Partida Rol por web

La niña parecía fuera de sí. Empezó a balbucear un galimatías mientras se acuclilló, hundiendo su rostro entre sus rodillas. Parecía aterrorizada... y agotada.

Tampoco parecía estar dispuesta a colaborar. Se negó a contestaros. Físicamente era poca cosa; no había duda que cualquiera de vosotros podría sostenerla en brazos.

Tras poner mucha atención, observando a la niña, notaste que entre los pliegues de sus ropas, a la altura del pecho, se elevaban y se evaporaban en el aire trazas de aura mágica como si fueran lenguas de humo espectral.

Una vez más escuchaste ese aullido. Desgarrador, mortecino... Como si fuera de un mundo diferente.

Recordaste, de pronto, un cuento infantil que solías escuchar cuando eras pequeña.

La Bean'shie. Los espíritus de las madres angustiadas que solían reclamar a los niños que se pierden en la noche. Habiendo perdido sus vástagos en vida, su dolor era demasiado insoportable como para poder abandonar este mundo del todo. Quedaba un vestigio de sus espíritus, torturado por la angustia y un sufrimiento hueco. De sus llantos sólo se sentía dolor, y odio. Odio por la vida que se les negó; odio por la vida que jamás podrían tener.

Tus compañeros seguían fijándose en la pequeña. ¿Acaso estaban sordos? ¿Acaso sólo tú has oído eso?

¿Estarías loca? ¿Sería todo esto producto de tu imaginación?

Chsss  - Chistó a Valindra colocando la palma de su mano derecha directamente hacia ella y moviéndola adelante y atrás, después hizo lo mismo con Randell a su espalda, aunque no sacó los ojos de encima a la chica y parecía extrañado al fruncir las cejas en su rostro y iluminar frente a él dejando a la chica en las penumbras.

Intentando ganar más tiempo y averiguar algo susurró a la chica.... - Tranquila... ¿Sabes.... como se llama tu madre?

- Bean'shie - susurro a la par que vuelvo a mirar en derredor, esta vez más alarmada que nunca - Es otra vez ese aullido - con tan solo escucharlo se me erizan todos los pelos de la piel y un escalofrío recorre toda mi espalda - Basta de tonterías, esmirriado, la niña corre peligro aquí y nosotros también. Larguémonos con ella cuanto antes - sin más miramientos, me acerco a la niña y trato de cargarla en brazos. Tenía pinta de pesar poca cosa, como un saco de patatas tal vez, así que no me costaría llevarla en volandas...

Al joven no le gustaba el matiz que iba tomando la cosa.

-Opino como la elfa. Sería mejor irnos cuanto antes, Oriana está fuera de sí. No podemos razonar con ella en ese estado. Lo mejor será ir con su madre.

Viendo que Valindra parecía manejarse bien con el peso de la chiquilla el joven se puso a su izquierda para proteger su avance por ese lado y emprender cuanto antes el camino de regreso.

Por su naturaleza, el patrón que emitia, su frecuencia... No te resultó dificil deducir que se trataba de un efecto de abjuración. Era un efecto mágico que trataba de bloquear una conexión, quizás... ¿para disimular una presencia ante sentidos ajenos? ¿Qué haría una niña con algo así?
 

Yo no la cogería... intentó disuadir Batracio a Valindra... pero ésta estaba completamente decidida y la tomó. No iba a hacer caso de un humano como Batracio. Batracio se lamió las manos y se pasó la saliva varias veces por la frente mientras retrocedía unos pasos... no entendía aquello, porque no había tenido tiempo de saber más... aquella gente era demasiado impetuosa.

No había peligro alrededor, y no percibía nada extraño salvo la muchacha... , pensó en las palabras de Valindra... ¿Banshee? poco a poco empezó a hilar... o esa Orianna llevaba un demonio dentro... o un demonio les estaba acechando... en cualquier caso, si la chica estaba poseída ya habían picado de pleno, así que solo valía la pena preocuparse por la segunda...

Corred insensatos - Instigó Batracio a sus compañeros señalando el camino por el que vinieron con su bastón, y esperando que todos pasaran para quedar atrás y impedir a quien quisiera seguirles dar un solo paso.
 

La escena que discurrió después se nubló en vuestra memoria.

El silencio se hizo sepulcral. Ni tan siquiera la brisa, que apenas mecía ya la poca hojarasca que languidecía, arrastrándose por el suelo; ni tan siquiera el murmullo del riachuelo que tímidamente surcaba a vuestra diestra.

La niebla se tornó gélida. Respirarla incluso se hizo doloroso. Lo cubrió todo, inundando el claro como una sábana vaporosa, envolviendo vuestros cuerpos con un manto que recordaba a muerte. Silencio. Ni siquiera podíais escuchar vuestras pisadas; en vuestros oídos, retumbaban como truenos vuestras pulsaciones.

Silencio. Muerte. De pronto, sentísteis una profunda sensación de vacío. De pérdida. Os ahogaba. Os llegaba hasta el cuello y retorcía vuestras gargantas. ¿Por qué vosotros? ¿Por qué salísteis hacia la nada, en una noche oscura?

¿Por qué yo?

¿Por qué vivir duele tanto?

Por qué...

Rabia; un dolor persistente, agudo, fantasmagórico. Un dolor sin consuelo. Un rencor inmortal, un odio hacia todo y todos. Un vacío, un hambre que devoraba vuestros pensamientos; embotó vuestros sentidos. Vuestra visión de volvió borrosa.

Y entonces, sólo entonces lo escuchásteis.

El canto de la muerte. Un grito ronco, de alguien que ya no podía tener voz. De algo que carecía de garganta, pero que aún así, tenía motivos para llorar al vacío.

Un lamento por una pérdida inmortal, una angustia que jamás tendría fin.

Una maldición.

Dos esferas brillantes como rubíes tomaron forma entre la niebla. Una silueta desgarrada, vagamente femenina, extendía los brazos hacia el aire de forma desesperada. Como si ansiara abrirse paso hasta este mundo, apartando las cortinas de la velosía. Lo sentía. Sentía seres vivientes, seres que aún no habían experimentado la verdadera angustia. Seres con los que compartir su dolor. Era la muerte hecha espíritu, el mal que torna a los inocentes en monstruos.

Tenía un nombre. El Angel de la Muerte. La Bean'shie.

Contuvísteis la sensación de horror que os invadía. El miedo hacía que vuestros corazones palpitaran a toda velocidad. El espectro, la niebla... estaban vivos; o más bien, tenían voluntad propia. El olor a pinos mojados se entremezcló con una sensación nauseabunda que os hizo un nudo en el estómago.

Os percatásteis que vuestras antorchas se habían apagado. Randel había soltado la suya y temblaba. Su rostro se había vuelto pálido. Era incapaz de moverse.

Vas a morir.

Esa frase retumbó en tu cabeza una y otra vez, con cada latido. Los ojos de la Bean'shie se clavaron en ti. Sentías su dolor. Sentías su pérdida. Sentías su odio, y como, de cierta manera, todo era por tu culpa.

Ya nada importaba. Te lo merecías. Esta iba a ser tu última aventura.

El miedo te poseyó. Tus piernas temblaban; soltaste la antorcha. De pronto, todo a tu alrededor se fundió en negro. Tan sólo podías ver aquel espectro que reclamaba castigo. Debías pagar por tus pecados.

Vas a morir.

Te lo mereces.

No hay redención. Jamás serás perdonado por lo que has hecho.

Kano empezó a temblar. Soltó su antorcha también y comenzó a echarse hacia atrás. El miedo le consumía. Le ahogaba. En sus ojos había un reflejo de puro horror.

- Por qué... ¿Por qué yo? ¡No es justo! ¡No!

Morir... moriré... como todos tarde o temprano... ¿¡por qué justamente ahora y por que de esta forma!? 

La antorcha que sostenía Randel cae al suelo enfangado, crepitando y amenazando con apagarse, mientras el joven mercader queda paralizado ante la visión, como si su cuerpo no le respondiera, como si estuviera petrificado...

La piel colgaba en volutas transparentes y la boca sin labios esbozaba una mueca de horror cadaverico.  Eres toda una belleza - Susurró irónico Batracio echando a correr, recogiendo a Randell por el camino al saber que por su tamaño, no podría con Kano, siguió a Valindra, persiguiendo el débil brillo y rastro que dejaba Oriana tras de sí. - Respirar... uf uf uf.... esa es la clave, respirarr ufff

- Berék ocúpate de Kano - la aparición del espectro hizo que casi se me cortara la respiración y se me helara la sangre. La sola idea de que un ser de ese tipo estuviera delante de nosotros hacía presagiar el desastre. Teníamos que huir de allí cuando antes y dejar atrás al espíritu maligno. Con la niña todavía en brazos empiezo a correr para alejarme del lugar - Por aquí! Seguidme todos, vamos! - intento apremiar a mis compañeros para que no se queden parados, mientras intento recordar todo lo que pueda sobre este tipo de criaturas.

A duras penas hiciste memoria. Recordaste lo que te contaron en tu infancia, lo que leíste en algunos libros de la capilla de los Seldarine.

Las banshee eran espíritus malignos nacidos de almas en pena. Eran criaturas torturadas por la culpa: casi siempre mujeres que perdieron un hijo o algún ser querido. Según recordabas, los espectros habitualmente no eran capaces de interactuar físicamente con las personas; tan sólo podían aparecerse. Era un rasgo conocido como tabú: restricciones que afectan a los espíritus y fantasmas en general.

La banshee, sin embargo, era algo diferente al resto de espectros.

Su pena era contagiosa. Como una enfermedad. Cuando una banshee lloraba, colmaba de angustia y dolor a las almas mortales. Una vez te atrapaba, instigaba pensamientos suicidas. Por eso es conocida como el Ángel de la Muerte.

Pero... ¿qué podíais hacer contra ella? Estabas segura de que las armas mundanas eran incapaz de hacerle daño. Era pura niebla, vacío. Un espectro.

Y como todos los fantasmas...

Temía la luz. ¡Y vuestras antorchas se habían apagado!

¿Pero qué leñe hacía un espectro aquí? Ese fue tu primer pensamiento. Después vino el resto: horas y horas de teoría. ¿No había algo que recordabas de los espectros?

Ah, sí. Al contrario que la mayoría de supersticiones que hablan de fantasmas, apariciones y espíritus en general, sabías que algo une a todos: sus tabúes.

Los espectros y fantasmas habitualmente eran criaturas ectoplasmáticas surgidas de un residuo espiritual: concretamente, de almas que se quedan 'ancladas' en el Plano Material porque algo les impide llegar al otro mundo. Lo más habitual era que dicho espectro surgiera por una obsesión que consumiera al difunto; habitualmente emociones negativas o experiencias muy traumáticas. Vivían como en un estado de ensoñación, eran puro instinto y emoción desatado. Repetían los mismos patrones una y otra vez.

Y cada espectro tenía sus tabúes. Restricciones particulares que limitaban sus acciones, dependiendo de la naturaleza del mismo.

El tabú más básico de todo espectro era sencillo: no podían interactuar físicamente con el Plano Material. Eran apariciones. No tenían cuerpo físico. Por ello, algunos tipos de fantasma eran inócuos.

Sin embargo, habían variantes. Como la banshee. En concreto, actuaba como una fuente de emociones negativas. Era el producto de una pérdida trágica que la convertía en un alma torturada. Sus gritos y sollozos producían una depresión profunda y brotes psicóticos, histeria. Las voluntades más frágiles sentían fuertes impulsos suicidas.

¿Y qué se podía hacer contra ella? Recordaste aquél estúpido libro. ¿Cómo se llamaba? "Espectros y Fantasmagorías: un compendio de apariciones y espíritus." Era un recopilatorio de espectros nocturnos, porque la naturaleza de los cuerpos ectoplasmáticos los hacía fotosensibles.

Espera...

Estabais a oscuras.

Algo vino a mi mente cuando traté de recordar algo sobre estas criaturas. La luz. - Dudo mucho que nuestras armas puedan hacerle daño. Pero temen a la luz - anuncio a mis compañeros, compartiendo la poca información que poseía de este tipo de espectro - Debemos dar con una fuente de luz... - Kano y Randell habían soltado sus antorchas y el suelo encharcado las había apagado, o estaba a punto de hacerlo.

El gesto de Batracio había roto el hechizo, o por lo menos su inacción. Paso a paso, el mercader se puso en marcha, pero con su corazón oprimido por una gélida mano, esperando morir en cualquier momentos.

Oyó las palabras de la elfa, pero no reaccionó a ellas, estaban alejándose de aquel ser... y eso era lo que quería continuar hacer, no quedarse para hacerle frente. Y las antorchas... no parecía que la hubiera hecho espantar cuando aparecieron, y si bien era cierto que algo de luz hacían, esa era muy escasa.

El espectro extendió hacia vosotros sus brazos mortecinos, podridos. Era imposible contemplarla. Su semblante parecía haber surgido de una pesadilla; la niebla formaba unos contornos de rasgos vagamente elfos, pero retorcidos. ¿Pero quién podía merecerse semejante destino? ¿Qué podía llevar a un alma a atentar de tal forma contra los dioses? ¿Y qué deidades serían tan crueles como para castigar a un mortal así, y dejarlo suelto en el mundo para que asolara a los vivos?

Muchas preguntas, y casi ninguna respuesta. La criatura se acercó, flotando. Se acaba el tiempo. Debíais decidir qué hacer... pronto.