Partida Rol por web

El individuo que te ha recibido te dice: Estimado señor, permítame darle la bienvenida al Cielo de Bronce. Es un honor poder servir a tan distinguido huésped; no dude que podré facilitarle cualquier cosa que necesite, casi cualquiera dice con una sonrisa entre pícara y pervertida.

Sebek continúa el paseo camino de tu camarote. Queda patente al llegar que no están acostumbrados al transporte de viajeros: un camarote de paredes oxidadas atestado de incómodos catres, mobiliarios desiguales y lámparas incandescentes que a veces se apagan durante tiempo indefinido.

- Las comidas son en la cocina pero no se preocupe que vendré a buscarle. Los pasajeros no tienen permitido deambular solos por la nave por lo que si quiere salir no dude en decírmelo, comenta con rintintín

Un poco incómodo por este exentrico sujeto, aferro fuertemente mis cosas para no dejar caer alguna. -Agradezco las palabras, veré de ponerme cómodo una vez esté en el camarote.- Camino a paso seguro hasta llegar y escuchar sus palabras sobre no deambular por la nave. -Eso es un poco incómodo, no me gusta estar encerrado.- ladea la cabeza un poco y luego ingresa sin decir más, resignado.

Una vez dentro del camarote recuerda que si tenía una pregunta por lo que se asoma una vez más hacia afuera. -Cuanto cree que tardaremos hacia destino?-

- Pues debemos recoger a otros pasajeros en Sepheris Secundus calculo que unos tres días y otros tantos hasta Iocanthos, responde solícito. Si no desea más tengo deberes que atender.

Asiento, a la vez que ingreso en el camarote y luego tirarme sobre el catre. *Genial, tres días aquí encerrado... al menos veremos de que se trata todo esto* haciendo caso a mis pensamientos, busqué rápidamente la placa de datos.

-Veamos, veamos...-

Los tres días pasan muy lentamente, el tiempo se hace eterno y el hecho de estar encerrado y encima en una nave viajando por la disformidad solo acrecienta la sensación de claustrofobia. Sebek aparece tres veces al día para llevarte a la cocina para comer; allí te sientas apretado entre marineros e ingenieros que te ignoran hasta el punto de hacerte el vacío.

Y luego está el ruido, el constante entrechocar de piezas mecánicas que podrían estar funcionando correctamente o a punto de desmontarse, siempre chirriando tras las placas de plastiacero. suficiente para volver loco a cualquiera.

El tercer día después del desayuno le dices a Sebek que necesitas estirar las piernas y éste te pone un marinero de aspecto sucio y borde que después de alguno reproches accede a llevarte a dar un paseo.

Al llegar de vuelta a tu camarote escuchas voces dentro, parece que los otros pasajeros ya han llegado.

La puerta del camarote se abre y un individuo vestido con un manto antifragmentación y varias armas aparece en el dintel. Se os queda mirando preguntándose quién seréis vosotros.

Abres la puerta del camarote y dentro se encuentra cinco individuos: un soldado (a juzgar por su armadura de guardia imperial), un clérigo (por los símbolos en su ropa), un arbitrador (por las armas y los gestos), un psíquico imperial (no puede ser otra cosa) y un ladrón o asesino.

Se hace el silencio cuando te ven

Me encontraba apoyado en la pared con los brazos cruzados esperando al nuevo acólito cuando la puerta se abrió. Levantando la vista por debajo de mi sombrero pero sin mover ni un centímetro mi postura me dirigí a él.

- Rabalias, supongo.

El individuo le pareció peligroso desde el pimer momento, no por llevar armas, circunstancia habitual en los círculos en los que Caín se movía ultimamente. Sino por el hecho de que estaba ahí plantado sin más. De pie.

Buenas tenga usted, ¿puede saber quién es?

Y como por casualidad la mano izquierda de Caín se posó sobre el pomo de la espada.

Será el acólito...

Con un paso ligero y un ligero esbozo de sonrisa, realizo un gesto de saludo con mi mano hacía el resto. -Me teneis en desventaja señores... con quien tengo el enorme placer de hablar?- siempre con una sonrisa atrevida en su rostro.

desde la cama, muevo un poco la cabeza, pra tener visión de la persona que está en la puerta. Parece ser que dormir aquí no va a aser porsible. Aguardo callado y en silencio, a ver como se desarrollan los acontecimientos. No parece nada del otro mundo Teccus infundía más respeto

Albrek se adelanta un poco examinando al nuevo acólito que les han enviado y no puede evitar un gesto de desagrado pero no iba a ser él quien desafiara los designios de la inquisición.

- Bienvenido hermano - responde secamente - mi nombre es Albrek y parece ser que sois el nuevo miembro de esta compañía segun los dictados de la Inquisición.- continúa - Bien, él es Atellus, aquel es Cain,  ese es Cristoph y en último lugar tenemos a Zaddion.- dicho esto Albrek se sienta en uno de los camastros - Bueno, hechas las presentaciones, quizás deberías contarnos algo de ti y que sabes exactamente de esta misión.-

Nuevo recluta... a ver como se las apaña. ¿Rehuirá de mi como los demás? Éste no sabe de lo que mis poderes son capaces... sobre todo cuando se desbocan.

Con una sonrisa, más por el pensamiento que me cruza la mente que por las pintas de aquel tipo, miro al nuevo. Después le miro de arriba abajo, con uan ceja levantada como única muestra de escepticismo.

Con la sonrisa siempre fija en el rostro me acerco un poco mas al resto haciendo una reverencia con movimiento de manos y todo como si estuviera ante la presencia de un rey. -Como ya saben, mi nombre es Rabalias. Podría pasarme horas contandoles sobre mí, pero en verdad no quieren saberlo. Podemos decir que me encontraba en unos aposentos muy particulares, cuando la inquisición vino a mi.-

Luego observa al resto del grupo: Caras serias, de desconfianza, de impaciencia. -Bien, al grano... tuve tiempo de leer por encima los datos de la misión. Se que hay problemas en Iocanthos y que no estan seguros de su naturaleza.-

Un criminal...

La mano de Caín pasó del pomo de la espada a la nuca, donde se estuvo rascando el nacimiento del pelo, inquieto. ¿Qué necesitaba la Inquisición de un convicto? ¿Acaso habría que robar a alguien? ¿Tal vez en la misión o a las Adeptus Sotoritas? El asunto no le iba gustando a Caín.

¿Cuánto lleva en la nave? ¿Ha visto al capitán?

Bostezo despues de que se presente. Albrek avisame si hay problemas. Aqui hay poco que hacer, y lo unico que nos dejan dormir, no lo puedo hacer.  En unos aposentos muy particulares... ya veras como teneoms un ladron entre nosotros. Sonrio, y me fijo en el equipo que tengo, tratando de comprobar de que todo esta en su sitio y que no falta nada.

Apoyándome sobre la pared y levantando los brazos con manos abiertas hacía ambos lados le contesto al encapuchado. -Te noto un poco tenso amigo, deberías relajarte... Y acabo de llegar a la nave, por lo que no conozco al capitan.-

Albrek se acaricia el menton mientras estudia a Rabalias, y por lo que puede adivinar, al resto del pelotón tampoco le gusta demasiadola nueva incorporación.

- Umh, por lo que nos ha dicho el capitán, has tenido la oportunidad de dar un garbeo por la nave ¿Has podido ver a mas tripulación?- pregunta el sacerdote -¿Que opinion te merece ese tal Sebek?-

Sacudo un poco el cuerpo en señal de escalofrios. -Ese tal Sebek es una cosa rara, si me permiten decirlo.- Luego me tumbo sobre el suelo con las piernas cruzadas. -Por qué no me contais, muchachos un poco de vosotros. Yo les conté sobre mi no?- luego de esto, esbozo como siempre una sonrisa.

Ante la preguntita del nuevo. Con los ojos entrecerrados, ya que no me fio un pelo. Yo estoy aquí por gusto. No te jode, vaya preguntita. Digo seca y llanamente.