Partida Rol por web

Habéis sido proyectados hacia el arriba con gran fuerza. Los inventos de Ranëdhel han funcionado a la perfección y pronto os encontráis en la planta superior junto al trono de piedra.

Tras unos instantes una decena de fuertes orcos cruzan la puerta y una gran sensación de calma invade vuestros cuerpos. Unos instantes después Gailhen entra en la cámara con la vara en alto.

- Vaya, vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? - dice en tono jocoso mientras se aproxima al trono.

- La verdad, tengo que agradeceros vuestra ayuda, amigos, sin vosotros nunca lo habría conseguido. Y ahora... está tan cerca... - se recrea unos instantes en el trono con la vara en lto.

Detrás de él aparece la mujer que vistéis hace tiempo en aquellas cavernas.

- Ves Gwanthilf, te dije que lo conseguiríamos - dice dirigiéndose a la mujer.

La mujer asiente con una sonrisa maliciosa en la comisura de los labios.

Gailhen se dirige al trono, dispuesto a colocar la vara en su ubicación pero Gwanthilf hace un movimiento que nadie esperaba. Saca una daga del cinturón y la clava sobre la espalda de Gailhen cuando este se disponía a colocar la vara.

Gailhen cae al suelo y suelta la vara que es recogida inmediatamente por Gwanthilf que la dirige igualmente contra vosotros. 10 poderosos orcos vigilan vuestras acciones.

Una sensación de antinatural calma me invade, justo cuando tenía al enemigo al alcance de mis espadas. Trato de luchar, recordando la maldad, recordando por qué estamos aquí. Cuando estoy a punto de fracasar, el recuerdo de Maenist caído se abre paso como una luz intensa y ardiente, y con una sensación dolorosa, como de un fogonazo, vuelvo a ser el dueño de mis acciones.

NO, BRUJA - digo en alta voz, desenvainando con soltura las espadas - ES ANÄRIL, ELFO NOLDO DE EREGION A QUIEN TE ENFRENTAS!. ESTA ES GWINDNAUR, FORJADA EN GONDOLÍN, ¿LA RECUERDAS? - pregunto en referencia a la pálida llama metálica que brilla en mi mano derecha - ELLA ES TU DESTINO, PUES MAENIST PREDIJO QUE CON ELLA SE ESCRIBIRÍA EL FINAL DE ESTA HISTORIA. ES A LOS PUEBLOS LIBRES A QUIENES TE ENFRENTAS AHORA, Y OTROS MÁS PODEROSOS QUE TÚ NO HAN PODIDO SOMETERNOS!..., HAS FRACASADO!

Al alcanzar el piso superior Ranëdhel suelta la cuerda y prepara el escudo numenoreano. Son más enemigos de los que el podría enfrentarse, pero sus amigos están junto a él. Gailhen está empleando el poder de la vara confiadamente, pero su influjo no hace mella en el grupo de héroes que se le oponen. Ni tampoco en sus sirvientes, pues apuñalándole la bruja le arrebata el poder. Tanta maldad sigue sorprendiendo pese a todo al joven sinda, que daba por hecho que el falso montaraz ostentaba el liderazgo.

- Tu codicia no tiene límites bruja, pero hemos venido a frenarla. No ocuparás el trono que Gailhen logró para ti.

Mirando al caído montaraz, el sinda se prepara para avanzar y evitar que la Vara se encuentre con la Voz y la bruja se siente en ella. Contrariamente a su naturaleza, Ranëdhel está dispuesto a matar. La mujer es responsable de muertes y gran sufrimiento, y nada hace pensar que se detenga una vez logre su objetivo. La voluntad de Maenist será cumplida.

Unas aclaraciones antes del posteo...

- El grupo que entró con Gailhen... era muy reducido, no?

- Cuanto puedo tardar (en tiempo y/o en turnos) en llegar a La Voz

Por un momento quedo mirando la vara, como la coloca, despues de matar al otro, casi que deberia hacer lo que ella quiera, ha acabado con el que nos jugo la del pueblo y

una chispa salta de repente en mis ojos, no, venimos a acabar con esto, y es momento de matar o de morir, pero no de dejarse llevar

Sin mas palabra que un grito NO!! cargo contra la mujer, sin importar los orcos o la vara, o lo que piensen hacer los compañeros

Una niebla se abate sobre mi mente cuando Gailhen apunta la vara contra nosotros, noto mis miembros extraordinariamente pesados mientras trato de luchar contra la influencia que ejerce sobre mí, pero su poder es terrible; A través de la neblina que cubre mis ojos veo, como si fuera otra persona la que lo estuviera presenciando, como el falso montaraz es traicionado por la bruja, quien ocupa su lugar como propietaria de la vara, la pequeña parte de mi mente que no está luchando contra el hechizo no se sorprende ante esta vil acción ¿Acaso se puede esperar lealtad o fraternidad de aquellos que buscan el poder y el beneficio personal sobre todo lo demás?

Es el grito de furia de Anäril el que termina de romper el sortilegio y me despeja la mente.
-¡NO! Hoy se acabará esta amenaza contra la libertad en la Tierra Media, bruja. ¡Por Maenist y los inocentes de Bree! ¡No cayeron en vano! ¡¡Aurë!!

Mientras grito esto último extiendo la mano, saliendo de ella un rayo de luz que golpea en la cara a la bruja, cegándola; Acto seguido saco el arco y me preparo para la pelea que está por llegar.

El fogonazo de luz que parte de la palma de Elerin pilla desprevenida a Gwanthilf que no puede cerrar los ojos antes de quedar deslumbrada. Con un rápido (aunque no lo suficiente) movimiento consigue taparse los ojos pero ha sido tarde. Camina un par de pasos hacia atrás visiblemente desorientada agitando la vara a ambos lados.

Mientras Carster corre hacia ella y, tan rápidamente como siempre, desenfunda su arma casi al mismo tiempo de asestar su duro golpe que, extrañamente, golpea contra un elemento metálico. Entre Caster y la bruja ha aparecido un extraño hombre tatuado con símbolos tribales que ha puesto su cimitarra frente a al espada de Carster deteniendo su avance. Por detrás uno de los poderosos orcos alza su cimitarra contra el fuerte humano, Carster.

Habéis resistido el poder de la vara por ahora. Una vez despejados del leve trance os encontráis con 3 de los fuertes orcos frente a vosotros impidiéndoos llegar a la cegada mujer. No parecen simples orcos; por su tamaño parecen más fuertes  y habilidosos que sus comunes hermanos. Parece difícil llegar hasta Gwanthilf sin superar primero a estos orcos pues teméis que un duro golpe de sus cimitarras pueda acabar con vuestra vida.

Elerin está un poco más retirado y tiene tiempo para armar su arco y soltar una flecha sobre uno de los tres orcos que se dirigen hacia él.

La bruja deambula en torno al trono visiblemente desorientada.

Desenvainas Gwindnaur y por primera vez la ves brillar en todo su esplendor. Una pálida luz azul ilumina la hoja de la espada y un golpe de aire frío azota tu cara en el movimiento para desenvainarla.

Te es evidente su naturaleza mágica. Pero, ¿qué más secretos te guarda el precioso artefacto que Maenist te regaló?

GWINDNAUR! - grito en medio de la confusión - LLAMA AZUL!. AGUANTAD, AGUANTAD - trato de animar a Ranëdhel y Elerin, rodeados por muchos. Por el momento, no puedo ayudarles.

Así que de ahí viene su nombre - pienso cuando la espada sale de su vaina y brilla como nunca hasta ahora, ante la presencia de los orcos. Un golpe de viento fresco parece emanar de ella con cada movimiento, y se adapta a mi mano como si siempre hubiera estado allí.

Golpeo al orco más cercano, haciendo un molinete que le alcanza en el pecho. Primero Gwindnaur, luego la otra espada cortan carne y armadura, con un elegante juego de pies traigo de regreso la hoja que ocupa mi mano izquierda, justo a tiempo para detener a otro atacante que trata de flanquearme. Gwindnaur vuelve también, solo un instante después, tras herir de nuevo a mi adversario.

Con expresión satisfecha veo como la bruja realiza un intento desesperado por taparse los ojos pero no es lo suficientemente rápida y el hechizo la sacude de pleno, así caigan todos los enemigos de la luz; Sin embargo, no tengo tiempo para regocijarme, ya que de inmediato tres de los gigantescos orcos que eran la escolta de la bruja se colocan frente a mí con cara de pocos amigos. Mirando mi pobre arco decido que lo mejor será evitar que me alcancen hasta que Anäril o Carster terminen con sus contendientes.

-Ruego a los Vala que pueda aguantar hasta entonces...-Pienso mientras me coloco en una posición adecuada para esquivar.

Si la bruja llega a colocar la Vara en su sitio junto a la Voz todo se habrá perdido. Ranëdhel piensa deprisa mientras los brutales orcos se abalanzan sobre ellos con una ventaja desproporcionada. Combatir estará de más hasta que no lleguen desde abajo por las escaleras, siempre que el enemigo no haya tomado la entrada a la torre.

El sinda aferra con fuerza la corta espada que le acompañara desde el comienzo de su aventura en Bree y corre hacia los orcos que se acercan a él con el escudo numenoreano de frente. A metro y medio de estos hace un quiebro lateral para evitarlos, soltando el escudo para librarse de su peso e intentar sobrepasar a los orcos llegando hasta la bruja, aún ciega, y arrebatarle la vara de las manos aunque sea cortándoselas antes de que recupere la vista.

He de ponerla fuera de su alcance. La vista desde la cúspide del torreón es espléndida. Sus balconadas se abren a un vacío por varios puntos, ofreciendo un espectáculo sin igual, y posibilidades de arrojar la vara lejos de aquellos que la anhelan. Tal vez el lago sea su último custodio.
 

Por unos instantes me quedo mirando al humano que ha parado el golpe con incredulidad, nadie se habia atrevido a hacer eso, y este al menos no va a vivir para contarlo

Sin mas dilacion comienzo a lanzar golpes contra el como un poseso, despreciando por completo la posiblidad de defenderme, e ignorando por completo al orco, posiblemente ni siquiera haya reparado en el

Tira el arma y sera rapido!

El hombre misterioso que se ha enzarzado con Carster parece realmente poderoso. Soporta las embestidas de este y casi a la vez le asesta un par de golpes que Carster hace por disimular pero que podéis ver que le han hecho daño.

Por su parte Anäril blande sus espadas haciendo blanco certero sobre uno de los grandes orcos. Por primera vez veis a Gwindnaur, la espada de Maenist, fuera de su vaina. Un resplandor azulado surca el aire hasta impactar con el orco. La herida se congela al contacto con la hoja haciendose aún más fea. Por fin, Anäril ha adivinado el poder de la espada de Maenist.

Ranëdhel trata de hacer un movimiento acrobático para esquivar a los 3 orcos que van hacia el pero el espacio es limitado y decide abortar el intento casi antes de empezarlo. No hay mucha movilidad y el elfo se contraría.

Los orcos os tapan el acceso a Gwanthilf. El que más cerca está es Carster pero el misterioso aparecido ha interceptado su carga contra la bruja y este no ha podido controla su furia. Detrás de ellos, palpando el trono, Gwanthilf consigue encaramarse en él y, a tientas, acierta a colocar la vara en su sitio.

De nuevo volvéis a sentir esa sensación de paz. Ante vosotros se encuentra la que diríais es la mujer más bella y majestuosa de la tierra media, Gwanthilf. El sonido de la batalla cesa y todo es paz.

Pronto esta calma vuelve a ser tempestad y los gritos de la batalla vuelven a acompañaros. Salís de vuestro ensimismamiento y podéis ver que Gailhen ha echado a la bruja del trono y se enfrenta a ella rodando por el suelo. Tras unos instantes veis que la bruja ha desaparecido de la planta y Gailhen está asomado a la cornisa. Agarrada a ella Gwanthilf aguanta con la vara en la mano.

- Dame la vara y te subiré - grita Gailhen

- ¡Jamás! - son las últimas palabras de la bruja antes de precipitarse al vacío.

En ese momento de descuido habéis conseguido abrir una brecha entre los orcos y colocaros frente a Gailhen que ya blande su espada contra vosotros. Delante vuestra se encuentra el falso montaraz con su espada en ristre y junto a él el misterioso personaje que hirió Carster. Detrás vuestra habéis dejado a los orcos y podéis oír más pasos que suben la escalera.