Partida Rol por web

Desde la taberna hasta llegar a aquel maldito bosque, mi cabeza parecía haber perdido la noción del tiempo. Cuando escuché los gritos, sabía que había llegado el momento de enfrentarme a el peor de mis temores. 

Sabía que cerca había personas, y por las voces, parecía que no estaban en el mejor de sus momentos. No es que yo me caractericé por ser un tipo servicial, pero cuando la muerte llama a las puertas de las personas, siempre intento ayudarles a escapar por la maldita ventana.

-"Por lo más sagrado"-susurré para mis adentros mientras sacaba el hacha en dirección a aquella bestia. -"¡Qué nada ni nadie te purifique!"

Dicho esto me lancé al combate. 

Llegásteis a Campoviejo cansados por el viaje. Fuisteis a la taberna para buscar acomodo, os sorprendió el silencio que reinaba en el lugar, como si les hubieran quitado algo, no había alegria en sus gentes. Al poco apareció una mujer que se debió de enterar de vuestra llegada por las gentes del pueblo, parecía desesperada, os ofreció dinero si le traíais a su esposo con vida. Vosotros que necesitábais llenar la bolsa y algo de caballeros teníais decidísteis aceptar el trabajo, os parecía cosa sencilla. Meteros en el bosque y seguir a alguien que se había perdido el día anterior con tres aventureros y otras tantas mulas, pan comido pensásteis.

Pero el bosque presentaba un aspecto inusual, no había follaje en las ramas, no se oía a ningún animal y al poco de andar perdísteis el rastro. Lo único que se oía era el incesante viento y apenas podíais ver a unos pasos de distancia por culpa de la maldita niebla.

Sea como fuere el viento fué cesando, os cruzásteis con un puñado de mulas y un hermoso corcel que huían despavoridos. Empezásteis a oir sonido de lucha, gritos de batalla y dolor. Os apresurásteis en llegar al lugar del que procedían dichos sonidos y os encontrásteis con una escena de lo más inusual. Pues un par de hombres, un moro y un cristiano se encontraban luchando con lo que parecía un ¿árbol?¡ Sí, estában luchando contra un árbol! Tendidos en el suelo por la gravedad de sus heridas se veían a un hombre y a una mujer ataviados con ropa para el combate y sus armas al lado caidas de cualquier manera, también se veían un par de canes muertos. El árbol presentaba un aspecto aterrador, moviéndose como un hombre y golpeando con sus ramas. Ahora parecía que golpeaba al cristiano, pero este paraba con la bastarda el ataquepara acto seguido clavarla en el tronco sin que la bestia-planta se inmutase aparentemente. En vuestras manos estába salvarlos o dejarlos a su suerte. Más quien sabe, puede que entre esos hombres se encontrase el hombre que buscábais, que no era otro que el merino de la aldea.

Resintiéndome del fuerte golpe que me había lanzado a una distancia prudencial del maldito árbol y viendo como todos caían uno a uno, incluso la joven vestida de metal, la mejor decisión que podía tomar era hacer caso de las palabras de Ebardo y salir de allí por pies. Si conseguía escapar y buscar alguien que nos ayudara quizás tuviéramos una oportunidad y, si alguno quedaba con vida, siempre podía aplicar mis conocimientos para salvarles la vida.

Prepareme entonces para la huida, intentando no darle la espalda a las ramas que golpeaban con tanta fuerza y, a la desesperada, comencé a mover mi gumia intentando frenar los golpes que parecían caer de todas partes.
 

Caminaba atento al camino, pues sabía por habladurías que en el lugar había bandidos o tal vez algun animal salvaje rabioso. cuando vió a aquel ser se santiguó inmediatamente y tomó armas. Dios mio

Corrió hacia este y preparó el escudo. Había un moro entre ellos, pero toda alma merecía ayuda contra un ser del diablo como aquel.

Aparecen de la nada dos hombres que se prestan a ayudaros lanzándose contra la Mandrágora. Solo se posicionan y defienden, preparandose para atacar en el siguiente asalto. Ebardo continua atacando a la criatura y le vuelve a raspar la corteza, pero no parece hacerle mucho daño, la criatura gruñe pero no de dolor, si no de rabia ante los invasores de su bosque. Empieza a lanzar sus ramas contra vosotros, pero es demasiado lenta como para impactaros, salvo a Carlitos que lo alcanza en el brazo en el que empuña el hacha, pero su gambesón reforzado logra frenar la mayor parte del golpe no dejando más consecuencias que un gran moratón y el dolor por el ramazo recibido. Pero nada que el soldado curtido en mil batallas no sea capaz de soportar.

Ebardo sintió una enorme gratidud hacua los recién llegados. Dios, en su misericordia, no les había abandonado.
Sintió que le volvían las fuerzas y se entregó al ataque con entusiasmo aunque sin demasiado éxito.

-Talad compañeros, talad!!

Aquella cosa parecía tener una fuerza enorme, visto lo que un simple roce provocó en el soldado. Roldán aferró con más fuerza su escudo y se dispuso a acabar con la bestia.

Alá era misericordioso y en su infinita bondad no iba a permitir que uno de sus siervos muriera de aquella manera. Refuerzos llegaban ya en nuestra ayuda, fuertes y con armas. Y yo, un inútil que apenas sabía sujetar la gumia entre las manos, sólo servía para dificultar las acciones de los que sí sabían combatir. Lo mejor que podía hacer era escapar, ayudar a los caídos que de esas cosas sí sabía, y mirar desde prudencial distancia la pelea. Si alguno de los otros caía también, quizás habría que pensar en prender fuego a ese árbol llegado de los abismos del mal.

Y eso fue lo que hice. Al ver como los dos nuevos insensatos que se habían adentrado en el bosque cargaban contra el árbol, aproveché para huir, apartándome lo suficiente para que una de sus ramas no volviera a alcanzarme. Ahora lo importante era comprobar la gravedad en las heridas del merino y de la joven Inés.

-"Madre del amor hermoso"-dije en voz alta mientras me agarraba el brazo en el que aquella horrenda criatura me había atacado. Era la hora de hacerla desfallecer. 

Carlitos como respuesta al ramazo que recibió descarga toda su furia sobre lo que debe ser la cabeza de la criatura, esta suelta un alarido terrible que resuena en todo el bosque y ante vuestros ojos se marchita y queda inmóvil, aparentemente muerta. Ebardo y Roldán clavan sus filos pero ya no hay respuesta por parte de la bestia-planta. Mientras que Basim se aleja del combate por lo que pudiera pasar. Habéis vencido, o eso creéis, pero el coste ha sido elevado. El merino no para de echar sangre por la boca y se tambalea inconsciente, Inés está inconsciente, Ebardo, Carlitos y Basim heridos...parece que las habladurías de la gente eran ciertas.

Tras pegar el último hachazo con furia y observar que aquel maldito ser ha dejado en paz este Mundo, me dejé caer sobre un árbol cercado observando la situación. Entonces me percaté de la situación de dos de los allí presentes. Uno de ellos era aquel al que debíamos de buscar. Y su situación no es que fuera bastante buena. Pero la de aquella joven tampoco parecía ser la mejor. Encima pude observar como aquel maldito moro se escapaba, temiendo a la muerte. 

-"Maldita sea, maldita sea"-dije mientras me acercaba primero al merino. Intentaría curarlo, con algo, como fuese... Aunque no tenía mucha de todo aquello relacionado con el sanar. -"¡Tú!"-le dije al moro.-"Ya no hay peligro, ayúdame".