Partida Rol por web

Estaba pensando en si perder el tiempo en desabrocharse el gambesón e permitir que Basim le aplicara su ungüento, no porque creyese que un simple ungüento le pudiera sanar las serias feridas producidas por el ataque del árbol sino porque dando gusto al moro, esperaba que este accediera cuanto antes en acompañarle en la búsqueda de los caballos, cuando escuchó las palabras del recién llegado.

Cesa tu brujería Moro, tal vez Alah vos permita la brujería, pero un buen cristiano no la debe aceptar nunca.

-Y dale con que todos los moros son brujos. ¿qué extraña fijación tienen las gentes de por aquí? ¿Qué clase de superstición es esa? ¿quién os ha metido eso en la cabeza mi buen señor?

La discusión de los ungüentos y las brujerías le parecía una perdida de tiempo. Los caballos podían estar asustados y alejarse a cada instante. Eso si los bandidos no daban con ellos e se los quedaban. Ebardo comenzaba a angustiarse con el retraso.

-Dejemos las curas para después, no he de perder tiempo en quitarme el gambesón hasta encontrar a Brunelo.

E lo llamó en voz alta por su nombre.

-Bruneeeeeelo

Ya ni siquiera esperó que los recién llegados o Basim le acompañasen. Inés e Antonio quedaban en buenas manos. Ahora sólo le preocupaba su montura.

—¿Brujería? Sólo son hierbas mi señor... Sabiendo como combinarlas pueden hacer mucho bien.

Pero no iba a pasarme el tiempo con discusiones, si aquel hombre quería creer que todo era cuestión de brujerías no iba a ser yo quién le dijera lo contrario, al fin y al cabo yo era un infiel en tierra cristiana y poca credibilidad tenía. Mi bálsamo no hacía portentos pero sí podía aliviar los males.

Resignado, gireme hacia Ebardo, aquel joven era tan testarudo que no haríame ningún caso, así que viendo que allí no era bien recibido por aquellos que nos habían salvado, preferí ser útil ayudando a Ebardo a buscar los caballos, de esa forma no alejaríame demasiado del joven y, una vez encontrada las bestias, podría por fin intentar aliviar sus dolores.

—Espera... Acompáñote.

Roldán logra estabilizar al merino, parece que este ya no pierde sangre y está mas relajado. Aún yace inconsciente pero fuera de peligro. Carlitos por su parte se dedica a intentar encontrar algo de valor entre los restos de la criatura, pero todo le parece un amasijo de leña inerte, de modo que no coge nada. Ebardo y Basim se van a buscar los caballos, perdiendose más allá de donde llega la vista. Inés se recupera poco a poco tendida en el suelo.

Ebardo se aleja del grupo acompañado de Basim. Después de intentarlo con todo su empeño, tiene que reconocer que no tiene ni la menor idea de a dónde pueden haber ido los caballos. Brunelo no responde a su llamada y Ebardo teme lo peor. La única esperanza que le queda es que su acompañante sea mejor rastreador que él.

-Basim, no soy capaz de hallar ni rastro de los caballos. Si tú tampoco puedes seguirles la pista, será mejor que volvamos.

Al decirlo, se le hace un nudo en la garganta.

-Esperemos que los caballos encuentren el camino de vuelta a la casa del merino.

Yo sólo había ido a acompañar a Ebardo para asegurarme que no caía en medio del bosque por culpa de sus heridas, ya que de rastreos y cosas de esas poco sabía. Aún así puse toda mi buena intención en buscar algún indicio que indicárame por dónde pudieran haber ido los caballos, pero para mí la tierra cubierta de hojas, las ramas de los árboles y las piedras que se veían eran todas iguales.

—Seguro que estarán bien. Ya te lo dije, los caballos son animales muy inteligentes y no quedaranse aquí sabiendo que pueden correr peligro.

Aún seguía queriendo echarle el bálsamo, y a poder ser a mí también, y esperaba que Ebardo no siguiera con su cabezonería pues después de haber visto el comportamiento hacia mí del caballero no quería tener que aguantar de nuevo sus malas palabras.

—Déjame que te cure ahora.

Esperé a que se quitara el gambesón para aplicarle el bálsamo sobre el pecho en un intento por aliviar el dolor que debía estar sintiendo. Acto seguido hice lo propio conmigo.

Ebardo se quitó el gambesón y se dejó aplicar el ungüento aguantando el dolor interno que le produccía la fricción que Basim realizaba en su pecho al aplicarlo.

-Uf!. Siento como si ese golpe hubierame roto por dentro. Es tal el desaguisado que duéleme cada vez que tomo aire.

La cura de Basim tuvo un efecto reconfortante que Ebardo agradeció profundamente.

Cuando Basim hubo terminado, Ebardo se volvió a colocar el gambesón y trató de encontrar el camino de vuelta para reunirse con el resto del grupo.

-Ineeeeees, Antonioooooo. Vaya, nuestros salvadores no nos dijeron sus nombres. Ineeeeees, Antonioooooo.

Al poco tiempo vuelven Ebardo y Basim sin las mulas y el caballo. No se han alejado mucho y quizás eso les haya salvado de perderse aún más en el bosque. Lo cierto es que se les ve cansados, a ellos y a Inés. Llevan toda la noche sin dormir y el cansancio pasada la adrenalina del combate está haciendo mella en ellos, amén de las heridas sufridas.

Roldán y Carlitos están frescos, apenas unas horas de caminata, pero si les dicen dónde están no sabrían decirlo. Y si miran atrás, jurarían que el bosque no era así cuando ellos pasaron por el. Aunque puede que se deba a la niebla que hay alrededor.

El merino no puede caminar, está fuera de peligro pero sus heridas se pueden abrir. Alguien tendrá que llevarlo. Inés a duras penas logrará andar, aunque retrasará la marcha del grupo...aunque no más que llevar al merino a cuestas.

-Amigos salvadores, las piernas no me responden de puro cansancio pues no hemos pegado ojo desde que salimos ayer al amanecer de la casa del merino y me temo que seré de bien poca ayuda si no descanso antes unas hora

-No quisiera abandonar la búsqueda de la esclava e del bebé, pues temo mucho por sus vidas en este bosque habitado por seres de pesadilla.

-Quizá debamos aguardar a que Antonio e Inés vuelvan en sí y aprovechar ese tiempo para descansar. E luego que uno de nosotros les acompañe hasta su casa mientras el resto continuamos la búsqueda.

En esto que Ebardo no acababa de creerse el efecto de sanación del ungüento de Basim que había eliminado varias contusiones como por arte de magia. La magia que siempre había creído circunscrita a los cuentos para niños, en este bosque parecía extenderse al mundo de los vivos. Este hecho le producía una gran consternación y de vez en cuando miraba a Basim sin saber lo que pensar. Decíase a sí mismo que era fruto del cansancio, mas en el fondo cada vez tenía más por seguro que esta brujería era real e Basim por tanto... un brujo. No!!!. No lo creía. No lo quería creer.

Yo apenas había llegado a dormir un poco, pues la voz habíame llamado como en un sueño antes de que pudiera descansar algo más, así que encontrábame tan agotado como bien decía Ebardo que estaba él. Pero no sólo era sueño lo que tenía sino también hambre.

—Comer un poco y descansar vendranos muy bien. No podemos seguir por este bosque con dos malheridos a cuestas y el dormir y el descansar son tan buena medicina como el mejor de los ungüentos. Quizás sería buena idea intentar hacer una hoguera, esta niebla es tan densa que el frío métese hasta en los huesos.

Saqué de mi zurrón la estera y la manta, y senteme sobre la primera para aislarme del húmedo suelo mientras colocaba sobre mis rodillas la segunda. Rebusqué en el zurrón hasta sacar el bizcocho de viaje que llevaba, tendiéndole un poco a Ebardo y ofreciéndole también al resto. Dejé también el odre a mi lado por si la sed me atenazaba en algún momento.

—No es mucho, pero seguro que el estómago lo agradecerá.

Dormid pues, yo tengo que rezar por los heridos y cuidar que sus males no aumenten.

Acto seguido sacó un libro de horas y se sentó entre los dos malheridos. Se sentía sucio tras ver la magia que había usado el moro delante suyo sin ningún tipo de pudor.
Voy a rezar, quien quiera puede unirse a mi.

Después de quitarse el gambesón y antes de echarse a dormir, Ebardo se resistió al cansancio lo justo para rezar un par de oraciones junto a Roldán.

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Después de echarse, volviose a incorporar e dirigiose a donde estaba Basim para tomar un pedazo del bizcocho que este les ofrecía.

-Gracias por compartir tu comida. Con algo sólido en el estómago, sin duda el descanso me será de más provecho.

Lo masticó con mucho gusto e tomó un nuevo pedazo. Se resistió a tomar un tercero pues las provisiones eran escasas. Era un bizcocho dulce e aromático, con los sabores a los que eran aficionados los árabes, que a Ebardo tanto gustaban e llamaban la atención.

Observé a cada uno de mis nuevos compañeros orar o echarse a dormir. La noche caía y los sonidos del bosque cada vez eran más extraños. 

-"Haré guardia por la noche"-comenté mientras acariciaba el mango del hacha. -"No quiero tener más problemas. Mientras descansan vuestras mercedes, yo me recostaré sobre un árbol. La herida del brazo no parece ser grave, así que no tendré ningún problema".

Después de compartir su escasa comida Basim se echó a dormir, no fué mucho lo que comieron, pero lesw supo como el mejor de los manjares. Ebardo oró un poco al lado de Roldán y después se echó a dormir junto a Basim, todavía no era consciente de lo cansado que estába. Inés se dejó vencer por el sueño y las heridas, descansar sabiendo que había dos personas de guardia era reconfortante tras la batalla sufrida. Roldán se dedicó a orar, mientras Carlitos hacía guardia.

Nada extraño pasó, y después de unas cuatro horas de descanso se despertaron Basim, Ebardo e Inés. Tenían que seguir el camino, al menos un poco más. quien sabe si de vuelta al pueblo o a rescatar a la mora y el bebé. Lo cierto es que estában perdidos y ninguno sabía el camino de vuelta. Tendrían que improvisar una camilla para llevar al merino.

Roldan bendijo su arma en nombre de dios, para luchar contra los males de este bosque. y después inspeccionó las heridas de los inconscientes.

Me puse en pie después de una noche sin altercados con mi hacha aún entre las manos. Las guardias no es que fueran mi devoción más sagrada, pero no me fiaba demasiado de mis nuevos compañeros. Lo cierto es que me costaba encontrar algo bueno en cada uno de los mismos. 

-"¿Hora de irse?"-pregunté en general mientras estiraba un poco brazos y piernas con el fin de calentar las entumecidas extremidades. -"Tendremos que coger algo para llevar a los enfermos, ¿tal vez algunas ramas?"