Partida Rol por web

El agente Stokes tras avisar al resto se dispuso a subir por las escaleras seguido del señor Monroe, nadie sabía la razón de aquella extraña pareja: ¿curiosidad por comprobar un encuentro con lo paranormal?, ¿tal vez la seguridad del arma?, fuese cual fuese la razón, los que quedaron por esos momentos rezagados no la resolvieron en ese momento y sólo alcanzaron a verles perderse al fondo del pasillo.

Los escalones crujieron cantando una especie de terrible marcha mientras los pasos resonaban conforme ascendían. Los que se quedaron atrás permanecieron esperando a caballo entre la oscuridad y la escasa luz que arrojaban aquellas reliquias que portaban en sus manos. No tardaron en advertir por su mirada perdida que estaban junto a la puerta de entrada, aquella puerta que antes habían tratado inútilmente de forzar...

Cada paso que daban en aquel funesto ascenso era respondido por un crujido o un chasquido, como si la amenaza de una caída estuviese siempre sobre ellos. Tras un quiebro el ascenso continuó durante unos cinco escalones hasta que finalmente llegaron al extremo de un pasillo, tres puertas se encontraban repartidas a lo largo del pasillo y una más próxima a su izquierda.

A la derecha del pasillo una tenue luz se filtraba por las rendijas de los tablones dando un aspecto fantasmagórico. Más allá del aspecto tétrico que confería al conjunto, no tenía capacidad de iluminar aquello.

Al no haber reaccionado a tiempo, y pensando que no era buena idea seguirlos a oscuras donde los nervios pueden jugar una mala pasada, y ya que supone o mejor dicho espera que el ruido fuese una puerta al golpearse por culpa de la corriente, se dirige a la habitación número 1, abre la puerta con cuidado y entra para que así podan subir todos al piso de arriba y no dejar nada sin revisar para, por si acaso.

-Bueno, veamos que se esconde detrás de esta puerta, lo mas seguro viendo que el pasillo estaba lleno de polvo y sin ninguna huella, es que una corriente de aire hiciese cerrarse de golpe una puerta.- dice mientras abre la puerta.-

Cuando Miranda percibió aquel olor, no pudo evitar tomar un pañuelo del bolso para llevárselo a la nariz. Estaba acostumbrada al aroma putrefacto de los cadáveres, pero el percibir igual de desagradable fuera de una mesa de autopsias la había desconcertado. Después, el crujido provocó que soltara un leve gemido asustado que por su posterior reacción resultó evidente que la había abochornado. Estaba sonrojada y, aunque intentaba ocultarlo, atemorizada. No había nada, por el momento, que la llevara a pensar que algo o alguien malvados les esperaban arriba, pero no pudo evitar hacerlo. El miedo, como un chaparrón de agua helada, la había calado hasta los huesos, y hasta que no averiguaran cuál era el origen de la peste y los ruidos, no respiraría tranquila. Sin embargo, no era estúpida. Decidió quedarse atrás, junto al periodista y al doctor. 

Cuando este último sugirió que terminaran de registrar aquella planta, no tuvo el valor de negarse. Desde detrás de ellos dos observó qué había al otro lado del umbral, aunque en verdad parecía que prestaba más atención a las escaleras. 

- Con cuidado, señor Stokes. Los golpes provenían del otro extremo del pasillo, al fondo. Pero, tal vez deberíamos ir paso a paso y empezar por esta puerta de aquí.

Alan se refería a la puerta que tenían justo en frente de la escalera. Parecía una pequeña habitación que se encontraba antes de entrar al pasillo. Alumbró con la lámpara la zona.

Al entrar casi tropezáis con un conjunto de cajas amontonadas que estaban dispuestas de manera traicionera junto a la entrada. Las irregulares sombras que arrojaban las luces delataban la presencia de una bicicleta algo oxidada la cual se encontraba apoyada en un lado de la pared. Más trastos llenaban la estancia: un depósito de agua, algunos cachivaches y útiles de la chimenea y un armario con unos tablones claveteados en su parte delantera.

Un lavabo, una bañera y un inodoro con cisterna os dio la bienvenida al baño, aún quedan presentes varias toallas así como atículos de baño, todos abandonados. El leve gorgoteo de un grifo hizo que advirtiérais la presencia de un charco bajo el grifo.

Nuevos golpes cortaron el ambiente atrayendo vuestra atención.

La cacofonía resultaba ensordecedora y sus propias pisadas no ayudaban a determinar su origen, lo que estaba fuera de duda es que estaban en la planta correcta.

Aquella cacofonía se oía muy próxima a su posición. Indudablemente el origen de aquel sonido tan desagradable tenia que ser el de la habitación contigua.

Mientras el señor Monroe contemplaba la habitación que acababa de abrir, el detective giró la cabeza hacía la habitación contigua en cuanto oyó de nuevo los sonidos.

-Juraría que provienen de aquí -le susurró mientras hacía un pequeño ademán con la cabeza hacia la habitación.

Casi arrastrando los pies, se acercó a la puerta de la habitación. Hizo una pequeña pausa pegando el oído a la puerta y comenzó a abrirla lentamente mientras sujetaba fuertemente la pistola en su mano derecha y mantenía el candil en la izquierda.

Desde luego, subir en la oscuridad tras Stokes y Monroe en una situación tan tensa, teniendo ellos una pistola, era abogar por recibir un desafortunado tiro.

Jeff asintió a investigar el último cuarto, sin dejar de escuchar en lo posible qué ocurría en el piso de arriba, si gritaban o alguna otra cosa.

De nuevo estaban ante algún cuarto con trastos amontonados. La desilusión y el alivio reinaron en el ánimo del periodista a partes iguales.

-Miraré si el armario puede abrirse. Parece cerrado con tablones.. lo que quiera que hubiera dentro, ya hace tiempo que no pudo salir -dijo, refiriéndose al polvo y el abandono del cuarto.

Se acercó al armario, intentando descubrir cómo abrirlo. Quizás tirando de los tablones.

Silencio, fue todo lo que escuchó antes de tomar el pomo y girarlo muy lentamente con apenas un chasquido. Con la misma lentitud empezó a asomar una tenue luz a medida que la puerta se abría y el pasillo revelaba sus verdaderos colores. 

El armazón de una cama con los muelles al descubierto fue lo primero que le dio la bienvenida, de estilo rústico y mal conservado. Al otro lado de la estancia descansaba una cómoda de aspecto similar. Los tablones que cubrían la ventana tenían una mayor separación a través de la cual se filtraba la luz y con ayuda del mobiliario presente daba un aspecto aunque más luminoso más tétrico a la estancia.

Otra vez el olor... Aquel olor desagradable de origen incierto que no parecía ser de aquel mundo. Y como si fuese el preludio de algo, no tardaron en oírse unos arañazos al otro lado de la ventana, como si algo luchase por entrar. O tal vez por salir...

Miranda se frotó los brazos. Empezaba a tener frío y sintió la necesidad de frotarse los brazos, pero resistió el impulso. No quería soltar el candil. Lo meció, intentando arrojar algo de luz sobre los trastos de aquella habitación y al final se agachó. Cuando se alzó, tenía un atizador de hierro negro en la mano, que había obtenido de entre los útiles de la chimenea. Se lo ofreció al periodista.  

—Tenga, pruebe a abrirlo con eso. 

Gracias a la herramienta proporcionada por la señorita Thornton las tablas saltaron con facilidad revelando el interior de aquel armario. Lo que encontraron lejos de arrojar luces sobre aquel misterio lo único que consiguió fue proyectar más sombras...

Tres libros magníficamente encuadernados resultaron ser el premio de aquella labor en equipo. Tras tomar cada uno de los presentes uno de los ejemplares no tardaron en advertir que se trataban de diferentes tomos de un mismo diario firmado por un tal W. Corbitt antiguo habitante del lugar en el que se encontraban² , esto último quedaba recogido en el ex-libris¹ del primer volumen.

- Cielo santo! ¿Que es ese olor tan fuerte? - Se adelantó a decir el historiador, cuando, al abrir la puerta, sintió una bofetada de aquel olor tan nauseabundo que impregnaba toda la estancia.

De pronto, el sonido de arañazos llamó su atención. Alumbró con la lampara en dirección a la ventana, de donde, aparentemente, provenían aquellos extraños sonidos. Miró al detective, que iba ligeramente adelantado, pues el había abierto la puerta.

- Con cuidado señor Stokes. Parece que hay algo ahí delante.

El detective dejó el candil en el suelo, pues había luz suficiente en aquella lúgubre estancia, y se tapó la nariz y la boca con la manga del abrigo para intentar disimular un poco aquel fétido olor.

-¿De dónde vendrá este olor? ¿Y esos arañazos? Será algún pájaro intentando entrar o las ramas de un árbol mecido por el viento.

Esquivando los trapos y demás objetos repartidos por el suelo, se dirigió cautelosamente hacia la ventana para intentar averiguar la fuente de aquellos extraños sonidos.

-Bueno, parece que hemos encontrado algo interesante, porque guardarían los señores Macario los diarios, supongo del anterior dueño de la casa, o el tercer plato de la mesa seria del dueño de estos diarios, que vivía con los Macario, mas preguntas, puede que leyéndolos lleguemos a una respuesta. ¿Habrán encontrado algo en el piso de arriba?, creen que deberíamos seguirlos o los esperamos en las escaleras.- Dice mientras ojea el libro que esta en sus manos, y acaricia el cuero de las portadas del diario que tiene en las manos. Luego mira a sus compañeros esperando una respuesta.