Partida Rol por web

Purga
Velocidad de escape

Nicodemus disparó un único proyectil bolter sobre la cabina de una de las naves, logró hacer diana pero tan sólo melló levemente el cristal. La nave le dio por completo la espalda mientras rotaba y apuntó sus cañones al casco del hangar, la otra nave hizo lo mismo.

Un xeno se recuperó de la fuerza de la descompresión y se lanzó sobre uno de los comandos, clavando sus dos garras en el pecho de la víctima. El comando quedó inerte mientras la criatura desgarraba su armadura con los dientes. Fueras quienes fueran esos comandos, habían caído bajo un organismo superior.

Cuando los cañones de las naves abrieron fuego se produjo una, ahora sí, violenta descompresión y casi todo salió expulsado por los aires. Davies no logró aferrarse y salió disparado para chocar contra la pasarela junto a Nicodemus. El Doctor Benjamin Linus, Ordo xenos, permanecía aferrado a esa consola de mando cuando una nueva descarga de cañones terminó por abrir por completo la brecha. Fue tan violento que primero uno, y luego otra, sus dos manos se separaron de la consola. Su cuerpo desapareció con velocidad a través de a brecha, engullido por el oscuro y frío abismo espacial. Pese a tener el traje no sobreviviría mucho en la oscuridad. Su alma quedaba sentenciada al juicio del Dios-Emperador.

Todo se fue a hacer puñetas, las naves abrieron fuego y entonces sí que cuanto estaba en el hangar salió despedido hacia el exterior.

Anton consiguió agarrarse como pudo a la barandilla y activar sus botas magnéticas, eso le mantendría estable e impediría que saliera a toda velocidad por el agujero de la puerta.

¡Demonios! Si no ando listo me dan un paseo por el espacio. Ahora verán...

El tecnosacerdote se apostó tras la ametralladora y se preparó para abrir fuego a discreción contra la nave más cercana. Apuntó a un motor que impulsaba al vehículo. Con la mano izquierda mantuvo horizontal la cinta de municiones, con objeto de que se desplazaran hacia el arma sin problema alguno. Con la derecha, agarró con firmeza la empuñadura y apretó el gatillo.

La bocacha del arma lanzó una llamarada al tiempo que numerosas balas salían despedidas contra su objetivo, que se vió impactado por los proyectiles, lanzando chispas al entrar en contacto éstos con aquél.

Aprovechando la descompresión me di un pequeño empuje hacia el arma pesada que había cerca de mi posición. Una vez llegué hasta ella, con un suave toque activé las botas y se fijaron justo a su base, bien abiertas las piernas, listo para abrir fuego con ese arma gigante si era necesario. Aun no iba a disparar, tenía algo pensado, quizás sería peligroso, pero más lo sería si aquellas criaturas del demonio escapaban por casualidad en una de esas naves. ¿Que sería lo que habrían venido a hacer? ¿Recuperar muestras para continuar con sus investigaciones en el planeta? Eso era inaceptable.

Cerré los ojos y me concentré en el piloto de aquella nave. Sus pies estaría encajados en los estribos de dirección de los pedales, y sus manos aferrarían los mandos con fuerza y tensión, esperando salir disparados. Ya casi lo podía ver. Así que me concentré y les estrujé a ambos los nervios como nunca jamás había hecho con ningún sujeto vivo. Empleándome a fondo, para que sus ataques de espasmos fueran tan violentos que estrellaran las naves dentro del propio hangar. En mi mente solo una idea sonaba con una voz chillona. ¡¡¡NO PUEDEN ESCAPAR!!! ¡¡¡NO PUEDEN ESCAPAR!!! ¡¡¡NO LES DEJES!!! Lo que pasara a continuación, solo el Emperador lo sabría. Me di cuenta de que no solo sonaba en mi cabeza, sino que lo estaba gritando.

Todo lo que ocurrió, y fue mucho, sucedió muy rápido. Crarirman se aferró a una de las columnas del hangar y afirmó sus botas magnéticas, dando unos pasos largos mientras luchaba contra la descompresión se encaró con la nave. Piezas de metal y cerámica volaban junto a él, arrastradas por la descompresión. Todo era devorado por el espacio. Mientras, sus compañeros se aferraban como podían a sus botas y lanzaban una lluvia de proyectiles sobre las naves que huían, y el pobre Davies luchaba por su vida, que se le escapaba a cada bocanada de aire.

Crairman extendió ambos brazos hacia el frente. Sacando fuerzas de la misma disformidad el psíquico imperial manipuló el inmaterium a su antojo, como si este se plegara a su voluntad. Un halo de energía, que incluso los no psíquicos pudieron percibir envolvió a Criarmen mientras proyectaba el poder hacia la nave. Algo sucedió en la nave, realizó una guiñada a izquierda y rotó sobre su eje, golpeando directamente con al otra nave, que tuvo que maniobrar para recuperarse y salir por la brecha; pero la primera nave, fuera de control, siguió rotando a medida que Crairman se concentraba en ella. tenía los ojos desorbitados y enormes chorros de sudor le brotaban de la cabeza. La nave siguió girando y girando, golpeando con las paredes del hangar, fragmentos de plastiacero y ceramita se desprendían de la nave y las paredes, siendo absorbidas por la brecha igual que todo lo demás. Una gran burbuja de prometium pasó junto a los motores de la nave, explotando violentamente al entrar en contacto con las llamas de propulsión. No quedó ahí, por alguna extraña razón los motores se pusieron a máxima potencia catapultando a velocidad supersóniica la nave al otro extremo del hangar, empotrándose contra una de las columnas de sustentación, convirtiéndose en chatarra casi al instante. Antes siquiera de caer al suelo, lo que antes fuera la nave ya estaba siendo arrastrada hacia el espacio.

Crairman montó un lío de mil demonios, el psíquico lanzó un potente ataque al piloto y la nave entera pagó las consecuencias.

Todos fiambres.

El tecnosacerdote asistió estupefacto al salvaje desarrollo de los acontecimientos, el vehículo se desplazó aparentemente sin control y acabó empotrándose contra una viga. Luego, lo que quedaba de él, partió al espacio.

Pero Anton también se dió cuenta de que la otra nave se escapaba.

Con toda la rapidez que pudo, apuntó la ametralladora y lanzó una ráfaga de disparos al motor que quedaba al descubierto desde su posición. No tuvo mucha suerte, los proyectiles se estrellaron contra el chasis blindado y solo uno de ellos pudo impactar en su objetivo.

Bien hecho Crairman, éxito rotundo.

El arbite se encamina hacia el doctor Davies para sacarlo del hangar antes de que pierda todo el oxígeno.

La segunda nave desapareció de su vista a través del agujero, alejándose a alta velocidad.

El arbitre agarró al doctor chiflado y se lo llevó a rastras de la zona. Los augurios de los trajes indicaban niveles de oxígeno por debajo de los vitales. Al avanzar hacia la puerta por la que habían llegado del monorrail vieron que la traspaleta del Doctor Linus seguía allí, con sus documentos, sus municiones y sus placas de datos. Estaba firmemente adherida al suelo y sólo lo que había en sus cajones abiertos se había perdido.

Con una última exhalación todo el aire de la sala quedó expulsado y tuvieron vacío espacial. La figura de Avina apareció en una holopantalla, hablando, incapaces de oirle a través del vacío.

Nuestros trajes nos protegían de ese ambiente, pero a Davis no. !ARRRRRGGGGGGGGGGGG! MIERDAAAAAA. !IROS A LA MIERDA CABRONESSSS! Les grité desde mi posición aun goteando sudor. Luego con un impulso adecuado me reuní con los compañeros para salir de aquel hangar y poder atender a Davis. Una de las naves había escapado... lo había logrado y solo el Emperador sabía qué se habían llevado de aquella nave esos cabrones. Mientras flotaba hacia mis compañeros les dije por la radio integrada. Debemos contactar con nuestra nave, la grande digo, y pedir una escuadre de interceptación. ¿Quizás avina podría hacerlo? ¿Qué pensáis? !No pueden escapar maldita sea! ¿Lo ves posible Anton? Esta es tu especialidad.

El arbite se acerca a la transpaleta y coge una de las bobonas de repuesto. Con fuertes pasos vuelve a donde está el doctor y se la coloca para que respire.

- Sería interesante saber lo que dice Avina y convencerla de que extermine a esos xenos azules que intentan escapara de la nave.

- Tenéis razón, hay que contactar con la nave. Pediremos que envíen unos interceptores y capturen la nave huída. Pero desde aquí no puedo hacerlo, hay que volver atrás.-

les dijo Anton. Luego se encaminó a la salida del hangar. Había que llamar a la nave cuanto antes, aquellos comandos de extraño color no podían irse de rositas tan fácilmente.

Davies agradeció la bombona mientras avanzaba hacia la puerta del hangar. Todos avanzaban. La traspaleta quedó atrás, en espera de decidir lo mejor que hacer con ella. El pobre doctor (aunque su inocencia en todo aquel asunto quedaría a juicio de vuestro Inquisidor) se estaba congelando en aquel hangar, su mono de trabajo no era protección suficiente para el frío espacial.

Tras cruzar las puertas éstas se cerraron, los acólitos pudieron respirar aire de nuevo mientras el doctor se frotaba los brazos, en busca de calor. El monorrail seguía donde lo habían dejado y ni rastro de los xenos. Avina también estaba ahí, hablando con su melódica voz:

Autodestrucción de la Ejulve en proceso. 9 minutos y 12 segundos para la destrucción.

- Avina, las naves que acaban de salir del hangar contienen xenos de piel azul. Activa las armas de la Ejulve y destrúyelas.

Tan sólo se detecta una nave. No identificada. Fuego de corto alcance activado. -sonaron algunos estallidos secos en el interior de la Ejulve, estaba disparando- Atención: escasez de munición en baterías de corto alcance.

Lo que nos faltaba.

Anton, ahora ya en zona más segura, sacó su placa de datos y la manipuló para enviar un mensaje mediante una conexión segura a la nave de la que habían venido, el Destructor ligero Inquisitorial Orgullo del Sacerdote, de modo que AVINA, esa maldita IA descarada, no supiera el contenido del mismo.

Aquí Equipo de Asalto desde la Ejulve. Proceso de autodestrucción iniciado, intentaremos detenerlo. Una nave ha escapado, varios comandos en su interior. Intercéptenla, no dejen que escape.

escueto y directo, Slavick añadió su código y firma digital para que los oficiales del Destructor supieran quién mandaba el mensaje.

luego se dirigió a AVINA

- Necesitamos que retrase la autodestrucción o la detenga-

le pidió.

-Deberíamos ir con rapidez al monorraíl, esto va a saltar en pedazos y no quisiera que estuviéramos dentro. Creo que nuestro destino tendría que ser el hangar de popa, el lugar por el que vinimos en el hydrex. Podríamos pedir que vinieran a buscarnos*. Además, intentaré detener el proceso de autodestrucción, o al menos, demorarlo el tiempo suficiente para escapar, intentaré hackear el sistema.-

les comentó a sus compañeros con voz bajísima para evitar ser oído por AVINA.

Vale, ahora mismo nos largamos, esperad medio segundo. Les dije mientras rebuscaba en la transpaleta del doctor mamón en busca de los datos que habíamos recuperado y que teníamos que entregar como objetivo de la misión. Era información voluminosa dentro de lo que cabía, todos los datos y las muestras, así que debían estar ahí y no podíamos dejarlas de camino. !Las putas pruebas de la misión, yo no me piro sin ellas o nos matarán al regresar, que me los conozco! Les dije mientras me hacía con ellas y las introducía en mi mochila rápidamente. A toda pastilla a la nave que nos trajo aquí y de ahí a toda ostia a nuestra ballena. Había que mover los pies rápidamente.

La respuesta tardó unos pocos segundos en llegar, tenía los códigos del Inquisidor en persona.

Victoria en batalla espacial. Flota enemiga en retirada. Bombardeo orbital en proceso. Imposible enviar escuadrones. Orgullo del Sacerdote en camino. ¿Estado de los objetivos? ¿Estatus de Inquisidor Eisenhorn?

No es posible detener el proceso de autodestrucción. Nivel de seguridad insuficiente. Tiempo: 8 minutos 43 segundos.

¿Tenéis una nave? -preguntó, emocionado, Davies mientras Crairman recuperaba los datos de la misión- ¡Vámonos!