Partida Rol por web

¡¡ Corrred corred corred !! - Cuando Randell se desasió de sus brazos y echó a correr por sí mismo Batracio se detuvo, esuchó el gemido del monstruo a sus espaldas, y los pasos de sus compañeros abriendose paso entre los helechos y maleza perdiéndose tras él. Los ojos del espectro resplandecían en la cruel oscuridad y sus manos querían arrancar sus corazones. Batracio tomó aire, viéndose solo en aquella impenetrable oscuridad

Esta noche no te cenarás a ningún vivo...  - ¡¡ No-puedes-pasar !! - El báculo de Batracio resplandeció frente a las garras del espectro bañando el bosque a su alrededor con un aura resplandeciente, Batracio esgrimió el báculo frente al espectro deseando haberse puesto los calzoncillos marrones y sus calcetines naranjas de la suerte

 Randell ya había tomado carrera, y no tenía pensado aflojar ahora, tenían a la niña, tenían vía libre... solo era cuestión de continuar corriendo, tal vez cruzar el riachuelo esperando que el agua corriente de este molestar a... a... a lo que fuera aquello. Pero en cualquier caso detenerse no era una opción.

Todos corrían alejándose de aquella pesadilla, bueno no todos Kano y Randel permanecían catatónicos clavados al suelo sus rostros parecían anhelar la misericordia de la muerte. Batracio fue el primero en reaccionar arrastrando a Randel por un brazo y sacándolo de su catatonia y casi a continuación Valindra haciéndose cargo de la niña y comenzando a gritar órdenes para apartar el miedo de los corazones. Eso probablemente lo salvo pues Berék se había lanzado hacia delante para enfrentar a aquel espectro sin pensar siquiera si realmente su acero tendría alguna opción pero la seguridad en la voz de Valindra le hizo vacilar y al ver a sus compañeros en tan lamentable estado dio la vuelta y se lanzó en su ayuda un acto menos heroico pero sin duda más noble. No obstante había perdido unos segundos preciosos y cuando llego hasta Kano los demás le llevaban ventaja así que sin dudarlo tomo el camino más rápido aunque también más rudo y abofeteo a su compañero para sacarlo cuanto antes de su estupor. Casi al mismo tiempo y sin que nadie lo percibiera Batracio había tomado una decisión revelar su condición de mago por un fin mayor, sobrevivir un día más.

Al oir los gritos de Batracio, tuve que mirar atrás. El esmirriado humano estaba sujetando su báculo y éste emitió un resplandor de luz. Un truco interesante, sin duda. Desee que esa fuente de luz fuese suficiente para ahuyentar al enemigo, al menos durante unos preciosos segundos. Ya tendría tiempo de elogiar al esmirriado si aquello daba resultado, pero no me detuve a contemplar el efecto que la luz pudiera tener en el espectro. Seguí corriendo con la niña en brazos...

Batracio sostuvo su báculo, y de pronto...

Una luz cegadora lo cubrió todo por unos instantes. El faro radiante engulló al espectro y deshizo la niebla como si fuera una telaraña, pasto de las llamas. Un aullido quejumbroso precedió su desmaterialización. La criatura odiaba la luz y semejante ataque la forzó a alejarse de la fuente de su fobia.

La banshee desapareció, aunque la bruma a vuestro alrededor persistía. Y sin embargo, no parecía que vuestros problemas hubieran terminado. Ahora que los lamentos del espectro no embotaban vuestros sentidos, a vuestro alrededor... varias risillas maléficas. Seres atraídos por la maldad y por vuestro miedo. Lo olían, se regocijaban... Sus voces surgían de los arbustos, y estaban cerca.

Cuando el ser de sombras se desvaneció en los retazos de oscuridad que el bosque le proporcionaba Batracio siguió a sus compañeros, apesadumbrado por haber acabado su aventura en la provincia de Caernwiira tan pronto... habiendo mostrado su magia, debía huir de la provincia o perder su cabeza, cualquiera de esos mercenarios le delataria por un puñado de monedas.

La luz del báculo fué menguando mientras divisaba al grupo y unas risillas empezaron a envolverles mientras la maleza se abría bajo las botas del grupo

El truco de Batracio había dado resultado, pero ahora algo nos estaba rodeando. Las risas parecen extenderse por todas partes a nuestro alrededor. Traté de vislumbrar de qué se trataba esta nueva amenaza, sin soltar en ningún momento a la pequeña... 

Risillas sibilinas, murmullos ininteligibles. O casi. No, eran... Eran algo que ya conocías. Maldita sea. Aquellas voces chillonas y burlonas te recordaban a unas criaturas cobardes que sólo aparecían en las noches. Atraídas como hienas a una presa débil y convaleciente, hacían del sufrimiento su diversión.

Trasgos. Y no eran pocos. Distinguiste unas cuatro voces.

Lograste relajarte una vez el espectro se desapareció y tus pensamientos se aclararon. Afinaste tu oído. Risas y voces chillones, burlonas. Os rodeaban. Al menos seis, ¿quizás siete? Si, siete. Parecían confiadas, quizás atraídas por la confusión y sintiéndose cómodas en la oscuridad.

Con la desaparición del espectro, y el actuar de Batracio, el joven Randel se encuentra mejor... o por lo menos no paralizado de miedo.

- Atentos. Hay media docena larga de seres al acecho.- Dice frenando su avance para que el grupo no quede demasiado desperdigado.- Avancemos en bloque o seremos presas fáciles.

Dicho eso el joven saca de su mochila una linterna para encenderla y tener otra vez una fuente de luz más intensa que la que brinda la luna y las estrellas.

- Distingo al menos cuatro voces - comento a mis compañeros - Se lo que son, los conozco bien. Son criaturas cobardes, oportunistas y crueles... son trasgos - el sabor a bilis me sube por la garganta y un destello de odio cruza mi mirada. No había nada más desagradable que los trasgos. En un primer impulso quise llevarme las manos al arco y prepararlo para acribillar a la primera criatura que apareciera ante mi, pero me daba miedo dejar a la niña en el suelo y que se escapara otra vez.

Las vocecillas se acercaban. Os rodeaban. Escondidas entre los arbustos, las figurillas se reían. Sus pequeños ojos rojos, brillantes y llenos de malicia, se clavaban en vosotros como cuchillos. Pronunciaban algo al unísono, como si... ¿cantaran? No parecía importarles no contar con el elemento de la sorpresa, regodeándose con vuestro miedo.

Batracio parecía ser el único que entendía su extraño dialecto...

Desolla a la ninfa y trincha a la niña

¡Clava la pica, rompe la piña!

De sus sesos haremos guiso y caldo

¡Mujeres y críos, nadie está salvo!

Siempre que corran, salta, pega

¡Haz de sus llantos sopa y jalea!

Falka nos dice, Falka nos llama

¡Mata a los humanos, llena la panza!

Dos criaturas tiraron piedras a Bérek, quien se encontraba más rezagado. Los cantos silbaron, aunque el semielfo los evitó con facilidad. Pero iban a matar. Chocaron contra los troncos violentamente, y alguna que otra risilla se escuchó entre los gritos de maldición de vuestros atacantes.

Uno de ellos salió de su escondite. Era una criatura bajita, del tamaño de un infante. Iba cubierto con un pelaje negro y sus facciones eran grotescas. Sus dientes amarillentos babeaban. Con sus ojos incandescentes, se abalanzó sobre Valindra, quien aún sostenía a la niña. Sostenía una hoja curva, del tamaño de un machete.

- ¡Gachu gacha! - bramó el monstruo. Era bastante rápido. Lanzó dos tajos contra la elfa, la cual apenas tuvo tiempo para defenderse. Uno de los golpes clavó una línea roja en su hombro, y el segundo casi le rozó el cuello. Incapaz de mantener el equilibrio, Valindra no tuvo más remedio que soltar a Orianna violentamente. Esta cayó a los pies del monstruo, a su merced.

Malditos trasgos! Una de estas horribles criaturas había surgido como salido de la nada, con sed de sangre, y había logrado golpearme en el hombro. Oriana se me escurre de las manos. La herida escuece y un reguero de sangre comienza a empaparme la armadura y el brazo de color carmesí.

Dejo caer el arco al suelo, pues no tenía mucho sentido disparar a un objetivo tan cercano, me interpongo entre la niña y el trasgo y desenfundo la cimitarra, cuyo filo refleja la escasa luz de la luna que se cuela entre los árboles. Lanzo un tajo a baja altura con la intención de rajar la garganta del trasgo...

El monstruo para el ataque. Se defiende con un trozo de madera tosco que usa a modo de escudo. La criatura se regodea; responde con una risilla malvada.

Batracio se muerde el labio, no puede seguir usando magia, no tiene ganas de que un regimiento de aldeanos enfurecidos hagan presa de él y le lleven directamente a la hoguera antes de abandonar la provincia, debe resistirse a usar la magia así que pega cuatro saltos bastante gráciles para su composición y intenta dar un bastonazo al trasgo que ha atacado a Valindra.

Batracio alza el bastón y lo baja con todas sus fuerzas cerrando los ojos por el esfuerzo

¡ Clok !

¡Bien le ha golpeado en plena cabeza!... ah no... ha sido a una piedra... la sonrisa del trasgo estremece a Batracio que continua mordiéndose los labios con impotencia
 

Viendo que Valira suelta a la niña, y que uno de los trasgos la ataca hiriéndola, Randel que ya estaba cerca, se desplaza de forma que entre la elfa y él protegen a Oriana. En un rápido gesto de su muñeca, el espadín que lleva en la mano relampaguea bajo la luz dorada de la lámpara de aceite, clavándose en el trasgo, traspasándole de lado a lado, al retirar su acero, el trasgo cayó muerto.

- Hay más, atentos.

Kano agarró su colgante y murmuró algo. De pronto sus ojos se llenaron con fuego. Alzó el símbolo, con forma de ojo rodeado por un sol radiante y señaló al enemigo que tenían delante.

- ¡Azum Rah kalathos! ¡El fuego purifica!

Una luz brotó de la punta de su índice y de pronto, saltó hacia la criatura.

El ataque combinado del bribón y del sacerdote acabaron con la vida del monstruo. Rajado por la espalda, y seguidamente, abrasado por las llamas divinas de Kano, cayó hecho pedazos. Su extraña arma cayó a los pies de Valindra.

Pero vuestra escaramuza aún no había terminado. Más enemigos, si bien sorprendidos por la muerte de su guerrero más valiente, acechaban y os rodeaban. Furiosos, dejaron de reírse y se lanzaron a por vosotros. Uno de ellos lanzó un tajo a Batracio, blandiendo lo que parecía ser un machete. El otro le lanzó a Valindra una pedrada, la cual le golpeó en la nuca.

Las diabólicas criaturas por fin habían abandonado su escondite entre la espesura, Berék sonrió alegre de por fin encontrarse ante algo que enfrentar con su acero.

- ¡Vamos venid! ¡Esta noche os devolveré a los infiernos!

Enarbolando su espada se lanzó en solitario contra el grupo más cercano de aquellas criaturas.