Partida Rol por web

Miranda permanecía en silencio, de brazos cruzados, dando vueltas a todo lo que había ocurrido. Tal vez el olor procedía del cadáver de una alimaña, y tal vez la mancha no había sido más que una ilusión óptica. Por suerte, el detective estaba entero, aunque no parecía haberse enterado de lo que había ocurrido. Decidió que lo explicaran otros. Ni siquiera estaba segura ella misma. 

—Sí, mejor terminar —dijo, colocándose inconscientemente en el centro del grupo de hombres—. Pero cuanto antes mejor. Este sitio me está empezando a poner nerviosa. 

Se dirigieron a la habitación contigua, esta vez como grupo, nadie se quedó atrás en vista a los recientes acontecimientos... Dos camas pequeñas eran las protagonistas de aquella estancia acompañadas por unos cuantos juguetes, una cómoda y algunos cuadros que salpicaban la pared, estos últimos eran en su mayoría cuadros de vaqueros aunque había también algún avión. Aquello era a todas luces la habitación de los dos hijos del matrimonio y no había nada raro, al menos nada sobrenatural.

El heterogéneo grupo decidió pasar a la última estancia que quedaba por visitar: ésta se trataba de un dormitorio normal, con una cama de matrimonio, una estantería con algunos libros. Más cruces y un rosario descansan en la mesilla acompañando a una biblia.

Jeff continuó el relato de Alan:

-Cuando llegamos al cuarto y oímos lo del somier que le golpeó, creo que después de que el doctor bajase precipitadamente a ayudarle a usted, yo golpeé el somier con la barra que llevaba como arma. Una mancha sanguinolenta se extendió por el techo y cayeron unas gotas por mi cara, incluso. Me parece que aún pueden distinguirse a pesar de que las limpié con asco.. La mancha y el olor nauseabundo desaparecieron a la vez cuando empezamos a escucharle a usted quejarse por la caída a lo lejos, como si saliésemos todos de una misma ensoñación. Pero.. no es posible que los tres soñásemos lo mismo. Y más aún que me deje mancha. Estoy convencido de que eso, por mucha locura que parezca.. sucedió.

Tras su narración, hecha con prudente voz susurrante, el periodista guardó silencio, para ver qué les deparaba aquella estancia nueva.

Alan, sin acercarse a las ventanas, revisó el techo en busca de la posible presencia de aquellas manchas, así como del olor que desprendían. Revolvió un poco el lugar y los cajones, tratando de encontrar algo de utilidad. Entre los libros, también trató de encontrar algo que le llamas la atención.

- Esta parece ser la habitación principal del matrimonio... - Pensó en voz alta.

-¿Qué es eso de que me golpeó el somier y de que dejó una mancha cuando lo destrozaste? ¿Nos estamos volviendo locos, señores? -la cara del detective definía a la perfección la sorpresa y confusión que sentía.

Aún sin entender qué estaba pasando, se acercó junto al señor Monroe a aquella última habitación. Mirando desde la puerta, esperaba encontrar alguna respuesta a tan extraños hechos.

-Lo sé, suena raro, pero.. así fue. Lo de la mancha de sangre, los tres fuimos testigos. Apareció y desapareció como por encantamiento. Si no lo hubiera vivido, también me costaría creerlo -añadió el periodista. 

Realmente le costaba aún asimilar lo sucedido, y cuanto más pensaba en ello, más extraño y mágico le parecía.

Podría ser que la casa estuviese.. ¿maldita? 

Aún le costaba creerlo, e incluso pensar la palabra. Pero algo maligno podría estar detrás de tales cosas. Aunque aún no se atrevía a afirmarlo con convicción.

Revivir lo que acababa de ver puesto ahora en boca del periodista le dio un escalofrío. Sonaba ridículo, como si lo contara un chiflado, pero ella también lo había visto. Necesitaba tomar el aire, pero no quería separarse del resto, así que se mantuvo en el umbral de ambas habitaciones, observando todo a una distancia prudente. Entonces recordó los libros. Llevó la mano al interior del bolso y extrajo el que había tomado ella, el último tomo del diario W. Corbitt. Tras echar una breve ojeada a la portada, empezó a pasar las páginas leyendo por encima lo que el antiguo propietario había escrito, en busca de cualquier pedazo de información provechosa acerca de aquella casa de locos, o de lo que había ocurrido allí. 

El libro aunque escrito en inglés, tenía un lenguaje un tanto denso, en ocasiones recordaba al inglés más arcaico y en otras se utilizaba una terminología más compleja que parecía requerir la ayuda de fuentes bibliográficas...

-Bueno amigos, parece que queda poco que hacer aquí. Igual va siendo hora de que le hagamos esa visita a los Macario, a ver si nos pueden explicar un poco más. ¿Os parece bien o se os ocurre alguna otra idea?

—La iglesia que mencionó aquel niño queda más cerca... —mencionó, sin apartar la mirada del libro. 

-Creo que podríamos hacer una cosa antes, comprobemos las puertas y sus cerraduras, para ver como salir y dejar cerrada la puerta trasera para que no entre ningún delincuente a la casa mientras seamos nosotros los responsables de la vivienda.- Dice mientras se encamina de nuevo hacia el piso de abajo, sacando el libro que recogió de su maletín y observando cual de los tres volúmenes se trata.

-Tiene razón la señorita Thornton, podríamos mirar la iglesia que nos indico el muchacho, esta aquí al lado, y dejar para mañana luego el hospital, llamemos primero por teléfono, para informarnos de los horarios de visita del hospital para no hacer el viaje en balde.-  mientras observa las cerraduras de la puerta principal desde dentro se gira hacia sus compañeros y pregunta, -¿quién tenía las llaves?-

Mientras escuchaba las propuestas de sus compañeros, Alan se rascaba compulsivamente la cabeza, como queriendo enlazar toda la información de la que disponían. Al cabo de unos segundos llegó a la conclusión de que no había muchas más opciones que las que ofrecían sus compañeros.

- Decidamos entonces pasar por esa iglesia o ir a ver a los antigüos dueños de la casa. Si la iglesia está más cerca, podríamos empezar por ahí...

-¡Cierto! La iglesia. Casi se me había olvidado ya lo que nos contó el chaval de los periódicos. ¿Husmeamos un poco por allí? En cuanto a la puerta, señor Bishop, tampoco creo que debiésemos preocuparnos demasiado. Veremos si la podemos cerrar y si no... que el señor Butch le haga algunas reformas a la casa, que falta le hace.

A Jeff no le pareció mal plan, tampoco. Ya los sucesos de la casa eran harto sospechosos e inquietantes, como para no saber hacia dónde ir. A menos así, tenían un objetivo.

-Pues vayamos entonces a la iglesia, a ver qué podemos encontrar, o si hay alguien que pueda decirnos algo.