Partida Rol por web

Observo todo de forma atenta y fastidiado con tanta demora.

El templario examina el escudo y luego se dirige a Fiddler.
-Sin duda el caos es una lacra, incluso en estas tierras durante tantos años de dominio orlanthi.
El templario pronuncia una palabra en un idioma que no conocéis, probablemente dara-happano y el escudo se ilumina con tal fulgor, que incluso a la luz del día os obliga a apartar la vista.
-Alaia estará más que complacida por recuperar su escudo. Desconozco como llegó hasta ese lugar, pero estoy seguro de que se alegrará de oir vuestra historia. Desgraciadamente no se encuentra en el Condado ahora mismo. Yo le haré llegar el escudo y le hablaré de vosotros. Es más... Dentro de un par de semanas se celebra una feria de gran importancia en un pueblo cercano a aquí. Si queréis asistir estáis invitados. Estoy seguro de que si participáis en la carrera de pruebas que se celebra, podriais quedar en un buen lugar.
Mientras, los soldados terminan el registro e informan a Coriander que todo está en regla.
-Bien, podéis proseguir vuestro camino. Desconozco la lo alización de ese santuario, pero os deseo suerte en vuestro cometido.
Como acto de despedida, Coriander se hace con el escudo de metal de uno de los soldados y se lo entrega a Fiddler ante el asombro del subalterno.

Gruño un poco por lo bajo cuando veo la luz que emana del escudo, probablemente me hubiera venido bien en la oscuridad de la cueva broo. Pero ahora no tiene sentido lamentarse y para mí sólo era un bonito (y probablemente caro como una mansión) escudo dorado.

- Gracias por la ayuda -asiento mientras me coloco el nuevo escudo a la espalda- Y por el escudo ¿sabes dónde podríamos preguntar por ese santuario? Tal vez algún curandero o sacerdote local lo sepa. O un comerciante. Esos sitios atraen el negocio.

Me doy cuenta de que estoy hablando con un templario, un guerrero religioso y carraspeo mientras enrojezco como un jovenzuelo novato.

- Bueno... me refiero a que los visitantes atraen a los comerciantes por los alrededores, claro. Um...

- Pues marchemos sin más demora, espero que no nos hayan retrasado demasiado para salvar la vida de la muchacha.
¡Venga ayúdennos a cargar todo y que tengan buen servicio!
Sigo pendiente que en nuestra marcha no haya ningún obstáculo más. No suavizo esta vez mis modos, estoy bastante cabreado con esta milicia por hacernos parar de forma innecesaria.

- Vamos pequeña -  Le digo a Tameh dándole un golpecito en la espalda – El viaje continúa y cada vez estamos más cerca.

- Gracias mi señor Coriander, me pregunto si podría disponer yo también de uno de los escudos de sus huestes, como ha dicho, el caos acecha estas tierras y sin vuestra compañía me temo que deberemos ser nosotros los que nos defendamos. Se que puede ser una petición extraña, y si no accede me iré con la misma sonrisa con la que he llegado – digo mientras sonrío y me ajusto las muñequeras de cuero - pero opino que el escudo de Aiala bien se merece el cambio.

Pese a los contratiempos sé que llegaremos, así que me subo presto a la barca junto al resto de mercancías y confío en que el Abuelo nos guie a nuestro destino.

Coriander entrega un escudo a Gornak, aunque algo de mala gana y os deja continuar vuestro viaje.
El Abuelo conoce la localización exacta del Santuario y os explica que su localización exacta solo es revelada a los iniciados de Zola Fel, como él, por lo que los templarios no saben nada acerca del lugar.

Cuando llega la noche os deteneis en un campamento de pescadores donde el "Arroyo Dulce" desemboca en el Zola Fel. Como es habitual, los lugareños han oído acerca de vosotros y os ofrecen un reconfortante banquete mientras no dejan de preguntaros por vuestras hazañas, besar las runas de vuestras manos y preguntaros como vais a acabar con la amenaza silenciosa que está diezmando la vida en el río.
Lo único que podéis averiguar de esas gentes es que han visto "cosas" en el agua del zola fel. Viscosas, aceitosas o gelationsas, todas las pistas apuntan a que el rio está infestado de gorps. Pequeños pedazos de caos puro que aparecen sin motivo alguno hasta llegar al mar.

A la mañana siguiente reemprendéis la marcha pero el tiempo no está de vuestro lado; fuertes rachas de viento hacen que el Abuelo tenga que emplearse a fondo para lograr que el bote avance e incluso vosotros os veis obligados a remar bajo la incesante lluvia para lograr avanzar. El estado de la niña ha empeorado y ya se ve el hinchazónd e su vientre como si llevase seis meses embarazada. Pronto el fruto del caos estará maduro...

Aunque la hinchazón es evidente, no pienso dudar, le pido a Tameh que se siente delante entre mis rodillas para darle comodidad y calor – Así estarás un poco más cómoda pequeña – No quiero preocuparla, pero dejo el escudo de Coriander cerca de mí y mientras remo me mantengo atento a los movimientos de mis compañeros. – No sé si Abdala se atreverá a hacer algo, pero si Fiddler decide que le ha llegado la hora a Tameh no se amilanara ante nada.  – Aprieto con fuerza el mango del remo y valoro si golpear al veterano y arrojarlo al agua por si acaso, aunque la tormenta es tan espesa que apenas se enterarían los demás, creo que no sería justo – Esperaré un poco más, aún hay tiempo. – Y maldigo entre dientes tener las manos ocupadas y no poder acariciarme el pendiente,

- ¡Remad panda de maleantes! ¡Esto no es nada comparado con una forja, al menos aquí se está fresquito!

Toso con fuerza mientras intento mantener el ritmo de los jóvenes. Estoy muy lejos de mi mejor forma y apenas logro hacer que avance la barca por mi lado, que más bien parece frenarse.

Me doy cuenta de las miradas de reojo que me lanza el recién llegado, seguro que tienen que ver con el tripón de la chiquilla... pero mientras tiro la papilla por la borda pienso en que me importa una mierda que para al mismísimo Diablo.

No sabía que esto de Remar, se me iba a dar tan bien. Tenemos que llegar pronto para que la muchacha sufra lo menos posible.
Sigo usando mis aptitudes de explorador para no perder la orientación.

La tormenta hace que tengáis que emplearos a fondo para llegar hasta el Arroyo de Nisa, el último asentamiento pesquero antes de llegar al Santuario. Agotados, mojados y helados, lográis amarrar el bote y dirigiros caminando hasta el asentamiento.
Sigue lloviendo, pero el viento ha amainado y las primeras luces de Nisa os reconfortan incluso desde la distancia. Justo antes de llegar, como es costumbre, un grupo de lugareños sale a recibiros y os colman de alabanzas mientras os acompañan a una d elas cabañas, la más grande, donde se ha preparado un humilde banquete en vuestro honor. Como siempre, la fiesta parece que vaya a alrgarse hasta bien entrada la noche.

No rechazo la comida y en cuanto pueda intento escabullirme para reconocer el terreno. No quiero que cuando reanudemos el viaje an santuario algo nos retrase, ya o estoy tan convencido de poder salvar a la joven y creo que no debe de sufrir más innecesariamente y haré todo lo posible por salvarla y evitar que sufra.

Manteniéndome al margen de la celebración, me ocupo de que Tameh coma algo mientras escucho las historias de los lugareños. Yo, desde la última borrachera, prefiero no beber, pero como copiosamente todo lo que pueda, sonriendo y dando las gracias con la boca llena a todo aquel que me ofrece algo.

No quiero dejar a Tameh mucho rato sola, así que intento recabar información en la misma sala donde me encuentro. Quisiera saber la duración de un embrazo broo, el tiempo que hay hasta el santuario y si existe alguna manera de retardar el proceso.

También me preocupo por la comunidad y pregunto si hay algo en lo que, con mi oficio, pueda ayudar - Me he atiborrado con la comida de estas gentes sin saber siquiera si les sobra, deberia devolverles el favor o almenos intentarlo.

Agotado, helado y bastante cabreado con mi propia vejez y debilidad, apenas gruño un par de agradecimientos durante la cena. Me apetece beber hasta caerme en redondo, pero mi cuerpo simplemente ha dicho basta. Con un último gruñido y una mirada de soslayo a la chica, como si fuera a ponerse a parir allí mismo, me disculpo atropelladamente y pregunto con la voz algo pastosa dónde puede retirarme a descansar.

Joder, ya ni aguanto la bebida como antes.

Cuando puedo me acerco sin que nadie lo vea y le digo a Fiddler
-Cuando llegue el momento intentaré despistar a Gornak, para que te quedes solo con la muchacha. Pero parece que podemos conseguir salvarla.

Asiento con otro gruñido, el agotamiento me está convirtiendo en un osezno.

- Mientras estemos aquí supongo que no deberíamos preocuparnos demasiado -señalo a la gente que nos rodea con la cabeza- Si se pone de parto en medio de este banquete supongo que esta gente dará cuenta de la progenie. Pero me preocupa que esa pobre chica sufra más de lo que ya ha sufrido. Cuando ocurra habrá que terminar las cosas rápido y eso es lo que se me antoja complicado con ese chico colgado de su brazo todo el tiempo.

Meneo la cabeza mientras me alejo murmurando entre dientes.

Tras una breve charla con Abdala, Fiddler se va a la cama y tanto el primero como Gornak se quedan a disfrutar de la velada. La niña parece pasarsaelo bien en la cena, auqnue le ha comenzado a subir la fiebre, pero parece que no sea nada grave; las señoras mayores de la aldea cuidan de ella y se aseguran de que esté cómoda.

Las gentes del pueblo son pescadores desde hace varias generaciones. Con la llegada del Condado Solar, sus vidas han mejorado visiblemente ya que ahora disponen de una red comercial, patrullas que velan por su seguridad y en definitiva, mayor comodidad. Por otro lado, algunos lamentan la pérdida de contacto con los espíritus del río que según ellos, los solares han ahuyentado. Entre sus quejas está la desaparición de las comunidades tritónidas, ya que para los solares sus colas son un manjar y también los impuestos que ahora se ven obligados a pagar. Pero por lo demás, sus existencias siguen siendo sencillas y relativamente comodas.

El exterior del lugar, como bien explora Abdala, no es más que uns enorme llanura húmeda repleta de insectos. Las lluvias del día anterior han llenado el lugar de grandes charcos y caminar se convierte en cuanto menos, incómodo; por no hablar del peligro de caer en arenas movedizas u otros accidentes naturales propios de la zona. En cualquier caso no hay señales de posibles peligros o amenazas.

A la mañana siguiente el Abuelo os despierta. Os encontráis bien, el día es claro y magnífico, pero Tameh no parece haber amanecido como vosotros. está pálida y febril y cuando os disponéis a salir del pueblo las anciandas la miran con cierta tristeza.
-El santuario está muy cerca de aquí yendo a pie. Si nos damos prisa, quizás lleguemos a tiempo -dice el Abuelo tratando de resultar tranquilizador.

Camináis a través de las marismas siguiendo una ruta relativamente seca hasta que llegáis hasta una pequeña arboeda de cipreses desde cuyo interior emena una pequeña corriente de agua cristalina. No tardáis en ver a otras personas entrar y salir de entre los arboles y al llegar allí, veis un manantial que brota incesantemente de la tierra, dejando varias rutas de agua demasiado pequeñas para ser navegables pero lo bastante profundas como para albergar vida.

Todas las personas aqui presentes, casi todo pescadores y agricultores de la zona, parecen haber acudido a beber agua del manantial y muchas de ellas muestran heridas en forma de quemaduras en brazos o piernas.

-Creo que es buena idea que la joven beba de este agua, para ver si le da más fuerzas para llegar al santuario.