Partida Rol por web

Había pasado una semana desde el fallecimiento de tu bisabuelo a la edad de trescientos cincuenta años, en verdad nadie en la familia se explicaba como el viejo había durado tanto, pues, pese a la longevidad natural de los elfos y los drow, era muy poco común que alguno de los suyos sobrepasara los doscientos años, pero el viejo había superado con creces esa edad y parecía gozar de excelente salud.

Aquella tarde te encontrabas a solas en la vieja mansión de tu abuelo recorriendo la biblioteca bastante malhumorada porque el pretendiente de turno seguía insistiendo en que debías ir a aquella fiesta en el club campestre que tanto detestabas.

El muy idiota pensaba que porque su familia era una de las más ricas de la zona podía imponer su voluntad a la suya sólo porque le daba su condenada gana, ya le enseñarías tu quien mandaba.

Producto del tedio y del cansancio te recostaste contra una de las estanterías y sin darte cuenta tu chaqueta se enganchó con una vieja enciclopedia, por lo que cuando te incorporaste para seguir explorando la casa, sin querer tiraste del viejo libro y si, como de una de esas viejas películas se tratase, una puerta secreta se abrió revelando un oscuro corredor, que conducía a una larga escalera hacia un nivel inferior de la casa que no sabías que existía.

Tal vez si fuera una mestiza o una humana, la oscuridad del pasadizo te hubiera representado un verdadero problema, pero para tu sangre drow, la oscuridad no era más que un mero cambio de ambiente, siendo esta una de las pocas cosas en las que tu raza se diferenciaba con los humanos.

Aquella tarde se hacía eterna. Decenas de aduladores, lameculos e interesados se habían acercado a la mansión del bisabuelo, presentando interminables pésames y condolencias, cada cual más falsa y pomposa que la anterior. Ya habían pasado unas cuantas horas desde que el cansancio había eclipsado a ese pequeño atisbo de tristeza que me había asaltado al enterarme de su muerte. Pensándolo, ¿Qué había de raro y triste en que un viejo muriese? Peor era toda la parafernalia que se montaba a su alrededor. 

Aproveché el emotivo discurso de uno de esos "parientes lejanos" para escaquearme del velatorio. Paso tras paso, acabe inconscientemente en la biblioteca.

Allí se estaba mucho más tranquilo, en silencio. Al fin un rato sola conmigo y mis pensamientos. Mi mente repasó todo lo sucedido, hasta llegar a lo que sin duda más me había tocado las narices esa tarde. 

Me dejé caer contra una estantería. Mi rostro estaba tenso, con el ceño fruncido y la boca apretada en una mueca mezcla de rabia y angustia. Ese condenado imbécil se estaba pasando. Demasiado. Se creía con la autoridad y el derecho de ordenamre que hacer, como si fuera una sirvienta más o algo por el estilo. Pero no. 

No pensaba seguirle el rollo a ese pomposo. Todo lo contrario. Lo humillaría de tal forma que no iba a atrever ni siquiera a mirarme. Solo quedaba la parte complicada ¿Cómo hacerlo?

Suspiré con pesadez.

Al incorporarme pude notar como algo se había enganchado en mi ropa. Primero me asusté, creyendo que tiraría toda la estantería de forma irremediable. Grande fue mi sorpresa cuando vi esa puerta abrirse.

¿Cuánto tiempo estaba ahí? ¿Quién conocía su existencia? 

La miré fijamente por unos segundos, asimilando lo que acababa de pasar. Torcí la cabeza cuando la curiosidad empezó a brotar. ¿Qué habría? 

Solo había una forma de averiguarlo...

Seguir las escaleras

En un principio no lo notas, pero tras algunos minutos de descender por la escalera, el material de las paredes cambia por completo, tanto así que el túnel estar excavado en la misma roca.

No sabes exactamente cuanto tiempo estuviste descendiendo, pero algo te dice que el trayecto no fue corto, en el aire podía olerse la humedad del lugar.

Sin embargo, contrario a lo que podía esperarse de un túnel así de antiguo, el mismo parecía perfectamente limpio y ordenado, no había ni una sola telaraña o mota de polvo en aquel lugar.

Una vez al final de la escalera, puedes ver una maciza puerta de madera entreabierta y un leve destello de luz sale por el espacio que ha quedado entre la puerta y el marco.

Bajar tanto peldaño me estaba impacientando. No era de extrañar que mi bisabuelo hubiera muerto. Lo raro era que hubiera tardado tanto. El aire se humedecía a medida que descendía, por lo que empecé a llevar más cuidado por si las escaleras estaban resbaladizas. Esperaba encontrar telarañas y hongos como mínimo. Bastante polvo.

Sin embargo, todo estaba inmaculado. Demasiado tal vez. ¿Quién se dedicaba a limpiar un sitio como ese? Era prácticamente una cueva. 

No se que me extrañó más, si encontrarme una puerta al fondo o que por la rendija pasara luz. Me encogí de hombros sin darle mucha importancia. Tal vez el abuelo solo estaba un poco senil. 

Por si acaso, me aproximé con cuidado.

Cuando ingresas a la sala, lo que vez te deja totalmente sorprendida, pues ante ti había un laboratorio totalmente equipado con una variedad de frascos de muchos colores y algunos mecheros encendidos.

Al otro de la sala había un hombre vestido con un traje un algo desfasado para la época, aquel hombre se encontraba revisando el contenido de una viejo baúl, el cual parecía contener toda clase de trastos viejos e inservibles, entre ellos una vieja daga que el hombre arrojó sobre su hombro como si se tratase de cualquier bagatela.

En dónde lo guardaste maldito drow, no he llegado hasta aquí para irme con las manos vacías, tu me robaste mi cetro y ahora lo quiero de vuelta, aún después de muerto sigues incordiando mi existencia, maldito infeliz te hubiera mordido para sacar el secreto de tu sangre, pero no tenías que beberte ese puñetero frasco. - rezonga el sujeto mientras sigue arrojando trastos de un lado a otro.

Me detuve en el umbral de la puerta. Asomándome con todo el cuidado que tuve, pude ver a un tipo, mal vestido, rebuscando entre todos los cacharros de ese laboratorio. ¿El bisabuelo tenía un laboratorio? Nunca había oído nada similar. Como fuere, parecía estar buscando algo con tanto ímpetu que parecía no notar mi presencia. Hasta el punto de ponerse a farfullar cosas. 

Un completo lunático.

Tuve un ligero impulso de irrumpir en la sala y pararle los pies. Pero no llegué a iniciar la acción. Si de verdad estaba mal de la cabeza, mejor tener cuidado y observar un poquito más

Desde tu lugar lograste ver como el sujeto seguía arrojando cosas a lo loco aún sin encontrar lo que fuera que estaba buscando cuando alguien abre la puerta de golpe atrayendo la atención del loco que estaba rebuscando en el baúl quien gira en redondo y centra su vista en ti y en el elfo que estaba detrás de ti y que abrió la puerta de golpe.

En ese momento no puedes evitar soltar un pequeño grito quizá producto de la sorpresa o del miedo, eso es algo que tanto el loco como el recién llegado no podrían saber y poco parecía importarles.

El elfo deja caer un maletín deportivo a tus pies y se adentra en la habitación con paso sereno, mientras aquel sujeto lo observa con una expresión bastante feral, casi como si de un depredador se tratase, los ojos de aquel sujeto eran rojos como la sangre y sus manos parecían más garras que otra cosa.

Si quieres vivir huye o coge el escudo del bolso y sostenlo con fuerza entre tu y ese chupasangre o irá a por ti, la elección es tuya chiquilla. - dice el elfo mientras empieza a mover sus manos de forma extraña.

Ese tipo seguía a lo suyo, rebuscando algo entre todos los trastos. No había decidido que hacer cuando vi por el rabillo del ojo un brazo pasara más o menos a la altura de mi cabeza, abriendo la puerta de golpe. 

Tal acción no paso desapercibida al intruso, que se volvió repentinamente clavando unos ojos escalofriantemente rojos sobre mi. Un desconocido delante y otro detrás. Tal fue la angustia y la impresión que me inundaron que no pude reprimir un agudo grito. 

La mirada del intruso era demasiado salvaje e intensa. Más que mirarme como a una persona lo hacía como si fuera un cacho de carne a la que clavarle el diente. Trastabillé con el maletín, cayendo de culo al suelo. 

Miré al recién llegado cuando habló, aun desconcertada. Después, la bolsa con la que me había tropezado. Asentí, y con torpeza, atiné a abrirla y tomé el escudo que contenía. 

Lo sujeté con fuerza. Bueno, con toda la que podía hacer. Además, de encogí todo lo que pude. Además de usarlo para protegerme lo usaba para esconderme.

Lo que siguió sólo podía ser descrito como una de esas películas de aventuras épicas que en ocasiones solías ver por la televisión, el elfo empezó a arrojar rayos de fuego por las manos mientras el extraño se desplazaba a toda velocidad por la habitación esquivando la mayoría de sus ataques.

El sujeto se desplazaba a una velocidad inhumana lanzando furiosos zarpazos al aire mientras el elfo luchaba por apartarse de él con todas sus fuerzas, tan pronto el elfo logró crear una apertura, procedió a salmodiar un nuevo conjuro el cual procedió a liberar una potente descarga eléctrica que dio de lleno en su objetivo el cual se vaporizó en el aire.

¡Mierda a dónde se fue! - exclama el elfo mientras una densa neblina abandona la habitación y se dirige hacia ti a toda velocidad burlando la atenta mirada del el misterioso elfo, quien empieza a lanzar un tercer conjuro. Si bien es cierto, en un inicio, el idioma que emplea el elfo para lanzar sus conjuros, conforme lo escuchas una tercera vez, notas cierta familiaridad en el mismo.

Desde mi falsamente segura posición veía una escena que creía imposible. Velocidades vertiginosas y... ¡Magia!. Por unos segundos me olvidé del peligro que corría y disfruté de lo que sucedía como si de una película se tratase. ¡Hasta tenía su propio idioma para esos trucos!

Volví a la realidad cuando el intruso número 1, el que vi rebuscando en la sala (ya que realmente los dos eran intrusos) se vaporizó.

Parpadeé repetidamente, sorprendida y desconcertada. No es que supiera que estaba pasando, pero. ¿Acaso el intruso número 2 no veía esa niebla tratando de escapar? Aunque lo cierto es que solo pensarlo parecía una majadería. Niebla escapando... De locos.

Pero así era. Se dirigía rápidamente hacia mi. Traté de aguzar la vista todo lo que podía, por si era capaz de discernir algo en la niebla... Pero sin éxito.

Cuando bajas ligeramente el escudo para observar lo que está sucediendo, la criatura aprovecha su velocidad sobrenatural para rodearte y antes de que puedas notarlo, el vampiro ya se encuentra tras de ti sujetándote con fuerza por el cuello.

En ese instante sientes como el miedo se apodera de ti, pues te das cuenta que la criatura es excesivamente fuerte y que te va a resultar imposible liberarte de su agarre, tu pulso se acelera mientras sientes el vaho de su aliento justo sobre tu nuca y sus afilados colmillos sobre tu piel.

- Es hora de la cena. - dice con voz ronca mientras el elfo observa incapaz de atacar a la criatura sin causarte daño, lo que te hace hervir la sangre de rabia y frustración, pues sabías que, tan pronto la bestia perforara tu yugular, morirías inexorablemente, sin embargo, todo ese cúmulo de emociones despierta algo oculto en ti, algo que no sabías que existía.

Y cuando tu destino estaba por sellarse, cuatro llamas de fuegos fatuos aparecen de la nada a tu alrededor, quemando a la criatura y forzándola a soltarte, fue algo instintivo, no sabías como lo habías hecho, sólo sabías que esas cuatro llamas, ahora tres, estaban bajo tu comando y podías usarlas para defenderte.

- ¡Malditos drow y sus trucos de feria! Pero esto no ha terminado. - grita con rabia la criatura mientras retrocede e intenta huir hacia la escalera cuando otros tres rayos de fuego le impactan por la espalda reduciéndolo a su forma incorpórea, lo que el ser aprovecha para huir del lugar a toda velocidad.

Ahora te encontrabas a solas con el extraño que no parecía para nada sorprendido con lo que habías hecho, tenías muchas preguntas y posiblemente el elfo tuviera las respuestas o tal vez no, todo dependía de que hicieras las preguntas adecuadas.

Pensé que asomar la cabeza por encima del escudo podría servir para algo. Fue la peor idea que se me pudo cruzar. En un pestañeo, el vampiro se situó a mi espalda, sujetándome con gran fuerza. Traté de forcejear para soltarme, pero era inútil. Ese desconocido tenía una fuerza sobrenatural.

A medida que acercaba su boca a mi cuello el miedo crecía en mi. Mi corazón de aceleró. El sudor era frío y mi respiración entrecortada. Pero, sin duda más me atenazaba era una profunda rabia por no poder hacer nada por salvar mi propio pellejo de un maldito lunático.

Iba a morir. Y no quería.

Apreté los dientes. Y me soltó. Sin saber como le había quemado, causándole el suficiente daño como para espantarlo. No sabía como habían aparecido ni por que podía controlaras, pero esas pequeñas llamas me habían salvado. 

Y cuando ese ser trató de huir, unos rayos le pulverizaron. 

Relativamente segura, o al menos mi vida no parecía peligrar. Volví mi vista al intruso número dos. Quien permanecía impasible ante lo sucedido. Normal, no se iba impresionar por unas luces bailarinas cuando había estado tirando rayos con las manos.

En ese instante una ingente cantidad de preguntas se arremolinaban en mi mente. Imposible ordenarlas para formularlas de una en una. Si abría la boca saldrían todas en una andanada. Pero si podía resumirlas. 

Con la voz aun entrecortada y temblorosa pregunté.

-¿Que narices ha pasado?-

Pues nada, sólo un vampiro oportunista que quería robar el cetro de Glasgow, por cierto buen uso de las luces danzantes, al parecer tienes talento, de seguro conoces algunos hechizos bastante buenos, disculpa mis modales soy Valinor Silar un guardián de las sombras, si Glasgow hubiera escuchado mis advertencias o las del maestro Lorian, probablemente habría podido vivir otros doscientos años sin problemas, pero se las dio de duro y bueno, ya viste lo que paso. - responde el elfo suelto de huesos mientras se acerca a la mesa de trabajo del laboratorio.

¿Y bien niña me vas a ayudar o te vas a quedar allí mirando? - pregunta Valinor mientras encuentra un viejo diario e intenta leerlo sin éxito. - Maldito tonto, hasta su letra era un desastre.

Sabías de buena cuenta que tu abuelo no escribía, sino que garabateaba el papel y sólo muy pocas personas eran capaces de entender sus notas, por fortuna para Valinor tu estabas en ese selecto grupo de personas que podía entender la letra de tu abuelo, la pregunta era ¿Ayudarías al elfo o lo cuestionarías?

Cada palabra que pronunciaba solo lograba confundirme más. Vampiros, cetros, hechizos... Ese tipo había visto demasiadas películas. En otras circunstancias, le habría mirado con bastante desdén, sin decir nada. Para después ignorarle por completo. 

Sin embargo, no podía negar lo que acababa de suceder. Lo que había visto con mis propios ojos. 

Me quedé callada, pasmada más bien, procesando toda la información. Asimilando que todo lo sucedido era real. 

Sacudí la cabeza cuando me preguntó. 

-¿Ayudarte?- Pregunté. -Eres un intruso revolviendo las cosas de mi bisabuelo. Te doy la oportunidad de marcharte por haberme salvado. Si no te vas, llamaré a seguridad-

Hazlo, llámalos si gustas, viste lo que hice con ese vampiro, supongo que no tendré problemas en lidiar con unos cuantos normis, tu por otro lado tienes magia y si las cosas se ponen feas, pues te tomaré prisionera y te llevaré ante el Concejo.

No creo que sean indulgentes con alguien que rompe el velo tan a la ligera. - responde el elfo con absoluta confianza y un cierto toque de arrogancia que resulta molesto.

Al parecer, el creía ciegamente en sus capacidades, capacidades que venía ejerciendo desde hace un buen tiempo atrás y tu recién estabas descubriendo.

Por cierto niña, ¿Hace cuánto que practicas la magia? No estaba al tanto de tu presencia aqui. - pregunta el elfo mientras te dirige una mirada inquisitiva.

La advertencia no funcionó. Lejos de amedrentarse, el intruso parecía confiado de poder salirse con la suya. Y no le faltaba razón. Como había dicho, si pudo con el vampiro (aun me sonaba irreal), que no haría con alguien normal. 

Al menos no parecía querer hacerme daño. De lo contrario podría haberlo hecho. Y puestos a que era la única en la sala, y unas pocas en todo el mundo que podía entender ese intento de palabra escrita de Glasgow, que menos que sacarle partido. Sería yo la que leyese la información y decidiría que contar y que omitir.

Además, al desconocido parecía encantado con su propia voz. No paraba de decir cosas que tal vez debería estar callándose. Cosa que me beneficiaba. 

-No practico nada- Contesté. -Es la primera vez que veo... Algo así. Ni siquiera se que he hecho ni como-

Me acerque finalmente al escritorio, para quitarle el libro de las manos y leer en voz alta unas primeras líneas. Demostrar que entendía el idioma particular del bisabuelo.

-Dámelo. Ya te leo, "niñito"- Dije con sarcasmo. 

Llevo buen tiempo intentando encontrar los misterios del condenado cetro y hasta ahora sólo sé que es parte de algo más, un artilugio más grande, una maquina que podría destruir el velo por completo, por eso es importante que nunca caiga en manos de los anarquistas.

Escondí el cetro en un fondo falso en mi baúl, el cual solo se revelara con el siguiente encantamiento..

El resto de la página parece estar en blanco, sin embargo, cuando estás por dejar el diario a un lado, un pequeño pedazo de papel cae a un lado, cuando lo recoges, notas que tiene escritos signos badtante raros que por alguna razón, que tu misma no comprendes del todo, pareces saber leer.

Recorrí con avidez las líneas del diario. No me llevó mucho leerlas. Desde luego que el contenido era intrigante, pero lo que más me sorprendía era la poca cantidad de texto. Tratándose de algo tan importante como para que dos personas se hubieran colado en su despacho a robarlo, el contenido era bien escueto. 

-Habla sobre un cetro. Sobre algún tipo de velo y algo de unos anarquistas- Le dije al extraño mientras ojeaba la nota que se había.

Los caracteres eran extraños, pero aun más raro era que fuera capaz de entenderlos. Era la primera vez que los veía. 

-¿Que es eso del velo y los anarquistas? ¿Y por qué puedo leer esto?- Pregunté enseñándole la nota al desconocido

El elfo te observa y tras escuchar tus preguntas, decide aclarar algunas de tus dudas.

Bien, esto te va a sonar difícil de creer, pero la magia existe, todo aquello que consideras fantasías y cuentos para niños son cosas mucho más reales y peligrosas de lo que crees.

El velo es una barrera que el Concejo y la Iglesia han levantado para que las personas que no cuentan con el don de la magia se mantengan ajenas a la existencia del mundo mágico.

​​​​​​​Los anarquistas son un grupo peligroso que quiere destruir el velo pues creen que el mundo mágico ya se ha ocultado demasiado y eso jovencita es dracónico, el lenguaje de la magia, si puedes leer eso, entonces quiere decir que eres una maga y que debes venir conmigo, pero antes necesitamos llevarnos el cetro para que no caiga en manos de los anarquistas. ​​​​​​​- responde Valinor mientras busca algo es el bolsillo de su chaqueta.

Y la bomba explotó. Con sus palabras, Valinor confirmó lo que no acababa de creerme del todo. En efecto, lo que había presenciado y realizado era magia. Y por tanto, si, existía. 

-¿Y si me niego?- Pregunté forma casi inconsciente la mencionar que debía irme con él. 

Era un cambio muy grande. Y largarme de esa forma, sin avisar... Me sabía hasta un poco mal por mi familia. Sin embargo, la idea de poder lanzar rayos y a saber que más cosas ganaba por mucho a mis reparos por irme.

Negué agitadamente con la cabeza

-No... No he dicho nada-

Fui hasta el cofre que mencionaba el diario para comprobar si era cierto lo que decía. Si realmente había un falso fondo ocultando el cetro.