más fácil, lo más cómodo, sería asumir que lo está, pero del mismo modo que él sabe que tiene una hija a la que ha olvidado, yo sé instintivamente que lo que dice es cierto. El modo en que explica el momento en que supo que había perdido un recuerdo no es propio de un loco. Tiene demasiada coherencia, es demasiado plausible. Yo mismo, en ocasiones, he vivido situaciones inexplicables. Una vez, por ejemplo, soñé con todo detalle con un lugar hermoso: un muro color caldera con una entrada que daba a un jardín en el que había una preciosa fuente de mármol blanco, bajo un frondoso emparrado lleno de flores y con un suelo de ladrillo en espiga. Y un tiempo más tarde, encontré ese mismo lugar en el mundo real, un restaurante idéntico al lugar que aparecía en mi sueño. Luego intenté racionalizarlo, diciéndome a mí mismo que debía de haberlo visto antes por internet o algo así, pero en el fondo estoy convencido de que no. Soñé con un restaurante real antes de verlo por primera vez*.

Por todo eso, creo a Montillet. De hecho, creo en muchas mierdas que un niño de doce años consideraría morralla para críos. Y no sé si eso es bueno, porque el asunto que plantea el periodista no es nada fácil de resolver. Si todo lo que dice es cierto y no hay pistas de ninguna clase más allá de su intuición, vamos a tenerlo muy, pero que muy crudo para averiguar nada.

Pero nada es imposible.

Señor Montillet, quiero que sepa que lo creo. Y que lamento mucho lo que le ha sucedido. —Se me hace un nudo en el estómago cuando veo que a Montillet le falla la compostura, y ese malestar parece ascender por mi pecho hasta instalarse en la parte trasera de mi nariz y mis ojos, en la forma de un escozor intenso y vehemente que hace que tenga que parpadear para evitar que se me humedezcan los ojos a mí también. Bah, pero qué blando soy—. Pero por mucho que así sea, le pido que entienda que no va a ser nada fácil trabajar con lo que tenemos ahora mismo. Por eso, cualquier cosa que pueda decirnos, lo que sea, puede sernos de gran ayuda. ¿Se le ocurre algo, cualquier detalle? ¿Algún lugar por donde empezar?

De nuevo, miro a Jérôme. No sé qué pensará de todo esto, pero sospecho que estoy reaccionando con una actitud mucho más dispuesta de lo que él esperaba, por lo que tal vez esté desconcertado.

Notas de juego

*No sé si el sueño que describo indicaría alguna clase concreta de «poder sobrenatural» o si puede deberse a mil condicionantes externos, pero únicamente me he limitado a transcribir algo que a mí mismo (al jugador) me sucedió. Y no creo tener ningún poder especial XD.

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08/04/2016, 13:14
Jérôme Achard

Jérôme escuchaba atentamente volcando la silla hacia atrás, a dos patas. Devolvió la mirada a Mats hasta asegurarse de que hablaba en serio, tiró la silla hacia adelante, señaló a Montillet y habló con fiereza pero sin violencia. Como un samurai a otro de su bando en el campo de batalla.

-David, eres un verdadero hijo de puta ¿es que nunca nadie te ha dicho que no?

Miró alternativamente a ambos en un aspaviento teatral.

-Bueno, pues no seré una excepción.  Se acabaron las tibiezas. A la mierda. Si Mats está dentro, estamos dentro.

Y se encogió de hombros.

-A la mierda.

 

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08/04/2016, 13:41
Mats Bergstrøm

Miro a Jérôme, enarcando una ceja, y me cruzo de brazos.

Jérôme… ¿A qué viene eso? Nadie me ha metido nada en la cabeza. Ya sabes lo difícil que es eso. Solo digo lo que pienso a raíz de lo que he escuchado, y ya está. A fin de cuentas, eres tú quien me ha traído aquí. ¿Qué esperabas? ¿Que tuviera lo que tú no has tenido para decirle a tu amigo que está como una chota? —Digo todo esto sonriendo, ligeramente extrañado, aunque empleando en todo momento un tono distendido, no hostil. Me encojo de hombros—. Pues lo siento, tío. Ya sabes que si metes a Mats en una historia, no va a acabar como tú imaginabas. Lo que dice Montillet, no sé… Me cuadra.

¿«Me cuadra»? Curioso modo de expresar que encuentro plausible algo que el noventa y cinco por ciento de personas con dos dedos de frente consideraría un desvarío absurdo. Miro de nuevo a Montillet, y continúo hablando:

Otra cosa es que seamos capaces de hacer algo más que darle unas palmaditas en el hombro. Por eso, tenemos que saber más cosas. ¿Ha hablado usted de esto con más personas aparte de nosotros? Y… ¿Hay alguien contra quien debiéramos estar prevenidos? ¿Algún enemigo o alguien de quien sospeche?