Partida Rol por web

Al poco volvió Lauriel de su inspección, dirigiéndose directamente al lugar donde estaba Estragón escondido. "Eh, no he encontrado nada....aquello está lleno de mierda de orco por las paredes y por todos lados, parece que se hubieran vuelto locos, pero me da que es alguna especie de ritual o algo. Hay una escalera que sube hasta la parte de arriba, donde estaban Jerinor y...Hathol."

Mientras hablaba contigo, Galdar salió de la torre donde había entrado con Eco y os llamó. "Eh...hemos encontrado una trampilla. Hay una habitación abajo con otra trampilla en el suelo. Venid, pero dejad a alguien de guardia."

Lauriel te miró e hizo un movimiento con la cabeza...."Ve tú, yo vigilo.". Con tranquilidad, se puso a cubierto, aproximadamente en el mismo lugar donde tú habías estado, y arco en mano siguió vigilando al exterior.

Estragón tapó el pergamino contra su pecho, para que Lauriel no lo leyese.

Es una receta. Una receta secreta. ¡Estoy actuando con total normalidad, deja de mirarme así!

El cocinero arrugó el papel y lo metió en su mochila. En cuanto a Rata, lo volvió a poner bajo su sombrero. Estaba en un buen lío. Su padre le había dado un mapa pensando que Estragón tenía el más mínimo sentido de la orientación. Shagar podría encontrar la cueva, pero él... Necesitaba un guía. Por unos segundos pensó en Lauriel, pero si no había podido encontrar ninguna trampilla en la iglesia y Galdar sí había encontrado una en la torre, tal vez la elfa no fuese muy espabilada.

Pero Galdar era Galdar. No es lo que se te viene a la mente cuando piensas en un gran explorador. Antes habría confiado en Hathol para acompañarle, pero no en Jerinor. Y como a Hathol le habían matado, tenía que pensar en otro. Alguien listo quizás con conocimientos cartográficos. Sapo estaría bien, nadie echaría de menos al gnomo. No se le coge cariño. El problema era colocar el mapa de modo que quedase en el campo de visión de sus dos ojos. ¿Eco? Pffff... Quizás Lilith, si fuese un poco más comunicativa.

¡No estoy pensando nada raro! ¡Deja de mirarme como si me leyeses la mente! Es más, no voy a seguir aguantando este inquisitivo interrogatorio, ¡me voy!

Estragón cruzó el patio hasta la torre de la que asomó el sacerdote. Hasta que encontrase un modo de guiarse con el mapa, debería ver lo que había bajo la trampilla, como en un saqueo normal y corriente.

Cuando Sapo había aceptado acompañar a la elfa de cabellos plateados a por los caballos la verdad es que apenas se daba cuenta de as consecuencias. Para él, en su intrincada mente, los caballos estaban junto al castillo. Al ver que tardaban en encontrarlos y que se internaban más y más en el bosque empezó a preocuparse.

- Lentejuela se los habrá llevado para ponerlos a salvo al ver que los orcos salían despavoridos.- Metió una de sus manos por la amplia manga del brazo contrario rebuscando algo. De pronto se le iluminó la cara.- Aquí estás. Sal perezosa.- Agarró la cola de su serpiente y tiró con fuerza para que saliera al contacto con el frío aire de la noche. Normalmente era lentejuela quien ,con su santa paciencia, guiaba a Sapo por los caminos. A falta de su mula tendría que ayudarse de Shish. Enroscada en su muñeca la pequeña serpiente sacaba fuera su lengua bífida en busca de partículas olorosas dejadas por los caballos y la mula.Al igual que su serpiente, Sapo se enroscó prácticamente en una de las piernas de Lilith.- Tengo miedo.

Estragón entro en la torre, seguido de Galdar. Al parecer, el semi-orco había tenido alguna discusión fuera, por las voces que se oyeron antes de entrar....

Al entrar, el semi-orco tuvo una arcada por el fuerte olor a Orco y a Ogro que impregnaba la estancia, pero como estaba medio acostumbrado, no tuvo problemas en contenerla. El suelo del lugar estaba cubierto de alfombras superpuestas unas a otras hasta cubrir todo el perímetro, pero habían sido levantadas hasta la mitad de la estancia y justo en medio, había una trampilla de madera con una arandela de hierro abierta, por la que estaba oteando, en esos momentos, Eco, con una antorcha en la mano....

Unas escaleras de piedra conducían a los pisos superiores de la torre. 

Agggh, quítame esa luz de delante de la cara, Eco-dijo por la antorcha-. Lo único más molesto que entrar en la leonera de unos orcos es entrar en la leonera de unos orcos y que un cartero irritante te esté deslumbrando tu infravisión.

En realidad, esta era la primera vez que Estragón entraba en la leonera de unos orcos, pero a pesar de no contar con experiencias previas con las que comparar, las palabras del cocinero no dejaban de ser menos ciertas.

¿Ya mirasteis arriba? ¿Las alfombras estaban así cuando llegasteis?

Estragón bajó a Rata hasta las alfombras, y le dió un pequeño empujoncito con la bota para que fuese bajando al sótano por delante de él. Tenía el de que Eco y Galdar cerrasen la trampilla dejándole encerrado si bajaba él. Después de todo, ya no le necesitaban: en Fairhill había establecimientos que servían una comida (casi) tan rica como la de Estragón, y el doble de higiénica. Le encerrarían aquí para sustituír el peso del caballo en el que vinieron por armaduras malolientes de orcos que poder vender luego.

Uh... ¿Vosotros también váis a bajar, verdad?

Si te propusieras ser igual de atento que cortes, no llegaríamos a salir vivos de normal. -Por lo visto, el gran semiorco debía tener alguna historia olvidada con un cartero, una carta, o quizás algún matasellos.

Tengo cuerda, si la mantienes, bajare.

Ambos se extrañaron al no encontrar los caballos donde los habían dejado, pero gracias a Sapo y a su serpiente, lograron encontrar el rastro de los caballos perdidos. 

En efecto, a unos 150 metros de distancia, internándose en el bosque, estaba lentejuela rodeada por los caballos de los demás, con una oreja levantada mirando hacia ellos, pues aunque no hacían mucho ruído, la montura de Sapo estaba atenta y alerta por cualquier peligro. 

Notaron enseguida que los caballos estaban nerviosos, temblando, pero lentejuela se acercó a su amo, para darle un golpe con el hocico, como un saludo de bienvenida. El resto de caballos, siguieron sumisos a la mula, como si fuera "mamá pato". Evidentemente algo los había asustado....probablemente, la patrulla de Orcos que habían salido buscando a la patrulla perdida...o no.

No tardaron en tranquilizarlos y volver al castillo. 

No tardaron en regresar al castillo, donde Lauriel, que vigilaba en el sur del castillo, les dijo que tanto Eco como Estragón estaban en la torre Sur-oeste. 

Dejaron a Jerinor a cargo de cargar los caballos con las cosas seleccionadas y se reunieron con sus dos compañeros y con Galdar dentro de la torre. 

Una vez allí, vieron que Estragón y Eco estaban discutiendo en mitad de una estancia cuyo suelo estaba lleno de alfombras. El olor era espantoso, olía a Orco y a Ogro de forma persistente, tanto que tuvieron arcadas, pero consiguieron contenerlas. Las alfombras con aspecto asqueroso, llenas de mugre, orines y restos de otras cosas no identificadas, estaban levantadas, dejando ver una trampilla de madera con una arandela de hierro. 

Eco sostenía una antorcha para iluminar el interior de la habitación, donde no había otra luz que la poca que entraba por la puerta, reflejo de la luna en el suelo....

Os asomasteis a una cámara oscura y mohosa de la cual no hubo forma de calcular las dimensiones del todo por la poca luz entrante (o a causa de ella), pero que deducías que no debía ser mucho más grande que la actual. De abajo subía un fuerte olor a humedad. El lugar estaba bajo la guarida de los orcos y encontrasteis un verdadero caos. Subían fuertes olores, aparte del olor a moho y humedad, pero era difícil identificarlos, debido a la peste reinante. Por todas partes hay trozos de muebles antaño hermosos y los restos de tapices desgarrados yacen diseminados por el suelo como si un vendaval hubiera pasado por allí. Hay una trampilla en el suelo de la habitación de debajo vuestro, en el centro mismo de la habitación y el área que la rodea está completamente limpia de restos, como si alguien los hubiese apartado a propósito.

La tenue luz de la antorcha que portaba Eco no era suficiente para poder ver con claridad desde ahí arriba, por lo que, había que bajar. El problema es que no había forma de bajar, excepto saltando o volando. Cuatro metros de caída libre se presentaban ante vosotros, desde donde estabais hasta el suelo de abajo. 

Rata, animada por su amo, tanteó el borde y entró, desapareciendo en el lúgubre agujero. Estragón no tardó en recibir un sentimiento de intranquilidad y nerviosismo por parte de su familiar. 

"Dame un cabo de la cuerda, Eco, yo sujetaré...que me ayude alguien más." dijo Galdar.*

¿Por qué todos los subnormales se me pegan al culo...?-pensó para sí.

No es que dude de tu capacidad para ser uno de los dos que sujeten la cuerda, Galdar... pero mejor vamos a hacer las cosas bien, ¿sí? A fuego lento. Traed uno de los caballos cerca de la entrada a la torre. Atamos un cabo al coso ese que sobresale de la silla de montar como si fuese un pomo de puerta... y el otro cabo lo tiramos por el bujero.

Estragón cogió una de las alfombras y la estiró en el borde más cercano a la entrada para que la cuerda no se frotase con la arista. Al hacerlo, miró con preocupación a la oscuridad. Él sí podía ver, pero no era capaz de ubicar nada que pudiese poner nervioso a Rata... y esa incertidumbre le estaba poniendo nervioso a él. Rata era lo único que le quedaba en esta vida, si la perdiese ahora...

El cocinero estiró la mano hacia Eco.

Está bien. Yo no te caigo bien, y tú no me caes bien a mí... ni a nadie, Eco. Pero si me dejas un momento tu antorcha, puedo bajarla flotando a media altura con mi receta de mano de mago. Así podremos iluminar para que nuestra arquera haga brochetas con lo primero que se mueva, y que espero que no sea Rata-miró a Liilith con gesto de desaprovación-. Más os vale que no disparéis a Rata, o si no...

Sapo llegó correteando con los ojos curiosos bien abiertos y las pupilas dilatadas. Él, al igual que Estragón, podía ver bien en la penumbra por lo que se asomó al agujero colocándose de rodillas en el borde. ¿Qué hacían todos allí mirando? No podía resistirse.

- ¡Puaj!- Hasta entonces no se había dado cuenta del olor y, acostumbrado ya a las flatulencias del cocinero, clavó uno de sus ojos en él, acusándole con la mirada. Parecía que había una discusión acerca de quién bajaría y como. Se incorporó de nuevo y se colocó junto a Galdar.- Yo te ayudo.- Se ofreció a ayudarle con el cabo de la cuerda. Lo decía totalmente en serio, sin rastro de mofa en el tono de su ofrecimiento. No se daba cuenta el pobre de que tenía menos fuerza que las flatulencias de un elfo. El caso es que él , lo que se decía bajar trepando pro la cuerda, no lo iba a hacer. Si querían que bajase tendrían que atarle la cuerda a la cintura y descenderlo suavemente. Total, no pesaba mucho.- Seguro que Rata encuentra amigas ahí abajo.

La idea de Estragón no le sonó mal al clérigo, así que se acercó a por el caballo, trayendo consigo tanto un caballo como a Lentejuela, que le seguía detrás, al parecer con ideas propias...o no queriendo separarse mucho de su amo, ahora que se habían vuelto a encontrar. 

Tras atar la cuerda al caballo, comprobaron que estaba firme y Galdar se quedó mirando a Estragón, el cual comprobó con la antorcha de Eco que abajo no había peligro. Lo único que pudieron ver era que la habitación terminaba apenas un par de metros más allá de hasta donde habían podido ver por la escasísima luz que entraba de fuera, pero todo parecía tranquilo y en orden. Lilith permaneció vigilante, apuntando hacia abajo con el arco. Estragón bajó con bastante agilidad por la cuerda, demostrando una fuerza digna de su raza. Fue curioso verlo bajar con tanta precisión. El cocinero se aseguró que no había peligro abajo y tras buscar un poco, vio a rata royendo un trozo de pata de un mueble, enfrascada en la tarea con sumo gusto. 

En mitad de la estancia puede ver la trampilla, mientras encima de él tanto Eco como Lilith bajan por la misma cuerda, pero con muchas más dificultades. Nadie había podido igualar la destreza de Estragón bajando la cuerda. Unos momentos después, Galdar baja a Sapo, para, por último, bajar él. Antes de bajar, Sapo le ha pedido a su mula que esté tranquila y cuide del otro equino...a lo que la mula le ha contestado enseñando los dientes y acercándose al otro caballo, que agacha la cabeza moviendo las orejas ligeramente. Al parecer, tiene más ganas de dormir que otra cosa.  

Con todos abajo, podían centrar su atención en el suelo. La trampilla está sellada con clavos de plata y un gran número de lo que parecen ser cuñas del mismo metal están metidas a presión entre las grietas, formando un cuadrado casi completo de plata alrededor del perímetro de la misma. Hay varias runas sobre la trampilla. También hay una inscripción que os resulta muy familiar. 

Estragón se percata de que algo raro sucede ahí...hasta que lo ve. Las cuñas son...monedas. Los orcos (o alguien) han clavado lo que parecían ser cuñas de plata en la trampilla para sellarla....¡desde éste lado!. 

Galdar, que se percata de lo mismo al ver a Estragón mirando fijamente la trampilla, murmura "La plata es una barrera tradicional contra los muertos vivientes.....". 

A alguno de los presentes le recorre un escalofrío por la espalda cuando recuerda el rumor del "vampiro del castillo"....

Estragón se había percatado, gracias a acercarse tanto a las alfombras para moverlas antes de bajar, que casi todas las alfombras estaban inservibles, pero que tres de ellas podrían salvarse tras una concienzuda limpieza, con un valor aproximado de 250-300 dragones de oro cada una. Eso sí, tendría que ser alguien con un estómago muy fuerte para atreverse a lavarlas, no era tarea fácil, llevaría un tiempo y varias lavadas, eso seguro. 

...y la guindilla es una barrera tradicional contra las lenguas poco acostumbradas al picante. No me vengas con monsergas, Galdar. Por lo que sabemos, esas monedas de plata pueden haberlas colocado en la trampilla por pura superchería. Lo más probable es que los orcos ni siquiera se hayan atrevido a abrirla.

Por mucho que dijera eso, él era medio-orco medio-supersticioso, así que tampoco se habría atrevido a bajar otro nivel. Estragón se había puesto de malas porque notó a Rata inquieta, y después de haberse preocupado por ella resulta que no había ningún motivo para estarlo... por lo menos en este primer sótano, y se había encontrado a su mascota tan tranquila. Por eso contestó de malas maneras a Galdar.

Registrad los muebles, gandules. Tal vez quede algo de valor entre estos trastos. Un ataúd de madera de la buena, o algo.

Estragón se puso a abrir cajones. Al cabo de un par de minutos buscando, dejó caer algo. No un objeto, pero sí un comentario.

¿Sabéis? Creo que me voy a llevar tres de las alfombras que cubrían el suelo allá arriba. Al azar... la azul con ribetes negros, la marrón con decoración floral marrón claro y la tupida de piel de lobo gris. Así... por decir unas. Estarían bien para decorar mi restaurante, cuando lo abra. No es que crea que sean valiosas, y vaya a venderlas a vuestras espaldas para quedarme con el dinero sin deciros nada... Jajaja... aaaaah... No, claro. Sabéis que yo nunca haría eso, ¿verdad? Además... ¡Yo las vi primero! Bueno... Galdar y Eco entraron primero en la torre, pero solo porque yo me ofrecí a vigilar. Esas valiosas alfombras son tanto mías como vuestras. ¿Dije valiosas? No. Son... alfombras de un precio normal. Sí, eso. No tienen ningún valor. ¡Dejad de interrogarme! No os estoy ocultando nada.

- Jijiji.- Sapo se reía cuando vio a Galdar hacer un nudo con la cuerda. Pero dejó de hacerlo cuando éste se le acercó para ponérselo alrededor suyo.- No me toques.- Le advirtió el gnomo. Por bien que le cayera el clérigo no iba a dejar que le tocara con esas manos. Él mismo se puso el nudo alrededor y dejó que lo descargaran al interior de la planta inferior. El gnomo disfrutaba con aquello, como un columpio, girando y girando en torno al eje que era la cuerda. Pero no duró mucho su alegría pues Galdar no estaba para juegos y la distancia no era tanta como para dar vueltas mucho rato. A disgustó se desató la cuerda y dejó que el clérigo bajara.

Lo que encontraron allí abajo era sorprendente. ¡Una trampilla! Eso significaba una puerta a otra habitación inferior. Pero lo sorprendente era que ésta estaba sellada de mala manera con monedas de plata a lo largo de todo su perímetro. las protecciones de plata nunca duraban mucho tiempo pues la codicia de los humanoides era peor que el desgaste del paso del tiempo.

- ¿No había un liche por alguna parte? Aquí sería un buen sitio.- Dijo ignorando, no adrede sino porque ya estaba concentrado en tratar de descifrar aquellas runas. ¿Habrían llegado a tiempo antes de que Vortigen entrara ahí abajo o era él el que había sellado la trampilla? Desde luego no pensaba que los orcos, viendo a Estragón y su hermano, llegaran a pensar tanto. Pasó su pequeña mano por la inscripción que le resultaba tan familiar.- Si digo lo que pienso a lo mejor abro esto.- Pocos podían entender bien la compleja mente de Sapo pero por su cabecita se pasaba una palabra de mando, aquella que se escondía entre el enrevesado diseño del amuleto del mago, aquel que les había robado Vortigen a la fuerza y que Sapo había memorizado.

Eralion, eralion, eraaaaliiioooon...

Lilith se quedó embobada mirando el cierre plateado del suelo como si fuera un cuervo. Siempre le habían atraído los objetos brillantes, pero no llegaba a tocarlos. El placer de observar algo bello y resplandeciente se limitaba a eso, observar. El instinto felino de Lilith le susurraba "malo, malo", pues todo placer escondía una invitación al egoísmo y la codicia. Su padre se lo había enseñado cuando solo tenía diez años, y ella misma lo había comprobado en su carne incontables veces a lo largo de los otros ciento uno. No tocar, si no es tuyo.

Obediente a su instinto y experiencia, Lilith apartó la vista cuando se hubo deleitado con el brillo de la plata (mirando de reojo al gnomo cuyos divertidos ojos se habían clavado en las runas) y se dedicó a escudriñar la habitación en busca de cualquier objeto de valor que no fuera susceptible de alimentar la vanidad de la elfa, que crecía rápida y proporcionalmente al número de bienes que poseía. Por eso siempre llevaba pocos bártulos encima. No obstante, ella misma había tomado parte en la toma de la fortaleza del tal Vortigern y se merecía una mínima recompensa.

Como todos, la trampilla bloqueada por la plata le había abstraído hasta lo más profundo de su ser. Se quedo estático, mirando la habitación, luego la trampilla... Reflexionaba. Si, sin duda, solo veía un proceder ante tal situación, la forma más correcta a su parecer, pero dudaba de que ninguno de sus compañeros le apoyara.

Tenemos que acampar aquí hasta el amanecer, y abrir por la mañana esa puerta. Si aquí hay un muerto viviente, un vampiro, no podemos dejarlo descansando hasta que se alce de nuevo. Si esta ahí abajo atrapado, estará débil, solo se habrá alimentado, y en caso de no estar encerrado en su propio ataúd, de ratas y alimañas. Tendremos la luz del día de nuestro lado. Haciendo guardias por si os sentís más cómodos sobre la trampilla. Mientras unos preparan la zona donde descansar el resto podemos deshacernos de los cuerpos y recuperar a los nuestros y dejarlos presentables.

La Capilla de arriba ha sido mancillada, pero la raíz de este mal es más profunda que lo que hemos visto.

No miro a nadie, notaba arder su mirada en la trampilla... Volvió a examinarla, esperando ver algo, notar algo... ser consciente de algo...

¡Ja! Esa es buena, cartero. Quizás cuando yo vengue a mi hermano y el pueblo de Fairhill se libre de Vortigern y los orcos de Nagrod, nosotros tengamos tiempo para matar a ese vampiro y a un par de tarascas, de paso. Abrir la trampilla... esa es buena.

Estragón se agachó para recoger a Rata del suelo. La puso a la altura de su cara, con los labios verduzcos rozando sus bigotes de roedor.

No hagas caso al cartero tonto... Nadie aquí se alimenta de ratas. Ese vampiro come piruletas y caramelos. ¿A que sí, cosita mía? Muac, muac, muac...

Mientras hablaban y buscaban a la luz de la antorcha, sucedieron dos cosas. Una, que no encontraron mas que basura y restos de muebles alrededor suyo, absolutamente nada de utilidad o valioso. Al parecer, la sala había sido usada como trastero o basurero de la sala inmediatamente superior, previa apropiación de cualquier cosa de valor. Dos, Sapo se dedicó a hacer algo que se le daba muy bien, resolver acertijos y enigmas. Pasó su mano varias veces por encima de la trampilla mientras pensaba con fuerza (aunque él creía que lo estaba murmurando, tal era su entusiasmo y ensimismamiento). Al comprobar que no obtenía el resultado deseado, sacó el amuleto para comprobar, sin ser realmente necesario, porque recordaba perfectamente la palabra que el amuleto escondía, pero quería verificar que la inscripción y el diseño del amuleto eran iguales, como a él le habían parecido. 

Al sacar el amuleto, la trampilla, con un siseo, se abrió. El diseño brilló una única vez, así como el del amuleto, y las monedas saltaron disparadas en distintas direcciones, rebotando en las paredes como proyectiles, aunque por suerte sin impactar a nadie. 

Una tenue ráfaga de aire enrarecido escapa de la cámara inferior, tan pronto como el sello de la trampilla se rompe y libera el aire con el siseo. Un aire seco y antiguo llena vuestros olfatos con el olor de un osario al asomaros a la oscuridad. La sala que se abre debajo de vosotros, llena de velas, redomas y diversos frascos de cristal desperdigados sobre varias mesas, parece ser una especie de laboratorio. Seis estatuas, a intervalos entre mesa y mesa, rodean la sala a lo largo de los muros de la sala inferior. Una puerta cerrada, en un lateral y una trampilla, en el suelo, justo debajo vuestro, completan la escena. 

Sólo el sonido de vuestras respiraciones os acompaña en ése momento. 

Bueno, ahora que esta abierta, esperar no tendría sentido a no ser que quisiéramos ser la cena de lo que este dormitando ahí. -Miro a Sapo con ternura, como aquel que mira a un niño que no recuerda con que estaba jugando, simplemente se dejo llevar por el juego.

Se descolgó desde el borde, procurando ser lo más silencioso posible, una vez callo al suelo, noto la misma capa de polvo a sus pies, que se había arremolinado al suave impacto de su cuerpo. Se fijo en que la sala, parecía separada del mismo tiempo que había arremetido contra el castillo. Sin moverse del sitio por miedo a activar una trampa, en caso de haberla, miro en busca de respuestas en su entorno.

En un extremo de la sala, junto a un armario destartalado, Estragón se pasó la mano por la cara, desquiciado.

Aaaay... ¿no podíais quedaros quietos, verdad? Teníais que abrir la dichosa trampilla... Shóndakul, dame paciencia.

Estragón guardó a Rata bajo su sombrero. Lo primero que pensó desde su posición, sin ángulo para ver el siguiente nivel, y si había escaleras u otro salto al vacío, era que a él ya no le quedaban más cuerdas. Lo segundo que pensó era que quizás una mesa o uno de los armarios grandes podrían ser destrozados para hacer una rampa para bajar, si es que no había escaleras y de haber un desnivel no muy alto.

A continuación se acercó y echó un vistazo desde la trampilla. Ajá. Muy interesante.

¿Alguien distingue qué figuras son esas estatuas? ¿Caballos sobre sus patas traseras? ¿Guerreros? ¿Dignatarios? ¿Mujeres desnudas sin brazos ni cabeza? Será mejor que baje a ver...