Partida Rol por web

Lilith recogió las monedas de plata que se habían desprendido de la entrada y se las entregó, a regañadientes, a Sapo: Guárdalas. Si salimos de aquí sin respuestas, Shandrill podría leerlas para nosotros. 

Después se colgó de la trampilla con los pies y dejó que medio cuerpo colgara del agujero para echar un vistazo antes de dar el salto como había hecho Eco. De esta forma podría también divisar las estatuas por las que Estragón había preguntado, y buscar cualquier rastro de peligro, trampas u objetos por los que mereciera la pena bajar.

¡Qué sustito! No pretendía aquello pero lo hecho no podía deshacerse. Tomó las monedas de plata quele ofrecía Lilith tan amablemente y las guardó con celo. Quizá en un futuro pudiera hacer con ellas dos alianzas de plata y quien sabe... Sus vivarachos ojos inspeccionaban la sala que había quedado abierta. Una puerta, otra trampilla y un estupendo laboratorio. ¿es que aquel castillo no terminaba nunca?

- No me gustan las estatuas.- Para Sapo sus rostros inmutables no significaban nunca nada bueno.

Con decisión, tras la apertura sorpresiva de la trampilla por parte de Sapo, que había sacado de entre sus pertenencias el amuleto que Vortigen les había robado y lo había usado para abrirla, se descolgaron bajando a lo que parecía un laboratorio, con varias estatuas alineadas en la parte exterior, junto a varias mesas. El hedor que surgía de la sala era horrendo. 

La distancia al suelo no era mucha, apenas 4 metros, así que, descolgándose desde el borde y controlando la caída, no tuvieron problemas para bajar. Uno a uno bajaron, incluido Sapo, al que entre Galdar desde arriba y Lilith ya abajo, tuvieron que descolgar y ayudar para que no se descalabrara, a pesar de la reticencia que el hombrecito mostraba a ser tocado, pues no había otra forma de ser bajado. 

Tras bajar, todos se pusieron a husmear por la sala, soportando como podían el olor a putrefacción, algunos observando detenidamente las estatuas, otros investigando los productos alquímicos de las mesas o intentando advertir si había algún peligro en la sala. Estragón se acercó a una de las mesas, observando con ojo crítico los líquidos de aspecto putrefacto y descolorido. Todas las redomas y tubos de cristal presentaban una decoloración propia del paso del tiempo, por lo que dedujo que todo lo que allí había estaría corrompido y sería inservible, nada que pudiera salvar y usar en beneficio propio, y con toda probabilidad, eran la causa del espantoso olor en la sala cerrada durante tanto tiempo. Sapo, mientras tanto, dedujo que con una labor exhaustiva de limpieza y transportando la mayoría del material a otro lugar, se podría poner en marcha un laboratorio de alquimista*, o reabrir ése, claro. 

El siempre curioso Eco se acercó a la puerta lateral, buscando algo que sólo él sabría que sería, pero tenía una hermosa cerradura que le impedía el paso. Puerta cerrada. No parecía contener ninguna trampa, así que se dispuso a abrir la cerradura con sus herramientas. Mientras, Lilith examinaba el entorno, buscando trampas ocultas, sin encontrar nada que fuera peligroso allí. Se acercó, curiosa, a las estatuas que representaban seis guerreros vestidos con cota de malla, yelmos completos y sujetando unas espadas por el pomo con sus manos justo delante de ellos, con la punta tocando el suelo y el pomo descansando a la altura de su cintura, en actitud contemplativa o vigilante. 

Conforme la elfa se acercó a una de las estatuas, el hedor se le hizo más patente, y contempló, con horror, como unos gusanos surgían del orificio del ojo de la estatua, que de repente cobró "vida" alzando la espada con intenciones asesinas, como el resto de las de la sala. Con un sonido casi al unísono, un horripilante "graaaaarrrgggghhh" salido de las gargantas de las seis "estatuas", indicó el ataque de las mismas. 

No eran estatuas...¡eran no muertos! ¡ZOMBIS!

Lo sabia, tenia que haberme acercado a mirarlas mejor...pero ya es tarde. -Recogía su paquete de herramientas a medio sacar, volviéndolo a meter entre uno de los pliegues de su capa. Que hacer, la sala es pequeña, si conseguía tumbar a uno rápidamente con el arco, quizás pudiera ayudar a sus compañeros. Debía tomar una decisión, el arco era cogerlo de la espalda, pues al ir a abrir la cerradura se lo había colocado. La espada era desenvainar la... No tenia tiempo, debía actuar ya.

Saco el arco. Prefería esquivar mientras los asaetaba que trabarse en una lucha cuerpo a cuerpo.

"Sant Cuthbert, protegenos de este mal. Se nuestra llama, se nuestra sangre hirviendo, que no cese de latir en nosotros, que acometamos este mal siendo tu maza, tu escudo, tu castigo."

Absorto como estaba Sapo tratando de hacer inventario de todo lo que sirviera para un laboratorio de alquimia el pobre no se había dado cuenta de nada. Odiaba los no-muertos, no sólo porque no comprendía su comportamiento sino porque no comprendía la magia que los hacía existir. La nigromancia no estaba hecha para él.

¿Por qué todo el botín que conseguimos está sucio y huele mal? ¿Por qué no podemos por una vez explorar unas ruinas de un elegante Amo del Mal, de esos sofisticados, que beben sangre en cálices de oro, se perfuman en baños con pétalos de rosa y tienen su guarida limpia?

Estragón dió un paso atrás y se llevó la mano a una de esas armas sucias y con olor a orco que había recogido en la matanza del patio del castillo. Una espada larga. Era su difunto hermano el aficcionado a las armas largas, pero ahora Shagar ya no estaba entre ellos, y el semiorco debería aprender a valerse por sí mismo.

Porque les quitaría tiempo para dedicarse al mal, Estragón. Gritó la elfa mientras preparaba su arco y sus flechas a la velocidad del rayo sin siquiera quitarle el ojo de encima al no-muerto. Se movió un poco y procuró dar la espalda a sus compañeros.

Gracias al aviso de Lilith, las "estatuas" no les pillaron por sorpresa, pero el espacio eran tan reducido que apenas podían dar dos pasos sin encontrarse al alcance de las armas de alguna de las figuras, que cerraban el círculo alrededor de ellos. Eco y Lilith sacaron rápidamente sus arcos y, cargando dos flechas rápidamente, dispararon justo antes de que los no-muertos se les echaran encima. Acto seguido, los muertos que caminaban cerraron distancias con todos. Quien tenía más problemas era Sapo, con dos zombis acosándole por los dos costados. 

La espada de olor a orco se deslizó por su tosca vaina de piel sin que la hoja de metal vibrase en un sonoro tintineo como la de un verdadero héroe. Aquella batalla no tenía gloria ni se convertiría en leyenda. Estragón empezaba a pensar que todos morirían en aquel agujero.

Tengo que confesaros algo... Puede que... por un casual... que cuando yo estuviese vigilando, Nagrod el Rojo hubiese disparado una flecha con un pergamino enroscado, en el que se detallaba un mapa con la ubicación de su nueva guarida. Y, también por un casual, yo no os hubiese dicho nada todavía...

Sapo, aún sin darse cuenta de lo que se le venía encima, escuchaba pacientemente la perorata del número 0. Sin ápice de burla en su tono de voz, repetía como un loro sus palabras, pero cambiando algunas de ellas por otras de su propia experiencia.

- Tengo que confesaros algo... Puede que... por un casual... que cuando yo estuviese revisando los cuerpos de los orcos, me hubiese encontrado tirado en el suelo un bonito amuleto, precisamente ese que Vortigen nos robó tan indeseablemente. Y, también por un casual, que cuando lo tuve entre mis manos la primera vez, descifrando como si nada la palabra de mando que lo activaba, yo no os hubiese dicho nada todavía...

Una cosa era que le pusiera las manos encima Lilith, o incluso Galdar, pero que unos zombis malolientes, de uñas largas, amarillentas, bajo las cuales se criaban en un sustrato de porquería y roña todo tipo de bacterias, intentaran agarrarlo era superior a sus fuerzas. A pesar de sus limitaciones, en cuanto a tamaño y fuerza, Sapo sacó su "pincho" y comenzó a gritar despavorido a la vez que movía frenético la daga.

- ¡Nooooo! ¡Dejadme! ¡No me toquéis! ¡Fuera! ¡Ni se os ocurra! ¡Arrrrgh! ¡Nooo! ¡Quita-quita-quita!

Lilith dio un paso hacia atrás para esquivar el contacto directo con el enemigo y disparó directamente al corazón. Desgraciadamente, el tambaleante movimiento de la estatua hizo que la flecha atravesara su torso justo por el hueco de la clavícula, encendiendo repentinamente los nervios de la elfa, que, si bien era difícil asustarla, sacarla de sus casillas era otro cantar. Y las que burlaban a la muerte la encendían más que cualquier otra criatura.

Lo siguiente sucedió tan rápido, que se preguntaron si lo habrían soñado, si habría sido una ilusión o alguna clase de artificio.

Eco se quedó mirando los no-muertos, al parecer con el corazón encogido y presa de un terrible pavor, pues aunque había conseguido guardar las herramientas con las iba a intentar abrir la puerta y sacar el arco, sus brazos no alzaron el arma en ningún momento, mientras su dueño se limitaba a permanecer estático viendo como las "estatuas" se le echaban encima. Lilith reaccionó de una forma mucho más contundente, sacando con celeridad el arco, poniendo una flecha y disparándola en apenas un segundo. La flecha se clavó en el pecho del zombi más cercano, que no hizo ademán de detenerse, ni de sentir dolor.

Los zombis se abalanzaban encima de ellos, Estragón intentando mantenerlos a distancia, o golpearlos, no estaba muy claro, pues sus mandobles no lograban acertar al que se le venía encima, mientras Sapo sacaba una daga y se encogía intentando ofrecer el menor punto de impacto posible, sin saber que, si uno de los zombis lo atrapaba, estaría condenado.

Y en ése amargo momento, cuando ya sentían las manos de los zombis encima, su podrido aliento nauseabundo en su cara, los gusanos que salían de las celadas saltando sobre ellos....surgió la figura de Galdar en medio de la estancia. El humano se quitó de encima uno de los zombis con un empujón de su escudo, y sacando el medallón de su pecho, lo alzó alto gritando "¡DESAPARECED, CRIATURAS VILES, SAN CUTHBERT OS LIBERA DE VUESTRA PRISIÓN CARNAL Y OS ORDENA VOLVER A LOS REINOS DE LOS ESPÍRITUS!".

Un resplandor fugaz surgió del medallón, como si un rayo de luz hubiera incidido en él durante un momento. Acto seguido, las seis armaduras se derrumbaron en el sitio mientras unas cenizas o polvo surgían de entre las junturas, manoplas y guantes. Las oxidadas espadas chocaron contra el suelo, repiqueteando y ayudando a generar un estruendo de metal que duró un par de segundos, pues los ecos del pequeño lugar magnificaron el golpear de las armaduras en el suelo.

La máscara de odio en la cara de Galdar era patente..."Odio con todo mi ser a las criaturas no-muertas. Son lo más repugnante que me he echado a la cara."

Unos segundos después, todo estaba en calma de nuevo.

El brazo de Estragón surcó el aire hasta rodear y lograr hacerse en una maniobra envolvente con el hombro de Galdar en una especie de abrazo lateral.

¡Bravo, sacerdote! Debo reconocer que cuando nos conocimos mi hermano pensó que solo eras un cantamañanas, y que aquella vez que hiciste huir a un par de maltrechos esqueletos en la granja en la que Vortigern hizo toda esa matanza, Shagar creyó que ese era tu máximo potencial. Pero no. Y yo siempre pensé que valías más de lo que aparentabas. ¡Claro que sí! ¡Puedes estar orgulloso!

Lanzó una mirada a Eco, comparando a ambos compañeros. Mientras que Galdar había salvado el día, Eco no había abierto aún la cerradura de la puerta.

Por cierto... Esto de las estatuas zombis nos ha sometido a todos a muchísimo estrés. El que más y el que menos ha hecho confesiones que preferiría haber guardado. Mejor vamos a olvidarnos de todas esas cosas compremetedoras, secretos, mapas y medallones, y vamos a hacer como que no escuchamos nada, ¿de acuerdo? Jejejeje... Ah, en fin... Eco, ¿abres de una vez esa puerta? Se nos va a hacer de día como sigamos así.

Lilith se había quedado congelada mientras sacaba otra flecha de su carcaj. Durante los segundos en los que el semi-orco se dirigió a Galdar (charla que le cundió como si hubiera transcurrido una hora), la elfa siguió mirando, en alerta y tensión, a su alrededor. Definitivamente, el sacerdote había acabado con el enemigo. Él solo. Lilith se relajó y se quedó mirando a Galdar con los ojos brillantes.

Gracias, dijo Lilith extendiendo la palma de la mano y bajando la cabeza. En su pueblo natal, aquello era la máxima señal de admiración y respeto. Cualquiera podía dar diez porrazos y acabar con unas pocas criaturas del infierno, pero Lilith nunca había presenciado la derrota de numerosos enemigos con tan solo el poder de las palabras.

Al escuchar las últimas palabras de Estragón, Lilith echó una mirada a Eco, que seguía con el cuerpo en tensión y con aspecto descompuesto. Después se dirigió a Sapo, risueña: De la que te has librado, pequeñín.

- ¡Aaaaaaaaaah!- Los ataques de Sapo espantaron a los no muertos, o al menos eso creía él. Sin embargo el resplandor del medallón de Galdar hizo que acabara pro comprender.- Tu medallón también mola.- Le soltó y clavó su mirada en el colgante sin poder identificar la palabra de mando.- Yo puedo con esos y más.- Dijo hinchando el pecho ante las palabrasd e la bella Lilith. Pero era mentira, sólo que a Sapo se le daba bien decir mentirijilla. En verdad estaba exhausto y sólo quería descansar para reponer su magia.- No quiero ir más lejos. Quiero descansar.- Se cruzó de bazos y se acuclillo hasta dar con las pequeñas posaderas en el frío suelo. Había visto las orejas al lobo con el tema del ataque de zombis y no iba a dar un paso más si no descansaba.

Perdonadme. Todo esto me ha hecho rememorar algo. Mi incapacidad de reaccionar podría habernos salido muy caro. -Se inclino, susurrando por lo bajo lo que pareciera ser un salmo o un rezo.- Volveré a centrarme en la puerta.

Recogió el arco la flecha, y se dispuso de nuevo a desvelar los secretos que fuera capaz de la puerta que tenia delante. Parecía meditabundo. Perdido en si mismo, pero mientras abriera la puerta, su estado en ese momento seria indiferente.

Galdar miró con el ceño fruncido a Estragón, aunque permaneció en silencio durante su perorata. El clérigo parecía realmente concentrado ahora y su mirada transmitía una firme decisión. "Gracias" contestó al semi-orco, asintiendo a su vez a Lilith, para devolverle el saludo. Todos esperaron a que Eco abriera la puerta, pero tras un minuto intentándolo, la cerradura seguía resistiendo. Al final, unos cuantos golpes de la maza del clérigo acabaron con la resistencia de la puerta, tras apartar amablemente a Eco. Tras la puerta se reveló una pequeña cámara que no parecía haber sido violada hasta ahora.

La cámara contiene una cama llena de polvo, con unas sábanas y mantas ya raídas por el tiempo (o las ratas), un brasero de bronce viejo y delustrado, una mesilla de noche al lado del cabezal de la cama con un candelabro y dos velas, una silla delante de una simple y pequeña mesa pegada a la pared y una percha de madera.

Encima de la mesa, podéis observar varios libros, uno de ellos de aspecto importante, llenos de polvo. Por el resto, no hay nada más de interés en la cámara.

Galdar, tras hechar un vistazo, se acerca a la trampilla de enmedio de la sala y dice "sólo nos queda seguir bajando, terminemos con ésto". Con un estirón, abre la trampilla y se queda mirando hacia abajo, asomando la antorcha.*

Espera, Galdar... ¿No se suponía que Vortigern buscaba una forma de hacerse inmortal? Tal vez la información que quiere ese mago esté detallado en alguno de estos libros.

Nada más lejos de las intenciones de Estragón que llevarle la contraria a Galdar, que estaba en racha, y con fuego en los ojos, pero había que comprobarlo por si acaso. El cocinero se acercó a la mesa y cogió uno de los libros. Uno con portada anodina y aspecto de no ser para nada importante. Lo abrió y lo alejó de la cara para leer el contenido con más perspectiva. Giró los brazos, inclinando el libro, para ver si así era más fácil de entender para sus pobres conocimientos.

No estoy seguro, pero a lo mejor lo que estoy sosteniendo no es un libro de recetas de cocina. ¿Sapo? ¿Puedes echar un vistazo a los libros, a ver si sirven para algo?

Sapo no quería meterse en esa habitación llena de polvo. Antes, cuando tenía una gorda y grande nariz, odiaba el polvo pues le hacía estornudar. Ahora no tenía ese problema, pues ya no tenía apéndice, sino sólo dos orificios nasales tapados por un pañuelo. Pero fue la emoción de los libros lo que le hizo decidirse. Siempre le había gustado leer.

- A ver, a ver, déjame ver.- Correteó hasta la mesa y cogió el que, a su juicio, parecía el más importante. La intención de Sapo era descansar allí, aunque fuera en esa mugrienta cama, y aquel ajado libro podría servirle como una grata lectura antes de dormir.

Lilith observó detenidamente la cámara, centrándose en su mobiliario y preguntándose si tal vez hubiera una nueva amenaza, o vía de escape, tras una rendija en la pared, bajo la cama, tras la mesilla, accionando una percha... Simplemente, no podía evitarlo. Pero el siguiente nivel, a través de la trampilla, también llamó su interés. A veces lo obvio, lo que se ve a simple vista, es lo único que hay.