Partida Rol por web

- ¡La leche! - fue lo único que pudo decir Gerbo al ver aquellos largos y peludos brazos abalanzarse sobre él.

Por suerte, no estaba tan distraido como podría parecer y esquivó el ataque haciéndose a un lado, evitando que aquellos sucios pelos le rozasen la piel.

" Brazos extensibles... - pensó.- ¡Qué gran idea! ¡Tengo que fabricar algo así!"

Tras el sobresalto que supuso la repentina aparición de la dichosa criatura y el ataque hace el caballero y la hija de nuestro jefe, solo el bárbaro y yo fuimos capaces de reaccionar a tiempo para devolver el golpe a la dichosa criatura.

Mientras el caballero caía de su montura yo ya estaba materializando la hoja, al atacarle le hendí mi hoja en el cuerpo del monstruo viendo como caía algo de su sangre monstruosa y gritaba.

Vamos que este no sabe contra quien se enfrenta ¿eh Xiombarg?

Sendos ataques de los defensores de la caravana, uno a cada bestia, hacen que estas retrocedan dando una oportunidad de reagruparos y contraatacar.
Una plegaria se eleva en el cielo, una plegaria de guerra y sangre. Diana reza a su dios para que os conceda fuerzas para derrotar a los monstruos y un vigor nuevo invade vuestro cuerpo.

Después de semejante testarazo, era evidente que había que abatir a aquella cosa, ¡y rápido!

Genericus, el caballero, puso espuelas a su montura y montó rápidamente en ella, justo para lanzarse al combate y embestir a la cosa que barboteaba groseras incogherenmcias. Su rostro estaba serio y su tez lívida por la rabia (y quizás por el golpe en la ccabeza), pero aparte de un reguerillo de sangre no traslucía aparentemente más daño. Durante el corto trayecto, el caballero preparó su lanza para ensartar al monstruo.

-Acorraladlos y serán fáciles de vencer.-La estocada de Praixa golpea la piel del monstruo pero el pelo apenas deja que la hoja toque la carne. Un hilo de sangre corre por la hoja. 

De pie sobre el pescante del carro, Gerbo observó al situación. Les atacaban un par de bichos peludos con brazos extensibles, aunque el resto del grupo se había movido rápidamente para contenerlos. La idea de Praixa era buena, pero para eso primero tendría que hacer otra cosa. El gnomo comenzó a gesticular y recitar uno de sus conjuros:

Ni peto de cuero, ni coraza de acero

Una cosa muy distinta es lo que yo quiero

¡Dragón de roca, no seas vago!

Concedeme la Armadura de Mago

Después de eso se bajó del carro de un saltito y desenvainó su daga, listo para buscar la espalda de aquel bicho, si es que tenía algo parecido...

- ¡Muere maldito! - grito el barbaro escupiendo saliva por la boca mientras hundia su mandoble profundamente en la carne del monstruo.

No resultaba fácil descifrar dónde estaba la espalda de aquella criatura que no paraba de sacudirse y agitar sus largos y peludos brazos, pero lo que parecía claro después de observar la situación, es que Praixa estaba colocada en una buena posición. Sin perder más tiempo, Gerbo avanzó dando saltitos y pasando entre las piernas de Cyrus hasta colocarse justo a su lado.

- ¡Veamos lo dura que es tu piel, bicho feo! - exclamó mientras atacaba con su daga.

La reacción a sus ataques hacen que uno de ellos abandone la lucha, trepando por las escarpadas laderas mientras el otro, reacciona con furia a la carga del caballero. Su brazo pasa cerca del caballero, pero otro de los múltiples que tiene acierta a Xiombarg con un gran golpe.

Sentir tan de cerca los brutales manotazos de una cosa que no debería tener una fuerza semejante pero la tiene no es tarea agradable para nadie. Duncan se veía ya como arenque en conserva debajo de todo el hierro que portaba, con todos los huesos rotos y tirado en una cuneta. En momentos como esos uno entendía por qué las dagas secundarias se llamaban "de misericordia": porque si te toca la china a tí, o a alguno de los tuyos, será mucho más piadoso eso que vivir (brevemente) con todo el sufrimiento.

Defenderse con una lanza a aquella distancia siempre era una maniobra arriesgada; esperaba tener suerte en aquella gesta, y puso toda su habilidad en el fuego.

"¡¡MALDITA SEA!!"

Por desgracia, la suerte está decidida en cada momento de antemano por los dioses, dicen. Debiste dedicar un cirio a Tymora, pues como aventurero al no rendirle pleitesía nominal retira su sonrisa sobre tí.

El bichejo no esperaba tal resistencia y se lo pensó mejor, huyendo del combate como una cobarde alimaña. Gerbo pensó que se había asustado de lo cerca que había pasado la hoja de su cuchillo, sabiendo que la próxima vez no tendría tanta suerte. Al ver que se movía dejando al descubierto lo que había identificado ya como su espalda, se dispuso a lanzar un ataque que impidiera la huída.

- ¡Te vas a cagar! ¡Yaaaaaaiii! - exclamó dando un saltito hacia él y agarrando el cuchillo con ambas manos.

- ¡Argghh! - rugio el barbaro ante la fea herdia producida por las garras del monstruo peludo y muy enfadado volvio a atacar al ser con su mandoble propinandole un fuerte y salvaje tajo - ¡Mueres de una vez maldito y vuelve al infierno del que has salido! -

La guerrera descargó un potente golpe al monstruo por la espalda y espoleó a su caballo para ayudar con el otro, pero su carga se vio interrumpida por el rugido agonizante del monstruo y la hoja del bárbaro partiendo a la mitad la espina dorsal del monstruo.

Al ver como el monstruo huye de nuestra arremetida le intento descargar un golpe en la espalda para demostrar que conmigo no se juega y  que la retirada no es una opción cuando se enfrentan a mi. Consigo darle un golpe certero y contundente en la espalda que probablemente le halla roto la espalada por la mitad y una vez he hecho eso me giro y mirando al otro monstruo me acerco hacia él diciéndole.

Ahora te toca a ti amiguito. Mientra en mi cara se forma una amplia sonrisa.

Aunque el monstruo escapa, las profundas heridas no tardarán en darle muerte. Por entre los riscos podéis ver claramente un regero de sangre tan amplio como la mano de un hombre, en los lugares donde se apoyó o cruzó. 
El otro monstruo, con su pelaje azulado y cuatro extremidades se encontraba tendido en el suelo con el mandoble del Bárbaro clavado en su columna y éste, intentando sacarlo.

-Buen trabajo, ahora si estoy convencida de vuestras habilidades. Prosigamos la marcha, debemos llegar al anochecer al segundo refugio. Allí os contaré el segundo trabajo y decidiréis si venir o quedaros.-

La guerrera envainó el arma y se apresuró hacia Eolsen para que ayudara a su hija a subir al carro, pues cojeaba después del encuentro con el Bocón largo.