Partida Rol por web

Dudé en volver a responder al merino.

Por una parte no eran en realidad asuntos míos (aunque había empatizado con la suya esposa la noche anterior hablando a solas en la cocina), y por otra parte ví que Basim pareció levantarse sin ton ni son. Como si de un trance se tratara. Ello (y no tanto la interesante pregunta de Ebardo a Antonio) me callarme por momentos. Luego ví cómo el árabe era llamado por la voz, y Ebardo lo retenía contra su encantada (al parecer) voluntad.

Sí, será mejor seguir -asentí a Ebardo-. Vayamos a indagar un poco, ya que está visto que no podemos dormir. Cojamos a las mulas y andemos -tenía mi lanza apoyada en un árbol, et que cogí el escudo y me lo colgué a la espalda antes de tomar mi arma. Luego tomé la mula-. Lo de Antonio tendrá fácil solución luego con una charla -le advertí, para que supiera que no nos olvidaríamos del asunto-. Indaguemos.

Levantáis el campamento y seguís a la voz hasta llegar a un claro del bosque del que parece provenir. Pero por más que miráis no véis nada. Asimismo, la voz se ha dejado de escuchar. Desaparecida la música no se oye más que el viento entre las ramas de los árboles

Mientras camináis, el merino responde a las palabras de Ebardo e Inés-ya os dije que no lo visitaba¿qué insensato se mete solo en este bosque?- Parece muy seguro de lo que dice. Cuando llega al claro y deja de escucharse la voz maravillosa que os tenía medio embrujados, se para y dice-¿Ahora qué?

Seguís caminando hasta que llega el amanecer más por inercia que por ganas de caminar. Entónces el merino se para junto a un árbol donde hay dos perros muertos. Uno está con la cabeza machacada y otro con el cuello roto. Cuando os paráis, las ramas del árbol se mueven ligeramente por efecto del viento.

Antonio se para junto a los cuerpos de los perros, se agacha y dice-son los perros de Felipe, el padre del bebé

La voz seguíase escuchando, aunque en esos momentos podía seguirla siendo consciente de lo que hacía. Mas cuando llegamos a un punto en el que pensábamos que encontraríamos su origen, nada hallamos y, para mi congoja, la voz había dejado de escucharse. Para mí descubrir de donde venía aquel canto y quién era su dueña^(*) era lo más importante en aquellos instantes y, por tal motivo, ni siquiera había prestado atención a la conversación de los otros, hablando de temas que no sabía a qué se referían.

Pero había que seguir adelante, nuestra misión así nos obligaba y, a duras penas por el cansancio, seguimos avanzando por aquel siniestro bosque hasta que nos dimos de bruces con los perros muertos.

—Pobres animales.

Me estremecía al sentir el viento al igual que lo hacían las ramas de los árboles, mirando con recelo todo a mi alrededor. Quizás el culpable de aquella matanza aún estuviera por allí, o quizás lo que encontráramos fuera alguna pista que nos llevara hasta el causente de aquellas muertes. Sólo esperaba que la mujer y el niño no hubieran corrido la misma suerte.

¿Han podido ser los banditos que decíais en la aldea, Antonio? -le dije al merino-. Observé a los canes, allí muertos.

Ningúna voz ha podido hacer ésto -lo dije en alto, para que cualesquier miedo si cabía en ellos se apartaran de mis compañeros-. Sin duda que alguien de carne y hueso ha hecho esto. Quizá el padre de la criatura se ayudó de estos animales... Pero no quiere decir que el dueño haya corrido la misma suerte: si los hechó a olisquear, puede que acabaran lejos de su amo.

Te das cuenta de que no corre nada de aire, salvo aparentemente en las ramas del árbol. Pero las copas de los árboles cercanos tampoco parece que agite el aire. También tienes la extraña sensación de que el árbol os está mirando.

El merino evalua lo que le dice Inés.-No, una voz no ha echo esto. Tienen que haber sido los bandidos. Puede que Felipe estuviese cerca de ellos y le mataran a los perros para que no les siguieran el rastro. Lo que me extraña es que parece que los han matado de un solo golpe, con un arma contundente. Hay que ser muy fuerte para dar muerte a estos canes de un solo golpe- Los perros eran grandes y fuertes, lo suficiente para ser un problema para un hombre. Quien los mató no les dejó la más mínima oportunidad. -Felipe quería a estos perros más que a su vida, no puede estar muy lejos.

Ebardo se acuclilló junto a los perros y examinó los animales así como el terreno en torno a ellos. En concreto buscó rastros de pelea. Su primera hipótesis era que los perros estaban cazando a aquel que les había dado muerte, en cuyo caso debía haber pisadas.

-No creo que un solo hombre haya podido deshacerse en cuerpo a cuerpo de dos perros como estos sin recibir ninguna herida. Buscamos a más de un omne. Quien le partió el cuello debe tener la fuerza de un oso y la cabeza de un chorlito para agarrarlo mientras este lanzaba dentelladas... a menos que llevase puesta una armadura.

Se frotó los ojos irritados por la falta de sueño.

-No hemos dormido en toda la noche y seremos muy vulnerables si pasamos otra noche en este bosque sin dormir. Hemos de dormir algo de día. Si nos enfrentamos cansados a unos bandidos capaces de deshacerse con tanta facilidad de estos perros, no tendremos ninguna posibilidad.

Ebardo empezó a preguntarse si ofrecerse para esta empresa no había sido un error.

Luego se dirigió al merino.

-¿Quedan lejos las tierras y el castillo del Barón de Brosky? Extraño nombre, por cierto. ¿Do digistéis que procedía?

Estámos cansados, pero si paramos ahora puede que seamos incapaces de encontrar a Felipe. Pero lo dejo en vuestra mano, este parece un sitio tan bueno como cualquier otro para descansar.-Lo dice con aparente gesto de cansancio, pero resuelto a seguir si hiciera falta.

A la segunda pregunta de Ebardo, se encoge de hombros y dice-Respecto a las tierras del barón...no se dónde estámos, así que no puedo decirvos si quedan lejos o cerca. El barón venía de tierras lejanas, mas no se de dónde.

Estemos donde estemos, el cementerio no debe andar lejos -añadía-. Una vecina que vive muy cerca de la madre de la criatura me lo comentó. Me lo comentó al igual que otros rumores acerca de ese tal señor "Bronsky" o cualesquiera sea su nombre. ¿Ni siquiera sabéis los rumores del vuestro pueblo? -le espeté con la mirada un instante, acusadoramente-. Tened a bien el traernos aquí para un rescate, pero no para morir inadecuadamente y sin necesidad, vos queda dicho y avisado -adviritiéndole-. Podemos buscar el cementerio, si os place. Quizá, bandidos o el propio Felipe, se haya refugiado en sus muros.

Podemos buscar el cementerio, si os place.

Busquemoslo. Así al menos sabremos donde estamos e si tenemos que pasar la noche, no oiremos canciones encantadas. Que los muertos son más de guardar silencio.

Miraba nervioso a mi alrededor y la quietud que había en aquel lugar poníame los pelos de punta. No corría brisa alguna entre las copas de los árboles y sólo parecían agitar levemente alguna que otra rama. No me gustaba nada aquel lugar y cuando el Ebardo habló de acampar, negose en rotundo a hacerlo en aquel lugar.

—Aquí ni loco me quedo. No sé si os habréis dado cuenta pero hasta los árboles nos vigilan. —Por lo menos esa era la sensación que yo tenía del árbol más cercano a mí.

—Vayamos pues al cementerio. —Estremecime de pensar en alterar la paz de los muertos, fueran cristianos o musulmanes, pero no ocurríaseme nada mejor que hacer—. Hay muchas historias que parecen rodear a este lugar, mas hay una que ma mantiene intrigado, por mucho que haya sido un borracho quien la contara... El jinete sin cabeza...

Dejé la frase que se perdiera pues dábame cuenta que quizás mis compañeros empezaban a tomarme por un loco.

Claro que se los rumores de mi pueblo, ¿qué os creéis? Responde Antonio enfadado a Inés dando la espalda al árbol.-Que si este bosque está embrujado...que si criaturas...¿árboles que nos miran? por qué no...que se yo que más pueden contar-lo dice con gesto de burla, como imitando a las cotillas del pueblo y un poco a Basim. Busquemos pues el cementerio, este mapa no sirve de nada-lo dice con desprecio y tira el mapa al suelo.

Entónces las mulas y el caballo de Ebardo se encabritan, saliendo desbocados. El árbol que Antonio tiene detrás empieza a moverse, primero saca sus raices de tierra y después se queda detrás de Antonio y frente a vosotros. Es una criatura grotesca, parece como si tuviera ojos y boca en el tronco.

Antonio es ajeno a esto y sigue de espaldas a la criatura, mirando a las mulas y los caballos Pero qué...