Partida Rol por web

Al ver las extrañas circunstancias que rodean a Elohim, Charlotte clava su mirada sobre el crío durante un instante sin poder evitar el escrutinio.

Gilbe se agachó, todavía con la capucha calada, y le acarició el pecho a Altair. Tenerlo al lado le daba seguridad, él le ayudaba a moverse, e incluso le defendía. Eran una pareja inseparable, esperaba que en el colegio siguiera siendo así, no pensaba renunciar a su único amigo.

- ¿Qué tal chico? Te has portado bien, ¿verdad? Anda, corre un poco por aquí cerca hasta que entremos, ¡pero no molestes a nadie!

Se acercó a la mujer de voz inexpresiva, quería enterarse de lo que tuviera que decir.

Pese a lo intimidante que había resultado la reacción de Owen, en el fondo parecía que entendía como se sentía, así que Dariel le dirigió una tímida sonrisa sólo para ver que se había apartado de ellos y ya no les prestaba atención. Estaba intentando decidir si debía acercarse a él, cuando la voz de la mujer que los vigilaba le hizo saber que Elohim se encontraba peor de lo que parecía.

Casi se sintió bien al observar que no era él al que habían tenido que llevar a la enfermería, pero enseguida le invadió cierta culpabilidad por pensar esas cosas. Murmurando para sí mismo con cierta incomodidad, el niño volvió a prestar atención a los compañeros que aún seguían con él.

¡Qué perro más bonito! -exclamó al ver que Gilbe se había unido a ellos y con él, un animal de brillante pelaje- ¿Puedo tocarlo...? -le preguntó con una sonrisa antes de que el perro se fuese a correr, acercando su mano con cuidado para ver si se dejaba- ¿Cómo se llama?

Arrepentido, Dariel se dirigió en susurros a su inseparable compañera- Arly, ¿puedes ir a ver cómo está Elohim? No quiero que se ponga malo... me he alegrado de que se lo llevasen a él a la enfermería, pero no iba en serio... es que no quería ser yo.

Esa espada amarilla me ha dado mucho miedo -un ogro con un enorme espadón, riéndose malévolamente con sus dientes torcidos- Pero no parece malo... debería decirle algo /.../ ¿Qué le pasa? ¿Por qué le llevan a la enfermería? Menos mal que no me ha pasado a mí... -niños burlándose- Soy malo, tengo que pedirle a Arly que vaya a ver cómo está /.../ ¡Un perro! ¡Cómo brilla! Quiero tocarle el pelo... me va a morder...

La pequeña Sheele, Arly, salió de su escondite. Había permanecido hasta aquel momento, dormida, bajo el pecho de Dariel.

Como un hada de diminuto tamaño, desperezándose, salió volando por le cuello de la camiseta de Dariel, atravesándolo como si no existiese, y se colocó a la altura de su hombro. Pegó sus diminutas manitas en su oreja y murmuró algo.

No tenía alas, pero el aire a su alrededor parecía vibrar ligeramente, generando corrientes. Debía ser una criaturita muy liviana.

Curiosamente, nadie parecía poder verla.

- No puedo hacer eso, querido- le dijo con un susurro dulce, casi inapreciable-. No puedo alejarme mucho de ti, ¿recuerdas? Me debilitaría... y no quiero debilitarme. Necesito estar a tu lado.

Sonrió y le dio un beso, intangible, en la mejilla.

Kael alzó las cejas un poco sorprendido, de repente, y con una medio sonrisa de fascinación, mirando a lo que parece el vacío y con los ojos completamente grises, como si el iris hubiera devorado las pupilas.

Dariel hizo un amago de mohín al escuchar la respuesta de su amiga, pero en el fondo se alegraba de que se quedase junto a él -y más en un sitio casi desconocido como aquel- por lo que no insistió más- Gracias -fue su única respuesta.

Vaya, que ser más bonito... ¿cómo lo hará? ¿cómo habrá conseguido un hada?

Kael se preguntaba si la gente que estaba con el allí tendría dones tan "bien vistos"... el no quería que se conociera el suyo... pero no podía retirar la mirada.

Arleene se acurrucó sobre el hombro de Dariel, sin tocarlo.

- Sabes que iría, Dariel. Sabes que haría lo que fuese por ti. Pero...- suspiró-. Está bien, iré si quieres, pero... volveré cansada, lo sabes, ¿verdad?

Las corrientes de aire que la pequeña generaba acariciban el pelo y el cuello del joven.

Ace arqueó una ceja y miró a Dariel, extrañado. Sus ojos azules lo observaban inquisitivamente, parecía que lo vigilaba. Lo más extraño de todo era el leve brillo que había en los ojos de Ace, una luminiscencia casi etérea.

Pasaron unos segundos pero el niño no dijo nada. Frunció el ceño y cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir no había nada extraño en ellos. Miró con algo de recelo a Dariel y luego volvió a su particular expresión de siempre. Una amplia sonrisa y una mirada enérgica.

Al parecer tenían que esperar, por lo que mientras pasaba el tiempo podía socializar con los otros niños.

- ¿Podemos jugar a alguna cosa mientras esperamos? 

Por un momento Dariel sufrió un ligero escalofrío al pensar que le pudiese ocurrir algo a Arly Piensa antes de hablar se reprendió a si mismo Se puede hacer daño si se aleja mucho Pero ella había dicho que sólo estaría cansada...- Te dejaré dormir todo lo que quieras cuando vuelvas -le prometió- Y no te quedes mucho tiempo, no quiero que te pongas mala... un vistacito y vuelves ¿vale? -los susurros del niño no pudieron ocultar del todo su preocupación.

La Sheele, con una sonrisa, echó a revolotear por el aire y salió disparada en la misma dirección por donde habían ido Kamus, Owen y Elohim.

Se movía sorprendentemente rápido, volando sin alas y sin agitar las manos, como si el propio viento fuese la que la sostenía en el aire y la impulsaba.

Parecía una princesa en miniatura. Una princesa ágil y vivaz.

Al ver a el hada ir en dirección a la enfermería Kael no pudo evitar seguirla con la mirada... y entonces decidió intentar ver si había más de esos seres entre los niños, no siempre es bueno saber lo que hay "detrás" pero es mejor saberlo desde el principio.

- Se llama Altaír, Dariel. Es un buen perro, juega con él si quieres no te hará daño. 

- Ace, si quieres tú también puedes ir. Se ha pasado todo el camino encerrado, le apetece correr un rato y jugar.

Mientras les hablaba pensaba donde estaban el resto de los niños: ni las hermanas, ni kael, ni Richard habían hablado desde su llegada, no sabia dónde estaban, pero suponía que seguían ahí. Le daba vergüenza preguntar así que siguió en silencio.

Judith parecía ligeramente distraída de sus deberes. Comprensible, teniendo en cuenta que su mejor amigo debía estar rememorando malos tiempos en algún sitio, y que su prometido había tenido que irse con... Elohim.

- Podéis jugar, claro- dijo con una sonrisa, mirando fugazmente a Ace y a Gilbe-. Pero no os alejéis más de tres metros- hizo una mueca sin mirar a nadie en concreto-. Sé que es poco espacio, pero hay mucha gente y estamos agrupados para facilitar las cosas.

Elohim, medio inconsciente medio despierto, medio húmedo medio seco, medio tumbado medio muerto, notó que alguien le estaba rizando el cabello rubio. Pero era alguien con dedos sumamente minúsculos, pues jugaba, no con mechones de pelo, sino con hebras.

El tacto era increíblemente suave, y notaba pequeñas corrientes de aire que parecían surgir de algún punto, como si hiciese un pequeño temporal en miniatura.

Pero estaba demasiado débil como para atinar nada más.

La Sheele se perdió por el jardín, y Kael acabó perdiéndola de vista. Pero iba volando por el mismo camino que habían seguido los tres varones, estaba claro. Parecía ser un camino de rosas.

Cuando miró con detenimiento el panorama ante sus ojos... observó su verdadera magnitud.

En el interior de los carruajes las cosas habían podido permanecer ocultas, pero allí dentro ya no parecía que nadie tuviese que ocultarse. Para la gente normal todo seguiría pareciendo normal, dentro de lo cabe, obviamente, pero para alguien con el don de ver todo aquello que podía considerarse sobrenatural, aquello era un desfile.

Era como si todo tuviese más color. Como si un arcoiris cubriese varias veces la explanada donde se encontraban.

La mayoría de gente seguía pareciendo normal, pero había una niña rodeada por, como mínimo, seis hadas parecidas a la que había brotado del pecho de Dariel. Nadie parecía verlas o prestarles atención, ni siquiera la propia niña. Había dos pares de gemelos, distintos de Charlotte y Juliette, que parecían tener poderes de algún tipo. Pequeñas esferas volaban a su alrededor, aunque nadie parecía verlas, ni prestarles atención. Nuevamente, solo parecían fascinantes para Kael, y quizá, algún alucinado más.

Dos adultos, sin embargo, parecían mejor armados, si es que esa era la palabra apropiada.

En primer lugar había un hombre, adulto, de unos cuarenta años, vestido con un traje de color blanco y barba marrón, ligeramente moreno. Varias runas de diversos colores parecían danzar a su alrededor.

Y en segundo lugar, a su lado, había otro hombre con la misma barba, pero su piel era del color de los granos de café, y su cabello, blanco. Parecía todavía más mayor, y llevaba un bastón en una mano y un parche en un ojo. A su alrededor danzaban centenares de diminutas figuras poliédricas, perfectamente definidas.

Tampoco parecía haber casi nadie que reparase en aquellos fenómenos.

Y luego estaban las gemelas... en concreto Charlotte...