Partida Rol por web

El eco del Diablo

El sitio más lejano

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04/05/2016, 17:23
Sophie Taylor
Sólo para el director

Notas de juego

No sé si tengo que tirar algo, pero me gustaría hacer notar el rasgo "Buen Humor Contagioso" de Sophie, que espero ayude a aliviar notablemente la tensa situación que para el resto de los PNJ es ahora mismo la escena.

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04/05/2016, 17:44
Mats Bergstrøm

Aún sintiendo en mi espalda el inmenso peso de la mirada de la presencia oscura, me sobreviene una repentina y abrumadora sensación de vértigo. Tengo la impresión de caer a toda velocidad, aunque no estoy seguro de en qué dirección, o de si realmente me estoy desplazando siquiera por el espacio. Mi corazón da un vuelco cuando parezco ser testigo del paso de toda la eternidad, y aparecen ante mis ojos cerrados, con una rapidez cegadora, los rostros de todas las personas a las que he conocido en mi vida, muchos de los cuales ni siquiera recordaba. Tan veloz es la sucesión que algunas de esas caras parecen mezcladas unas con otras, como las esculturas de arcilla de un artista que hubiese cambiado de idea a mitad de su trabajo. Destellos parpadeantes que me marean se combinan con un silencio imposible de explicar que es más que silencio, el negativo de un ruido atronador, ensordecedor, si tal cosa fuese imaginable para una mente humana. Me descubro a mí mismo experimentando sensaciones y estímulos que no pueden percibirse mediante ninguno de los cinco sentidos convencionales. Siento que fluyo, impotente, indefenso, por la corriente de un sueño narcótico que inunda mis propias venas, consciente sin ser consciente de estar en mi propio interior. Soy Jonás cayendo por las entrañas de la ballena que es Mats.

Y de pronto, con una violenta sacudida que está a punto de hacerme vomitar, vuelvo.

Durante un instante de horror, compruebo que mis ojos están abiertos. ¿He fracasado? Sin embargo, para mi alivio, solo veo la claridad de la mañana que llena la habitación doscientos ocho del hospital Saint Jean de Dieu, tal y como la recordaba antes de que se desatase la locura. De hecho, no parece haber transcurrido ni una millonésima de segundo desde que nos fuimos. Aún resuenan en mis oídos las extrañas palabras que Arthür acaba de pronunciar, hace un segundo, hace un millón de años. Sigo exactamente en el mismo lugar, apostado frente a la cama de Sophie para protegerla de un doctor Sobol que ahora sí es el doctor Sobol, exhausto, tambaleante, a punto de derrumbarse, pero sano y salvo. Arthür está frente a él, señalándolo con un dedo acusador que baja de inmediato, y su expresión de desafío aterrorizado se convierte rápidamente en una de confusión y consternación. Su cara se pone roja como un tomate, pero afortunadamente reacciona antes de que Sobol caiga al suelo, adelantándose para sujetarlo con fuerza. Mi mano busca entre las sábanas de la cama y encuentra la de Sophie, caliente, suave, que me aprieta diciéndome que está bien. Pero, ¿y yo? ¿Cómo estoy yo?

De repente, la inhumana tensión a la que he estado sometido, a la que todos hemos estado sometidos, estalla. Mi rostro se congestiona visiblemente, y empiezo a emitir una serie de lo que al principio parecen breves y rápidas toses rítmicas. Me cubro la cara con la mano, para evitar que los demás me vean llorar. Inspiro fuertemente por la nariz, intentando calmar los espasmos del llanto, pero soy incapaz. Dios, jamás en mi vida había tenido tanto miedo. Jamás en mi vida había creído que fuese posible tener tanto miedo. Me siento agotado, destrozado, y un insoportable dolor se agarra a mi pecho. Es demasiado. Suelto la mano de Sophie y la uso también para ocultar mi rostro, y se me escapa un sollozo que lucho por reprimir. «Sé un hombre», me dice la cara severa y ceñuda de mi padre desde detrás de mis párpados cerrados. Lanzo un hondo suspiro, y me quedo en silencio durante unos segundos. Cuando estoy convencido de que puedo mantener el control, me descubro lentamente. Mi cara y mis ojos están casi tan colorados como Arthür.

¿Qué ha pasado realmente? Es decir, ¿cómo se supone que debemos actuar ahora? ¿Como si no hubiera ocurrido nada? Pero no, eso dejaría a Arthür en una situación bastante difícil. Me dirijo hacia el lugar donde el joven sostiene al anciano y lo ayudo a sujetarlo, al tiempo que oigo la risa cantarina de Sophie, que ha empezado a reír desde la cama en la que está postrada. Miro a los ojos a Arthür durante un instante, y se me escapa una sonrisa. Por algún motivo, la risa clara y despreocupada de la chica hace que todo parezca haber sido una broma, cortando la tensión que se había formado. Luego vuelvo mi cara hacia el doctor Bärenthal y los padres de Sophie, que nos contemplan con una expresión de comprensible extrañeza. Sonrío radiantemente, tratando de quitarle hierro al asunto.

Por favor, ¿podrían dejarnos un momento a solas a Sophie, a Arthür y a mí con el doctor Sobol? —pregunto, con una voz más queda y ronca que lo que es habitual en mí—. Tenemos un asunto que tratar. Un asunto relacionado con la fundación. No se preocupen, será solo un segundo.

Notas de juego

Sophie, es Arthür quien ha reprendido a Sobol en griego precristiano y quien lo ha sujetado en primer lugar, no yo. Yo me he comportado con total normalidad (a excepción de revolver los armarios y todo eso, claro está). Cusa, edita XDDDDDDDDDD.

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04/05/2016, 17:57
Director

Notas de juego

Una cosa, Sophie ha interpretado que rompía a reír y tiene la particularidad en la ficha de "buen humor contagioso", por si eso cambia en algo el diálogo de Mats, pues como veo la acción, la risa pasa antes en el tiempo.

¿O hacemos tirar a Sophie su Carisma más Sincerarse para contagiar a Mats?.

:-)

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04/05/2016, 18:16
Mats Bergstrøm

Notas de juego

De acuerdo, me parece perfecto. Lo que son mis palabras no cambiarían, pero sí el párrafo inmediatamente anterior, el que comienza con: «¿Qué ha pasado realmente?». Cámbialo por lo siguiente (justificado, porfa XD):

¿Qué ha pasado realmente? Es decir, ¿cómo se supone que debemos actuar ahora? ¿Como si no hubiera ocurrido nada? Pero no, eso dejaría a Arthür en una situación bastante difícil. Me dirijo hacia el lugar donde el joven sostiene al anciano y lo ayudo a sujetarlo, al tiempo que oigo la risa cantarina de Sophie, que ha empezado a reír desde la cama en la que está postrada. Miro a los ojos a Arthür durante un instante, y se me escapa una sonrisa. Por algún motivo, la risa clara y despreocupada de la chica hace que todo parezca haber sido una broma, cortando la tensión que se había formado. Luego vuelvo mi cara hacia el doctor Bärenthal y los padres de Sophie, que nos contemplan con una expresión de comprensible extrañeza. Sonrío radiantemente, tratando de quitarle hierro al asunto.

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04/05/2016, 18:29
Director

Notas de juego

Hecho.

Kirlyan, ¿edito también el cambio de nombres?.

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04/05/2016, 18:31
Sophie Taylor

Notas de juego

Perdón por la errata, he puesto Mats donde quería poner Arthur, es cierto.

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04/05/2016, 18:45
Jens Bärenthal

Nunca, jamás, Pierre había podido reprimirse a la risa de su hija. Se carcajeó mirando aquí y allá, como si alguien hubiera hecho una broma que no había entendido y disimulara uniéndose. Eliza sonrió, confusa pero aliviada.

El doctor Bärenthal pasó una mano despacio por su calva, extrañado. Momento en que Mats pronunció sus palabras.

El jefe de planta miró a su subalterno del turno de noche, como preguntándole si todo iba bien y el doctor Sobol, en brazos de Arthür asintió con la cabeza, fingiendo estar bien con una sonrisa muy, muy forzada.

Así que, pese a la extrañeza, los padres y el doctor salieron, cerrando la puerta.

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04/05/2016, 19:18
Arthür Guitry

El doctor Sobol entre sus brazos. Una rodilla en el suelo. Su cara ardiendo con gesto de vergüenza unido al de confusión (el bochorno se retroalimentaba ante la certeza de que estaría poniendo cara de tonto). ¿Cómo podría salir de esa situación? ¿Era siquiera posible que pudieran pensar que no estaba loco? Estaba seguro que se había echado totalmente a perder el afecto que pensó que le habían tomado los padres de Sophie. Mats se acerca para ayudarlo y Arthür lo mira como suplicando que le eche un cable, que cambie de tema (¿es eso factible?) Y de pronto Sophie rompe a reír. Y no una carcajada momentánea sino que su risa llena la habitación y se expande como el sonido de una campana, como un rayo de sol. Tenía que acompañar una risa como aquella a semejante sonrisa. Y la locura se transforma en chiste como por arte de magia.

Mats aprovecha hábilmente el momento y todos, bajo aquel hechizo, admiten su sugerencia.

Con la cara todavía roja Arthür les devolvió a Mats y Sophie una buena sonrisa.

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04/05/2016, 19:46
Mats Bergstrøm

Cuando la puerta se cierra finalmente y nos quedamos solos con el aturdido doctor, lanzo un inmenso suspiro de alivio. Colaborando con Arthür, ayudo a Sobol a sentarse en la otra cama de la habitación, la destinada al acompañante del paciente*. Tras haberlo acomodado, me froto los ojos con los talones de las manos, secando los restos de lágrimas que mi arrebato emocional me ha arrancado hace unos momentos. De pronto, sin que parezca venir a cuento, le doy un estrecho y repentino abrazo a Arthür, que está junto a mí. Me alegro enormemente de que tanto el valiente joven como Sophie, que sonríe desde su cama, estén bien. Miro a Sophie y le guiño un ojo, como diciéndole: «A ti te debo otro». Después de unos largos segundos me separo de Arthür, y mi atención recae sobre el infortunado médico, que parece haber envejecido diez años en un instante. Suavemente, pongo mis manos en sus hombros y me inclino, de modo que mis ojos quedan a la altura de los suyos.

Doctor Sobol… —empiezo, dubitativo y con voz temblorosa. Ni siquiera sé cómo abordar el tema—. ¿Se encuentra bien? ¿Se… acuerda de todo? ¿De lo que acaba de pasar?

Tengo miedo de lo que podemos estar a punto de descubrir, pero necesitamos respuestas. Algo me dice que esta es solo la punta del iceberg, y que tendremos que estar preparados para lo que está por llegar.

Notas de juego

*En una descripción anterior, Cusa me explicó que todas las habitaciones del hospital tienen dos camas: la del paciente y la del acompañante o visitante.

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04/05/2016, 20:39
Arthür Guitry

Tras dejar sentado a Sobol, Arthür pensó que le vendría bien un vaso de agua. No había hecho el ademán de incorporarse cuando vio que Mats enjugaba sus ojos. Se preguntó si habría llorado y dudaba si podría molestarle en un momento como este que le pusiera una mano en el hombro. Pero he aquí que Mats, nada más apartar las manos de su rostro, le dio un abrazo tal que habría podido levantarlo del suelo si no fueran casi de la misma estatura. En un primer momento se quedó bastante rígido por la sorpresa unida al retraimiento, pero unos segundos después se relajó y al fin se atrevió a poner sus manos sobre las anchas espaldas de Mats. Primero le dio un tímido golpecito y luego se decidió a devolverle tímidamente el apretón. Estaba claro que el sonrojo tardaría todavía en abandonarlo. Miró a Sophie divertido, feliz de que estuvieran todos allí y estuvieran bien. Luego escuchó las preguntas más que pertinentes de Mats y volvió a su mente la gravedad de todo lo ocurrido. ¿Por qué deseaba aquel brujo hacer daño a Sophie? ¿Quién era esta chica que hablaba con los pájaros? Ahora comprendía que fuera pertinente que tuviera un tutor/cuidador. Aunque le pareció que aquel título se le quedaba realmente corto a Mats.

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05/05/2016, 09:40
Oliver Sobol

-Ni puta idea. ¿Qué cojones ha pasado? Estoy hecho una… una mierda. ¿La he cagado mucho?… el pobre Jens estaba flipando por un tubo.

Se incorporó un poco y sonrió mirando hacia la cama de Sophie.

-No se si soy sonámbulo como todos esos tíos que matan a su suegra en sueños y los absuelven o sufro algún tipo raro de amnesia lacunar. ¡Igual de tanto codearme con flipados me he quedado mal de la olla!

Se echó las manos a la cabeza, respirando hondo, pero entrecortadamente. Todavía temblaba un poco.

Arthür y Sophie ya conocían el argot lleno de tacos del médico.

-Gracias por cubrirme, tíos. No sabía ni donde coño estaba. Me ha pasado no menos diez veces, desde hace un par de años. Se me va la pinza y no recuerdo una mierda. Pero, joder, nunca me había despertado en medio una consulta.

¿Os podéis creer que he llegado a hacer la ronda y los pacientes me han dicho que ya les había visitado un rato antes? Igual ha llegado el momento de jubilarme... Pero me gusta este curro. Me gusta de verdad.

Miró a Mats con los ojos vidriosos.

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05/05/2016, 17:18
Mats Bergstrøm

Las palabras del anciano médico, así como la desesperación de su mirada y su voz, me llenan de desazón. ¿Es posible? El doctor Sobol no se acuerda de nada. No recuerda la pesadilla que acabamos de vivir, ni que lo hayamos rescatado de las garras de ese hombre oscuro. Nada. Solo cree haber tenido un episodio de sonambulismo corriente, uno entre tantos más, que al parecer viene padeciendo desde hace tiempo. Cuando, visiblemente afectado, menciona la posibilidad de jubilarse, me quedo en blanco. No sé qué responderle, y miro a mis amigos tratando de buscar complicidad en ellos. Por un lado, parece que hemos conseguido derrotar al soñador que lo controlaba, cuyo destino ni conozco ni quiero conocer, por lo que cabe la posibilidad de que su sonambulismo no vuelva a repetirse. Y no obstante, por otro lado, de lo único que estoy seguro es de que no podemos dar absolutamente nada por sentado. En todo caso, no podemos soltarle la verdad sin más.

Tendré que intentar ser creativo. Por mucho que me joda mentir, es por su bien.

Doctor Sobol, no soy médico, y carezco de la autoridad para decirle lo que debe hacer —empiezo, solidarizándome con la angustia del hombre—. Estoy convencido de que usted es un gran doctor. Pero como bien sabrá, ser doctor no consiste solo en curar. También consiste en saber cuándo uno necesita curarse. Verá… Indirectamente, uno de los motivos por los que la fundación me ha hecho venir aquí es su condición.«¿“Su condición”, Mats? ¿Realmente no se te ocurría otra forma de decirlo?». Intento corregir mis palabras sobre la marcha—. Es decir, no la suya concretamente. Están estudiando incidencias de un tipo de sonambulismo en el personal de las instituciones que ellos financian, entre las que se encuentra este hospital. Aún no saben que usted lo padece. Y no tienen por qué saberlo… —Miro al doctor con una sonrisa afable—. Pero coincidirá conmigo en que no es lo más seguro para sus pacientes. Lo que yo aconsejaría sería que se tomase un descanso. Un tiempo prudencial apartado del trabajo, y que se examinase para comprobar si los episodios se siguen produciendo, si logra controlarlo… Muchas veces, estas cosas son pasajeras. Mejorar los hábitos de sueño siempre ayuda. Cuando venga a trabajar, asegúrese de estar bien descansado y despierto. Así se ahorrará problemas. ¿Le parece bien?

Le guiño un ojo a Sobol. Realmente quiero ayudarlo, pero no me gustaría que más pacientes estuviesen en peligro por falta de precauciones.

Por cierto, ¿sabe dónde puedo conseguir una silla de ruedas? A Arthür y a mí nos gustaría aprovechar que Sophie se encuentra tan bien para sacarla a dar un paseo por el jardín. Tenemos muchas cosas de las que hablar… —Miro soslayadamente a mis compañeros antes de añadir, remarcando cada palabra—: Tengo muchas cosas que contarles.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Supongo que se impone una tirada de Carisma + Engañar, modificada tal vez por mi rasgo de Emotivo (pues le estoy mintiendo por altruismo y empatía). Además, lo que le digo no es mentira-mentira del todo... Tiro y saco un 9.

Si a todo el mundo le parece bien y OK a lo del paseo por el jardín... Tenemos muchas cosas de las que ponernos al corriente ;).

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05/05/2016, 19:19
Oliver Sobol

Miró a Mats, incrédulo.

-No te sientas ofendido colega... ¿Una especie de epidemia de sonambulismo? ¿Pero qué chorrada es esa? Tu fundación... es de periodismo ¿No?

Se quedó pensativo y sonrió

-Una epidemia de cierto tipo de sonambulismo. Eso qué es ¿como la epidemia de la risa de Tanganica? Te lo acabas de inventar colega, pero tranqui... creo que lo capto, me pillaré unos días que me deben para largarme a Mallorca a ver cómo me sienta el sol. Y te doy mi palabra de que nunca pondría en peligro un paciente con esta mierda. Perdona si no me he tomado las vacaciones antes. No sé que cojones estaría pensando yo también.

Dicho esto, se levantó, débil pero sonriente. Miró a Sophie.

-Da gusto verte sonriente, no sé si te dejo en buenas manos. ¡Pero mira quién fue a hablar!. Ahora os birlo una silla.

Y salió de la habitación para volver en unos segundos con una silla de ruedas desmontable y ligera, de chasis de acero lacado en amarillo. Les enseñó en un momento cómo se subía y se bajaba uno de allí y les dijo que para dentro de tres horas el fisioterapeuta del hospital les empezaría a dar algunas pautas.

Notas de juego

No he tenido en cuenta lo de Emotivo. Demasiado indirecto. Lo tendría en cuenta si la comunicación fuera fundamentalmente emotiva, no si el motivo lo es... :-)

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05/05/2016, 20:24
Arthür Guitry

Arthür se sintió aliviado al ver que el doctor Sobol no recordaba nada. Le venían a la memoria sus ojos muy abiertos, aquella mirada de terror en su rostro deformado imposiblemente cuando parecía ser portado por el monstruo como una prenda, y agradeció su inconsciencia. Este hecho también daba indicios de hasta qué punto la habilidad del brujo había actuado sobre él, al parecer muchas veces en los dos últimos años, sin que recordara nunca nada de lo que había ocurrido.

Era espeluznante... Pensó en esos susurros que escuchó cuando el brujo dirigía su cuerpo, las órdenes dadas en un dialecto que parecía tan arcaico, y también en las últimas palabras que trató de decir como venganza antes de que lo abandonaran a su destino en la «habitación 208». Temió no haber llegado a tiempo de cerrar su boca y que algo de lo que dijo hubiera llegado a oídos de Mats y Sophie. Había que hablar sobre ello.

Después de escuchar la perorata de Sobol pensó, medio en broma medio en serio, que la forma de darse cuenta de que este hombre no era él mismo sería notar que no decía un taco cada tres palabras. ¡Qué tipo tan peculiar!

Prestó atención a las instrucciones sobre la silla por si debía ayudar a Sophie. Ansiaba poder hablar con ella y Mats a solas.

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05/05/2016, 23:17
Mats Bergstrøm

Me sale una sonrisa que más bien es una mueca de extrañeza al oír la salida del doctor Sobol. Desde luego, no es un médico convencional.

¿Que me lo acabo de inventar…? Me temo que no, doctor, pero como ya le he dicho, no soy médico —río, encogiéndome de hombros con gesto desenfadado—. Es muy posible que le haya trasladado mal algún concepto. Pero en fin, da igual. Los dos queremos lo mejor para los pacientes, y eso es lo importante. Me alegro de que nos hayamos entendido.

Después de darle un amistoso apretón de manos al doctor Sobol, este abandona la habitación, momento que aprovecho para mirar a Sophie y a Arthür con una ceja levantada y cara de circunstancia. Parece que ha colado… Más o menos. Instantes después, Sobol vuelve con una silla de ruedas amarilla y empieza a darnos indicaciones acerca de cómo usarla. Aunque por la experiencia que tuve hace doce años con mi madre podría sacarme el título de Enfermería directamente, sin estudiar la carrera ni nada, guardo silencio, a fin de que Arthür también pueda escuchar la explicación.

«Un brazo por detrás del cuello, otro rodeando la cintura, y se levanta al paciente al tiempo que se lo gira, colocándolo sentado en la cama, con las piernas hacia fuera. Pies delante de sus pies, rodillas pegadas a las suyas, brazos debajo de sus axilas, espalda recta, y arriba. Luego, solo hay que girarlo, como bailando, para que quede delante de la silla, previamente frenada, y se lo sienta cuidadosamente, doblando las rodillas, nunca la espalda…».

Y, en un santiamén, Sophie ya está cómodamente sentada en la silla y lista para salir al jardín.

Recibo el aire del exterior inspirando profundamente y cerrando los ojos, dejando que la dorada luz matinal acaricie mi rostro y baile en mis claras pestañas. Estamos en esa época del año en la que a la sombra todavía hace un poco de frío, y el calor del sol es bien recibido. Mi cazadora de cuero cubre los hombros de Sophie, para evitar que la fresca brisa la incomode. Despacio, caminando junto a Arthür, voy empujando la silla de ruedas, una sensación que me trae recuerdos dulces y dolorosos por igual. Heridas que nunca se cierran. No me doy prisa, y paseo ociosamente a Sophie por zonas despejadas y por otras que quedan bajo la sombra de los árboles, para que sus ojos puedan contemplar el maravilloso espectáculo de la luz saludando y escondiéndose entre el verde y húmedo follaje. Siempre he pensado que la belleza de lo sencillo, de aquellas cosas que tenemos al alcance de nuestra mano pero en las que raras veces reparamos, es la mejor cura para el alma. Pero lo cierto es que me demoro algo más de lo necesario por la sencilla razón de que me da miedo tratar los temas de los que sé que, más pronto que tarde, tendremos que hablar. Es como si dilatase en el tiempo el final de un último instante de ingenuidad, después del cual deberemos reconocer la verdad. Y ya nada volverá a ser igual.

Acerco la silla de Sophie a un banco que queda en una zona soleada, en las inmediaciones de una bonita fuente de piedra de la que mana agua fresca y clara, que arroja destellos deslumbrantes cuando el sol se refleja en ella. Me siento en el banco, pensativo, al tiempo que llega a mí el suave y adormecedor arrullo del agua. Mi mirada está perdida en algún lugar que solo existe para mí. Después de un momento, miro a Arthür y le sonrío, en silencio, haciéndome a un lado para dejarle sitio y que se siente junto a mí. Respiro hondo, tomando una última bocanada de aire realmente puro.

Bueno —digo, rascándome la barba pelirroja, al tiempo que encojo los ojos para que la brillante luz no los dañe—. Al fin podemos hablar tranquilamente. He querido que saliéramos al jardín porque aquí es más fácil controlar quién puede oír lo que decimos. Como ya os he dicho, tengo muchas cosas que contaros. La verdad es que no tengo ni idea de por dónde empezar, y supongo que mi narración va a ser bastante caótica… —Tengo la impresión de estar dando demasiadas vueltas, así que será mejor ir al grano—. Imagino que todos tenemos piezas sueltas del rompecabezas, que tal vez entendamos mejor cuando las compartamos. Y joder, vaya si yo tengo piezas que compartir. —Asiento con la cabeza para nadie en concreto, repasando mentalmente las cosas que me han pasado en los últimos días, y que solo ahora empiezan a tener sentido, un sentido mucho más siniestro que el que pudiera haber imaginado—. Pero antes de que empiece, tenéis que prometerme los dos que no vais a contarle nada de esto a nadie, ni siquiera… Especialmente a vuestros seres queridos. Entended que formar parte de esto significa estar en grave peligro.«Como bien sabemos todos, por experiencia propia». Nosotros ya no lo podemos evitar, pero conviene que lo sepa cuanta menos gente mejor. ¿Hace, pues? ¿Tengo vuestra palabra?

Miro alternativamente a mis dos jóvenes amigos. Quiero estar seguro de que comprenden las implicaciones de su respuesta.

Notas de juego

Sorry por el ladrillazo, pero estaba MUY inspirado :P.

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06/05/2016, 10:03
Arthür Guitry

El doctor Sobol dio las instrucciones sobre cómo ayudar a Sophie a subir a la silla. Entre su habilidad y la ligereza del cuerpo de la chica, a Arthür le pareció que aquello tenía cierto aire de danza. En un momento estaba lista para salir y respirar el aire de la mañana que hoy París había regalado soleada para variar.

Al alba de este mismo día había estado paseando y reflexionando en aquel jardín. Entonces la luz era anaranjada y amarilla y ahora blanca aunque nada cegadora. Las flores habían terminado de abrirse y el sonido de los pájaros y del agua de la fuente eran lo único que se escuchaba junto al rodar de la silla empujada por Mats. Se le veía muy resuelto manejándola pero, ¿no parecía tan resuelto siempre? Aquí fue fácil relajarse y el cansancio volvió a invadirle como una sensación agradable de calma después de tanta tensión. No había dormido ni dos horas en dos días y ahora veía la excitación que la noche pasada no le dejó pegar ojo como algo providencial: había podido estar ahí cuando Sophie volvió a abrir los ojos y después había venido todo lo demás.

Por un instante miró sus mangas como buscando rastros de la sangre que había caído sobre él cuando la criatura caminaba por el techo. Pero no había ni una gota, ni rastro visible. Sin embargo nada de lo ocurrido había sido irreal, sólo que pertenecía a una realidad distinta, al reino intermedio del mundo, interno pero no subjetivo, donde tienen lugar las visiones, los encuentros con seres espirituales, con los mensajeros de los dioses, con los ángeles, con demonios... Comprendió que ciertas cosas que antes habían sido conceptos sobre los que había leído con avidez habían cobrado para él una dimensión totalmente nueva. El verdadero conocimiento conlleva siempre una transformación. Pues allí había habido un conocimiento verdadero.

Observó con atención a Sophie. Un momento antes de que todo se precipitara acababa de recibir la noticia de la muerte de alguien querido que le había afectado muchísimo. No había tenido tiempo de llorarle, de descansar, probablemente ni siquiera de asimilarlo. Y ahí estaba, tan entera después de todo lo que había pasado. Pensó que sus compañeros eran gente admirable.

Se detuvieron junto a la fuente y Mats les hizo una petición. Por supuesto que no hablaría. No quería implicar absolutamente a nadie en todo aquello:

—Tenéis mi palabra —dijo con tono sereno y grave.

Y esperó muy atento, abriendo de par en par su mente a lo que se le fuera a revelar.

 

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06/05/2016, 20:14
Sophie Taylor

Sophie dejó a Mats lidiar con el doctor Sobol, con tan buen hacer como había demostrado tener hasta entonces. No pareció muy convencido de la excusa que le puso el hombretón, pero al final les dejó solos. Realmente esperaba que mejorase. ¿Cuántas veces habría tenido aquellos... episodios? ¿Y qué habría hecho entonces? Pero en el fondo, se alegró de que no recordase nada. Por su mente pasó la imagen de su cuerpo... Sophie desvió la mirada y tragó saliva, notando el sabor de la bilis.

Al poco, los tres estaban en el jardín. Oh, qué maravilloso era sentir la brisa en la piel, el calor del Sol, oír el canto de los pájaros... Sophie miró a los árboles, con curiosidad, buscando a las aves con la mirada. La abubilla... Los cuervos... ¿Qué había pasado? Dejó su mente vagar mientras paseaban. Todo parecía extraño. Su mente aún no había asimilado el tiempo que había pasado tumbada en la cama; para ella ayer seguía siendo... bueno, ayer, y no hace más de tres años. Sin embargo, su cuerpo sí parecía notar el paso del tiempo, y agradecer el movimiento. Su pierna parecía un delgado saco de arena, a medio camino entre entumecida y completamente dormida. Ligeros pinchazos de dolor le subían por la espalda cuando trataba de moverla. Notó que las manos le temblaban un poco y se dio cuenta de lo cansada que estaba. Las cruzó sobre su regazo, no quería que los dos hombres lo notasen. Tenían demasiado de lo que hablar.

Al final fue Mats, como siempre, el que abordó el tema. Sophie asintió con la cabeza ante sus palabras.

-La mía también -dijo justo después de Arthür. Tras un momento, añadió -. Aunque, la verdad... No sé qué piezas del rompecabezas tengo yo. Ni siquiera sé qué tipo de rompecabezas es. Yo... me temo que no tengo ni idea de qué está pasando.

Les miró y una tímida sonrisa de disculpa asomó a sus labios. Quizás ellos explicasen lo que había pasado en su habitación. Quizás le explicasen qué le pasó en el coche. Quizás le confirmasen sus sospechas sobre ella. Sea como fuese, estaba dispuesta a escucharlo todo.

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06/05/2016, 22:54
Mats Bergstrøm

Tras escuchar el compromiso de mis dos acompañantes, me los quedo mirando a los dos con rostro inexpresivo durante varios segundos. Luego, me inclino hacia adelante en el banco, sujetándome el tobillo derecho, que descansa sobre mi muslo izquierdo.

De acuerdo, entonces. Eso sí, os pido que me interrumpáis lo menos posible. Son bastantes cosas, y no querría perder el hilo. Luego si acaso ya me preguntaréis todo lo que queráis. —Hago una breve pausa y, suavemente, tomo ambas manos de Sophie entre las mías, mirándola profundamente a los ojos—. En primer lugar, Sophie, quiero pedirte perdón. Antes te he mentido, y lo siento mucho, pero enseguida entenderás que no tenía otra opción. Hace un rato te he dicho que David Montillet murió hace tres años en un accidente de avioneta, y literalmente todo el mundo piensa que así fue… Pero no es verdad. —Empiezo a hablar en voz muy baja, lo suficiente como para que solo Sophie y Arthür puedan oír lo que digo—. David Montillet está vivo. Él mismo preparó el accidente para fingir su propia muerte. Actualmente vive escondiéndose del mundo… Y es por él que estoy aquí para cuidar de ti, Sophie. Él mismo me lo pidió cuando lo conocí en persona, hace solo dos días.

Mientras hablo, puedo ver cómo el rostro de Sophie va pasando por todo un muestrario de emociones distintas. Por un momento temo que vaya a partirme la cara de un puñetazo, aunque por suerte parece comprender que, con sus padres delante, no tenía alternativa.

Sí, eh… —Aparto las manos de Sophie y me paso una de ellas por detrás de la cabeza, mirando un momento a Arthür para hacerlo también partícipe de mi relato—. Veréis, soy periodista. Un periodista normal y corriente que trabaja para un periódico normal y corriente, L’Hexagone. No sé si os suena… Bueno, el caso es que necesitábamos una gran suma de dinero para pagar la indemnización de un juicio perdido. Jérôme, mi jefe, tenía un amigo que podía ayudarnos, y que al parecer tenía mucho interés en conocerme. Así que, hace dos días, me llevó en coche por el bosque de Fontainebleau. Habría sido un paseo idílico, si no fuera porque lo hice con los ojos vendados. —Mis ojos se pierden en la lejanía, recordando el miedo que pasé aquel día—. Unos tíos nos llevaron a punta de rifle hasta una cabaña que parecía abandonada, donde nos hicieron unas pruebas psicológicas muy extrañas… Y al final, después de todo el espectáculo, conocí al amigo de Jérôme. —Trago saliva, mordiéndome el labio—. David Montillet.

Me reclino en mi asiento, tratando de ponerme cómodo, y coloco ambos brazos sobre el respaldo del banco.

Como podréis imaginar, fue todo un shock para mí. Después de recuperarme del impacto de ver vivito y coleando a un hombre al que todos daban por muerto, David me explicó por qué quería conocerme. Estaba dispuesto a ayudar a L’Hexagone con sus problemas de liquidez, a cambio de… Bueno, no exactamente a cambio. No puso condiciones, pero me hizo saber que, a su vez, necesitaba mi ayuda en otro asunto —continúo, y mis ojos se posan nuevamente sobre Sophie, estando como estoy a punto de hablarle de algo que le resultará muy familiar—: David sabe que tiene una hija. Una hija a la que no recuerda. No hay pruebas documentales, no hay partida de nacimiento ni expediente médico, y todos los que rodeaban a Montillet negaban su existencia, tildándolo de loco. Incluida su «viuda» —hago el gesto de las comillas con los dedos—, Vendela Döbeln. Sea como fuere, David estaba convencido de que tenía una hija, e incluso sabía algunas cosas de ella: que tocaba el piano, que ahora debe de tener entre diez y quince años… Me imagino que es lo mismo que te contó a ti, Sophie, hace tres años y medio. Pero no pudo descubrir gran cosa. Un día, mientras comía en un restaurante, fue apuñalado por un camarero, que casi lo mató. Más tarde, ese camarero «despertó», pues al parecer había atacado a David estando dormido. Ese fue el primer encontronazo que tuvo con un «sonámbulo», y la gota que colmó el vaso para que decidiera desaparecer. —Suspiro por la nariz, y me paso una mano por la boca. Me quedo unos segundos callado, sin saber muy bien cómo retomar la conversación—. Con el tiempo y el estudio, descubrió que hay unas… personas, supongo, a las que él llama «soñadores», que tienen la capacidad de invadir los sueños de las personas y poseerlas mentalmente, o algo así, dando origen a los sonámbulos. Como el doctor Sobol…

Necesito parar un momento. Dios, todo lo que estoy soltando parece una montaña de mierda del tamaño de una catedral; doy gracias a que Arthür y Sophie han visto lo mismo que yo. Eso debería hacer que mis palabras les fuesen más fáciles de creer.

Mirad, ya sé que suena a una locura total, y que os estoy pidiendo que os traguéis algo muy gordo, pero tíos, a las pruebas me remito. Y no solo eso. El caso es que estos soñadores, sonámbulos o lo que sea, van detrás de Montillet y de quien lo ayude. Parecen formar parte de una conspiración de alguna clase, cuyo objetivo no está del todo claro, pero por algún motivo no quieren que encuentre a su hija. —Hago una pausa, y después, añado—: Y su mujer, Vendela, podría estar implicada de algún modo en esa conspiración.

Dejo escapar una gran exhalación. Siento como si me hubiera quitado un enorme peso de encima. Me quedo casi medio minuto sin decir nada. Al verbalizar algo, al compartirlo, es como si se volviese más real, y la extrañeza y el peligro de la situación en la que Sophie, Arthür y yo estamos metidos pesan ahora como un yugo ineludible. Finalmente, suelto una única carcajada desprovista de humor.

¿Entendéis ahora por qué os he dicho que no podéis hablar de esto con nadie? Joder, es una puta locura, no me digáis que no. Ahora mismo estoy investigando algunas cosas… Entre ellas a Vendela, por supuesto. El propio Montillet me lo pidió. Pero bueno, de momento no hay ninguna respuesta clara, y además, yo ya he hablado mucho. Ahora os toca a vosotros. Y si tenéis alguna pregunta… Pues adelante.

No digo nada más. Es el turno de mis amigos.

Notas de juego

Hala, posteado XD. No sé si os lo he dicho, pero en otras partidas, mis compañeros me llaman «el de los resúmenes» XDDD. No, no por el tamaño de mis post, sino por la enorme cantidad de información comprimida que logro meter en ellos. Ea, ya tenéis lectura para un buen rato :).

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07/05/2016, 10:55
Arthür Guitry

A pesar de lo fantástico de la exposición de Mats, toda la extrañeza que podía provocar se diluía ante lo que acababan de vivir. Así que el señor Montillet de que habló el padre de Sophie era nada menos que David Montillet, el famoso e influyente periodista que en teoría había muerto hacía un tiempo*. Y ambos le conocían y de alguna manera estaban ayudándole en un asunto no sólo extraño sino terriblemente siniestro: la desaparición de su hija de la que apenas recordaba nada. ¿Era posible hacer a un padre olvidar a un hijo?

Arthür comprendió que poco tenía que aportar en cuanto a narración de hechos, pero sí habían detalles de los sucedido al Otro Lado, así como otras particularidades que ahora  parecían cobrar sentido.

«Soñadores», «sonámbulos», control de la voluntad de otros hasta el punto de hacerles atentar contra la vida de alguien (¿es lo que habría hecho el doctor Sobol a Sophie?) y el olvido... No sólo la inconsciencia de lo ocurrido mientras se está bajo el control de otro sino el olvido de un ser querido. Le pareció algo de suma crueldad. Y si Mats empleaba la palabra «soñadores» en plural, ¿es que el hombre de la «habitación 208» no estaba solo?

Tras escuchar toda su exposición atentamente, casi sin pestañear y sin apartar la vista de él, Arthür se volvió hacia Sophie:

—Tengo que contaros qué le escuché decir al hombre oscuro y algún otro detalle... Sus palabras... No sé, sólo tengo conjeturas pero tal vez pueda perfilar más cosas después de escucharte también, Sophie. —Y recordando cómo le había afectado la noticia sonrió a la chica para añadir: —Me alegra mucho que el señor Montillet esté vivo.

Notas de juego

Cusa, al haber leído como VIP el inicio de la historia de Sophie y recordar cómo describiste como periodista muy famoso a David Montillet, asumo que Arthür sabría quién es, prácticamente como cualquier otro francés, pero si he de tirar o algo dímelo.

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07/05/2016, 11:05
Arthür Guitry
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Qusiera hacer una tirada de Razón más Cultura académica teniendo en cuenta que Arthür tiene griego clásico a dos y es profesor de griego e investigador, para ver hasta qué punto es capaz de perfilar detalles del dialecto y estilo empleado por el hombre oscuro.