Partida Rol por web

Las puertas centrales, con el grabado del enigmático rostro femenino labrado sobre una oscura y brillante madera con exquisita maestría, parecen daros la bienvenida, invitándoos a acceder al salón del trono que hay tras ellas.

Lo que en un principio parecía de dimensiones modestas, muestra ahora que el tamaño aquí no depende de las medidas que manejan los mortales. El espacio de estas estancias es mucho mayor de lo que se podían imaginar inicialmente.

Al entrar en la estancia, Ella, se encuentra sentada en el gran trono que se halla en el extremo opuesto del salón, frente a las puertas. Un amplio espacio se extiende ante vosotros. Columnatas labradas con motivos naturales y bóvedas de crucería sostienen la gran sala desde la cual la reina gobierna. Alargadas cristaleras verticales, cuyos vidrios muestran motivos de la
vida rural, se levantan entre los muros.

Nada de cuanto aquí hay parece ordinario. En cuanto los aventureros acceden al recinto, un viento gélido azota sus mejillas, comienza a nevar y el suelo se cubre rápidamente con una fina capa escarchada. Al momento sobreviene el otoño, azaroso y
lleno de caprichos, algunas hojas rojizas y amarillentas juguetean por el suelo.

No pasa el instante de un parpadeo para que surja una primavera que lo impregna todo con sus aromas y para que florezca la lavanda entre las piedras, las esquinas y uniones de las baldosas desgastadas del suelo.

Llegáis a contemplar también como un campo de trigo amarillento disfruta del sol del verano, cuando éste deja atrás a la primavera, reflejándose en los muros, que algo translúcidos, muestran los campos extendiéndose a lo lejos, en las largas distancias.

En algunos momentos la bóveda del techo desaparece, permitiendo observar como los días y sus noches se suceden lentamente, describiendo el sol y las nubes en el cielo movimientos rápidos y difusos. Incluso las constelaciones y las estrellas giran rápidamente en el cielo nocturno.

Ella se encuentra sentada en un amplio trono de madera de cerezo. Sobre sus hombros se hallan posadas algunas pequeñas aves de brillantes colores. Viste exóticas telas y un pesado manto bordado de estrellas. A sus pies, recostada contra lienzos que parten del trono, se encuentra Fara, la niña, adormecida y débil. Languidece, pero vive aún. De los finos y largos dedos de Ella surge una niebla que penetra por los orificios nasales de la niña, absorbiendo lentamente su fuerza vital, absorbiendo todo lo que Fara significa.

A su derecha arrodillado se encuentra vuestro compañero Feanor que con las ropas rasgadas y su ahora corpulento cuerpo reposa sobre su rodilla. Cuando entráis en la sala os dirige una mirada de rojizos ojos penetrantes.

Te cuesta un poco recordar el rostro de la Reina pues hace muchos años que dejaste de verlo, la criaste, alimentaste y quisiste durante mucho tiempo hasta que la viste desaparecer en la espesura del bosque. Desesperado trataste de buscarla hasta que los siervos de la diosa te dejaron a las puertas de la muerte.

Se trata del rostro de tu hija, Sonja...

Gracias a sus malditos compañeros, se dirigió hacia el encuentro del enemigo más poderoso que había enfrentado nunca en un estado lamentable. Dudaba que aguantase mucho tal y como estaba en una pelea, pero en todo caso era un guerrera del clan del Oso, y el infierno podía congelarse antes de que mostrara cobardía o debilidad. Asió su gran hacha con las dos manos y se irguió cual alta era, que era más bien poco. 

-Vamos a por esa zorra de una vez-dijo mientras pasaban las puertas. 

Al otro lado el panorama no era nada bueno, unos pasillos imposiblemente largos y unas estancias en las que las estaciones sucedían a un ritmo antinatural. A veces hasta desaparecía el techo y daba la impresión de que todo aquello era más grande por dentro que por fuera. 

-Puta magia-maldijo, y nunca lo había dicho más en serio. Estaba empezando a odiar con todas sus fuerzas aquel maldito castillo. 

Avanzó a zancadas por la enorme sala, y por fin la vieron. Allí en su trono, regia como la misma muerte, y sacando la vida del cuerpo de la niña. Era algo que no pensaba consentir mientras le quedase aliento en el cuerpo. 

-¡Bruja!-gritó-¡Se acabó! ¡Tu reinado de terror se acaba hoy! ¡No matarás a más niñas, puto engendro!

La Reina no parece inmutarse ante las palabras de la pequeña bárbara. A cambio permanece unos instantes en silencio mientras se levanta de su altivo trono, esto os permite observarla y contemplar mejor vuestro entorno.

El aspecto de la diosa no deja de cambiar. Unas veces es rubia, con ojos azules y piel sonrosada; la viva imagen de cómo sería Fara cuando crezca... Pero de pronto es morena como el tronco de un árbol, con la tez oscura como la pluma de un grajo y los ojos aún más negros... y luego, es pálida como un hueso y no parece tener sangre excepto en los huesos... De repente es rubicunda y robusta, con ojos esmeraldas y cabellos rojizos... Y siempre joven, siempre la misma mujer con diferentes apariencias, siempre hermosa, tan vieja como el mundo...

Mientras contempláis los cambiantes aspectos de la reina, por otro lado conseguís escrutar un algo que está más allá de ella y veis algo muy distinto: no la hermosa habitación de rutilantes velas y brillantes colores, sino muros desnudos, una arcada semiderruida y detrás, la noche. Parece moverse con un hálito de maravillosos perfumes. Un olor a primavera, a pan recién hecho, a tierra mojada, a madera quemada, a yerbas curativas, a miel salvaje, a vino añejo, que anega vuestra mente y la paraliza. 

Ella, se lleva el dedo corazón de la mano izquierda a los labios, lo chupa levemente con su lengüecilla roja y lo posa dulcemente sobre los ojos de la niña 

- ¿Pero quiénes son estos héroes que hasta mí hoy han llegado, sin anuncio y sin heraldo?, triste entrada en este día demuestran, cuando destrozando mis dominios, a mis sirvientes postrados dejaron, rompiendo unas puertas que todos los demás respetan. - 

- Veo que no conocéis ni vuestro destino ni albergáis un firme propósito. Los que juzgáis tener ni vosotros mismos lo entendéis. La tierra entera prevalece, medra y crece ante tan exiguo sacrificio (aludiendo a Fara). Y puesto que ya en mi casa estáis, por tanto, os impondré yo mis condiciones, es lo menos que puede hacer por vosotros vuestra anfitriona. Decidme pues, ¿Quién soy yo? Puede que una respuesta así os salve, y para proseguir vuestro camino, éste sea el pago que la reina os ofrece. 

- Al grupo en un tono de voz bajo (Debemos tener cuidado chicos, no sabemos aún de lo que es capaz. Nunca había visto algo como esto. Esa gema que recogimos el el pueblo es muy probable que nos sea de ayuda contra la bruja).

- (Quizás deberíamos esperar a que ella o lo que era Feanor den el primer paso).

- ¡¡Hemos venido a llevarnos a Farah con nosotros!!, ni una niña más te llevarás de los brazos del pueblo. ¡¡Doy mi palabra por Pelor Bruja!! 

Estaba claro que esto se iba a poner feo, el simple hecho de observar el entorno era muestra del poder de esta dichosa diosa, Kaysa estaba lista para dar todo en la batalla, por otro lado Tristan que era el mas sensato (al menos a mi parecer) tenia la estrategia de esperar a ver cual seria el siguiente paso de la bruja.

Cualquiera que fuera el plan, esto terminara al menos con una muerte y esperaba que esa muerte no fuera de nuestro bando, si he de ser sincero nunca me ha gustado la magia y estaba nervioso por lo raro que era toda esta habitación y la forma cambiante de la bruja, pero de lo que estaba muy seguro era de al menos demostrar que esa criatura también podía sangrar así como todas las demás.

Podía sentir como los músculos de mi cuerpo se tensaban, como se preparaban para cualquier intento hostil por parte de Ella o de lo que fue una vez nuestro compañero Feanor, -Yo estoy listo cuando me digas que lo esté- le digo a Tristan mientras me preparo a recibir una señal de ataque.

Al entrar en la sala donde se hallaba la bruja me quedé sin palabras. Aquella sala no seguía el orden natural del universo. Parecía que el tiempo y el espacio no significaban nada allí, pero poco de eso importaba ahora. Mi pobre niña había sido un sacrificio para esa desdichada bruja, y había entrado con la intención de que pagara por ello. Al menos eso fue hasta que la vi. 

Ella era un ser incomprensible. A la vez vieja, a la vez joven, mientras un rostro tras otro se figuraba en su cara. Y aunque había entrado en la sala con la furia borboteando en mi interior, ver el rostro de Sonja entre el cambiante semblante de la bruja fue demasiado. El impacto de aquello hizo que me parara en seco. ¿Mi hija todavía vivía en ella? ¿Tendría alguna manera de recuperarla?

-Escúchame, bruja, pues quizás de ello dependa que me lance ahora mismo a estrangularte o no. ¿Es este proceso irreversible? -Le grité señalando a Fara-. ¿Matas a las víctimas con tu ritual? 

Acercándose un poco más, la bruja parece levitar sus pies bajo el suelo, sus múltiples rostros hacen ver que transciende entre diferentes planos de realidad. Con un chasquido de dedos una melodía al órgano comienza a sonar, aunque no véis de donde procede os resulta inquietante.

- Oh, Querido Guiraud, ¿Acaso echas de menos a tu hija?, el precio que has debido de pagar por la abundancia en tu vida y en Atwater en general es nimio comparado con la recompensa de toda una vida de riqueza y prosperidad.

- ¿Acaso no es eso lo que buscan todos?, en cuanto a tu pregunta...yo no diría que son víctimas...o hablaría de muerte, ellas transcienden la muerte, esto es un concepto que va más allá de lo comprensible por vosotros meros humanos...

- En muestra de mi bondad y observando vuestra pasividad ante mis palabras os lo volveré a preguntar, ¿Quién soy yo? puede que la respuesta despierte en mi la gratitud y aleje la impaciencia que posee mis adentros...

A los lados del trono dos braseros ardientes comienza a moverse como si hubieran cobrado vida, sólo una mirada de su diosa basta para que se pongan en movimiento y la acompañen en su paseo.

Maldita fuera la magia. 

De aquella bruja no se sabía ni siquiera ni lo que era: al momento cambiaba de apariencia, se volvía casi transparente, o se duplicaba como en un espejo extraño. Los objetos se animaban a su paso y los instrumentos tocaban solos. Nada de aquello era natural ni bueno, era la forma más asquerosa de brujería. Aquella mujer ya no era humana, había sido corrompida por su poder, corrompida por la arcana. No podían dejarla vivir, aunque tampoco sabía si podrían matarla. 

Miró a Tristant, no sabía si alguien querría atacar ya o si tendrían alguna respuesta que darle a su pregunta, pero Kaysa no podía esperar mucho más. Se llevó la mano a una jabalina que tenía colgada a la espalda. 

-¿Alguna idea o hacemos ya lo que hay que hacer?-susurró a sus compañeros. Era un poco absurdo susurrar, porque si podía hacer que unos braseros se movieran solos probablemente también podía escuchar un susurro, pero le salió así. 

Tristant dudó por un momento que todo lo que estaba aconteciendo allí tuviera lugar en la realidad, estaba seguro que aquello estaba ocurriendo en un plano paralelo que se alternaba con la verdad del castillo, un lugar derruido y descuidado por años de abandono.

Pero parecía que absorber la vitalidad de la pequeña Fara estaba devolviendo no sólo la juventud a la Reina del aquel lugar sino también a su Castillo y a sus sirvientes. Esto sólo eran deducciones que hacía el sacerdote pensativo como solía hacer antes de actuar precipitadamente. 

Respondió a la mirada de su compañera, pensó en las palabras de aquel ser que parecía inmortal y lleno de poder, sin duda aquella pregunta "¿Quién soy?" responde a una necesidad de egolatría de la propia bruja. Claramente sus poderes trascendían todo aquello que había conocido y deduce por su naturaleza que su origen es nigromántico.

A continuación, pensó bien sus palabras y dijo.

- ¿Quién eres?, no eres más que una bruja, un ser abominable que se aprovecha de otros para perpetuarse en el tiempo con una falsa esperanza de prosperidad.

- Aterrorizado todo Atwater te nombra y conoce como “Ella”, sin embargo, a lo largo de estos días hemos podido saber que tu “nombre” es tu verdadera debilidad. Cuando vimos a tu escriba no comprendí muy bien por que llevaba la cuenta de las jóvenes a las que has asesinado a lo largo de los siglos.

- Pero al verte he podido comprender que tu nombre no es único, sino que es el de todas las jóvenes a las que has absorbido y esa es tu verdadera identidad pues con el paso del tiempo ni tu misma recuerdas quien eres o eras.

- Sin duda el poder de la magia negra te ha concedido aquello que has deseado durante muchos años, pero esto acaba aquí. Pelor no permitirá que esta mentira continúe por ello hemos sido enviados aquí con ese claro propósito. ¡Acabar contigo!

Ya estaba bien de tonterías. 

Solo los débiles y los fanfarrones se dedican a intercambiar amenazas sin moverse del sitio y sin cumplirlas, y Kaysa no era ni lo uno ni lo otro. Esperaba que sus compañeros tuvieran alguna solución genial para aquella situación, pero no parecía ser así, e intercambiar amenazas y palabras enigmáticas durante media hora no les llevaba a ninguna parte. Además, si algo sabía Kaysa de luchar contra magos, es que hay que hacerlo rápido y con fuerza, antes de que tengan tiempo de prepararse y de lanzar sus magias, porque cada segundo que pasen vivos se hacen más peligrosos. Y aquella no era una bruja corriente, así que ya habían perdido demasiado tiempo. 

Las palabras de Tristant ya dejaban poco más que hacer que atacar: básicamente acababa de decirle que habían ido allí a matarla, así que sobraban ya las palabras. 

Moviéndose de improviso y más rápido de lo que parecía por sus cortas piernas, Kaysa cargó hacia delante, gritando:

-¡Una bruja y una asesina de niñas, eso es lo que eres! 

Mientras sus pies golpeaban el suelo, llamó al poder del oso, y éste respondió. La furia la inundó, y echó en ella todo lo que había visto, todo lo que había sufrido. El macabro libro de niñas asesinadas, el desagradable viejo suicidándose, el dolor de los mordiscos y los golpes en su carne, su odio por la magia y las brujas... cogió todo aquello, lo lanzó al horno de su ira y forjó con ello un arma, el arma de su clan: la furia del oso. Sus ojos cambiaron hasta ser como los del animal, con la pupila enorme y parda, y sus músculos crecieron de tamaño, mientras su piel se endurecía como la del gran oso del norte.

Súbitamente, en vez de cargar al cuerpo a cuerpo, se paró a poca distancia de la bruja y, manteniendo el gran hacha en la mano izquierda, sacó otra hacha con la derecha y, reuniendo toda su fuerza, se la lanzó a la cara en un movimiento rápido como una centella, lanzando a la vez el grito de guerra de su clan, un rugido que hacía temblar el suelo. 

El colgante negro azabache que encontramos en Atwater comenzó a brillar y vibrar con más fuerza cuando el grupo se adentró en el salón de la bruja. El mago estaba ya acostumbrado a la utilización de objetos mágicos pero se preguntó a que se debería esa inusual reacción puesto que por mucho que había estudiado el colgante durante esos días, no había conseguido descifrar cuál sería su utilidad.

Viendo su reacción estaba claro que la Reina era el origen de aquel extraño abalorio, ahora bien Celingandir confiaba en que su utilidad se desvelaría durante el encuentro con la Reina puesto que le daría tiempo a pensar en sacar provecho de ello.

- ¡Ni un paso atrás! Confiad compañeros y saldremos victoriosos.

Después se resguardó en su túnica, se preparó para un combate que no sería nada fácil y del que esperaba salir victorioso.

La respuesta de la bruja me dejó frío. Por apenas un instante dejé de sentir, de ver, de pensar. Y luego vino la furia. ¿Cómo osaba hablar así de mi hija? ¿Que si la echaba de menos? ¿Que era algo que no podía entender? La única verdad allí era que mi hija estaba muerta, y que yo estaba ante su asesina. Aquella revelación aplacó mi furia de golpe y de alguna manera, me indujo en un estado de extraña calma. Con la más mínima esperanza de recuperarla aplastada, miré a la bruja con una mirada intensa, aunque carente de todo emoción.

-Entiendo -dije en un tono tan frío como calmado. No hay razón para dejarte vivir, entonces.

Inspiré hondo y reuní todo el ki que poseía. Noté cada poro de mi cuerpo, la energía vital de mis compañeros y de mi enemiga. Lloraría, sabía que luego de todo esto, si seguía vivo, lloraría a mi hija. Lloraría a mi esposa y lloraría por mi. Pero primero, para hacer todo eso, debía de asesinar a la causante de todos estos males.

-Es hora de acabar con todo esto.

Al oir las palabras del sacerdote la vieja Reina se estremeció y por un instante un rostro fantasmal en el plano etéreo se dejó ver entre aullidos de no muerte que os estremecieron. La potencia de estos hicieron trizas las vidrieras haciendo caer cristales por toda la sala, la tormenta exterior comenzó a entrar como un viento furioso deseando satisfacer su ira. Ahora la luz de la luna iluminaba parte del escenario junto a los braseros animados que acompañaban a su ama.

Feanor que había estado detrás de Ella se dejó llevar por un grito de ira contenida que hizo que sus músculos se agrandaran, sus ojos cambiaran de color, sus vestimentas se rasgasen del todo y el espeso bello de un cánido poblara cada rincón de su cuerpo, su apariencia os resulta familiar al del lupus del bosque de espino, quizás fuera el mismo o no. A continuación se apoyó sobre sus cuartos traseros dando un salto para enfrentar al grupo, parece que poco queda del amable cocinero que días atrás paseaba con vosotros por el pueblo de Atwater.