Partida Rol por web

Esperad. Me temo que yo no puedo acompañaros, me quedaré aquí expulsando la maldad de este malvado lugar. Pero antes, puedo hacer algo por vosotros.

Implorando una plegaria a sus dioses, Lis fue tocando el cuerpo de cada uno de los heridos. Sus cicatrices sanaron a gran velocidad y os sentías repuestos. 

Id con Kord, que os proteja y os de la fuerza que necesitáis para salvar este combate.

Y allí dejasteis a Lis, haciendo las cosas extrañas que ella solía hacer.

Cogisteis el cofre mágicamente sellado y os largasteis de allí. La gente se extrañó al veros salir del teatro con aquel objeto tan extraño, pero nadie hacía preguntas. Ya erais conocidos en la ciudad, algo que podía ser bueno o malo.

Al llegar a la Hoja Azul, el encuentro entre los fantasmas y la gente fue muy emotivo. El que aún conservaba su cuerpo abrazaba a todos, mientras los demás hablaban con los fantasmas. No había lágrimas por los difuntos. Esa ciudad era especial, los que morían todavía tenían una segunda vida entre los vivos. Aún así, ellos querían que se les devolviera su cuerpo, y esa era vuestra misión. Acabar con Destridien y encontrar sus cadáveres.

Los fantasmas os guiaron lentamente por el bosque de los espíritus. Ellos mismos se adelantaban para asegurar el camino, evitando zonas que podían ser conflictivas, para llegar hasta el manantial Perdido lo antes posible.

Cuanto más tiempo pasáis en los bosques, mayor es la sensación que tenéis de que los árboles os vigilan y hablan en susurros (susurros de voces élficas) en el viento.

A medida que el follaje se abre para dar paso a un claro, oís el suave murmullo del agua. En medio del espacio abierto se forma un estanque a partir del flujo de agua que cae desde una pequeña loma rocosa. El estanque tiene unos 100' de ancho, y está bordeado de árboles.

En la orilla del estanque, al otro lado del claro, veis tres formas oscuras tendidas en el suelo. El agua golpea suavemente etas formas, y pronto os dais cuenta de que son cadáveres. Los cadáveres llevan allí una semana, así que la visión no es muy agradable. Lo extraño es que no parece que ningún animal se haya alimentado de ellos. Algo los tiene que estar manteniendo a raya...

Pyos se mantuvo alejado durante el reencuentro de los fantasmas y los vivos. Una vez en el bosque no las tenia todas consigo mientras escuchaba aquellas voces, asi que activo su aura de sentidos para escucharlos con mayor claridad. No distinguio nada pero su preocupacion continuaba cuando alcanzaron los cadáveres. Pyos sacó escudo y estoque, con lo pelos de la nuca como escarpias...

Cesare era un hombre de ciudad. Era capaz de identificar los árboles, animales y plantas que se cruzaban, e incluso recolectar las más aptas para preparar su tabaco en su cuartucho, pero prefería disfrutar de ellas en libros de historia natural, dibujadas por manos hábiles.

En la foresta, los ojos se le hinchaban y enrojecían, la garganta le picaba y la nariz era invadida por mucosa que se endurecía instantáneamente, haciendo que la mer respiración le provocara cansancio. Al menos, las molestias le impedían concentrarse lo bastante en el bosque como para notar las sensaciones qeu el lugar encantado producía en otros. Cuanto antes acabaran, mejor.

Era afortunado que los fantasmas conocieran bien el bosque, y les hicieran de guías y exploradores. Gracias a ellos, solo tardaron unas horas en alcanzar el claro en el que supuestamente habían sido emboscados, y no tuvieron el menor percance. Lo único reseñable que había en la zona era una suave caída de agua que desembocaba en un diminuto estanque, el famoso Manantial Perdido, supuso Cesare. En la orilla, tres cadáveres.

—¿Son los vuestros? —preguntó a los fantasmas.

Guardaron el cofre en su habitación, luego tendrían tiempo de averiguar su contenido. Después volvieron a ponerse en marcha.

Karen se desenvolvía bien en aquel terreno. De joven vivía con su familia en un bosque, hasta que le picó el gusanillo de la urbe.

Al llegar al lugar Karen desenfundó sus armas y miró de reojo al pelado. Algo no iba bien allí, aunque no sabría decir el qué. Algo que hacía que se le erizara el vello de la nuca y que se sintiera observada.

Se separó un poco del grupo, juntos eran una presa fácil para un mago y se detuvo mientras observaba los alrededores.

Al volver a la habitación intento recolocar las partes que se me han salido de sitio, con no demasiado exito. Este es un trabajo que me va a llevar tiempo, lastima que ahora no tengamos de eso.

Me muevo con el bosque con calma mirando en ocasiones al cielo que se esconde tras las copas de los arboles, se que este lugar no es seguro pero  no puedo evitar sentirme más comodo sin un techo que se pueda derrumbar sobre mi cabeza.

Por si acaso yo llevo la ballesta cargada en todo momento apuntado al suelo, no quiero ninguna otra sorpresa. Una vez llegamos al claro alzo la ballesta y me preparo por si aparece algo. Esto no me da buena espina, al fin y al cabo es muy facil suponer donde van a ir unos fantasmas que quieran volver a la vida.

Efectivamente, eran los cuerpos de vuestros acompañantes fantasmas, aunque faltaba el de uno de ellos. Sus ojos semitransparentes se humedecen. Karen ve que apenas tienen marcas de dientes ni nada por el estilo, si no fuera por el tiempo que llevaban muertos, podía parecer que simplemente descansaban.

Pero ninguno estaba tranquilo con eso. ¿Por qué los carroñeros no se habían alimentado de esos cadáveres? ¿Por qué los elfos que habitaban en el bosque no los habían enterrado? Karen dio la voz de alarma con tiempo suficiente para prepararos.

Del interior del estanque, empiezan a surgir formas extrañas. Nueve, para ser exactos. Cuando han sacado su torso fuera, descubrís que son zombies, y uno de ellos es distinto a los demás. Se dirigen a vosotros con intención de probar vuestra piel sana y viva.

Al ver que se trata de zombis, deja caer su estoque al suelo y, mientras avanza, saca su nueva espada larga. Es mas dificil pinchar un saco de carne que cortarlo en rodajas. Al instante nota como el mayor peso de la espada lo desequilibra pero normalmente los zombis no son muy buenos esquivando, asi que...

Cesare odiaba los zombies. Todo el mundo odiaba a los zombies, salvo los nigromantes, que hacían de esos no muertos simples el grueso de sus fuerzas. Apestaban, rezumaban icores malsanos y luchaban incansablemente, inmunes al dolor, hasta agotar su antinatural resistencia.

Con parsimonia, desató el cordón que sujetaba su espada a su espalda y se acercó oblicuamente al grupo de cadáveres andantes, maniobrando para mantenerse en uno de los extemos mientras golpeaba al más cercano de los cadáveres andantes con su arma.

Al ver a los zombies descargo mi ballesta y la vuelvo a guardar. No deberia malgastar virotes con estos sacos de carne.

Desenvaino mi nueva espada y me  dispongo a enfrentearme a los zombies cuando me doy cuenta de que soy poco mas que inutil con una espada en la mano y que seguramente solo estorbe, con lo que, espada en mano, me quedo atrás esperando por si alguno de los zombies se cuela.

Desde esta posición me fijo en el zombie diferente y intento averiguar que es.

Karen se puso en guardia con sus armas preparadas para el combate. Buscó el hombro de Pyos para combatir junto a él y hacer una barrera de contención para evitar que aquellas nauseabundas criaturas llegaran hasta Bzzak y Bryzz.

Se entendía mejor en el combate con aquel pelado, pero acercarse a él mientras esgrimía aquella temible cadena parecía peligroso. Así que decidió dejar su espacio y esperar la oportunidad para flanquear  a aquellas criaturas.

Vamos Pyos, aguanta el primer envite 

Casi a la vez, Cesare, Karen y Pyos avanzaron juntos, dejando en la retaguardia a Bryzz y Bzzak, quizá menos diestros en el arte del combate cuerpo a cuerpo.

Karen, más ágiles que los otros dos, llegó primero al grupo de muertos. Sus fieles espadas bailaron como acostumbraban en las manos de la mujer, y con rápidos movimientos, cortó la cabeza de la criatura, que cayó al suelo.

Cesare, espada en mano, acuchilló al zombie. No tenía tanta maña con ella como con su cadena, pero sí lo suficiente para que el zombie perdiera parte de su pierna y sólo pudiera ir cojeando.

El último combatiente, Pyros, se acercó hasta sus compañeros. Pero, en el último segundo, el repulso de la carne descompuesta hizo que desviara la mirada, sólo cortando los dedos de una de las criaturas.

Sólo tres zombies atacaron (fallando, como no), mientras el restos se movían para rodear al grupo que les había hecho frente.

Pyos se lamentó al ver que solo había podido cortar los dedos de aquella mano pero lo peor fue el olor que le asaltó proveniente de los cuerpos mutilados de los zombis. El impacto fue tan fuerte que casi lo tumba de espaldas y le hizo, literalmente, tambalearse. Se hacía casi imposible concentrarse en el combate, asi...

Cesare apretó los dientes cuando las arcadas provocaron que la bilis ascendiera como fuego líquido por su garganta. El hedor de los no muertos era repugnante, pero había algo diferente. Una de las criaturas era diferente a las demás. Debía tratarse de ella. Sin embargo, no disponía de tiempo para detenerse a estudiarla. Aunque lentos, los zombies eran resistentes, y contaban con superioridad numérica.

Arrugando la nariz, levantó la espada y tajó al zombie que había perdido la pierna hasta dar con su cuerpo destrozado en el suelo.

Karen sonrió cuando decapitó a aquella criatura. Se disponía a ir a por otra cuando aquel nauseabundo aroma la abofeteó en plena cara.

Apenas pudo contener una arcada y eso hizo que sus armas le temblaran en las manos.

Poco a poco les iban rodeando.

Rápido, Cesare, espalda con espalda. 

Esperaba que Pyos se uniera a ellos y formaran un trío en forma de estrella, lo suficientemente unidos para que aquellos muertos no les atacaran por la espalda 

Espada en mano me acerco más a mis compañeros, si los zombies se ponen en medio quedaremos separados. Cuando lo hago siento un terrible hedor que me envuelve. Hace que no me pueda concentrar bien en el combate.

Finalmente decido quedarme quieto y esperar  a ver que hacen los zombies.
 

La espada de la mano derecha de Karen voló y cayó al lago. El malestar que sentía le había pasado factura, aunque su otra mano seguía algo temblorosa, pero dispuesta a cortar cabezas. Hizo un bonito tajo a otro zombie que estaba próximo.

Cesare pudo reprimir mejor el vómito que acudía a su boca, reunió fuerzas y terminó por rajar el cuello del zombie al que se enfrentaba, dejándolo en el suelo sin movimiento. Rápidamente, otro le sustituyó.

El que peor estaba era, sin duda, Pyos. Las arcadas y el mal olor le nublaba la vista. Su ataque era un intento fallido de cortar el aire. Por suerte para él, no daría ni a una mosca, por lo que sus compañeros estaban a salvo.

Pero esta vez, los zombies ya los tenían rodeados. Lanzaron sus golpes y sólo tres impactaron contra ellos, pero el daño no fue mucho.

El zombie extraño fijó su mirada en Bryzz y en Bzzak. Había elegido víctimas.

Cesare dio la espalda a Karen, confiando en que la mujer seguiría su propia sugerencia, mientras los lentos monstruos empezaban a rodearlos. Por fortuna, dos habían caído rápidamente, y no eran los únicos que habían recibido castigo.

Los brazos de carne endurecida de uno de los cadáveres le golpearon el hombro como un martillo. Cesare se retorció para evitar a otro de los monstruos, apartándolo con el hombro, y propinó un mandoble al cuello de uno cuya cabeza parecía a punto de caerse de sus hombros.

Pyos luchaba por mantener la compostura mientras aquel olor le penetraba hasta el cerebro. Se movía con torpeza debido al mareo y al peso de la espada larga pero, aún así, volvió a herir a su rival no muerto. El daño, sin embargo, volvió a ser mínimo.

-Bryzz, vuelve a cantar esa canción que da ganas de matar! Necesitamos cualquier ánimo posible.