Partida Rol por web

Cerca de esta rivera había también una ¿manada? de varios animales rollizos, patas cortas y delgadas y cuerpos anchos. De piel oscura y algo más pequeños que un cerdo. Pero tenían cabezas mucho mas pequeñas, orejas largas y muy estiradas hacia arriba, como enderezadas, así como hocicos muy largos. colgantes, con los que olisqueaban el suelo. No parecían tener colmillos ni cuernos, pero si pezuñas.

Entre todos, hacían un alboroto enorme con sus gruñidos molestos. -Oiñgrú-Oiñgrú-Oiñgrú-Oiñgrú-Oiñgrú...- Estaban cerca de la orilla mas cercana, a unas pocas decena de metros de los árboles del bsoque. Muy agrupados, bebiendo, gruñendo y retozando en el barro cercano a la orilla.

Hook los observaba con los ojos como platos, y erizó las orejas, poniéndose alerta, pero no ladró. El perro del capitán lanzaba angustiosas mirada a los cuatro naúfragos y a la manada de criaturas, expectante. Como deseoso de que le dijeran algo.

Uno de los seres se volvió y miró a Hook con cara bobalicona. -Oiñgrú-Oiñgrú- Hook le bufó en respuesta. -Woff, worf...-

El grupo no tardó en constatar que no quedaban allí otros supervivientes, así que pronto reunieron lo poco que tenían y se internaron en la selva. Con la amenaza del extraño mono sobre el grupo, los cuatro hombres procuraban avanzar con discreción y en alerta, dirección este, norte, nordeste, donde fuera. Tras ver el lugar donde habían visto al mono de dos cabezas, sólo pudo decir atónito:

—Por los Profetas… ¿Pero qué tamaño tenía ese animal?

Al principio, Lope se movía con una maña inesperada. No rápidamente, ni de forma especialmente ágil: simplemente, apenas hacia ruido. Sin embargo, la prolongada caminata, los continuos parones, la intensa sed... El esfuerzo en general terminó por agotarle. Su respiración se volvió más ruidosa. Su avance, más torpe. Durante un primer trecho, aún echaba un vistazo a los llamativos animales y sus extraños sonidos, pero pronto dejó de hacerlo.

Ahora, en el linde del bosque, su ropa muestra grandes y numerosas sombras de sudor. Lope contempla el paisaje: la llanura de hierba alta frente a él, la elevación a su izquierda, el riacho, la laguna cercana, el poblado de casas en el agua, las colinas lejanas…

—No sé qué es peor —dice el mercader con humor, pero aún jadeante—: que ponga lo que creo, que esté en monteñés o que parezca escrito para nosotros.

¿Quién ha escrito aquello? ¿La gente del poblado? ¿Son monteñeses? ¿Y para qué lector? ¿Quién pone un cartel mirando a la selva?

—Es imposible acercarse sin ser visto —sentencia. No propone una alternativa. El perro empieza a gruñir.— Eh… ¡Eh...! Chucho… ¡Chucho! ¡Chssssst! —exclama nervioso, tratando de hacerle callar.

Al viejo no le cuesta nada hacer callar a Hook: tras unos chitones y un par de gestos con la mano por parte de Lope, el perro no vuelve a soltar ni woff ni worf alguno.

Aparentemente satisfecho por su éxito con el perro, y aún escondido detrás de unos de los árboles del linde, Lope se vuelve a sus compañeros y dice:

—Muchachos: o bebo agua o desfallezco aquí mismo. —Incluso si su tono no hubiera sonado sincero, su aspecto confirmaba la verdad de sus palabras: sudoroso, con los labios agrietados.— Ahora vuelvo.

Y tan pronto lo dijo, ¡salió disparado y agachado entre la hierba alta y, rodeando la piara de animales, llegó hasta la orilla en un suspiro! Allí comenzó a beber del agua y a remojarse la cabeza. A cuatro patas y con sus ropas parduzcas, tal cual parecía otra bestia como las que le acompañaban.

Mientras avanzamos admiraba la jungla, lo variada y maravillosa a lo que era el pueblo donde me críe, las calle sucias y la gente mas aun! si no fuera por la sed, el temor a las bestias y los posibles salvajes, esto seria un excelente lugar para vivir.

Una vez llegamos a un punto donde un cartel extraño se paraba ante nosotros. -Muerte- que extraño esto aquí. 

Los hombres discutian el significado o el destinatario del mensaje, pero me preocupe y preferir tratar de resaltar lo menos posible, me escabullo a una zona un poco mas cubierta por matas grandes y altas y observo como el perro le ladra a unas criaturas parecidas a cerdos, pero se notaban que debian tener otro nombre, me pregunto si se comeràn.

De pronto veo como Lope se mueve bruscamente a la orilla y comienza a tomar agua, tanto fue mi deseo que trate de acercarme a la orilla pero mas lento y calmado, cubierto por hojas y poco a poco con mi mano izquierda traer unos sorbos de agua a mi boca. -Que delicioso, tan refrescante y limpia o por lo menos eso es lo que mi cuerpo siente, es la segunda vez que me siento asi. Recuerdo como un padre de una iglesia me recogio de un callejon todo maltrecho por una pelea y me dio de beber de su cantimplora, tenia 2 dias en ese callejon tan golpeado que no podia moverme y solo ese hombre, lo hizo. Satisfecha mi sed, veo como actuaremos ahora. -A donde iremos? al bote? a investigar a los indigenas, buscaremos comida? porque esas cosas podrian ser apetecibles, no es asi Hook! o buscaremos refugio?

James estaba satisfecho de haber ayudado al grupo como buenamente había podido. Siempre se había considerado un buen compañero, pero suponía que los dueños de las tripas que había desparramado alguna vez no pensaban lo mismo. El miedo que había sentido anteriormente se iba disipando y ahora se veía con más presencia de ánimo. Estaba deseando llegar al agua que había visto antes. 

Caminaba silenciosamente, lo cual podía ser muy útil en ese entorno, aunque dependía de sus compañeros para no ser descubierto.

Cuando llegaron a la pradera, tal como había predicho, se sintió dichoso, por fin iba a beber. Allí estaban esos animales que no había visto antes, le pareció que podían ser apetecibles si conseguían cazar alguno. En ese momento, Hook empezó a ladrar. -Maldito chucho, nos van a descubrir- pensó. Definitivamente, ese perro le caía cada vez peor. Por suerte, nuestro nuevo compañero pudo hacer que volviese rápidamente y controlarlo. Se ve que se llevaba bien con los animales.

Un estremecimiento le surgió cuando vio el cartel. Era de lo más extraño. Se preguntaba a qué se podía referir, y lo más importante ¿Cómo había llegado ese cartel ahí?  Iba a advertir a sus compañeros de que el cartel, quizá ser refería al agua, que estuviese envenenada o por algún motivo no fuese potable, pero no le dio tiempo a nada. Lope se lanzó como un loco a beber y al momento le siguió Armando. Intentó resistirse a ir y esperar a ver cómo reaccionaba el agua en sus compañeros, pero sintió la garganta pegada, la lengua seca, los labios agrietados y hasta un poco de mareo. No pudo más y casi resignado se acercó a la laguna y bebió.

Metió la cabeza dentro para refrescarse y sintió que la vida fluía por sus venas con renovada energía, aunque temía que el agua que acababa de beber afectase a su salud.

-El refugio -dijo mientras se secaba con el dorso de la mano la boca- no veo que sea una prioridad ahora mismo, mientras no llueva y el tiempo aguante. Podemos dormir en lo alto de un árbol por si los monos de dos cabezas-sonrió leve y un tanto siniestramente- ahora creo que nuestras prioridades son el alimento y ver qué traman los aborígenes y porqué hablan montaigne o quien quiera pusiese este cartel tan significativo.

[PENEJOTIZADO]

Al igual que los otros, Villalobos se aproximó a la orilla de la laguna con precaución y algo temeroso de ser visto desde la aldea. Una vez en la ribera, tomó un sorbo con cuidado, sólo uno. Tras enjuagarse un poco, dijo:

-Diría que este agua es potable y está en muy buen estado. Parece muy limpia.-

Una vez hizo la prueba, empezó a beber sin mesura.

Luego se acercó al letrero. -Bueno. Gracias a ese letrero sabemos que los Montaignenses estuvieron aquí alguna vez. Quién sabe si siguen en la isla o la abandonaron hace tiempo. Y también parece indicar algún tipo de peligro en dirección a esa aldea aborígen.-

Apuntó la aldea que se vislumbraba en el horizonte, a la orilla opuesta de la laguna. Cubriéndose los ojos del sol con la otra mano a modo de visera para poder otear mejor, añadió: -Aunque desde aquí no se distingue movimiento de gente. Qué raro ¿Estará abandonada?

-Señor Lawson. Por un lado, tengo curiosidad y me gustaría explorar la aldea acercándonos con cuidado a ella. Por otro, temo que sea peligroso y pienso que tal vez podríamos esquivar la aldea e intentar explorar lo que hay más allá de esas colinas. También podríamos parar aquí e intentar conseguir comida. En el bosque cercano, intentando pescar algo en la alguna o incluso...- Señaló a los animales similares a cochinos. -Cazando a uno de esos.-

Lope parecía tener buena mano con los animales, pues Hook pareció de dejar de gruñir a la manada de los mamíferos. Estos tampoco parecían prestar poca atención a los naufragos.Estaban tranquilos.

Sin nada mas que hacer, el perro empezó se aproximó a beber a la laguna, y la manada se alejó ligeramente de él para situarse varios metros un poco más lejos del cánido.

Después de un buen rato bebiendo, el perro se limitó a mirar y seguir a Serralbes, el último que le había hecho caso.

El viento soplaba con algo más de intensidad, meciendo las ramas del cercano bosque. Nubes espesas se acercaban de poniente, y el sol estaba algo más bajo en el horizonte que hacía unas horas. Atardecía y refrescaba un poco.

El mar de hierba formaba olas verdes hacia la extensa llanura al este y sureste, al ser empujada las altas briznas por las rachas de fuerte viento.

Entonces, los cuatro compañeros vieron una leve columna de humo a lo lejos en la llanura, al sureste, muy al sur de la laguna. También vieron un leve brillo de algún fuego. No había tormenta aún, ni había caído rayo alguno.

Parecía que alguien había encendido un fuego, lejos en la llanura.

Coincido con Juan, podríamos llevar con nosotros el cuerpo y con el cuchillo de Lope se puede limpiar. Así solo faltaría cocinarla y con sus tripas podríamos hacer una bolsa de agua. Siento como el viento revuelve mi cabello, me levanto y admiro la vista a nuestro alrededor. Veo una luz y humo salir a la lejanía por donde esta la llanura.

-Chicos, que es eso?-

Cuando Juan se acerca a la orilla y huele el agua antes de probarla, Lope, que aún está bebiendo y le ve, se para en seco. Su cara es un libro abierto: no consideró todas las posibilidades antes de lanzarse a beber. En ese instante, sin embargo, el perro también se anima.

—Si… Si el perro bebe, eso significa… —comienza a decir, mientras se aleja lentamente del agua, más para convencerse a si mismo que para otra cosa. No llega a terminar la frase.

Sentado entre la vegetación de la ribera, su sed aparentemente saciada, atiende a sus compañeros, que discuten qué hacer. Cuando parece que va a aportar algo, Armando alerta del humo en la llanura. Lope se levanta sólo lo justo para ver aquello.

—Vaya… Tenemos compañía —murmura. No tarda en volver su atención a sus compañeros.— Eso acelera las cosas: deberíamos echar un ojo a la aldea antes de que los dueños de ese fuego se acerquen —opina—. Luego, podemos ver de quién se trata.

Señala el cartel.

—¿Sabéis? Quizás sea un viejo aviso de una peste en la aldea —comenta, pensativo. Ciertamente, es raro que no se vea a nadie entre las casas.— Quizás los barcos monteñeses usen esta costa para avituallarse y uno de ellos haya puesto el cartel mirando a la playa. Para advertir a sus compatriotas, ¿entendéis?

A mayores, coincide con los demás en que -luego- deberían buscar algo de comer. Cazar una de las cercanas criaturas, como sugiere Juan, no le parece mala idea. En cambio, la idea de Armando de hacer un odre con las tripas le hace reír brevemente.

—No es tan sencillo, chico —explica sin soberbia—. Tú sabes lo que pasa por las tripas, ¿no? Son muy sucias: mucho hay que lavarlas para poder sacarles provecho*.

Por otro lado, cree que el grupo debe buscar refugio.

—Está refrescando. Me parece que las noches van a ser frías en este lugar.

Por lo demás, Lope está listo para deslizarse hasta la aldea e investigar.

Lo de las tripas no llegó a animar a Lawnson. Miró el humo con preocupación. Demasiadas veces había probado en su vida de pirata que in fuego podía traer tanto el mal como el bien.
Miremos con mucho cuidado el fuego-dijo sin demasiada convicción.
La idea de que quizá esa gente no fuera mala y podría ayudarlos cruzó su mente por un instante, pero enseguida se le pasó y volvió a su natural desconfianza.

-con mucho cuidado...-repitió

Lawnson pensó bien lo que acababa de decir. Era seguro que había gente en el fuego y quizá la aldea estuviera desierta. No quería realmente encontrarse con los temidos aborígenes, pero era necesario saber qué es lo que se cocia en ese lugar.

-Vayamos a la aldea-dijo apesadumbrado.

El repentino cambio de opinión de James es llamativo para todos. También es sintomático del momento: con tantos frentes abiertos y tan poca información, la indecisión es una tentación y cualquier elección es fundamentalmente arbitraria. Por suerte, Lope parece seguro de sí mismo, y aprovecha la duda del avalonés para insistir.

—Oid: quiero llenar la panza como cualquiera, pero estos no se van a ir a ninguna parte —explica bromista con un gesto despectivo para los cuadrúpedos orejudos—. Y no me pondré a cocinar sin conocer antes qué otra gente hay por aquí —añade muy serio: parece dispuesto a investigar él solo—. La aldea debe ser lo primero: quizás está deshabitada y podemos ocuparnos del dueño del fuego con más libertad.

Con James de su parte, aunque sea reticentemente, Lope sólo necesita el apoyo de Armando o Juan para llevarse el gato al agua. Sin embargo, su tono es dialogante: si alguien insiste en investigar aquel fuego, sabéis que acabaría cediendo.