Partida Rol por web

Aún no había contestado al orco cuándo Grolan empezó a hablar. Levanté una mano para hacerle esperar. 

- Paciencia. - dije al guerrero, simple y llanamente.

Me giré de nuevo al orco entonces.

- Soy compasión. La compasión que decidirá que va a pasarte a partir de ahora. No tienes elección. A no ser que contestes a unas cuántas preguntas. Si me satisfacen las respuestas, te daré algo a escoger.

Traduje al resto del grupo que le estaba pidiendo respuestas. No era necesario traducir toda la parafernalia. Además, era mucho tiempo.

El orco estaba pálido. Saltaba a la vista que el estado en que habían quedado sus compañeros, sobre todo los que ya no tenía cabeza, lo habían conmocionado profundamente.

- Yo no sé nada, soy un simple soldado. Se apresuró a decir el orco mientras rehuía la mirada de Groland. Estaba asustado, pero conservaba un asomo de coraje y no parecía dispuesto a rendirse sin luchar.

Rashaniel ni siquiera se acercó a ver la tortura e interrogatorio. Por lo que le había visto hacer a Groland, sabía que ese orco tenía los minutos contados, y no quería estar allí para verlo. Tras entregarle su parte al guerrero, se alejó, y a la luz de una antorcha, se dispuso a revisar su libro de conjuros.

Asentí con una mirada neutra y me giré a mis compañeros.

- No parece tener interés en colaborar, creo que tendremos que utilizar nuestro "encanto".

Yo no poseía un cuerpo imponente, ni unos rasgos feroces. Ni siquiera un arma que levantase pavor a los enemigos al verla. Pero tenía otras "virtudes". Mi piel, mis ojos, mi pelo. La posibilidad de sacar partido de un carácter indiferente, de una voz fría. Me deshice de mi capa y procuré el orco pudiese verme, no con su mirada nocturna, pero con la luz de la luna.

- Entiendo. Pero creo que entonces tenemos un problema. Ya te he dicho que si colaborabas, podrías escoger algo. Si no... - chasqueé la lengua mientras miraba al cielo teatralmente - Si no, yo y mis compañeros decidiremos. Habrás comprobado que tenemos un trato peculiar con quienes nos desafían. - Me acerqué más al orco para que viese de cerca mis ojos ambarinos - Y supongo que ya sabrás lo que nos encanta hacer a los de mi calaña, también. - susurré amenazante.

Sabiendo que cualquier amenaza verbal sería inútil al no hablar orco, Brand se limita a observar amenazante al orco sobre el hombro de Lauren mientras acaricia a su cuervo, que se había reunido con el después de la emboscada y que estaba ocupado intentando tragar una tira de carne de origen desconocido. La vista de ese espectáculo unido al terrible aspecto que le daban al hechicero sus marcas faciales a la luz de la luna podía aterrorizar a el mas valiente.

Groland, de brazos cruzados sobre su fuerte pecho, intentó poner un gesto serio y digno a la vez que sutilmente aterrador, pero la expresión final en realidad transmitía una impresión a medio camino entre la imbecilidad y el cólico gastrointestinal. Obviamente, no resultó muy intimidador, y sólo consiguió que el orco se mirara embobado, tratando de entender qué rara enfermedad estaba afectando a su captor.

Tras la disposición del grupo alrededor de él parecía otro orco. Estaba inclinado hacia delante y, con la cara cabizbaja, lanzaba fuertes sollozos, gemía y rezaba. - Por favor, basta... Os lo suplico. Hubo un momento de silencio. - ¡Sí!. Gritó el orco. ¡Sí, sí, os lo diré todo!.

Entre sollozos el orco continuó hablando. - En el castillo quedarán entre 20 y 25 orcos, allí es donde tenemos nuestra guarida. Está bien defendida con centinelas en la torres y terraplenes en las secciones expuestas de las murallas exteriores con grandes troncos afilados situados a intervalos regulares. Paró unos instantes para pensar si había algo más pero sus conocimientos eran escasos. - En cuanto al crisol, fue una misión especial encomendada a Kren, nuestro jefe en la incursión, por Tavik, un sacerdote semiorco de Orcus. Kren nos dijo que confiaba en que llevar el crisol le ayudase a sustiuir a Nagrod como caudillo de los orcos... Eso es todo. Ahora, por favor, soltadme.

Entre veinte y veinticinco enemigos eran demasiados incluso para ellos, pero con un nutrido grupo de soldados, serían capaces de liberar la fortaleza de una vez y para siempre. Pero lo que lamentaba Rashaniel era que el orco hubiera hablado, porque eso significaría que no sería de utilidad y acabarían con él. Dispuesto a no ver cómo derramaban su sangre a modo de ejecución, el mago se giró y comprobó que tanto el Crisol como las pociones estaban en buenas condiciones. Lo último que quería era una mezcla alquímica en su petate.

Satisfecho con que el orco estuviera contándole todo a su compañera (o al menos eso es lo que esperaba que estaba haciendo) el hechicero empieza a llenar sus brazos del equipo que había estado amontonando antes, con la intención de que entre todos pudieran llevarse todo el botín hasta los caballos y después a Fairhill.

20-25 enemigos. Murallas, torres, terraplenes, campo frisio... Y guardias apostados en las defensas. A Groland, sencillamente, no le salían las cuentas. Estamos locos si pensamos que podemos tomar ese sitio: 25 guerreros en un castillo pueden hacer frente a 50 hombres armados que intenten tomarlo. ¿Hay 50 soldados en Fairhill? Lo dudo. El pueblo no parecía tan grande. Y tendrían que ser todos como Hathol y Lauren, por lo menos, calculó Groland, recordando la actuación de sus aliados. Lo cuál es altamente improbable... ¿Dónde está el señor de la región cuando se le necesita? Una duda asomo a sus pensamientos: ¿Y cómo sabemos que no nos miente, esta sabandija? Podrían quedar ocho orcos, u ochenta... En sus viejas compañías no habrían dudado en torturar al orco, pero Groland sabía que sus nuevos amigos eran más "sensibles". Y cabía la posibilidad de que la sacerdotisa Shandrill tuviera alguna forma mágica de hacerle decir la verdad. Sea como sea, debemos ir a Fairhill y hablar de todo esto con ella, el caballero Baran y el magistrado Arlen. Pensaba aprovechar y vender además todo el botín. Y también nos queda saber qué abre es esa llav...

-¡Esperad, compañeros! -dijo Groland de pronto-. Ha cantado muy rápido, y mucho, y eso ya es sospechoso. Pero además no nos ha dicho nada de las entradas del castillo, cuántas y cuáles. -Se dirigió a Arue.- Dile que sabemos que nos está mintiendo. Que no nos gustan los mentirosos. Y que sabemos lo del pasadizo.

Ningún castillo tiene una sola puerta.

Sin contestar al orco, me dispuse a traducir lo que había dicho. Esperé impaciente a ver las reacciones de éstos antes de dar mi propia opinión o una respuesta al orco.

Rashaniel parecía émpatico ante la situación del orco e indispuesto a una tortura o ejecución. Eso me decía que tenía un corazón sensible, pero no carácter de guerrero. ¿Es que la colaboración del orco redimía las acciones por las cuáles le habíamos castigado? Claro que, por supuesto, ¿Quién eramos nosotros para juzgar? Nadie. Exacto. Nosotros luchábamos o matábamos bajo nuestra propia moral. Quién hacía "el mal" era castigado en consecuencia. Además, no podías fiarte de ningún enemigo. Ese era el espíritu del guerrero. Por otro lado, le entendía. No era la primera vez que compartía escenario con alguien de corazón sensible.

Brand por otro lado parecía confiar en lo que el orco, yo, el grupo dijésemos, pues recogía nuestro botín.

"Nuestro. Curioso."

Groland fue el que más activamente reaccionó, y tras escuchar sus palabras tal vez tenía razón. Asentí ante sus palabras.

- ¿Echarnos un farol? Para mi funciona.

Desenvainé mi espada corta y la coloqué bajo el cuello del orco, presionando pero sin causarle ninguna herida. De momento

- ¿Crees que somos idiotas? Conocemos el lugar mejor de lo que te imaginas. ¿No lo hemos demostrado lo suficiente dando muerte a todo tu grupo? -dije recalcando las últimas palabras. - ¿Qué hay acerca de las otras entradas al castillo? ¿Quién las vigila? No pretenderás que nos presentemos en la puerta principal sirviéndonos cómo plato del día. Y si lo hiciésemos, tú serías escudo para todos los ataques antes de que ninguno nos alcanzara.- pensando que no me dejaba nada, añadí un último comentario que pasó por mi cabeza levantando mi curiosidad - Y háblame de Tavik.

Aunque no lo torturaban, el orco seguía gimiendo, y volvía a gritar cuando el dolor de las heridas del comabte le resultaban insoportables. - La llave de hierro abre la puerta trasera de la torre norte del castillo. Se llega hasta ella a través de esta senda, que es la que utilizamos. Cada vez que entramos o salimos del castillo lo hacemos por esa puerta, abriéndola y cerrándola cada vez que lo hacemos.

El orco no conocía mucho a Tavik pues él sólo se dirigía a Kren o a Nagrod. - Lo único que sé de Tavik es que es un clérigo del señor-demonio Orcus y que ha recibido la orden de profanar el templo de Freya en Fairhill. El plan de Tavik se basa en el robo por nuestra parte del Crisol de Freya. Por medio de esto y la interferencia en el ritual, Tavik pretende arruinar la habitual cosecha abundante de Fairhill. Termino diciendo esperando que lo dejasen marchar.

- ¿Lo ves cómo aún tenías más cosas qué decir? Buen chico.

Aparté el cuchillo de su cuello y volví a erguirme. 

- Con la llave que hemos conseguido se puede entrar por la puerta trasera del castillo. El chico olvidó mencionarlo a la primera. - miré negando con mi cabeza a modo de reprimenda teatral al orco. Sabía que no me entendía, con lo que ese gesto le pondría nervioso. Me parecía divertido. Seguí hablando, pero esta vez me dirigí especialmente a Lauriel. -Cómo la sacerdotisa había sospechado, el sacerdote orco quería arruinar la cosecha. No parece saber mucho más, tal vez podríamos sacarle algún detalle más, cómo qué clase de vigías tienen en la parte trasera o qué tipo de estructura el castillo. De este modo podríamos ver qué tipo de estrategia se puede usar. ¿Qué pensáis?

-Creo que deberíamos llevarlo con nosotros a Fairhill. -Miró al orco.- Es obvio que ese castillo debe ser asaltado, y su guarnición eliminada: de lo contrario, los orcos seguirán atacando Fairhill por orden de su malvado dios. Intentar ese asalto por la puerta principal o por las murallas es, simple y llanamente, absurdo. -Buscó la mirada de Lauren, buscando su aprobación a ese análisis.- Esa puerta trasera eleva un poco nuestras probabilidades, y eso para mí es suficiente. -Volvió la mirada de nuevo hacia el orco.- Sin embargo, Arue tiene razón, y debemos sacarle más a este monstruo: quiénes vigilan el acceso de la torre, cómo está formada la guarnición, quiénes son los superiores ahí dentro... ¿Está ese tal Tavik en el castillo?

Con la mano, Groland hizo un gesto sin presión a Arue. Parecía que la elfa estaba disfrutando. Va en su naturaleza, se recordó el guerrero. No le dio más importancia. Se giró hacia Lauren.

-Cuando nos dé toda la información, ¿deseáis que lo llevemos al pueblo, para que la justicia ordinaria se ocupe de él, o...? Bueno, eso.

- Claro, sólo decidme qué más queréis saber y se lo preguntaré, pero deberíamos acabar el interrogatorio rápido. Si le damos tiempo para pensar - si es que un orco puede hacerlo -tal vez empiece a darnos falsa información.

Miré de nuevo al orco. No parecía tan avispado para eso y bastante aterrorizado. Pero valía ser precavido.

- En cuánto a qué hacer con él... Bueno, haced lo que queráis, pero id con cuidado con llevarlo a Fairhill. Cualquier oportunidad de escapar la cogerá al vuelo, y eso supondrá matar a todo el que encuentre por el camino. Por escapar, por venganza y porque a los orcos les gusta matar. - dije llanamente - Además, podría encontrar la manera de boicotear nuestro ataque, si nos tomamos un tiempo en prepararlo y él consigue escapar mientras tanto.- Esa posibilidad me parecía aún menos probable que la de que pensase, pero si algo me había enseñado la supervivencia era tener todas las tangentes aseguradas. - Lo más seguro para todos es acabar con él. Además, también sería justo con él. Sus heridas lo matarán tarde o temprano si no son tratadas como es debido y pronto. No creo que ningún habitante de Fairhill se ofrezca a hacerlo, seguramente le dejarían morir desangrándose o por infección. Ha colaborado y le he prometido que podría elegir algo. Puede elegir una muerte rápida y digna de un guerrero. Los orcos se sienten más honorables muriendo cómo guerreros.

Si algo había calado hondo en mí durante el tiempo que...

"Él aún no me había abandonado."

Era que uno no debía disfrutar con el dolor de la muerte. Una muerte rápida y "honorable" era más justa.

El paladín asiente.

- Me parece justo. Cuando termine de hablar dadle un arma y dejadme que le brinde un combate honorable, algo que tal vez pueda comprender dentro de su perversidad. Pero si me derrota, dejadlo vivir. Se lo habrá ganado.

Ante la pregunta de Groland la elfa contestó. - En la torre de la guardia de Fairhill disponemos de una sala de torturas. Allí, pacientemente, podemos sacar mucha más información de esta sucia criatura.

Algunas personas disfrutaban torturando a los prisioneros. Los gritos de sus víctimas los hacían sonreir, la sangre de sus heridas les provocaban placer y sus ansias de agonía los llevaban al clímax. Pero no eran buenos interrogadores, porque se concentraban en el dolor más que en la información. Los mejores torturadores eran personas que, como Lauriel, aborrecían el proceso de todo corazón.

Groland estaba atónito, embobado por las implicaciones de las palabras del paladín

-Eh... Sí, Arue -dijo sin dejar de mirar a Greinh-, pregúntale¹ lo que he dicho... -Se calló un momento.- Ah... Por favor.

¡Un combate de gracia! ¡Una segunda oportunidad! ¡BRILLANTE! Groland estaba encantado: aquel gesto, aquella concesión al honor con un innoble orco le parecía magnífica, propia de caballeros. La idea maravillaba a Groland, que se consideraba a sí mismo un seguidor del ancestral código de Cormyr y un fiel devoto -en la medida en que su religiosidad se lo permitía- de Tempus, el dios de los combatientes. Pero en realidad no soy más que un mercenario sanguinario..., se lamentó, avergonzado. Demasiado tiempo entre gañanes del campo convertidos en asesinos por dinero. Recordando su aprendizaje, recitó en voz queda:

-"He olvidado el rostro de mi padre".²

Su padre, en efecto, le había iniciado en el Camino del Caballero. Aunque probablemente Padre no llegó a abrazar hasta este punto el código de honor entre guerreros...

Sintió una punzada de reproche: había pensado en su padre en pasado. No está muerto, se dijo. No lo está. Está ahí, en algún lado. Vivo.

Lo irónico es que ahora era el paladín de Lazánder el que anteponía el honor a la seguridad de los habitantes de Fairhill, y no el guerrero devoto de Tempus... Groland pensó en aquello: su padre le había iniciado el Camino, sí... Pero Madre me instruyó en la combativa bondad de Lazánder: la lucha por el Bien, la protección de los desvalidos e inocentes, la inmisericordia con el malvado, el sacrificio personal. Si ese orco, aprovechando aquella oportunidad -como parecía imposible que lo hiciera-, derrotaba a Greinh, y los demás le dejaban escapar, las vidas de todos los habitantes de la zona correrían peligro. No, no podemos permitirlo. Groland erra un guerrero, y podía ser sanguinario en la batalla contra criaturas malignas como los orcos, pero no podía cerrar los ojos al sufrimiento de los más débiles. Se puso frente a su compañero.

-Hermano Greinh: si queréis luchar, luchad, pero no permitiré que ese orco vaya en libertad -dijo encarándose con el paladín, aunque con todo el tacto que pudo reunir-. La vida de las gentes de Fairhill está en juego. -Lanzó una mirada a la lugarteniente elfa. Ésta asintió con un gesto, severa. Volvió a mirar a Greinh.- Y ya que estamos en los dominios de la villa de Fairhill y que el bien del pueblo depende de lo que sabe, os sugiero que permitáis que sea interrogado. -No le gustaba la tortura, pero era inevitable. Es una criatura malvada. Intentando ser conciliador, añadió:- Quizás el pueblo le conceda al orco ese combate de gracia... Cuando acaben con él.

Y quizás el Camino del Guerrero, pensó Groland, no era tan perfecto como siempre había pensado.³

El paladin se encaro a Groland notando como las decisiones a tomar desgarraban su propio código. Cuando habló, lo hizo con voz contenida, valorando el bien de la mayoría por encima del suyo propio (*).

- Hagamos lo que sea mejor para FairHill. Pero preferiría que nadie fuese torturado. Si de mí depende al volver, le ofreceré la oportunidad de redimirse.

Aparto la cabeza, mientras la facha orgullosa que solía emplear como coraza quedaba resquebrajada.

EL clérigo miraba pensativo al orco mientras sus compañeros hacían de las suyas como siempre, pero algo se revolvió en su interior al escuchar decir al orco, que el tal Tarvik era un clérigo de un demonio, una punzada de odio empezó a asomar a su cara que se puso rojo de ira. Un demonio, UN DEMONIO!!!!. pensaba mientras se acercaba furibundo hacia el orco a la vez que saca el arma y plantándolo delante de la cara le dice: - Tu miserable criatura adorador del Demonio!, vas a decir todo lo que sepas sobre ese clérigo y su demonio, no me trago que solo sepas eso, ningún demonio ni adorador de tales va a dejar sin mostrar sus artes, asi que ya estas hablando clarito o te reviento la cabeza. dicho lo cual le da un golpe en el pecho con el arma atenuado simplemente para mostrar su determinación de dejarle seco si no habla pronto.