Partida Rol por web

Un caballo llegó casi al galope al círculo de soldados que rodeaba a los extranjeros y se detuvo en seco quedando en primera fila, al lado del teniente. Por sus ropas y la actitud estaba claro que no podía ser otro que el coronel.

—¡Por los clavos de Cristo y la Santísima Madre del Cordero!

Musitó el coronel. Luego no dijo nada más porque se había quedado sin juramentos. El oficial que estaba al mando de la nutrida patrulla nordista miraba con ojos muy abiertos a Hank y a Bill, para luego examinar a Danny y (son sin alivio) a Stephen Boyle.

—Que me cuelguen si no estoy viviendo lo de Gettysburg de nuevo...

Nadie estaba muy al corriente de los asuntos bélicos como para tener idea de qué quería decir el coronel, pero el tipo, sorprendido y horrorizado como estaba, parecía entender lo que estaba viendo. Eso era toda una novedad para los incomprendidos muertos vivientes presentes.

—Usted,— se dirigió a Boyle, quien, pensaba, era el único con alguna posibilidad de explicar aquella locura —¿quién es y quién... qué son...?¡¿Qué hace con ellos?!

Algún gesto que había hecho el coronel (o quizá simplemente su nerviosismo) había puesto de nuevo en guardia a los soldados, que apuntaban a todos los viajeros sureños.

Boyle , se sacudió el polvo de la levita y le pego un par de tirones para alisarla sobre su escuálido pecho , a la misma vez que se coloco el sombrero lo mas dignamente posible. Si no fuera por toda la mugre que habia acumulado durante el tiroteo , casi podría decirse que tenia un aspecto digno.

-Verá usted, coronel, mi nombre es Stephen Boyle , ingeniero y erudito hijo de las islas y de viaje por su bello país en busca de la ayuda de las musas. Pensé que un buen viaje me ayudaría a entender el mundo y asi poder magnificar mis creaciones y este país me pareció repleto de oportunidades.

Echando una buena mirada a los soldados, muchos de ellos con pinta de pobres campesinos llamados a filas, con toda seguridad supersticiosos, Boyle acabó por hacerle un gesto al coronel para que se alejase con él unos pasos antes de contarle su historia.

- Tal vez seria aconsejable que lo habláramos en privado, señor.- Dijo mientras jugueteaba con la cadena de su reloj.

—Lo que tenga que decir— respondió el mando unionista a Boyle —lo puede decir aquí y ahora.

Y, sin embargo, el coronel bajó de su caballo y se acercó al británico sin demostrar miedo hacia los muertos, pero tampoco pareciendo disfrutar la menor distancia con sus corruptas personas.

A apenas un par de pasos del británico, cercanía que permitiría a Boyle hablar en voz más baja y discreta. El coronel se cruzó de brazos, esperando la explicación.

Con un leve encogimiento de hombros y cara de perdidos al río, Boyle continúo su explicación. - Pues vera usted Sr., a grandes rasgos, cuando llegue a su bello país, decidí que e mi búsqueda no podía faltar el solaz y verdor que ofrecen sus tierras occidentales, así que partí hacia el Oeste en infernal e incomodo carruaje que ustedes denominan diligencia, con mr. Frank, mr. Chang, mr. Dakota y el Sr. Predicador que logre contratar como escoltas, y como cochero contrate al Sr. Hank Bully. También nos acompañaba un reportero de unos de los tabloides que poseen usted hache .En un momento de nuestro viaje, llegamos a una ciudad abandonada y fantasmagórica, todo ruinas sombras y nieblas, en la que mr. Chang se encontró con un conocido suyo poco recomendable y perpetrador de algún tipo de traición hacia su persona, cuyo nombre creo recordar era Bill, y se enzarzaron en una temible refriega que tuvo por resultado el deceso de ese pérfido sujeto, no sin que antes ese vil traidor lograse defuncionar a mr. Bully. Hank, mr. Chang y el Sr Predicador no corrieron mejor suerte y fallecieron también por otros motivos. Acompañado por el reportero volvimos de vuelta al Este para notificar de lo que había pasado, con promesa de volver a la Ciudad Fantasma a reuninos todos compañeros supervivientes, pero mi compañero columnista decidió que sería mas útil dando a conocer la historia, así que fiel a mi palabra de ingles me encamine de vuelta a estos parajes para encontrarme que mr. Frank y mr. Dakota, victimas del desasosiego por la maldición habían decidido adelantarse en busca de ese vil mentiroso y traidor. Debo reconocer que cuando me encontré con estos señores tal y como están casi muero victima del mas puro terror, pero parece que por algún tipo de fenómeno que no soy capaz de explicar, estos señores no pueden permanecer muertos y me acompañan en la búsqueda que hago de mis otros amigos mientras dan caza a ese vil traidor mientras intentamos averiguar que es lo que les ha ocurrido.

Danny sigue dedicando amistosas sonrisas a los soldados y saludando con un "Hola" en voz baja, casi se podría decir que con timidez, a los soldados que se acercan.

Un gesto ligero con la mano del coronel hace que los soldados le cubran de cerca, sus rifles preparados para disparar. El oficial se acerca dos pasos a Hank Bully y Danny Chang.

—Ustedes... señores— a falta de una palabra mejor. El coronel parece dudar qué decir a continuación. Su instinto le impulsa a señalarles con el dedo como un niño mientras le pregunta a Boyle "¿hablan?".

—¿Qué tienen que decir al respecto?, ¿sobre su "estado"?

Aunque a él no le habían preguntado nada Bill contesta desde su posición un poco rezagada.

- Hablamos. Pensamos. Y nos movemos. No nos pregunte por qué o como pero salvo por nuestro estado maldito somos tan persona como ustedes.

No quiere aventurar ninguna pulla porque sus pistoleras están a sus pies. No alcanzaría las armas sin ser masacrado por los rifles de los soldados y Bill nunca juega con cartas perdedoras.

- Por lo demás entendemos que nuestra presencia le inquiete y por nuestra parte no tenemos intención de ser una preocupación para ustedes. Les agradecemos su ayuda y continuaremos nuestro camino si nos lo permiten.

El coronel miró a Bill asombrado. Era, sin duda, el muerto de aspecto más inquietante de los tres, y el que hasta ahora se había comportado de forma más salvaje. Era buena señal oírle ser razonable.

—He escuchado historías de pistoleros que vuelven de la tumba. Se dice que los Pinkerton los suman a sus filas. Me pregunto si...

El oficial quedó pensativo unos segundos. Menea la cabeza y se centra en la conversación.

—Seré franco, un grupo de civiles sureños (el acento os delata) tan bien armados sería considerado enemigo en estas tierras, pero dadas las "inusuales circunstancias" y puesto que claramente estábais siendo emboscados por esos confederados, os concederé el beneficio de la duda. Requisaremos por el momento vuestras armas y os escoltaremos hasta nuestro fuerte. No he entendido del todo vuestra historia, pero me interesa y quizá podamos ayudarnos mutuamente.

Hizo una pausa de cortesía, como esperando que expresaran su acuerdo. Estaba claro que no era más que una deferencia, porque "escoltar hasta el fuerte" era casi lo mismo que ser prisioneros y los mosquetes no parecían sugerir que acompañarles fuera opcional.

Bill se encoge de hombros. Está claro que la mano ganadora la tiene el coronel y sus mosquetes, así que lo mejor será pasar hasta que se vuelvan a repartir cartas. 

¡Qué mala suerte! Ahora que por fin parecía haber encontrado una buena pista... - Pero bueno, que yo me entere: ¿y siendo un escoltado puede pedir uno una última voluntad o no procede? Pues yo me mueeero por un trago y no de zarzaparrilla precisamente... - Entregó sus armas con sonrisa de cocodrilo al mozalbete que vino a recogerlas y antes de seguirle miró una vez entre las piedras, donde había dejado guardada antes la calabaza. Justo ahora que habían congeniado ¡diablos! si al final hasta se había revelado útil y todo... Pero bueno. Ya tendrían suficientes eventos paranormales que explicar a sus nuevos amigos, tampoco era cuestión de meterse en camisa de once varas. En silencio caminó donde le indicaban.

Danny de forma pausada y con gestos tranquilos se levanta, sonríe y se sacude el polvo de su ropa, se quita el sombrero y también le da unos toques para limpiarlo. Se acerca muy despacio y con las manos en alto a uno de los chicos que le apuntan y pregunta en voz baja

- Emmm, el fuerte ese, ¿en que dirección está? sonríe y por un momento pone cara de preocupación, lo cual perturba un poco al muchacho. Danny gira despacio su cabeza hacia atrás, mira sus armas en el suelo y vuelve a mirar al chico.

-Emmm, ¿podría alguien...?, ya sabes, mis armas... llevarlas al fuerte ese, no me gusta dejar cosas tiradas por ahí, si es mucha molestia las puedo llevar yo. Vuelve a sonreír tímidamente.

- Por cierto, me llamo Danny, pareces buen chico, sigue así.

Danny se gira y mira hacia el Coronel, esperando para ponerse en marcha

El coronel ya no se molesta en contestar más preguntas y peticiones. Da unas órdenes que son obedecidas con celeridad. Parece que al menos tendrán caballos prestados para hacer la distancia hasta el fuerte.

—Señor... Boyle— le dijo al británico —cabalgue junto a mí.

Está claro que prefiere la compañía del único vivo del grupo y parece encontrar interesante al británico, aunque al hablar no le entienda del todo. Los soldados toman las armas de los viajeros y les dan caballos, escoltándolos de cerca y respondiendo a pocas preguntas.

Por el camino, el coronel va hablando con Boyle. Parece interesado en su experiencia como ingeniero y no tarda en mencionarle la Piedra Fantasma.

El sur les ha atacado usando ingenios apocalípticos impulsados por esa piedra, le dice, y la Unión está considerando devolver el golpe. Tienen reservas de Piedra Fantasma pero les faltan los diseños. El coronel parece pedir la opinión profesional de Boyle y, si no se equivoca, está tanteando si pedir su ayuda.

Durante unos instantes , la mirada soñadora de Boyle no pudo mas que delatar el enorme placer que sentía al saber que la piedra fantasma realmente existía de verdad y que si jugaba bien sus cartas podría tenerla pronto en sus manos. Pero pronto tuvo que volver a poner los pies en la tierra , y tratando de poner cara de póker se dirigió al coronel. -Debo serle completamente franco y sincero Sr , había oído mencionar dicho mineral a otras fuentes , mas nunca he logrado tener más que pequeñas muestras en mis manos , así que no se con certeza que beneficios se pueden sacar de esa piedra. Estaría mas que dispuesto a experimentar con dicha piedra y a darles mi opinión como científico , incluso puedo intentar hacerle algún diseño ,mas soy hombre de honor , y tengo mi palabra empeñada con mis acompañantes y estamos en plena caza y captura sr. Si ustedes nos prestan ayuda para buscar a nuestro objetivo , estaré mas que encantado de trabajar para la Union poniendo todo mi ingenio en ello y con unos emolumentos justos ciertamente.

—Sus peticiones son razonables, señor Boyle— contesta el coronel.

—Si se trata de esos sudistas que os atacaron, tenemos muchos motivos para verlos cazados. Estoy seguro de que podemos llegar a un beneficio mutuo. Pero cuénteme más de forma que entienda vuestra situación. Tengo la intuición de que nuestros problemas están enlazados...

Para los muertos el camino fue aburrido pero tranquilo. El coronel se pasó todo el trayecto hablando con Stephen Boyle, y parecía encantado con la charla, cosa inaudita hasta el momento.

Tras poco más de una hora de cabalgada, llegaro a un fuerte nordista señalado en letras negras como Fort Doom. La puerta de la empalizada de madera se abrió para recibirles y caminaron entre las dos torres con ametralladoras Gatling que aseguraban el perímetro. Nada más entrar en el recinto amurallado, la puerta se cerró a sus espaldas.

Hay unas pocas estructuras de madera en el interior del fuerte empalizado, pero la mayoría del espacio lo ocupan tiendas de campaña. Una de las pequeñas cabañas de pino ha sufrido recientemente un incendio y está casi derrumbada.

Todos los soldados reciben con honores al coronel y lo saludan con respeto marcial. Está claro que es el oficial al mando por aquí. Cuando los soldados desmontan, los muertos hacen lo mismo.

Un mando intermedio del fuerte les habla, tras cambiar unas palabras con su superior.

—El coronel tiene cosas que discutir con ustedes. Les recibirá inmediatamente en su despacho.

Señala hacia otra de las construcciones de madera. Una pequeña estructura con tamaño de poco más de una habitación.

El cochero giró la cabeza en la dirección que señaló el soldado y pensó: -¡Qué perdida de tiempo!- Se dejó llevar por la vieja y humana costumbre de escupir un latigazo de saliva entre los dientes. Claro que su boca no andaba muy sobrada de saliva últimamente, ni de dientes tampoco.

Danny desmonta y mira a todos lados con curiosidad, cuando todos empiezan a caminar se dirige al despacho